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[caption id="attachment_36" align="aligncenter" width="590" caption="Orion le ataja el penal al 'Rolfi' Montenegro."][/caption] En Argentina hay solamente dos equipos que en toda su historia NUNCA han descendido de categoría. Estos son Boca Juniors e Independiente. Estas dos instituciones, son además los dos clubes sudamericanos con más títulos a nivel mundial, incluso más que el mismísimo Real Madrid. Hoy, el presente de ambos equipos, en cuanto al tema del descenso, es totalmente adverso. Boca está tranquilo, ya que por más que pierda TODOS los partidos que le quedan en este campeonato no tiene la más mínima chance de irse a la B. El rojo, en su lugar y sin duda alguna, está disputando el semestre más importante desde su fundación en 1904, porque busca no manchar su riquísima historia plagada de éxitos con la pérdida de la categoría. Desde el semestre pasado Independiente está peleando los últimos puestos en el promedio del campeonato argentino, y parece que esta situación hace que todo le salga mal: malos arbitrajes, peores resultados, mala suerte en los partidos, violencia entre barrabravas y dirigentes, refuerzos que no rinden y cambios de técnicos. Igualmente, en la actualidad el Rey de Copas tiene al entrenador que todos los hinchas pidieron, el último que les dio un título a nivel local, el ídolo Américo Rubén ‘Tolo’ Gallego. El ‘Tolo’, de salvar el equipo de irse al descenso, seguramente tendrá una estatua en las afueras del estadio Libertadores de América, nombre que hace alusión al pasado glorioso del rojo, equipo que más veces ha conseguido esa copa. Atrás quedaron los tiempos de Ricardo ‘Bocha’ Bochini, Daniel Bertoni y ¿por qué no? de los colombianos Albeiro ‘Palomo’ Usuriaga y Faryd Camilo Mondragón. A los hinchas cuarentones en adelante, seguramente se les cae alguna lágrima de nostalgia recordando aquellos nombres que construyeron gran parte de la historia de lo que es hoy el Club Atlético Independiente de Avellaneda. En la actualidad, los narradores mencionan a Ernesto ‘Tecla’ Farías, Daniel ‘Rolfi’ Montenegro y los colombianos Fabián Vargas y Juan Fernando Caicedo para referirse a integrantes del plantel rojo. Si bien los nombres no suenan tan mal, el juntarlos y ponerlos a funcionar colectivamente hace que a los seguidores de Independiente les ardan los ojos viendo jugar a su amado equipo. Vargas es uno de los hombres más queridos por la afición de Independiente, ya que es característico en él dejar todo en cada partido, cualidad fundamental que necesitan los equipos que pelean la permanencia en una primera división. Caicedo, en cambio, es un tipo por el cual los hinchas todavía no saben ni qué sentir: lo prefieren por encima de Farías, pero en el empate 1-1 contra Boca se cansaron de insultarlo –y con toda razón- por los goles errados. “Estoy muy triste”, fueron las declaraciones de ‘Sorongo’ después del encuentro frente al equipo de Carlos Bianchi, donde el rojo tuvo una oportunidad clave de quedarse con los tres puntos. Boca le dio todas las facilidades y hasta sufrió la expulsión de Cristian Cellay a los 17 minutos del primer tiempo. Independiente tuvo una llegada de gol cada nueve minutos ante el xeneize, incluyendo un penal desperdiciado por Montenegro. El único gol lo consiguió un defensor ex Boca, el paraguayo Claudio Morel Rodríguez a los 18 minutos de la segunda mitad. Ahora, a Independiente le quedan 12 partidos para revertir la situación, en los cuales enfrentará a rivales directos como Argentinos Juniors, San Lorenzo y Atlético de Rafaela; además de San Martín de San Juan y Unión de Santa Fe que son los únicos dos que están por debajo del rojo. Hace un año, dos equipos se iban al descenso y dos jugaban la Promoción. Como está en este momento, y si se siguiera con el mismo sistema, el rojo disputaría su plaza en Primera con un equipo de la B. Pero no, el formato cambió e Independiente se decidió por insistir con su estilo de juego que cada vez lo hunde más. Si sigue por esa senda y no empieza a sumar de a tres a partir de la próxima fecha, el rojo, ahora sí, se irá al lugar al cual sus hinchas siempre han presumido de provenir: el infierno… pero esta vez, es el temido infierno de la B. Pablo Rios González Twitter: @pabloriosg Seguir a @pabloriosg
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“Pague 285 mil pesos y ahórrese el 56% del costo de un curso de periodismo deportivo online en The Academy Colombia”. El anuncio es real. Y estará vigente hasta mayo en www.quebuenacompra.com, uno de los portales de El Tiempo, aunque vale aclarar que el curso “no tiene que ver con el periódico y debería ser presentado como lo que parece ser: un diplomado”, según anticipa José Orlando Ascencio, subeditor de deportes del periódico. Este curso de periodismo deportivo antes costaba 649 mil pesos y ahora está en la ganga de 285 mil. Por ese dinero, la empresa, definida como un Centro de Formación Deportivo, asegura que el estudiante recibirá “todo el ámbito de la comunicación y el deporte con ayuda de los mejores periodistas afiliados al Valencia Club de Fútbol” y la garantía de