La reciente erupción del volcán de Fuego en Guatemala recuerda la fragilidad del hombre ante el poder de un fenómeno de esta naturaleza.
La mayoría de los volcanes se ubica en el Anillo de Fuego del Pacífico, donde se unen entre sí las placas tectónicas, las enormes losas que envuelven la Tierra.
Moviéndose sobre un manto de magma, son el origen de dos tipos de volcanes.
Cuando dos placas chocan, una se desliza por debajo de la otra, lo que se conoce como zona de subducción.
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La erupción volcánica se produce cuando la presión y el calor hacen subir el magma hacia la superficie, que brota en forma de lava.
Restos de la roca fundida y los gases del centro de la Tierra, son expulsados por el cráter principal o por alguna otra salida.
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Otras placas, llamadas divergentes, se alejan entre sí.
El magma sale por las fisuras y crea una nueva corteza. Si ocurre bajo el mar, surgen las islas volcánicas.
La actividad volcánica también ocurre bajo las placas, en los "puntos calientes" donde el magma perfora la corteza.
Según su actividad, se clasifican en volcanes:
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Extintos, si no han tenido erupción en miles de años.
Durmientes, en caso de inactividad temporal.
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Activos, cuando arrojan regularmente humo y lava.