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El fútbol también se siente: el hincha del Cali que, por cruzar frontera invisible, perdió la vista

Foto: cortesía para Noticiascaracol.com

Se trata de Steven Santander, de 24 años, quien compartió su historia de superación con Noticiascaracol.com y su pasión por el equipo azucarero.

El pasado 22 de octubre de 2012, siendo las 9:00 de la mañana, Steven recibió tres impactos de bala por cruzar lo que sería una frontera invisible de un barrio del nororiente de ciudad. Cuenta que, para ese entonces, con tan solo 20 años, su vida estaba destruida por el consumo de sustancias alucinógenas.

"En esa época mi vida estaba destruida por la drogadicción, desde los 14 ó 15 años probé la droga y me quedé, estaba siendo consumido por ella. Yo tenía amistades en barrios aledaños al que vivía, así que me dirigí a visitar a mis amigos y, por problemas de fronteras invisibles, en el momento en que regresaba a mi casa, me dispararon en tres oportunidades: uno en la cabeza, otro en el abdomen y el último en el muslo izquierdo", comenta Santander.

Dice que, tras recibir el primer disparo, continuó corriendo para intentar huir. Sin embargo, cuando fue impactado las otras dos veces, se desplomó en el suelo y solo comenzó a pedir auxilio.

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"Personas que pasaban por el lugar me auxiliaron. En ese momento perdí mi conciencia, no me acuerdo cuando me ayudaron, reaccioné cuando me dieron los primeros auxilios, estaba en una camilla y estaba siendo trasladado al hospital. Mi mamá ya estaba a mi lado y ella me cuenta que reaccioné por un momento y que solo le pedía que orara por mí. No quería morir", dice.

Por la gravedad de sus heridas, Steven tuvo que ser internado en la Unidad de Cuidados Intensivos, donde permaneció en coma varios días y despertó.

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"Estuve en coma como por cuatro días. Luego desperté asustado porque tenía un tubo en mi boca y un poco de cables pegados a mi cuerpo, así que comencé a quitarme esos cables. Los doctores y las enfermeras tuvieron que controlarme y me amarraron de los pies y las manos para que no me quitara nada", afirma.

El cuerpo médico comenzó a notar mejoría, el cuerpo y alma de Steven lucharon. Los doctores le informaron a la familia que, por la bala que entró a la cabeza del joven, este no volvería a ver.

"Me quitaron el tubo, porque reaccioné de una manera positiva. Los doctores le dijeron a mi familia que no iba a poder volver a ver y que tenían que comunicármelo. A los días siguientes, mi hermana habló conmigo y me explicó que no volvería a ver. Esto fue muy extraño porque yo no me había dado cuenta que no podía ver, si mi hermana no me hubiera dicho nada, no lo habría entendido, porque yo pensé que estaba en un cuarto oscuro que tenía las luces apagadas y por eso no veía", dijo el joven.

Steven explica que la noticia lo entristeció y asustó, pues no iba a poder volver a ver nunca.

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"Sentí mucha tristeza, me puse a llorar bastante, porque saber que no vas a poder volver a ver y perder la vista de un momento a otro es muy difícil. Pero el apoyo de mi hermana y toda mi familia fue y ha sido fundamental para pasar por esto. Comencé a ver todo lo que me pasaba desde un punto de vista positivo, porque Dios me dio la oportunidad de seguir viviendo", expresa.

 

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Con esta nueva condición, debió aprender a adaptarse a una nueva vida de la que no sabía nada. Explica que fue como volver a nacer, pero sin la posibilidad de poder ver.

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"Me fue difícil adaptarme, porque no sabía absolutamente nada y fue como volver a nacer, pero sin vista. Al cabo de un año y medio fui conociendo que las personas ciegas pueden ser independientes. Mi vida cambio con esto, se transformó, porque antes de este accidente consumía droga, trabaja solo para eso, para el licor, para salir de fiesta con mis amigos, mi vida no tenía un propósito, no tenía sueños ni objetivos", expresó.

Dice que en el Centro de Rehabilitación para Personas Ciegas aprendió a despertar sus otros sentidos como el del oído y olfato. Además, fue instruido sobre los esquemas de movilización, orientación, y percepción.

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Lo que ha descubierto este joven es que ser invidente no es un impedimento para disfrutar de sus pasiones. Luego de más de un año de este evento violento tuvo la oportunidad de volver al estadio para alentar a su equipo del alma, el Deportivo Cali.

"Desde que tengo uso de razón, como desde los 7 años, vengo enamorado de este equipo, siempre iba al estadio, cuando tenía oportunidad viajaba para alentarlo. Luego de mi accidente y perder la vista, dejé de asistir al estadio como por un año y medio, porque no sabía ni que rumbo darle a mi vida. Aunque no podía ver, quería estar ahí en la fiesta, así que tuve la oportunidad de conocer a Juan Manuel Maya y fue quien me comenzó a llevar al estadio", asegura Steven.

A su madre le daba temor que volviera, porque por su discapacidad podía correr ciertos riesgos. Pese a esto, a Steven la idea de cantar y alentar a su equipo lo llenaba de gozo.

"No volví también porque con mi discapacidad el temor de mi madre era que corría cierto riesgo, pero he conocido buenas personas como los líderes del Frente Radical que me han apoyado y cuidan. Ser un hincha es una felicidad total, el fútbol no solo se ve, también se siente, porque el fútbol es amor y pasión. Cada vez que tengo la oportunidad de ir al estadio es una felicidad total para mí. El fútbol se puede vivir en paz, el barrismo se puede vivir en paz", dice.

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Asegura que no ve la hora para que el Deportivo Cali juegue, pues siempre quiere vestirse con las prendas que representan a su equipo, para vivir esa pasión.

Antes de ser atacado a bala, Steven jugaba fútbol. Manifiesta que siempre le gustaba hacer deporte. Ahora hace parte del equipo de bolo que representa al Valle del Cauca en competencias para personas en situación de discapacidad.

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"A mí siempre me ha gustado el deporte, antes de perder la vista siempre jugaba fútbol, pero conocí a una persona que es mi profesor y me enseña sistemas en la Biblioteca Departamental y también es ciego y es futbolista de fútbol sonoro 5. Él me dijo que existía esa disciplina y otras como natación, bolos, atletismo, y otros. Me animé a probar en fútbol, pero no me fue bien. Recibí una convocatoria para bolos, me presenté porque mi papá tiempo atrás trabajaba en una bolera y jugaba. Entonces, por ahí quise inclinarme y, a medida que iba entrenando, me fue gustando", explica.

Lleva practicando un año y cuatro meses, sabe que es un proceso duro de entrenamiento, pero espera darle alegría su región y al país consiguiendo medallas y títulos.

Entre sus sueños está el anhelo de conformar una familia, tener un buen trabajo, capacitarse, pero, sobre todo, de ser un ejemplo para los jóvenes y la sociedad.

"Quiero ser de ejemplo para muchas personas, porque a pesar de haber vivido un evento que me pudo haber limitado, no sucedió y nada es imposible en esta vida, solo hay que perseverar en los objetivos y metas", concluye el joven hincha azucarero.

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