aprender “del análisis de la información con ejemplos prácticos en varios deportes”, como motociclismo y baloncesto. ¿Ve usted, colega periodista y amigo lector, problema con un curso de este tipo? Hay que advertir que no está mal expandir la oferta académica y que es ideal que la gente quiera profundizar sus conocimientos, presencialmente o vía internet. Sin embargo, parece inadecuado venderle a la gente cursos que distan de lo que necesita el mercado y que difícilmente podrán cumplir con lo que prometen. Es claro: “Todo el ámbito de la comunicación y el deporte” no se aprende en unas pocas semanas. Es la prostitución de la profesión. Un buen periodista se hace desde la Universidad o, en su defecto, en largos años de adecuado empirismo. No en unas pocas clases a través de la pantalla del computador. Este caso se antoja parecido al del taller de presentación que lidera el periodista Rafael Poveda, quien recibe alumnos que no tienen madera para estar al nivel que requiere el trabajo ante las cámaras. Allí se reciben estudiantes por $1’400.000. Y no es que se deba truncar el sueño ajeno, sino de ser sinceros: quien no tenga la mínima presencia y capacidad de desenvolvimiento (y conocimiento) difícilmente estará en un lugar privilegiado de la TV (salvo la Negra Candela). Pasa lo mismo con estos cursos de periodismo deportivo. Uno recibe lo que paga y muchas veces menos de lo que paga. Así es que el citado curso le hace más daño que bien al periodismo deportivo, lo subestima, lo menosprecia. Y no porque sea barato o porque sea una promoción sino porque es poco lo que ofrece como valor agregado. Tal vez sea útil para reforzar información adquirida, conocer algún ejemplo particular o para aprender superficialmente un tema específico. No mucho más. Ahí está el problema. Creer que cualquiera puede ser un gran periodista deportivo o una buena presentadora de televisión en cuestión de semanas. Pero no es tan simple ver un gol como describirlo con fantasía e inteligencia. Leer un telepromter es muy fácil comparado con lo que cuesta ganar credibilidad. Tras un reciente 'post' que publiqué en este espacio, Iván Mejía me escribió varios consejos en tono de ofensa: “Prepárese, estudie, lea, mejore para poder reemplazar a los dinosaurios que queremos irnos pero no nos dejan porque los nuevos son tan malos como usted”. Lo cito porque es verdad lo que dice. Lo primero que dice, aclaro. Es innegable que se debe buscar la mejoría constante, aunque sin violencia ante las críticas y los errores. La educación es vital para conseguir el objetivo de ejercer íntegramente una profesión. Cualquiera sea el caso, este es un llamado de atención para todos los que quieren ser periodistas deportivos y para los que ya hemos tenido la fortuna de vivir del deporte aun sin practicarlo. Los caminos fáciles pueden no llevar a ninguna parte. No hay que olvidarlo. Hay que hacer valer el oficio y cuidarlo. Por eso, en aras de la verdad, no puedo terminar este escrito sin advertir que en el curso de periodista deportivo no está incluido el costo de gestión y envío del diploma por correo postal certificado por un valor de $60.000. Todo sale entonces en 345 mil pesos. ¿De verdad cree que valen la pena? Twitter: Seguir a @javieraborda
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Un futbolista del equipo equis intenta patear el balón. Un jugador del equipo zeta se barre y le saca la pelota. El jugador del equipo equis golpea el piso, su pie comienza a doler. Grita, se revuelca. Parece que se ha roto algo. Entra la camilla y se lleva al adolorido. Pasa un minuto. El jugador se pone de pie y se ubica en la mitad de la cancha con su mano levantada. El árbitro también levanta su mano en señal de autorización. El jugador del equipo equis, sin un solo hueso roto, sin gestos de dolor, regresa al partido. La anterior escena la vi repetirse por lo menos cinco veces en un partido del fútbol colombiano el último fin de semana. A decir verdad, sumadas todas las veces que la he visto en los últimos años, tendría que contarla por centenas. Al final de cada uno de esos partidos, el árbitro, como es lógico –para él, que gusta de lavarse las manos-, nunca añadió más de tres minutos. Hace poco leí una interesantísima conversación entre el ex futbolista argentino Roberto Perfumo y el periodista uruguayo Víctor Hugo Morales. En ella discutían sobre los cambios que creían que debían hacerse en el reglamento del fútbol para mejorar el juego. Salieron de allí algunas propuestas llamativas, algunas tan descabelladas como suprimir el fuera de lugar o anular los goles de cabeza. De todas las cosas que surgieron en esa discusión, hubo una que me llamó especialmente la atención y que considero fundamental para mejorar el nivel del fútbol en general, pero el del colombiano en particular, porque este último sufre especialmente de ese síndrome descrito en el primer párrafo. En un aparte del diálogo, Perfumo sugiere que un cambio que debería hacerse en el reglamento es que todos los minutos que se pierdan durante el juego sean repuestos al final de cada tiempo. Es decir, si los jugadores suman 15 minutos en el piso, que