Gol Caracol
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Hoy es fácil hablar de deporte y unidad nacional. Desde los 80 nos hemos rotado la excusa para sentirnos nación con la Selección Colombia, los héroes del ciclismo (de Lucho Herrera para abajo), Edgar Rentería, Juan Pablo Montoya, María Isable Urrutia encabezando a los pesistas, Camilo Villegas, los patinadores, Mariana Pajón y demás glorias que hicieron que todo este país ultraregionalista y enemigo de sí mismo se uniera por el orgullo de sentirse representado por alguien absolutamente destacable. Pero el primer colombiano que nos dio un motivo para que Colombia importara más que nuestra respectiva región fue Antonio Cervantes. Hoy, 40 años después de que 'Kid Pambelé' lograra el primer título mundial de boxeo para el país, como fanático del boxeo y admirador de su gloria no puedo evitar recuperar este texto que publiqué hace varios años en el Diario Deportivo, cuando tuve el honor y el trauma de conocer al más grande, al más golpeado, al más triste, a Pambelé... Pambelé no te mira a los ojos cuando habla. Es más, poco habla y, cuando lo hace, repite insistentemente: "Yo voy pa'lante hermano, pa'lante". Pero es difícil creerle y más cuando en el mercado circula un libro de Alberto Salcedo que cuenta toda su gloria y su decadencia, y ahora el propio Antonio Cervantes está promocionando otra publicación sobre su lucha contra el alcoholismo y la drogadicción. Verlo ahí, flaquísimo, tembloroso por el Parkinson, distante y tratando de concentrarse, le rompe a uno el alma como aficionado del boxeo; más cuando había tanta emoción por conocerlo. Sí, búrlese, pero cuando supe que 'Kid Pambelé', el primer campeón mundial que tuvo Colombia iba a visitar el DIARIO DEPORTIVO, me emocioné. A mí no me importaba su mala fama, sus escándalos, sus problemas con el ron y la cocaína; a mí lo único que me importaba es que, como lo dice Salcedo, en un momento de nuestra historia él fue el hombre más importante de Colombia; el primero en mostrar que sí se puede alcanzar un sueño, que la gloria es posible. Por eso era importante para mí estrechar su mano, porque yo era de los que trasnochaba a los seis años por ver pelear al 'Happy' Lora; tanto así, que siendo adolescente me tocó botar una camiseta blanca que en letras del tricolor patrio decían: "¡Dale Happy!". A la pobre ya no le cabía un hueco más y a mí la franela de infancia ya no me entraba... Muchos creen que el boxeo es una salvajada; yo no. Yo soy de los que cree en la mística guerrera de dos hombres peleando por su futuro y por la gloria en un cuadrilatero, y por eso siempre respetaré a esos atletas que han tratado de sacar a su familia adelante a costa de su integridad física. Pero ese boxeo, mi boxeo, el del viejo Pambelé, el de 'Rocky' Valdez, el de Alí, el de Leonard, ha muerto. Le aplicaron la extremaunción en los 90 cuando la posibilidad del concepto de 'campeón mundial' dejó de existir por las ventajas lucrativas de uno de los deportes más populares del mundo. Antes los campeones eran sólo dos en cada categoría, uno por la AMB (Asociación Mundial de Boxeo) y otro por la CMB (Consejo Mundial de Boxeo), y la unificación era algo de dimensiones enormes pues en verdad se definía el campeón mundial. Hoy el alfabeto de agremiaciones es eterno pues existen la FIB, OMB, IBO, WBU, WBF, WBB... cada una con un campeón en una de las 17 categorías, por lo que el prestigio de poseer un título se ha diluido. Ya no hay un verdadero 'Campeón Mundial', ahora todo es plata... Eso es triste, pero es más triste ver que el deporte que más títulos le ha dado a Colombia pasa por un momento de crisis en el país. Los últimos grandes campeones que tuvimos fueron Irene 'Mambaco' Pacheco en Mosca y Daniel Reyes en Mini-Mosca, pero poco reconocidos fueron en el país en buena medida porque la gente ya no respeta al boxeo. Incluso el propio Pambelé me confesó que no tiene ni idea en qué está nuestro pugilato: "Yo no le paro bolas a eso". Lo más triste de todo es que hay talento. Los rankings de las principales asociaciones están llenos de colombiano, hace poco pudimos ver cómo en Argentina José 'La pantera' Herrera le daba una paliza a Jorge 'Locomotora' Castro, ídolo en ese país, y el 'Mambaco' ahora es el campeón latino de la FIB en Gallo. Pero a pesar de eso, el deporte de titanes está en su mala hora. Se puede decir, tristemente, que la realidad del boxeo colombiano se ve cuando uno mira el presente de las grandes glorias nacionales: El 'Happy' y Bassa han salido en realities sin mucha fortuna y con algo de ridículo. Yo, que me uní al sufrimiento nacional que significaba ver en el ring a Fidel en los 80 (pues todas sus peleas eran un parto), sentí que algo por dentro se me rompió cuando lo vi vestido de chino en 'Bailando por un sueño'. Pero la mayor analogía entre una vieja gloria y el boxeo colombiano actual, y no pude dejar de pensar en eso mientras trataba de hablar con él y no le sacaba más que una frase suelta, una confesión de ningún arrepentimiento y una promesa de que va "pa´lante hermano, pa´lante", es Pambelé. Antonio Cervantes está deshecho a pesar de afirmar que hace cinco meses no consume una gota de licor. Uno espera que ahora sí se recupere definitivamente, que la mala hora la deje atrás, que retome la lucidez que lo llevó a pronunciar una de las frases más famosas del país ("Es mejor ser rico que pobre"); pero al tenerlo en frente y ver la debilidad de esas manos que alguna vez causaron terror en el peso Welter y esa mirada perdida en recuerdos confusos de una gloria noqueada, es casi imposible tenerle fe. (Publicado en el Diario Deportivo el 4 de mayo de 2006) También hablo de boxeo en Twitter: @PinoCalad
