Foto: Antonio David Osorio es El guasón. Es soltero, no tiene hijos, y su gran pasión deportiva es el DIM.
Toño, moño, roño o loco. No le importa cómo le digan sus vecinos, los otros habitantes del sector El coco, ese barrio que lleva por verdadero nombre Santa Rosa de Lima y que se enquista en un rincón del nororiente de la comuna 13 de Medellín.
Tampoco le presta mucha atención al Antonio, su nombre, ni al David ni al Osorio, sus apellidos.
Él es El guasón y punto. Un villano de 53 años de edad que recorre las tribunas del estadio Atanasio Girardot de Medellín desde el pasado 7 de febrero y que se volvió un boom en la capital antioqueña.
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Ese día, vestido de guasón, hacía su primer visita al Atanasio, donde su equipo el Deportivo Independiente Medellín enfrentó al Atlético Junior; el club que acaba de vencer para coronarse campeón del fútbol colombiano.
En esa ocasión, el rojo cayó derrotado 1-0 con gol de Vladimir Hernández.
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La historia de El guasón del DIM nació por allá en la década del 70 cuando acompañaba a sus hermanos al estadio. Ellos vendían mecato (como panes de yuca) y él se enamoraba del Equipo del Pueblo.
“Pude haberlo hecho de Nacional, pero Medellín tiene el rojo y ese color tiene una longitud de onda muy alta”, dice. Pero su voz no se altera, no se emociona.
Ni siquiera cuando revela detalles sensibles de su vida, como la muerte de su papá, Antonio, ocurrida en enero cuando estaba a punto de llegar a los cien años de edad, el fallecimiento de Marta, una de sus hermanas, la socióloga que muy joven fue vencida por el cáncer, o de dónde sale su pasión por ese personaje del cómic y del cine.
“A mi casa llevaban las revistas de Calimán, Editora cinco, Batman y a través de ese personaje me enamoré de El guasón. Me gustó por su ambiente oscuro, siempre lo mostraban tramando algo, rodeado de villanos. Haga de cuenta la tribuna norte (del estadio), ahí hay puros villanos”, explica y lanza una tímida sonrisa; de inmediato vuelve a la serenidad.
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Pero el rostro de El guasón sólo pudo ser visto en las calles de Medellín en octubre de 2015.
Antes de que llegara el Día de los niños, una sobrina le hizo la tentadora propuesta: “tío, vos te parecés al Guasón. Por qué no te disfrazas”.
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Y Toño, moño, roño el loco o el profe, sí, porque Antonio es maestro de física y matemática, aceptó la propuesta.
“Amanecí en su casa, en La Estrella. Me puse un vestido de enfermera y me pinté la cara. A las 9 de la mañana unos policías no me iban a dejar entrar al Metro. Me empujaban, suavecito, para ver si estaba borracho. Me miraban los ojos, para descartar que estuviera drogado. Y llamaron a un oficial. Es un 941, ¡déjenlo seguir!, les dijo, y eso en el lenguaje policial es que soy un loco. Así recorrí hasta Niquía y luego hasta San Javier. Eso fue una locura”, recuerda Antonio.
Lo que vino fue otra aventura. Algunos hinchas de Atlético Nacional, rival de patio del DIM, que lo vieron con la cara pintada de blanco, los labios rojos, los glóbulos oculares negros y vestido con un pantalón, negro, una gabardina, unas botas y guantes de cuero le propusieron que los acompañara al estadio, pero no lo convencieron. Su destino estaba en las tribunas rojas y azules, donde este hombre de 175 centímetros de estatura y 80 kilos de pesos ha sido una sensación.
“Los niños me ven y se quieren tomar fotos conmigo, los jóvenes, los señores, las señoras. He estado en todas las tribunas. Me muevo por todo el estadio porque por mi edad, el ruido de la murga me hace daño para los oídos”, describe.
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Ese es Toño, roño, moño o el loco o Antonio David Osorio, un solitario tecnólogo en construcciones civiles egresado del Politécnico Jaime Isaza Cadavid que se gana la vida enseñando a jugar con los números, un querido villano que tiene a Medellínhablando de El Guasón, el bueno.