se repongan 15 minutos. Ni más, ni menos. Cuando el futbolista se tire al piso, que el cuarto árbitro ponga a rodar un cronómetro y al final le avise al central cuánto tiempo se ha perdido. Esta propuesta es de una lógica aplastante y me parece que es necesaria para mejorar de verdad el juego. Entre las millones de comparaciones que podrían hacerse entre el fútbol latino y el europeo, una de las más claras está en la abismal diferencia de tiempo que se pierde en un partido. Para que en Inglaterra entre el carrito con la camilla tiene que haberle sucedido una tragedia al futbolista. En el fútbol colombiano, concretamente, el vehículo aquel entra más veces a la cancha que los delanteros al área, sumiendo el juego en una serie de interrupciones que llegan a niveles desesperantes. Personalmente, pienso que la entrada del carrito camillero debería estar prohibida. La solución es fácil: que a los árbitros les den un curso básico sobre traumatismos osteomusculares. Si el futbolista se arroja el piso, que el central vaya y verifique si está fracturado o con un ligamento roto. Si es así, que llame al camillero. Si no, que lo obligue a ponerse de pie y reponga el tiempo que el personaje en cuestión desperdició. Y si puso mucha cara de dolor, que lo amoneste por tratar de engañar al árbitro, tal cual como se hace cuando fingen una falta. Lo demás es alcahuetería. El fútbol, esencialmente, es hermoso. Por eso difiero de todos aquellos que pretendan modificar algo de lo que fue originalmente. Pero hay ciertas cosas añadidas al juego que hay que cambiar para potenciarlo aún más. Lo del chip que señale los goles dudosos es una de ellas. Lo segundo, quizá, podría ser lo de suprimir la camilla. Hay muchas otras pequeñas cosas que yo cambiaría en el fútbol para mejorar el juego. Entre otras, pondría una regla que obligue a los árbitros a amonestar a los jugadores que traten de parar el balón y éste se les vaya más allá de cuatro metros. También determinaría expulsar a aquellos futbolistas que le nieguen un pase al compañero que estaba solo. Pero eso podría ser un tema de largo debate. Con que el carrito ya no exista para Qatar 2022 me daré por satisfecho. Luis Miguel Bravo // Twitter: @LMiguelBravo
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De repente uno prendía el televisor y oía las letras de canciones como ‘Colombia Caribe’, ‘Colombia tierra querida’, ‘Fiesta’ o ‘Fútbol gol’, alegóricas a la selección del país que por su juego vistoso no sólo se había convertido en una de las más importantes a nivel futbolístico, sino también en un show publicitario. Por culpa de estas canciones y su ritmo pegajoso que lograron que todo un país convirtiera los pequeños triunfos en proezas, la ilusión y el convencimiento de pensar que el fútbol nacional era uno de los mejores exponentes del mundo, creció. A mediados de la década de los 90, época en la que crecí viendo una selección que pasaba de la desilusión del mundial de 1994 a la confianza en las eliminatorias para Francia 1998, la publicidad guió que los sentimientos de los colombianos crecieran hacia los jugadores que se vestían con la tricolor. ¿Quién no tenía la colección de los muñecos de la selección Colombia? ¿Quién no se desquitaba con aquellos muñecos cuando el equipo perdía? O también ¿Quién no tuvo a Max caimán? Pues mis caprichos de hijo menor lograron convencer a mi papá para que me comprara todos estos muñecos y además, de tener el video en Betamax del 0-5. Debo confesar que cuando la selección dejó de asistir a los mundiales ponía aquel video para esconder las frustraciones generadas por once jugadores que no lograban hilar triunfos para un país entero. Fui un fácil consumista de todo lo que salía de los jugadores como las pelucas del ‘Pibe’ Valderrama, tomaba Frutiño porque solo quería pegarle al balón igual que Iván René Valenciano, nunca lo logré. Tenía loncheras con la imagen del ‘Tino’ Asprilla y Leonel Álvarez, o tomaba colombiana porque Freddy Rincón nos decía que gracias al patrocinio de esta bebida, el fútbol colombiano estaba en alza. Después de tantos años, nuevamente una selección de fútbol genera pasiones y sentimientos en las personas comunes y corrientes. Hasta el momento, el trabajo de José Pékerman ha sido impecable junto a sus jugadores que han convertido el triunfo en una sana costumbre y que los tiene al borde de una nueva clasificación a un mundial de fútbol. También, me tienen al borde de una nueva ilusión de llenar el álbum de Panini viendo a doble página 19 colombianos que representarán a todo un país en Brasil 2014 (ojalá así sea). Esta selección está cerca de lograr que nuevamente sean un atractivo publicitario para las grandes empresas y conseguir consumistas potenciales, como yo. Pero también, está cerca de alcanzar que los colombianos creativos comiencen a hacer máscaras de ‘tigre’ para vender en las calles, activando la economía informal y la supervivencia de los pequeños y más necesitados empresarios. Posiblemente gracias a los triunfos de los dirigidos por Pékerman y si se llegar a dar el boleto a Brasil 2014, algún político con aspiraciones presidenciales ya se estará ideando