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Desde el inicio del segundo semestre del 2012 y con la contratación de jugadores de cartel como Teófilo Gutiérrez, Dayro Moreno y el mismo Carlos Rentería, tres botines de oro que sumados a los nombres importantes que ya estaban en el equipo,se generó una gran expectativa en toda la afición rojiblanca que ilusionada volvió masivamente para este segundo torneo al coloso de la ciudadela. En el aspecto deportivo y visto desde los fríos números, el equipo ha respondido a las expectativas generadas. Marcha tercero en la tabla de posiciones, es la delantera más goleadora del torneo, una defensa que está entre las 3 mejores del campeonato, solo un partido perdido y a falta de 3 fechas está a un punto de lograr la clasificación a la semifinal. Pero aún el equipo no logra llenar la retina de los aficionados y periodistas que siguen permanentemente al equipo ñero. Todavía el rendimiento colectivo del equipo no termina de convencer y eso preocupa. Este Junior es un equipo que a lo largo del torneo ha dependido de sus individualidades (en exceso diría yo) y cuando éstas no han andado bien o el rival las ha sabido controlar el equipo luce sin argumentos. Si bien es cierto, es un plus contar con jugadores talentosos que en cualquier momento te definen o desequilibran un partido con su capacidad, no menos cierto es, que se debe tener un plan diseñado, una estrategia en la cual estas individualidades cumplan un rol específico en beneficio del equipo, y no dejar este a merced del talento o capacidad de resolución de algunos. Incluso Messi, para citar como ejemplo al que es tal vez el jugador con mayor capacidad individual del mundo, cumple una tarea dentro del sistema o estilo de juego implementado por su equipo. Es preocupante, por lo menos para mí, ver que este equipo cuando ya van 15 fechas disputadas, no haya encontrado en lo colectivo un rendimiento que al margen de los resultados nos permita estar tranquilos. Muchas veces (o casi siempre) las victorias tapan o hacen pasar por alto aspectos negativos del funcionamiento de los equipos. Pero no hay nada más peligroso en el fútbol que una mala lectura de las victorias. No es casualidad que las mejores presentaciones de este Junior las haya tenido precisamente frente a los equipos más débiles del torneo (Cartagena y Huila) y cuando le ha tocado enfrentar equipos con mayor capacidad y/o con un trabajo táctico más sólido, se haya visto maniatado y en ocasiones superado. Incluso, hay un dato estadístico que sustenta mi apreciación: Junior no ha podido ganarle a ninguno de los equipos que se encuentran hasta hoy clasificados al octagonal. Preocupa también la falta de variantes tácticas que tiene el equipo. El DT se ha casado con un solo sistema de juego que ya es fácilmente referenciado por todos los rivales y que a la hora de tratar de dar vuelta a un partido no se buscan alternativas diferentes. Precisamente en ese aspecto es donde debe el DT sacar a relucir todo su potencial y conocimiento. Yo no quiero ser aguafiestas ni pretendo echarle agua sucia a la buena campaña que ha venido realizando el equipo (los números lo avalan), pero creo que es necesario decirlo, más teniendo en cuenta que se aproxima la fase de cuadrangulares, donde nos encontraremos con equipos duros y que no le regalarán nada al equipo Rojiblanco. Incluso, como dije antes, no se le ha ganado a ninguno de los que está en la parte alta de la tabla, con los que nos toparíamos en cuadrangulares. Este equipo fue diseñado para ser campeón, pero solo con una buena nómina no se consigue ese objetivo. No conozco ningún equipo, o hay muy pocos ejemplos de ello, que jugando a medias o sin jugar bien (no se confunda jugar bien con jugar bonito que son dos cosas diferentes) hayan alcanzado el éxito. Por eso mi pregunta que titula este blog: ¿Alcanza para los cuadrangulares? Personalmente creo que no. Hoy recuerdo las palabras del máximo accionista don Fuad Char el día de la presentación de Teófilo Gutiérrez: "profe, se le ha dado todo, ya no tiene excusas". Ojalá me equivoque y alcance, o lo que es mejor aún, que el equipo encuentre el funcionamiento que todos esperamos y en diciembre estemos nuevamente celebrando. Elkin De La hoz @tiburoncanival
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Utilizare este primer párrafo para agradecer a www.golcaracol.com por el espacio para opinar sobre mi pasión más grande que es Millonarios. Segundo para dejar por sentado, que aquí no habrá espacio para ser políticamente correcto. Hincha es corazón, corazón es pasión y pasión es mandar la razón a los escritorios de quienes quieren pasar por caerle bien a todos (incluyendo a quienes atacan a Millonarios). Aquí desde EL FAMOSO EMBAJADOR no se tendrán puntos medios por respeto a la pasión que genera nuestro amado Millonarios. Somos 100% hinchas de Millos, a toda hora y en todo momento. Ese es el corazón de los hinchas azules.
