Sus líquidos alcanzan para llenar 5 piscinas olímpicas y el vertedero tiene el tamaño de 2 parques Simón Bolívar. Este es el drama de vivir junto a un basurero.
Y es que a unos metros del lugar, a donde llegan toneladas de basura, campesinos cultivan y producen comida. Ellos, denuncian, son algunos de los más afectados con los problemas de contaminación que produce el relleno.
“Primero fueron los campesinos y luego llegó el basurero”, asegura uno de los habitantes del sector, quien es enfático al defender sus terrenos.
“Lo que nosotros los campesinos no entendemos es dónde irán a acomodar todas las basuras de Bogotá porque no vamos a ceder un centímetro de tierra”, añade.
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Dueños de negocios también advierten que la proliferación de roedores e insectos está afectando su trabajo: nadie quiere entrar en un local con presencia masiva de moscas.
En medio de este panorama no llegan las soluciones. Líderes de la protesta no asistieron a la reunión con representantes del Distrito y exigen hablar directamente con el alcalde Enrique Peñalosa.
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Ellos tienen claro que no se puede cerrar el relleno de la noche a la mañana, pero exigen medidas contundentes frente a los problemas de contaminación.
Mientras continúan las fumigaciones, Personería de Bogotá exigió al operador del relleno que cumpla con sus responsabilidades.
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