El embajador de los Estados Unidos en Colombia durante el proceso 8.000 se llevó a la tumba secretos de uno de los momentos más oscuros de la historia del país.
Fue enviado como responsable de la diplomacia de Estados Unidos en 1994 y se marchó en 1997, pero su huella siguió vigente muchos años después.
Con un español impecable, que aprendió como lengua materna pues nació y vivió su infancia en Chile, fue uno de los principales críticos de Ernesto Samper, a quien le quitó la visa para viajar a Estados Unidos.
En esos tiempos se convirtió en uno de los personajes más influyentes y algunos testigos han afirmado que incluso ciertos sectores lo consultaron sobre el posible apoyo de los Estados Unidos a un golpe de Estado para sacar del poder al presidente. Nunca reveló sus nombres, pero sí aseguró que el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado estaba relacionado con esto.
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En esos años no tuvo reparos para criticar al gobierno y por ello se ganó la enemistad de este y la simpatía de muchos colombianos que opinaban, como él, que Samper debía dar un paso al costado. No faltó quien considerara que Frechette se inmiscuía demasiado en los asuntos internos del país.
Aunque se retiró de la vida diplomática poco después de abandonar Colombia, siguió activo en el mundo académico y como consultor.
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Con el lanzamiento de su libro “Frechette se confiesa”, el exembajador volvió a los titulares. Aseguró que “hay secretos de Estado que jamás revelaré”.
En los últimos años había estado aquejado por un cáncer y murió en una clínica de Maryland el primero de julio de 2017. Por decisión de su esposa, las honras fúnebres se mantuvieron en secreto y solo hasta el 12 de agosto los colombianos conocieron el fallecimiento de una de las personas que, para bien o para mal, hizo parte de la historia reciente del país.