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"Hay que ponerle fin a esa cultura ganadera de comprar jugadores baratos y posteriormente venderlos. Hay que seguir en el proceso de organizar el fútbol para que esas épocas en las que no se pagan a los jugadores y se anuncian millonarias ventas de jugadores y la plata no aparace, queden definitivamente superadas". La frase de Simón Gaviria, senador de la República y autor de la Ley 1445, más conocida como 'Ley del fútbol' pues con ella se está tratando de organizar a los clubes profesionales, no cayó nada bien en la dirigencia colombiana que, inmediatamente, sacó su carta de protección favorita, esa que dice "Intervención" con 18 signos de admiración detrás y que utilizan nuestros dirigentes cada vez que sienten que el gobierno se mete con ellos. La misma que, palabras más, palabras menos, quiere decir: no te metas con nosotros, somos intocables. Esta explicación la hice hace poco más de un año en la Revista Razón Pública, cuando aún faltaba la aprobación presidencial de la Ley 1445, y la reutilizo porque la historia con nuestra dirigencia es cíclica: si el gobierno quiere ponerlos en orden, ellos apelan a la FIFA para amenazarlo. El fútbol es una actividad económica particular. La FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) es el máximo regente del negocio y entre sus principios está que ningún gobierno particular se puede meter en su campo. Si la FIFA siente que alguno de sus socios (y la Federación Colombiana de Fútbol lo es) está interviniendo (y el verbo ‘intervenir' es clave) puede actuar desafiliando al país, lo que significa que éste no puede participar en ningún evento futbolístico internacional, con lo que se le da un golpe maestro a la afición de ese país con gobierno ‘intervencionista': te metes con nosotros y nosotros te echamos encima a tu propio pueblo, ávido de fútbol y de espectáculo. Por supuesto, el fútbol es una industria -y por cierto muy rentable. Pero durante muchos años su reglamentación ha sido arbitrariamente ignorada en Colombia, en parte por negligencia del Estado, en parte porque mal que bien el espectáculo seguía marchando y muchos consideraban que tenía la capacidad de solucionar sus problemas por sí mismo. Por pensar así, el narcotráfico encontró un nicho ideal en el fútbol para lavar activos desde finales de los 70, y por eso han aparecido constantemente los nombres de diferentes clubes en los múltiples procesos de extinción de dominio de los bienes de todo tipo de capos en los últimos 20 años: los equipos necesitaban plata y, como nadie los supervisaba seriamente, los narcotraficantes -y luego los paramilitares- entraron con los bolsillos llenos. Esta es una de las principales razones por las cuales el fútbol profesional colombiano vive la crisis financiera que vive: económicamente muchos clubes son inviables y muchos ya no tienen el mecenazgo ilegal de antaño, pues el gobierno se puso serio... pero no tanto. De ahí que las deudas estén por las nubes, que las cifras multimillonarias de patrocinios y préstamos no alcancen, y que sean cada día más visibles las protestas de los jugadores por falta de pago de sus salarios y sus parafiscales. Veamos el caso del Once Caldas: estaba a punto de desaparecer y, gracias a la laxitud de la Superintendencia de Sociedades y de Coldeportes, logró tener aliento para encontrar ese maravilloso salvavidas que es Kenworth de la Montaña. Pero no todos son tan de buenas como el Once, Millonarios (tal vez el mejor ejemplo de cómo el gobierno mira para otro lado mientras pasan cosas en un equipo que son inadmisibles administrativa, legal y éticamente en otra empresa), Junior o Nacional con sus grandes socios capitalistas. El fútbol colombiano, parafraseando a Gaviria, sigue siendo una gran planicie en la que cada uno maneja a su equipo como una finca en la que muchos no saben cuántas vacas tienen y otros saben que hace rato que les deberían haber embargado hasta las gallinas, pero tienen claro que nunca va a pasar. A fin de cuentas, el dueño del negocio no es el gobierno, es la FIFA, y a ella pueden acudir los "latifundistas" cada vez que se sientan investigados. Claro, tampoco ayuda que el senador que encabeza la investigación a nuestro fútbol sea el mismo que no se lee los proyectos de ley que le pasan. Bedoya y compañía, a diferencia de él, son expertos en letra menuda... Discutámoslo en Twitter: @PinoCalad
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Los noticieros abrieron sus emisiones de día, tarde y noche con una posibilidad memorable. Los periódicos hicieron lo propio. Todos hablamos de lo mismo por unos cuantos días, de la lección que pudo darle Millonarios a un país, pero esto ya se quedó como una de sus peores anécdotas. Ahora toca hablar tristemente en pasado. El ruido de la noticia se esfumó y no se hizo realidad el acto de mayor grandeza que pudo tener Millonarios en el último tiempo, es decir, devolver simbólicamente dos estrellas manchadas por el narcotráfico, en 1987 y 1988. Los hinchas, iracundos, prefirieron maltratar al presidente Felipe Gaitán, responsable de dar a conocer a los medios la información que para entonces ni siquiera era una verdadera iniciativa. Pero la rabia, atizada por la pena del 8-0 ante