la manera de relacionar un triunfo del equipo con el número de su tarjetón, como lo hizo Andrés Pastrana en la época del 0-5. Es así que la clasificación a un mundial no sólo afecta el entorno deportivo, sino también el social, cultural y político de un país. Como dice un profesor que tuve en la universidad “no es por amargarles el rato, pero les recuerdo que el mundial es en la misma época de las elecciones presidenciales”. Y espero, que estos jugadores de la selección no sean creadores de conciencia para decirnos por quién votar para la próximas elecciones presidenciales como sucedió en la década de los 90. Tiempo extra: este viernes seré un de los millones de colombianos que estará pegado al televisor viendo el partido de la selección frente a Bolivia seguramente con una cerveza en la mano. Al igual que todos, espero que la selección gane para enfrentar con mayor confianza a Venezuela este próximo martes y así lograr que la ilusión de estar en Brasil 2014 aumente. Jhon Álvaro Clavijo / Twitter: @siperohoyno
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Hay demasiados periodistas montados en el bus de la moda, haciendo eco al mezquino duopolio que, con o sin intención, están creando los equipos más poderosos de España. Es fácil identificar a los acomodados. Son aquellos que se la pasan pregonando alabanzas, haciendo juicios de lo que ven a miles de kilómetros por TV. Son marionetas de esa rivalidad entre el Real Madrid y el Barcelona que cobija al mundo. El gran Barcelona, el que hizo una primera vuelta casi perfecta en la Liga española (55 de 57 puntos posibles), perdió la eliminatoria contra el Real Madrid en la incipiente Copa del Rey, cayó en un clásico ante el Real que con suplentes pareció más un amistoso y falló en el juego de ida ante el Milan en la Liga de Campeones. Entonces manifestaron que todo se había acabado. Dijeron, gritaron, que había llegado la baja previsible del cuadro catalán, su gran era, y que faltaba motivación al interior del grupo. Pero no solo eso, de nuevo hablaron de Messi, de su dizque bajo nivel, de la necesidad de que sea extraordinario para que su equipo también lo sea. Advenedizos, aseguraron que faltaba técnico. Que faltaba recambio. Menospreciaron a Xavi e Iniesta. Con Tito Vilanova en Estados Unidos recobrando su salud, quedó Jordi Roura y a él lo calificaron como un entrenador sin la “experiencia necesaria” ante tremenda responsabilidad. Casi todos daban por eliminado al Barcelona en los octavos de final de la Champions. No nos digamos mentiras. Fue allí cuando Barcelona goleó al Milan, para desatino de tantos que lo daban por muerto. Y, tristemente, de tanta invención se pasó otra vez a la apología exacerbada. Messi volvió a ser Dios y Barcelona, a lo mejor de lo mejor. Todo en un santiamén. En la otra esquina (como si no hubiera otras) hemos visto al Real Madrid, que en unos pocos días se jugó la vida y pudo guardar el ataúd que ya varios armaban. Antes de eso, se escuchó que el camerino estaba desbaratado. “La salida de Casillas le jugó en contra a Mourinho”, se dijo en tono de sentencia anticipada. El portugués estaba prácticamente por fuera del Real si no conseguía lo que al final consiguió (por ahora, nada, vale decirlo). Pero luego de su renacer, todo es perfecto, todo cambió. “¡Qué gran equipo es el Real!”. “¡Qué velocidad la de Cristiano!” “¡Qué gesta ante el Manchester United!”. Todo lo anterior es cierto. Barcelona y Real Madrid son dos de los mejores equipos del mundo y da gusto verlos cuando están en plenitud. Pero también es verdad que nosotros los periodistas somos unos acomodados del resultado. Fastidia así, y de gran manera, la adulación desmesurada que se le presta a estos conjuntos, como si los demás no existieran. Y, además, los juicios positivos y negativos que se hacen a lo lejos, desde Colombia, con base en lo que se ve y poco que se lee a la distancia. Lo que publican Marca, As, Sport y Mundo Deportivo, por si acaso, es pura pasión acomodada, aunque bien escrita. Roura lo ha dicho. Barcelona no era favorito en la Champions después de perder en Italia ante Milan y tampoco lo es ahora después de golear a su rival. Mourinho apunta lo que se le venga en gana. Hace un año, después de quedar eliminado, aseguró que si no había ganado la Champions en 2012 lo haría el año entrante. Pero "Mourinho no desgasta; lo que desgasta es ganar tanto", dijo hace unos meses Guardiola, elegido técnico del Bayern Munich, otro gran equipo del planeta, como también lo es Juventus. Véase que el universo es mayor, que no tiene únicamente dos estrellas. El hincha está en su derecho de vitorear y sufrir por la camiseta que se le antoje. Aquí en Colombia o cruzando el Mediterráneo. Sin embargo, el periodista deportivo no debería permitirse enamorarse tan fácil y desenamorarse tan rápido. En nuestro país, varios de ellos ya declararon su fanatismo por el Barcelona o el Real Madrid, son hinchas al micrófono que, desde luego, también hacen fuerza por su equipo en Colombia. A quien llegó hasta esta línea le propongo un ejercicio: guarde en su mente algún juicio de valor que haga un periodista en el triunfo del Barcelona o el Real Madrid y confróntelo con otro que haga después en la derrota. Entenderá de sobra de qué estoy hablando. Twitter: Seguir a @javieraborda
