Defensoría del Pueblo lanzó una alerta temprana sobre el riesgo para más de 900 familias en zona rural y urbana del puerto más importante de Colombia
Esta historia no tiene un solo protagonista, son decenas de familias que viven asustadas por las nuevas amenazas de los grupos armados en varias comunas de Buenaventura.
Y temen porque saben que están allí, observándolos, queriendo tomar el control que la comunidad les arrebató hace ya varios años.
“Nosotros por habernos constituido en espacio humanitario, hoy vivimos medianamente tranquilos. Pero eso no ocurre con el resto de la comunidad”, afirma Orlando Castillo, líder cívico de Buenaventura.
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El menudo hombre que habla es uno de los pocos que se atreve a dar la cara. Junto a la comunidad, ocuparon lo que antes eran conocidas como las casas de pique, en un claro ejemplo de resistencia pacífica frente a la barbarie.
“La gente tiene miedo, por eso no todo el mundo sale a una cámara a decir esto, porque la gente vive en una zozobra constante”, dice Castillo.
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Una reja separa a los violentos de la comunidad, que permanece resguardada por miembros de la Armada y la Policía como parte de las medidas cautelares de la comisión interamericana de derecho humanos, que sigue este proceso.
El espacio humanitario de Puente Nayero se convirtió hace más de tres años en una especie de oasis, un lugar seguro para la gente, pero fuera de sus límites no le garantizan la seguridad a nadie. Los grupos armados acechan en las calles sembrando el temor en la población.
A solo dos cuadras del lugar está el terminal pesquero La Playita, un lugar donde madres cabeza de familia se ganaban la vida vendiendo el pescado, pero hoy solo queda un grupo reducido. Manuel Bedoya, otro líder que no tiene pelos en la lengua, atribuye el hecho a las extorsiones.
“Le toca darle el pescado, los cinco mil pesos y la mujer no se gana más de 15 ó 20 mil pesos diarios. Entonces, eso hizo que la mujeres se salieran de aquí”, asegura.
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Manuel confirma los temores de la gente y va más lejos. Dice que los grupos armados nunca han salido del puerto.
“Porque siguen amenazando a la gente. En las otras calles están las amenazas, comienzan a provocar y se meten por ahí por otras callecitas. Los Gaitanistas, los Urabeños, esos cambiaron de nombre, pero siguen siendo los mismos”, sostiene.
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La Defensoría del Pueblo lanzó hace algunos días una alerta temprana donde advierte la presencia de un nuevo grupo armado en la zona urbana.
“Este nuevo actor armado en la región ha venido haciendo un trabajo de entrar a las comunidades, de cooptar a las comunidades y especialmente a jóvenes, quienes les están ofreciendo dádivas, como motos, para que se muevan. Esto está pasando en algunas comunas como la 3, la 4 y la 12”, asegura Manuel Redondo, director de Alertas Tempranas de la Defensoría del Pueblo.
Ariel Ávila, subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, habla de estos grupos con nombre propio.
“Con un grupo nuevo que se hace llamar la Gente del Orden, que tiene el mismo nombre de la estructura que opera en Tumaco, pero no son los mismos. Es gente del Clan del Golfo armándolos y trayendo gente para enfrentarlos con La Empresa”, comenta.
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Para el padre Jhon Reina, director de la Pastoral Social de Buenaventura, es claro que en el puerto se está experimentando un nuevo movimiento de las estructuras criminales que puede traer otra ola de violencia.
“Podríamos decir que estamos viviendo un momento de ese brote, de esa violencia de muerte, de enfrentamientos, porque veníamos de un momento donde había un solo grupo que dominaba todo el comercio y ahora entra otro grupo que se encuentra con ellos y los otros no se quieren dejar dominar”, señala.
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Uno de esos puntos calientes es el barrio Alberto Lleras, donde hay aparente calma. Sin embargo, un ciudadano denunció lo que está pasando con los menores de edad.
“Los niños están en un latente riesgo, pues no tienen una alternativa para hacer cosas positivas. Se está viendo que están consumiendo alucinógenos y pasan directamente a los grupos”, asegura.
Coincide la iglesia con los valientes líderes que se atrevieron a hablar, que la violencia armada no solo es la que genera los muertos. Hay una violencia estructural de olvido estatal con la Buenaventura pobre, la de la gente afro que padece por falta de empleo y servicios básicos, la de los niños que hoy están en la mira de los grupos armados.