Real Madrid, no permitió el análisis e impidió germinar una idea sana y benéfica para el fútbol colombiano, así haya estado mal planeada. Furiosos los hinchas, reitero, se quejaron y reclamaron sus conquistas. Igual hicieron jugadores campeones (algunos en pésimo tono) y otros miembros de otros equipos que también se vieron inmersos en la mancha negra de la droga y la plata fácil de los ochenta. Y lo hicieron hasta con razón, por defender y no perder lo que consideran suyo, o sea, trofeos ganados en franca lid, según juraron. Pero lo que jamás vieron los involucrados es que aquel gesto hubiera demostrado la grandeza moral a la que puede aspirar Millonarios: una capacidad casi inverosímil de reconocer errores, perdonar, priorizar valores y seguir adelante desde un nuevo comienzo. Quitarse voluntariamente esas dos 'narcoestrellas' hubiera sido un renacer, una lección absoluta, tajante, de honestidad. Y Millonarios no hubiera perdido nada en realidad porque es igual con 11 ó 13 estrellas, ¿no? Es difícil creer que la gente se satisfaga con tan poco y se convenza de que dos títulos locales representan el linaje del cuadro azul. Millonarios, acorralado por una presión insulsa, no quiso pasar al final de cuentas a un nivel superior, a uno que no es cuantificable en guarismos sino en enseñanzas. Una lástima. Y ya nada de eso importa, ya pasó el momento. Pasó la goleada en España, la risita política de Noemí Sanín ante semejante vergüenza deportiva y una idea que se perdió porque esta sociedad está malacostumbrada y carece de principios. Importa ganar a como dé lugar y ese sí que es un maldito problema para poder cambiar de pensamiento. La historia reseñada fue una de las peores anécdotas para Millonarios, por lo que representó y no pudo ser. De ahora en adelante, en cambio, “La hinchada será garante de que nunca jamás habrá dineros oscuros en nuestra gran institución”, según decía por ahí un paupérrimo comunicado. Al tiempo la Junta Directiva informó su decisión: “No devolver las estrellas de los campeonatos ganados por Millonarios”. En uno de esos chistes que van y vienen sin más intención que molestar, les pregunto por estos días a mis amigos de Millonarios si no les da pena decir ahora que tienen 13 estrellas, a sabiendas que alguna vez, en el pasado, quisieron quitarse dos por mal habidas. Con razón, creo, ellos me contestan que no, porque otros también hicieron lo mismo y no se van a quitar nada que ilumine el escudo. Ahora son líderes y van con todo por la 14, me recuerdan. Ese es el fin del cuento. El torneo colombiano, tras las Eliminatorias, volvió a empezar. Seguir a @javieraborda
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Pocas oportunidades como la de este viernes para vencer a uno de los equipos más fuertes del continente en las últimas dos décadas y más cuando los goles de Colombia retumban por todo el mundo. Pensar que el partido contra Paraguay será difícil es válido, pero conseguir un resultado diferente a la victoria sería un verdadero desperdicio. “Es vital la mentalidad, salir a ganar siempre”, tal cual dijo James Rodríguez. La línea a seguir es el respeto, como advirtió Falcao: “Paraguay es una selección importante en Sudamérica, que no está teniendo un buen rendimiento, pero eso no quiere decir que Colombia tenga que confiarse, al contrario, tiene que estar muy alerta”. Eso es verdad, al igual que esta afirmación: la determinación no debe supeditarse a la prudencia. Vencer esta vez es nuestra exclusiva responsabilidad. Lo demás es retórica. La ambición sana de victoria tiene que continuar en Colombia después de vapulear a Uruguay y Chile y, sobre todo, cuando al frente se para una selección hecha boronas. Paraguay está hecha las trizas que le dejó Gerardo Martino (el técnico no sembró nada de recambio, así haya alcanzado la final de la pasada Copa América) y ya sólo un milagro podría encaminarla rumbo a Brasil 2014. Esa “Asunción” parece hoy en día imposible. Paraguay está peor que Bolivia en la tabla de posiciones y con eso se puede decir “basta de explicaciones”. Pero si las quiere, hay muchas otras razones para hacer este diagnóstico. Paraguay tiene, por ejemplo, entrenador nuevo y acosado en apenas dos fechas (Pelusso no ve norte tras las derrotas ante Argentina y Venezuela); el equipo está desmoralizado y la Nación paraguaya no cree en esta escuadra. En apenas siete partidos, Colombia ya le sacó nueve puntos y debe jugar ahora en Barranquilla, contra el mejor delantero de la actualidad en el universo (no hace falta citarlo, lo cual es su mejor prueba), contra más jugadores inspirados (como Jackson y James) y contra el ánimo a plenitud de los colombianos, lo cual es superlativo en este tipo de enfrentamientos. Colombia, a pesar de todo esto, hace muy bien al dejar de lado la confianza excesiva porque ningún partido se gana de palabra (por fortuna, ya no está Chilavert) y mejora aún su presente al reconocer la lejanía de la meta cuando el Mundial parece tan cerca. Así está el duelo. Disparejo, ¿no? El partido que se avecina probará entonces la mentalidad y jerarquía grupal de los colombianos y la evaluación sólo se pasará con un triunfo. El respeto que le debemos ya a Paraguay es la obligación de ganarle con argumentos, de enterrar de una vez sus aspiraciones de clasificar a su quinto Mundial consecutivo. A nosotros, hay que recordarlo, nos va mejor cuando no nos asomamos de favoritos (salvo cuando se lograron en casa las conquistas de los suramericanos juveniles de 1987 y 2005 y la Copa América de 2001) y por eso la intención jamás es acudir al fanatismo. Pero no hay que temerle a este tipo de pequeños desafíos porque responder a ellos nos hace más grandes. Si queremos apuntar a ese lugar donde se ve un fútbol con réditos, requerimos tres puntos el viernes. Hay que dejar de desaprovechar las oportunidades de regresar al Mundial. La espera se hace eterna. Seguir a @javieraborda