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“Sancionado con dos (2) fechas de suspensión que deberá jugar a puerta cerrada en el Estadio Atanasio Girardot de la ciudad de Medellín, por invasión a la cancha de los espectadores considerados como sus seguidores antes del partido entre D. Quindío y A. Nacional realizado el 3 de marzo correspondiente a la 5ª fecha de la Liga Postobón .I 2013 (Art. 98 num. 2 y 7). D” Así reza la sanción que le impuso la Dimayor al club Atlético Nacional. Escueta, fría y sin preámbulos, como son todas las sanciones, más aún cuando viene de esta entidad. Partamos del hecho que todo este novelón nace de una pelea entre hinchas de Nacional. Acá, nada de esto estaríamos lamentando si no hay pelea entre hinchas. Que sean de la tal “Nación Verdolaga” (grupo que ni conocía y no quiero conocer) o de Los Del Sur (barra que siempre he respetado), el punto es que una pelea entre seguidores del mismo equipo, entre gente que sigue lo mismo, entre personas que llevan el mismo escudo en el corazón. Es bochornoso, es más, es ridículo, da pena ajena, oso, produce alergia… Ahora bien, más allá del hecho que es claro (la pelea), antes, durante y después, lo que pasó en Armenia tiene unos ingredientes que hacen que la misma sanción sea medida con guantes de seda a la hora de juzgar (sobra decir que la Dimayor para ese tipo de cosas lo que tiene es guantes de plomo). Antes La misma barra Los del Sur había advertido de la peligrosidad de la otra barra. Hablaron con las directivas de Nacional y éstas, repito, esto fue antes, llevaron el tema a la mesa de seguridad y convivencia que se hace antes de los partidos. Lo han dicho Víctor Marulanda y el presidente De La Cuesta: Atlético Nacional le advirtió a las autoridades de Armenia sobre el riesgo de ubicar en una misma tribuna a estas dos barras. La gente de Armenia estaba advertida, conocían del riesgo y tomaron las decisiones que desencadenaron estos hechos. Fueron, los de la mesa de seguridad y convivencia, sordos, negligentes y relajados. Ellos merecen sanción. Durante Se arma el zafarrancho entre las barras y ¿qué hace la gente que nada tiene que ver? Pues lo que haríamos todos: protegernos. Eso hicieron con el consentimiento de la autoridad. Incluso lo pidieron por los megáfonos del estadio, incluso la misma policía guió a los hinchas al gramado mientras que en la tribuna se trataba de controlar a los peleadores. “Hinchas del equipo visitante, quienes se encontraban en la tribuna oriental del Estadio Centenario de Armenia, ingresaron al terreno de juego, originando una invasión”, dice el informe arbitral. Otro ingrediente que ayuda a la sanción. Si el señor árbitro en vez de “invasión” utiliza la palabra “evacuación”, pues la sanción no tiene lugar. Simple, a la gente la evacuaron a la gramilla para que tuviera más seguridad… Creo que el árbitro merece sanción por no conocer los hechos y, peor aún, no saber interpretarlos. Después Hoy el equipo, el estadio, los hinchas, los vendedores que tienen su sustento por lo que la gente consume dentro y fuera del Atanasio, todos, todos estamos sancionados. Todo el contexto que expliqué anteriormente forjó esta sanción. En declaraciones concedidas a Nacional Es Pasión, el presidente De La Cuesta dijo que se siente impotencia, que advirtieron de todo y dieron todas las precauciones y alarmas, y pasó lo que pasó. Manifestó que: “Hay que enderezar el camino y defendernos. Es una lección para los hinchas, policía y mesas de seguridad y convivencia”. Conclusión Estoy casi seguro que la sanción la bajan a una sola fecha. Muy de acuerdo estoy con el presidente De La Cuesta: esto es una lección para todos. Hay que darse la pela y pedirle a la “Divina Providencia” que en cada torneo no seamos los protagonistas de la novela de una sanción. *Este texto también está publicado en www.blogverdolaga.com Seguir a @poterios
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Después de tantas idas y vueltas durante el verano argentino, Juan Román Riquelme decidió volver a Boca Juniors a dar una mano tras ver un clásico contra River que lo enfureció y lo dejó decepcionado del equipo de sus amores. El domingo pasado, Riquelme debutó en el Torneo Final 2013 y su equipo, como viene siendo frecuente en este campeonato, perdió. Pero no fue cualquier derrota; Boca cayó derrotado en La Bombonera contra Unión de Santa Fe, un equipo que hace 26 fechas no ganaba y que prácticamente está condenado al descenso. Y es que Riquelme no lo es todo en el equipo xeneize. Cuando Carlos Bianchi decidió volverse a sentar en el banquillo del equipo que lo convirtió en uno de los técnicos más prestigios de la historia del fútbol argentino, inmediatamente se dio cuenta de que agarró un plantel con más falencias que virtudes. La partida de Schiavi y la falta de un delantero que hiciera los goles iban a ser dos de los puntos más importantes a corregir para el Virrey. Atrás, debido a la pésima retaguardia que ha mostrado Boca durante el