Llegar al barrio Piedras Blancas es difícil, pero aún más complicado es acceder a la educación para los niños de este humilde asentamiento, en el nororiente deMedellín .
“El colegio que se encuentra más cercano a esta comunidad es el de Gente Unida y es un trayecto más o menos de dos kilómetros. Cuando hay invierno el pantanero es impresionante, los niños se tienen que devolver porque se caen, se les ensucia el uniforme”, cuenta Mónica Cardona, habitante del barrio Piedras Blancas.
La falta de oportunidades y comodidades contrastan con el ingenio comunitario. Carentes de cualquier infraestructura académica o deportiva, a través del amigo secreto, las familias recogen fondos para construir su biblioteca.
“Lo que hacemos es que por donaciones mínimas de 10 mil pesos se le envía a la persona, virtual o físico, una postal con la historia o la fotografía de uno de los habitantes de este lugar. Muchos de ellos son desplazados de la violencia del país”, indica Mariana Restrepo, fundadora de Un Bazar para Abrazar.
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El barrio queda en los límites con el corregimiento de Santa Elena. Ahí, casi en el filo de la montaña, aparecen las casas de madera, algunas en aluminio, tejas de zinc y unos 170 niños que esperan por mejores oportunidades para estudiar.
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Luis Alfredo, de 14 años, con atuendo de futbolista y muchas ganas de estudiar anhela la biblioteca.
“Mi sueño y el de mis amigos es que hagan la biblioteca, que traigan libros, computadores, para así hacer nuestras tareas tranquilos y poder ser felices”, expresa.
Para cristalizar ese anhelo hacen falta 26 millones de pesos.