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Me siento en oriental, esa mítica tribuna del estadio Atanasio Girardot donde todo pega más duro. Si llueve, te mojas hasta los tuétanos y si hace sol, entras como un albino y sales más colorado que Paul Scholes o más tostado que Gervinho. Allá tengo un combo familiar conformado por primos. Somos cuatro en total y a ello se suma el grupo de los otros hinchas de siempre donde se mezcla juventud con veteranía. A todos nos une algo que no nos suelta últimamente: nada que Nacional logra hacernos felices de nuevo. Yo entiendo que el equipo solo ha perdido un partido de la Liga Postobón, tengo claro que estamos a seis puntos de la clasificación cuando quedan quince en disputa, también veo que estamos en el quinto lugar, que el promedio de rendimiento bajo el mandato de Juan Carlos Osorio es casi de un 72%. Todo eso lo pondero, pero se los confieso, y no sé si interpreto un sentir general: siento un vacío con el equipo, que algo me falta, no me siento feliz cada vez que voy al estadio y de empate en empate salgo achantado. Los números muy lindos, sirven, pero el alma futbolera que tenemos los hinchas está vacía. Pienso a veces que los hinchas de Nacional por momentos molestamos mucho. Lo escribía en otro post en Blogverdolaga: con pocos minutos de juego y “puteamos” por todo, poco margen de error otorgamos, como dirían las tías: “somos a veces cansoncitos”. Y me incluyo, cae uno en eso pero es parte del hincha. No sobra hacer el ejercicio de mirar en qué clase de hincha nos estamos convirtiendo. El hincha paga y exige pero no sobra reflexionar si a veces nos pasamos. Miren que este equipo juega distinto en condición de visitante. Lo que para nada justifica que los jugadores se excusen en “el exceso de presión que sienten en el Atanasio”. Para mí, pataletas de unos señores a los que se les paga millones por jugar fútbol. Pero reitero, no sobra la reflexión. Contra Santa Fe la cosa es clara. Un primer tiempo para el olvido, el bostezo y la amargura. Un Nacional parco, sin vocación, con un par de remates al arco rojo y ya. El equipo sin dinámica, errático y confuso. Nos sacó de la modorra el golazo de ese crack que es Ómar Pérez. Nunca me había tocado ver un gol olímpico y menos aún había visto uno tan limpio y hermoso. Si uno no reconoce eso, por más que se lo hayan anotado al equipo de sus amores, mejor no ver más fútbol. Para el segundo tiempo apareció otro Nacional. Salió Fernando Uribe. Es una lástima, no cuaja en el verde, vamos en la fecha 13 y Uribe no engranó. Búsquele las explicaciones que quiera, pero por ahora la camiseta verdolaga le quedó grande. Nacional metió en su campo a Santa Fe, lo atacó por todos los lados y de todas las maneras posibles y logró el empate con otra pintura de nuestro crack: Macnelly Torres ¡Qué penal se fajó! Santa Fe con mucho amor propio logra el segundo gol. Una anotación que refleja aún el daño que le causa al verde el cobro de costado y la pelota quieta. Y de nuevo apareció el empuje de la hinchada. Lo reconoció el profesor Osorio, no dejamos de alentar. El área de Santa Fe era un campo de bombardeo. Y se juntaron dos factores: la inmensa actuación de ese joven arquero que es Camilo Vargas y el Festival Nacional del Desperdicio del Gol que fue Nacional. Murillo empata el asunto y hasta el último segundo del partido voló Vargas en ese remate de Mac. Nacional de nuevo no ganó en casa. Una casa que hoy ya no es un fortín, es el Palacio del Empate. Por eso no hay felicidad, no se gana y sin el factor victoria el hincha no puede estar feliz. Pero no importa, ahí estaremos de nuevo: con sol o con lluvia, aguantando lo que sea, incluso la falta de definición de nuestros jugadores. *Este texto también aparecerá publicado en Blogverdolaga. Seguir a @poterios !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0];if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src="//platform.twitter.com/widgets.js";fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document,"script","twitter-wjs");