año, Orion y Ustari han sido jugadores fundamentales incluso en partidos que ha perdido, y en cuanto a la ofensiva, cabe resaltar que de los siete goles que ha marcado en el año, tres han sido de defensores. En el partido ante Unión, Riquelme se mostró rubicundo y con su talento intacto, a tal punto que no parecía que llevara ocho meses sin jugar. El ‘10’ fue la figura de su equipo y creó peligro cada vez que se juntó con el juvenil Sebastián Palacios, quien hizo su debut en Primera División. Igualmente, los jirones de buen fútbol que mostró Román a lo largo del segundo tiempo fueron opacados por los horrores en la defensa xeneize, sobre todo en el tercer gol del Tatengue que llegó tras un error de Guillermo Burdisso. Riquelme, a quien seguramente no se le ha quitado la decepción que sintió en enero, siguió buscando el área rival con su donosura habitual independientemente del juego desesperado que proponían sus compañeros. Más allá de los intentos frustrados de Román por alimentar a Santiago Silva con deliciosos pases, la falta de puntería y tranquilidad del uruguayo siguen siendo un problema diario para Boca cada vez que busca el arco rival. Pero a pesar de que a este Boca por ahora sólo se le pueden resaltar aspectos negativos, hay un rayo de esperanza que seguramente se desvelará hoy: la dupla Riquelme-‘Burrito’ Martínez entusiasma a más de un hincha xeneize. Estos dos jugadores, quizá de los mejores del balompié argentino actual, hacen que los fanáticos que asisten cada 15 días a La Bombonera mantengan una ilusión porque su equipo pueda levantar cabeza. Esta noche, Boca tiene un encuentro importante ante Nacional de Uruguay en su cancha. Para este partido, Bianchi realizará cinco cambios con respecto al equipo que perdió frente a Unión. Esto demuestra que tras seis cotejos disputados en el año, el Virrey sigue sin poder encontrar su equipo. Pero ojo, hay un detalle en cuanto a Nacional que favorece a Boca: el equipo uruguayo echó a su técnico Gustavo Díaz esta semana y, por ende, irá a La Bombonera sin DT. De todas maneras, Boca debe seguir preocupándose por fortalecer la defensa y encontrar un estilo de juego, porque por más que haya vuelto el ‘10’, no todo es Riquelme. Pablo Rios González Twitter: @pabloriosg Seguir a @pabloriosg
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Millonarios está ubicado con 0 puntos en la última casilla de su grupo en la Copa Libertadores de América. En los dos partidos que ha jugado en este torneo continental no han brillado el buen juego, sino por pasajes y por ratos también se ha visto muy mal al equipo embajador. Esta es la realidad. Pero también es cierto que en el cuadrangular que nos llevó a conseguir la estrella 14, empezamos perdiendo los 2 primeros partidos y el equipo logro remontar, claro frente a otro nivel de rivales. Me llama poderosamente la atención cuanto ha cambiado la mentalidad de varios (por no decir muchos) de quienes hasta hace un poco más de 2 meses no perdían la fe y apoyaban a muerte al equipo albiazul. Es cierto que varios jugadores no están es su nivel. Es de FARISEOS olvidar tan pronto que hicieron estos jugadores por Millonarios. Claro, Wason anda peleado con el arco, Robayo se está pareciendo mas el que llego de Chicago que al que termino como figura, Mayer apenas vuelve y se le nota falto de futbol, Otalvaro no termina de redondear un buen partido, la “roca” Martínez está en su peor momento con Millonarios y así con otros jugadores. Gabriel Garcia Márquez expresaba alguna vez al definir al colombiano que aquí “creábamos a los ídolos con la misma pasión y rapidez con la que los acabábamos.” Hay que criticar pero sin destruir. Sin olvidar que estos muchachos nos dieron la alegría más grande que hayamos podido tener. Como olvidamos a Martínez levantando la copa, para que ahora le nombren la madre y lo quieran mandar al cadalso; los goles de Wason que nos encaminaron a la final para que ahora lo traten de mercenario y decirle que no quiere correr. No, esa no es la manera de criticar un flojo arranque de Millonarios. Con el mayor aprecio y recordación para Felipe Gaitán, recaudar más de 30.000 millones de pesos en el ejercicio de 2012, vender más de 15.000 abonos, obtener 1.500.000 dólares por Copa Libertadores y préstamos de jugadores; aumentar de manera ostensible el valor de la boletaría azul y no traer más de un refuerzo de calidad es un grave error. Entiendo que el buen andar que tuvimos en la copa sudamericana haya hecho pensar que con un gran refuerzo, como lo es Montero, sería suficiente y la Copa Libertadores es a otro nivel. De fariseos es salir a decir que Gaitán debe renunciar. Las cosas en su punto. Y qué decir del Profesor Hernán Torres. No ha leído bien los partidos y los cambios no le han salido. Es un gran técnico y nos sacara de esta. No he visto a estos fariseos pedir la sangre justa de Hernán Torres que eso sería la canallada más grande. No, no estamos eliminados y a mi parecer volviendo al nivel del 2012 vamos a clasificar. Haremos 10 puntos y estaremos en octavos de final de la Copa Libertadores. Es momento queridos amigos azules, de unirnos y generar la misma