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Ángela Barrera, madre del pastor Lora, visitó el cementerio de Aguachica, Cesar, acompañada por el equipo de Los Informantes . Allí están enterrados su hijo, su nuera Yurlay Rincón y sus nietos Santiago y Ángela Natalia, asesinados el 29 de diciembre de 2024, en un hecho de confusión que consternó al país. A solo un metro de distancia, en una tumba sin nombre ni fecha, reposa Alexander González, alias El Calvo, expareja de Zaida Andrea Sánchez Polanco, alias La Diabla . Su muerte fue indirectamente lo que desató la masacre.
La historia es tan dolorosa como absurda. Ese domingo, la familia Lora salió a almorzar sin saber una confusión terminaría en tragedia, pues muy cerca de ellos se encontraba Zaida Andrea Sánchez Polanco, alias La Diabla. Vestía de blanco y negro, los mismos colores que llevaba Ángela Natalia, la hija del pastor. Cuando los sicarios entraron al restaurante en busca de la mujer, La Diabla alcanzó a verlos y huyó. El asesino, confundido por la ropa, disparó contra la familia equivocada.
“Ese domingo me dio un dolor y no pude montarme en la moto. Fui a la habitación a cambiarme y algo me detuvo y dije: ‘no, no voy’”, cuenta Ángela Barrera, madre del pastor. Ese presentimiento le salvó la vida.
Ahora, con lágrimas en los ojos, recordó en Los Informantes que debía estar allí, almorzando con su hijo y sus nietos. Pero algo la detuvo, una intuición que no puede explicar.
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La investigación de las autoridades fue extensa. Revisaron 86 cámaras de seguridad y más de 70 horas de grabación. La conclusión fue clara: los sicarios, que se movilizaban en una moto, habían sido contratados para asesinar a La Diabla, pero se equivocaron y dispararon contra una familia inocente. El error fue fatal.
Zaida Andrea Sánchez, de 27 años, no era una desconocida. Tenía antecedentes por hurto calificado, lesiones personales, injuria y calumnia. En redes sociales mostraba una vida de lujos : viajes, autos de alta gama, joyas. Pero detrás de esa imagen se escondía una mujer vinculada al narcotráfico. Su pareja, Alexander González, alias El Calvo, era un narcotraficante del Catatumbo, responsable de toneladas de cocaína que salían de la región.
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Vivían un romance peligroso, al estilo de Bonnie y Clyde. Pero la ambición de Zaida cambió el rumbo. Se dice que ella mandó a matar a su pareja para quedarse con el control del negocio. El cuerpo de alias El Calvo fue hallado el 26 de diciembre de 2024 en El Banco, Magdalena.
Los sicarios siguieron a La Diabla hasta Aguachica. Y allí, por error, mataron a la familia Lora.
Marlon Lora era un hombre humilde. Trabajó como pintor antes de convertirse en pastor. Junto a su esposa, predicaba en diferentes municipios del Cesar. No tenía lujos. Solo una casa sencilla y una moto con la que llevaba la palabra de Dios a los pueblos.
“Él nunca tuvo camionetas de alta gama, ni casas lujosas, ni dinero en los bancos. La casa que dejó y la moto que él utilizaba para ir a los pueblos a llevar la palabra. Ellos eran felices, no les importaba sino servirle a Dios”, afirmó su madre.
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Sus feligreses lo extrañan y la comunidad en general no ha podido superar la dolorosa pérdida de la familia.
Cuatro personas han sido capturadas por el crimen, pero la investigación sigue abierta. El abogado de la familia no descarta denunciar al Estado colombiano ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, argumentando que no supo proteger sus vidas.
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“Fue un error, ellos tienen que pagar por ese acto atroz”, enfatizó la madre del pastor exigiendo justicia para una familia que solo quería compartir un almuerzo y terminó siendo víctima de una guerra que no era suya.
Tras la masacre, La Diabla huyó a Medellín. Pero ni siquiera el error de los sicarios detuvo la “vendetta”. El 22 de enero de 2025, fue asesinada frente al hotel donde se hospedaba con su hijo de 9 años, en el barrio Laureles, en Medellín. Su cuerpo quedó tendido en la acera. La guerra que había comenzado con la traición a El Calvo terminó con su propia muerte.
Con lágrimas en los ojos, la madre del pastor recorrió las tumbas de sus seres queridos. Y como en el cementerio caben todos, paradójicamente a un metro de distancia de la familia está enterrado El Calvo, pero su tumba no tiene nombre, ni fecha, ni flores y al parecer nadie la visita. Mientras que las lápidas de la familia Lora están adornadas con flores y mensajes de amor que reflejan una vida dedicada al servicio de los demás.