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Hace apenas unos días, finalizó el clásico de la fecha 11 del fútbol Colombiano. Se enfrentaban el primero contra el segundo de la tabla, que además compartían la misma cantidad de puntos. Finalizó el partido y con el, cayó el invicto de 12 fechas que tenía el equipo tiburón (10 de este torneo y 2 del pasado). Hasta ahí todo normal, se perdió un partido frente a un rival de peso donde el equipo no mostró su mejor cara, pero no era para prender las alarmas ni mucho menos. Pero finalizado el partido, nuevamente se revivieron fantasmas que parecían superados en el caso Teo Gutierrez. La tonta y justa expulsión (a mi parecer) de Teo, generó nuevamente una avalancha de comentarios respecto al comportamiento del gran delantero del barrio la “chinita”. Recordemos que Teo, llegó a Junior después de su periplo por tierras extranjeras de donde regresó más que nada por los problemas de comportamiento especialmente en Argentina, donde fue portada de todos los diarios tanto por sus goles como por los escándalos que protagonizó dentro y fuera del terreno de juego. Se nos hizo extraño a todos los que tuvimos la oportunidad de ver a Teo desde sus inicios, ese tipo de comportamientos en el jugador. Si bien es cierto nunca fue un jugador sumiso, Siempre iba al frente y en gran parte, esa personalidad sumada al innegable talento que tiene, fue lo que le hizo ganarse un puesto y un nombre dentro del fútbol profesional colombiano y después en Argentina (donde no son carmelitas descalzas). Pero ese, distaba mucho del Teo del que se hablaba en tierras Gauchas. Por eso, cuando se mencionó que volvía a las toldas Junioristas, un 90% de los hinchas celebró su vuelta, el regreso del ídolo e hijo de la casa. Pero evidentemente el Teo que regresó, no es el mismo que se marchó hace 2 años. No digo que sea mejor o peor, simplemente no es el mismo. Y no tendría porque serlo, estuvo en Europa, Argentina, ganó reconocimiento, fama y dinero. Eso en cualquier ser humano de una u otra manera modifica su comportamiento y mucho más en una persona que como él, creció en medio de necesidades, de un bajo nivel de escolaridad y de un ambiente donde es más fácil tomar otros caminos muy distintos al del deporte. Ese solo hecho es dignó de admiración. Con lo anterior no justifico ni avalo cualquier tipo de comportamiento inadecuado del jugador. Muchos, por no decir que la mayoría de nuestros deportistas, han crecido con las mismas carencias y necesidades y asumen otra actitud. Nadie cuestiona las enormes capacidades que tiene como jugador y que le han valido elogios de colegas y técnicos reconocidos, como Juan Roman Riquelme o Miguel Russo entre otros. Lo que se le ha criticado siempre es su temperamento, sobre todo dentro del rectángulo de juego, que ha atentado muchas veces contra su equipo y contra él mismo. Teo tiene talento para estar en las ligas más exigentes de Europa, solo es verlo dentro del terreno de juego para notar que está 2 escalones por encima de los que están acá. Pero Teo, aun sigue aquí. Creo que es hora de que Teo y su entorno cercano entiendan que el mundo no está en su contra y que de él depende convertirse en uno de los mejores delanteros Colombianos de la historia. También entiendo, por lo que comenté unas líneas arriba, y esto lo digo con el mayor de los respetos por él y su familia, que es innegable que necesita de ayuda para corregir su problema de comportamiento o temperamento, como lo quieran llamar. Y lo digo basado en los hechos que lo preceden. Es evidente que Teo no ha podido adaptarse cuando le ha tocado salir. Es de esas personas que les cuesta mucho más que a otras adaptarse a entornos distintos al suyo. Prueba de eso es que cuando le ha tocado irse (Turquia y Argentina) por X o Y motivo ha regresado casi que corriendo a Barranquilla. Quiero dejar claro que no escribo esto solo por el episodio del pasado sábado, quiero pensar que fue un hecho aislado, una jugada normal dentro de un partido. De hecho, un jugador rival fue expulsado por una jugada idéntica, pero sí he notado actitudes displicentes de Teo en los últimos 2 juegos del equipo. Personalmente no soy quien para juzgarlo a él ni a nadie. De hecho, desde los espacios que tengo y en mi cuenta de Twitter, he respaldado y defendido al ser humano que es, sin dejar de criticar los errores que como futbolista ha cometido. Tampoco voy a irresponsablemente decir que está mal rodeado, porque no conozco su entorno y seguramente su familia entiende más que nadie que flaco favor le hacen al decirle que siempre tiene la razón y el equivocado es el mundo. Simplemente espero que el personaje no se trague al crack y a la persona, y podamos disfrutar por mucho tiempo al gran jugador que es; a ese que llena de fútbol una cancha cuando se dedica a hacer su trabajo dentro de ella, a ese que vive por y para el gol, a ese Teo que soñamos todos. Elkin De La Hoz Twitter : @tiburoncanibal
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Defender ídolos es complicado, fácil es destruirlos. Ídolo es una palabra muy grande que conlleva muchas responsabilidades. En Nacional pasa un fenómeno curioso que se da por el cambio generacional: el concepto de ídolo se volvió difuso y ese puede ser un buen tema para otro post. Hoy el tema será Gastón Pezzuti, para mí, el último ídolo que ha tenido el cuadro verdolaga. Recuerdo cuando llegó. Vi las imágenes de su presentación en el estadio Atanasio Girardot. La cosa no fue multitudinaria. Pezzuti llegó mechudo, con gesto de timidez, sin hablar mayor cosa, sin mayores pergaminos. Incluso muchos, me incluyo, acudimos a Google para saber quién era el nuevo arquero extranjero que había traído el equipo. No la tuvo fácil el ex Racing de Avellaneda. Basta con decir que si en Nacional no la tiene fácil alguien