energía positiva que nunca cayó por más duro que estuviera el momento. Cuando realmente estábamos en posiciones incomodas no se sentía el grado de agresividad que se vio ayer por redes sociales, en contra de los jugadores campeones después de 24 años. Si usted es uno de estos fariseos, que cuando las cosas están difíciles aprovecha para descargar mala leche, en serio le digo que el nombre de “hincha de millonarios” le queda grande. En el vecino reciben hojas de vida. Hay que criticar el mal momento azul y prender las alarmas cuando sea el caso. Pero como los que amamos a Millos somos más este sábado y martes estaremos otra vez en el estadio apoyando y alentando al equipo que mueve nuestros corazones. Todavía se vale soñar. MUINUTO FINAL: Pedro Franco es un CRACK completo. MAURICIO GORDILLO @MAUGOR
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Llegó el día que muchos esperaban. Después de la muerte de un niño de 14 años en Bolivia por culpa de una bengala que lanzó un aficionado del Corinthians, la Conmebol decidió condenar al equipo brasilero a jugar para siempre sin público. La muerte de un hincha por fin se castigó de manera ejemplar, fue la lección que el mundo necesitaba. Pasó que Corinthians visitó al San José de Oruro por un juego de la Copa Libertadores y cuando Paolo Guerrero hizo el primer gol, la parcial del “Timao” enloqueció. Uno de sus fanáticos encendió una bengala y la lanzó a la hinchada local. El tubo plástico cayó en el ojo del joven Kevin Beltrán y se le incrustó en el cráneo, le destruyó el cerebro. La muerte fue inmediata. El partido no se paró, terminó 1-1 y por eso el mundo futbolístico se indignó. No podía valer más un partido de fútbol que una vida, reclamaban en distintos países. Ante la presión, la Conmebol actuó. Solo por eso. Sin embargo, lo que primero se vio como un castigo luego se convirtió en el suceso más afortunado para Corinthians, para entonces el campeón del mundo. Desde aquella severa determinación, los directivos notaron que los jugadores y el cuerpo técnico se empezaron a relajar (también los árbitros) y eso en la cancha se tradujo en goles y mejor aplicación de la justicia. El primer triunfo de tantos otros que vendrían fue un baile ante Millonarios, también por la Libertadores, que solo por suerte de los colombianos quedó 2-0. Cortinthians, un equipo que siempre contó con adinerados en sus escritorios, empezó a ganar y a gustar más de la cuenta. La racha siguió y ganó el torneo local, el continental y repitió como campeón del mundo. Marcó una era. Mágicamente, se olvidó por completo de las faltas y el juego sucio. Su accionar, como su camiseta, se hizo blanco, transparente. Verlo era un placer. Puras riquezas técnicas, trabajo en equipo. Golazos. Esto atrajo naturalmente al mercado, a muchas empresas que ofrecían millonadas por poner su nombre en la camiseta de los jugadores. Corinthians accedió y le quitó el espacio a Caixa, un famoso banco de Brasil, y metió pequeños logos, cada uno por valor de un millón de dólares mensuales, al frente de su camiseta y alrededor de los números de la espalda. La vacuna contagió a todos y los hinchas, increíblemente, se quedaron tranquilos. Veían ganar al “Timao” y gozaban, incluso a pesar de extrañar la fiesta en las tribunas. Pero es que con el dinero que se ahorraban de las boletas invertían en bebidas y comidas que devoraban en varios puntos de la ciudad, en sitios estratégicos como parques para disfrutar de los partidos sin riñas, sin mortales bengalas. Las barras se organizaron y pagaron pantallas gigantes. Desde allí vitoreaban a sus ídolos… a Pato, a Paulinho, al mismo Guerrero… La barra “Gavioes da Fiel" se volvió una comunión. Se contaron, hay que decirlo, algunas escaramuzas, pero nunca, de verdad que nunca, pasaron a mayores. Milagros Sin el público y sin el ruido de la gente en el estadio Pacaembú, los periodistas de la ciudad dejaron de contagiarse de la caterva y fueron más sensatos en sus comentarios. Se olvidaron de hablar para la conveniencia que les rodeaba. Y el ejemplo interesó a propios y extraños. Antropólogos, sociólogos y decenas de hombres del fútbol, entre técnicos, directivos, mánagers, exárbitros y árbitros, siguieron extrañados el caso desde la mismísima tierra de los pentacampeones del mundo. Concluyeron que no había ninguna clase de antecedente de tal comportamiento humano en masa. Se trataba de un mutualismo espontáneo. La bola de nieve creció así: equipos de similar poder vieron lo que estaba pasando e imitaron a voluntad la condena de jugar sin público. Tampoco querían peleas en las tribunas, corrupción por venta de boletas, multas económicas por racismo, barras bravas que les hicieran perder puntos, ni nada de eso. Apostaron a jugar solo bien, a gustarse a sí mismos primero, y a conseguir recursos a punta de publicidad, televisión y premios en los torneos. Después de unos años nada más asombró porque la idea se volvió natural. River y Boca también empezaron a jugar sus clásicos sin gente en las tribunas, sin color, sí, pero con una dinámica impensada. Igual en Manchester, igual en Milán, igual en Barcelona y en Madrid. Igual en todas