de Bogotá, Barranquilla y otras regiones, menos aún la iba a tener fácil un arquero que llegaba sin cartel al arco que tuvo como dueño a hombres como David Ospina, Miguel Calero, René Higuita, Lorenzo Carrabs y Raúl Navarro. Con bajo perfil empezó a trabajar Pezzuti. Atajaba poco, cuando lo hacía había indiferencia de la tribuna, las mujeres lo empezaban a referenciar por “pintoso” y así, sin sobresalir, pasó el tiempo. Un día cambió de “look”. Nacional se debatía en una de sus épocas oscuras de malos resultados, fútbol pobre y ambientes enrarecidos por divisiones dentro del grupo de jugadores. De buena fuente sé que el “sindicato” de la época que lideraba Humbertico Mendoza apartó a los argentinos. Le hacían mal ambiente a Maggiolo, no le hablaban a Pezzuti, pero el guardameta mantuvo su profesionalismo, siguió trabajando y fue profesional. Llegó la escoba de Santiago Escobar y barrió con todo. Pezzuti sobrevivió. Nacional empezó el torneo bien, llegaron los incidentes, el bajón, la sanción, el equipo mendigando dónde jugar. Rabia, amor propio y las heridas mutaron hacia un Nacional que empezó a eliminar rivales en la fase del “mata-mata” que tenía el torneo colombiano. Palomino, Ibarbo, Macnelly: nombres que sobresalían en ese equipo. Pero en el arco estaba el sostén de todo. Estaba Gastón Pezzuti. Nacional no era un derroche de buen fútbol, menos aún una sólida muralla defensiva (¡estaban Giraldo y Aguilar!), al equipo le llegaban por todo lado y ahí apareció el argentino. Era figura partido tras partido sacando balones imposibles, ganando mano a manos, impulsando al equipo desde el arco. Se acuñó la frase: “Ahí tenemos a Gastón, menos mal…” Llegó la final y tapó lo que dio el título. Quedará en la historia verdolaga y quedará en la historia del fútbol colombiano: la estrella 11 del club Atlético Nacional se estructuró bajo la figura de su arquero, el señor Gastón Pezzuti. Eso lo hace ÍDOLO. La hinchada lo vio así: cántico para él, trapo en la barra Los del Sur y a partir de ese momento se desató la “Pezzutimanía”. De nuevo el nubarrón se posó en Nacional: eliminación de los cuadrangulares, la novela de la Libertadores y de nuevo eliminación del primer torneo local de 2012… Pezzuti con altas y bajas, humano es. Poco a poco se empezó a evidenciar un desprecio de un sector minoritario del estadio liderados por “periodistas vendepauta”, borregos futboleros sin criterio, imberbes del fútbol divorciados del conocimiento y pegados al insulto. Pero no hay que olvidar que en el fútbol, del amor al odio, hay una jugada de distancia. Lesión, recuperación y errores. Parte del hecho de forjarse como ídolo está en eso, en ser grande en la época dura, la difícil, la que duele, y ser humilde en la del éxito, la de los gozosos. Gastón Pezzuti lo ha hecho. Es una persona que maneja todo con un sentido de familia. Su familia es su razón de ser y dentro de esa familia está Atlético Nacional. Le duele el equipo, aprendió a sentirlo y supo interpretar su filosofía. Su calidad humana no amerita una sola sílaba de discusión, su calidad profesional tampoco. Hoy su nivel no es el mejor. La ley del fútbol es clara: juega el que mejor esté. El gran Pezzuti debe ir al banco y hacer lo que mejor nos ha demostrado: trabajar para volver a ser el mejor. Lo hará, le enseñará a Bonilla, lo guiará y con humildad se sentará en el banco a aportar. Él ha demostrado que es así. Para mí es ídolo de Nacional, me rehúso a insultarlo. Insultarlo es el camino fácil… Gastón Pezzuti es ídolo verdolaga, eso se gana con sudor, sangre, honestidad, victorias y derrotas. Él lo hizo. Seguir a @poterios !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0];if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src="//platform.twitter.com/widgets.js";fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document,"script","twitter-wjs");
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Gol Caracol
¿Por qué el fútbol colombiano no puede abrir el debate ético sobre su pasado oscuro y así dar una lección a una nación que está acostumbrada a conformarse y dejar en el olvido a todos aquellos personajes que la robaron de frente y obtuvieron cargos políticos gracias a dineros sucios? Luego de las declaraciones del presidente de Millonarios, Felipe Gaitán, en las que dio a conocer las intenciones de la actual junta directiva del club sobre devolver los dos últimos campeonatos obtenidos en los años de 1987 y 1988, se abrió la discusión en el país sobre si esto sería bueno. El club capitalino en aquella década fue infiltrado por el narcotráfico, primero por Edmer Tamayo y luego por Gonzalo Rodríguez Gacha ‘el Mexicano’, quien fuera el mayor accionista de los ‘albiazules’. En lo personal, aplaudo que las directivas del club estén discutiendo el tema, así no se logre devolver las dos estrellas que están en entredicho. La discusión tiene varios matices, tanto que se comenzó a discutir el pasado de otros equipos del fútbol colombiano como el de América de Cali y Atlético Nacional, aunque para algunos, es una estupidez volver a recodar esa historia. Es lamentable que nuevamente evitemos aceptar el pasado y afrontarlo, y aceptar que se cometieron errores y no hacer nada para corregirlos. Devolver dos estrellas dejaría un