las capitales del fútbol. Los ídolos que hacían golazos celebraban sus conquistas ante las cámaras pero ya no quitándose la camiseta ante la multitud. Desde el otro lado del televisor, se alcanzaba a escuchar lo que gritaban los jugadores en la cancha. Era una nueva y bienvenida forma de ver el fútbol. Fue entonces cuando se abrió una brecha que nunca más se pudo cerrar. Los equipos de menor renombre se quedaron atónitos ante tal estrategia del Corinthians y los más poderosos clubes del mundo y jamás pudieron igualarla. No tuvieron más remedio que seguir buscando recursos llamando a sus hinchas al estadio. En ese pozo se quedaron países como Colombia, varios equipos de Suramérica, casi todos los de Centroamérica y todos los de África. Desde luego, en algunos de esos equipos se contaba una afición multitudinaria, pero de a poco la sociedad se hizo más amiga de ver el gol en TV y en los aparatos móviles que en las tribunas incómodas y atestadas de gente. Sólo así Kevin Beltrán, el joven que había muerto en Bolivia quince años atrás, descansó en paz. Aseguran brujas paulistas que fue al cielo pensando que su muerte había servido para algo, para el bien del fútbol que tanto amaba. Dicen en cambio en Brasil que su homicida, identificado con las iniciales H.A.M., jamás pudo sobreponerse a pesar de que nunca pagó cárcel porque un juez declaró que había lanzado la bengala sin dolo y porque apenas tenía 17 años. “Me siento la peor persona del mundo. Mi vida acabó, maté a un niño”, alcanzó a confesar. Pero ya nada de eso importa. El fútbol desde ese día trágico de febrero volvió a su origen, la diversión. Y los hinchas pudieron gozar sin ir al estadio. Seguir a @javieraborda Tweets by @javieraborda //
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Gol Caracol
En la era Hernán Torres al frente de Millonarios hemos visto partidos buenos, regulares y malos. Siempre que el equipo notaba falto de ideas nuestro gran director técnico lograba conjurar el mal resultado con su charla a mitad de tiempo o sus acertados cambios. Recuerdo que frente a tigre se criticó la falta de variantes, porque dependíamos de Mayer Candelo, y el resultado al final fue un lánguido empate. Anoche vimos una triste presentación, de las peores de Hernán Torres como técnico azul, de nuestro Millonarios querido. Millonarios consolido su carrera a la estrella 14 con dos cosas: jerarquía y posesión de balón. Lo primero está en cada jugador y no me parece posible que se les olvide de un momento a otro. Sin embargo esa jerarquía, debe ser encausada por alguien diferente al libreto. La mayoría de los jugadores de futbol se saben el libreto de memoria, con puntos y comas. Van por el riel del resultado y así transcurren el partido sin moverse de esa comodidad. Cuando el libreto exige algo diferente, por un marcador adverso o una expulsión, los jugadores de jerarquía saben que es hora de cambiar ese libreto; que con genialidad y ganas se sobreponen a la situación. Así como desde atrás Pedro Franco y Román Torres dieron muestra de su liderazgo y compromiso por Millonarios, empujando a sus compañeros, nos hizo falta la genialidad adelante. El libreto de la novela cambio para los jugadores y terminaron ansiosos, imprecisos y desordenados en el ataque. Las ganas los atropellaron y su rol en el primer capítulo de la copa libertadores fue intrascendente. Wason Rentería y Montero necesitan de esa alimentación permanente de balones que no se vio ayer. Sin embargo, la novela de anoche podía tener un giro para bien, si quien la maneja le da algo diferente. Pero el profesor Torres movió mal sus fichas y terminamos ahogados en la falta de variantes. Está probado que los 3 delanteros no es una opción válida en este Millos. Perlaza no pesa para desbordar, hacer gambetas o rematar al arco y entro por Leudo cuando este tenía su mejor momento. Luis Mosquera siguió con su desidia como lateral izquierdo y es escandalosa su falta de compromiso cuando le colocan en ese puesto. Y sigo sin entender cuál era el objetivo del ingreso de Juan Esteban Ortiz por Elkin Blanco. Esperamos que el Profesor Torres incluya nuevas cartas tácticas en su baraja. Hay que tener otras variantes para desenredar los partidos difíciles. Si la genialidad no aparece, la táctica es buen sustituto, con os jugadores adecuados para ello. Esta historia de la Copa Libertadores se escribe cada 90 minutos. El libreto dice que hay 15 puntos en disputa y ya Millonarios ha sabido sobreponerse a malos partidos. La ilusión del regreso de Mayer, Jhonny y Tancredi y la posible inclusión de Reina apoyan más la certeza que vamos a pasar de ronda. Los libretos los reescribiremos y esta mala hora y media que tuvo el conjunto albiazul, se convertirá en una segunda oportunidad sobre la tierra a esta estirpe que estuvo condenada a 16 años de soledad fuera del torneo de clubes más importante de América. La ilusión está intacta y hoy mas que nunca se vale soñar y apoyar. VAMOS MILLOS CARAJO!!! MINUTO FINAL: La entrega, compromiso y calidad en el juego de Pedro Franco y Román Torres no tienen discusión. Ídolos desde ya del conjunto embajador. MAURICIO GORDILLO @MAUGOR