precedente ético y de valores dentro de nuestra sociedad y además se limpiaría el nombre de una institución como Millonarios. Tanto, que en las reuniones familiares ya no saldría la típica frase “si no hubiera sido por Gacha, ustedes no tendrían 13 estrellas”. Los jugadores y su esfuerzo en la cancha Mario Vanemerak, Alberto Gamero y Miguel Augusto Prince, entre otros exjugadores, salieron a defender los títulos que ellos consiguieron como jugadores del club. Afirmaron que era un irrespeto para la institución promover que Millonarios devolviera esas dos estrellas. También declararon que esa idea perjudicaba y echaba de menos el esfuerzo que ellos y sus compañeros hicieron dentro del terreno de juego. Por su parte, Jorge Luis Pinto, director técnico de Santa Fe entre 1986 y 1987, afirmó a una cadena radial que era injusto recriminarles a los futbolistas de la escuadra ‘embajadora’, pero que sí había que hacer una investigación a jugadores de otros equipos y al mismo Luis Augusto ‘el Chiqui’ García, técnico de Millonarios en ese entonces, por el caso del ‘maletín’. “Lo único que yo hice fue presentar las pruebas donde él compró árbitros y jugadores. Por ejemplo, le mandó un millón de pesos a Carabalí que era un marcador de punta de Santa Fe, para el último clásico y que ganaron y luego obtuvieron el título”, dijo Pinto. El actual técnico de la Selección de Costa Rica también declaró que varios árbitros confesaron en ese momento que se le “vendieron al Chiqui en más de una oportunidad”. Las pruebas según él, fueron presentadas a la Dimayor pero no fueron tenidas en cuenta en esa época. Además, el santandereano cuestionó de dónde provenían esos dineros con los que según las pruebas presentadas por él, se compraron a jugadores y árbitros. ¿Qué es lo mejor que se puede hacer? El expresidente del América de Cali, Carlos Andrade, afirma que si todos los equipos se examinan y revelan verdaderamente los ingresos oscuros a sus arcas, se deberían devolver los títulos que obtuvieron durante esas dirigencias. Sería de rescatar y ayudaría a fortalecer la dignidad de los equipos, por el buen nombre que estas instituciones que deben tener. No hay que dejar de lado que hasta los mismos jugadores se vieron involucrados con los narcotraficantes. Ese fue el caso de René Higuita cuando visitaba a Pablo Escobar en la Catedral o el mismo Anthony el ‘Pitufo’ de Ávila, que no se arrepiente de haber dedicado un gol con la selección Colombia ante Ecuador en las Eliminatorias de Francia 1998, a los hermanos Rodríguez Orejuela, jefes del Cartel de Cali. De esta manera y, ante todo, se deben verificar las denuncias que hizo Pinto y discutir por qué la Dimayor no le puso cuidado. Ahora, el organismo debe ser serio y abrir una exhausta investigación para aclarar todas las dudas que hay sobre la actuación del ‘Chiqui’ con Millonarios, aunque sería bueno que el extécnico presentara pruebas en las que se demuestre que él no tuvo que ver con compra de árbitros y futbolistas como lo muestran las que hace tiempo presentó Pinto. Ahora, es importantísimo aclarar que aunque el equipo ‘Embajador’ sea el centro de críticas por su pasado, no fue el único con una historia tenebrosa: América de Cali estuvo bajo la propiedad de los hermanos Rodríguez Orejuela en los años 80 y comienzos de los 90. En Atlético Nacional, el expresidente Hernán Botero Moreno fue extraditado el 15 de noviembre de 1984 por lavado de activos para el narcotráfico, y por tal razón la Dimayor suspendió los partidos de esa fecha, declarando duelo en el fútbol colombiano. En el 2002 recobró su libertad e interpuso una demanda al estado colombiano por 14 millones de dólares. En Deportes Tolima, José Manuel Aguirre, que fuera dueño del club en una época, fue acusado de tráfico de cocaína. En Independiente Medellín los hermanos y Pablo Correa Arroyave lideraban una organización delectiva que se hacía llamar los ‘Pablos’. Independiente Santa Fe estuvo en poder de Phanor Arizabaleta Arzayús, quien fue extraditado en mayo del 2011 por tráfico de cocaína a los Estados Unidos, además de ser uno de los hombres más importantes del cartel de Cali. El Deportivo Pereira y el Unión Magdalena también tuvieron propietarios que tenían nexos con el narcotráfico, como lo eran Octavio Piedrahíta y Eduardo Enrique Dávila, respectivamente. De esta manera el fútbol colombiano, como muchos saben, estuvo manchado por el gran flagelo nacional. Ahora bien, ¿por qué la propuesta de la junta directiva de Millonarios es una locura? ¿Devolver los títulos no sería regresarle un poco a la dignidad al fútbol y la sociedad colombiana? ¿De qué sirve que todos hayan estado tapados con la misma cobija si esto produjo desconfianza dentro del fútbol, odios dentro de los hinchas de los equipos? La discusión no es “mi equipo es el mejor de Colombia” sino, “mi equipo pasó por el infierno y ahora puede mirar limpio al futuro”. Así como exigimos que los guerrilleros y paramiliatres devuelvan todo lo que se ganaron robando y matando, no hay diferencia en que los equipos que tienen manchado sus nombres devuelvan lo que consiguieron con plata del narcotráfico. Si no lo hacen, se seguirá apelando a los títulos conseguidos por los narcos. Jhon Álvaro Clavijo/ http://twitter.com/siperohoyno