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Siempre hay una primera vez y la mía en el estadio Centenario de Armenia fue el pasado sábado de Semana Santa. Jugaban Quindío, que no conocía la victoria en el torneo, frente al Real Cartagena más gélido de los últimos tiempos. Ir al estadio en esas condiciones, sin ser hincha de esos equipos, es un acto de valor más que de pasión. Fue entonces cuando advertí dos situaciones de las cuales vale la pena hacer esta mención. La primera es que resulta inaudito que el aficionado no pueda comprar las boletas en el estadio el mismo día en el cual se va a realizar un partido que no supone ningún riesgo mayor de orden público (en los demás casos es entendible). Y la segunda es aún más menesterosa: que las personas que se animan a pagar por ver un cotejo de este tipo tengan que cancelar más dinero dentro del estadio para poder usar los baños. Sobre el primer punto aclaro que éramos unas 10 personas en la misma situación y que casi todos optamos por la solución más asequible, aunque no la más indicada: comprar la boleta revendida. En mi caso, 20 mil por una boleta de Oriental que en realidad costaba 15 mil. Lo demás puede sonar hasta anecdótico, pero no por eso deja de ser una afrenta para el aficionado. Pagar 400 pesos más por entrar al baño en el estadio (sin que eso signifique papel higiénico en mano para una emergencia) sí representa un abuso. No fue mi afán (no tendría por qué esconderlo) y tampoco importa el monto, por si acaso. Todo es como ir a un restaurante y que le cobren a uno por usar los cubiertos. Me voy imaginando otros atentados a los aficionados, algunos ya de antaño, en los estadios de Colombia. En El Campín los precios de los parqueaderos informales son ridículos, tanto como el precio de algunos comestibles. Las condiciones de otros, como el Plazas Alcid, son lamentables. Así podríamos seguir, cada quien relatando sus propias experiencias. O mejor: sus propias desavenencias. Al final, lo bueno es que se gozó el primer triunfo del Quindío en un estadio que quedó muy bien remodelado. Como mínimo, cambió para bien de fachada. Y el partido pareció uno de esos emotivos juegos de torneos universitarios en los que uno grita a favor y en contra sin razón alguna. Casi al mismo nivel de la generalidad del campeonato colombiano. En Twitter: @javieraborda
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Las FARC liberaron este lunes 2 de abril a los últimos diez hombres de la fuerza pública que mantenían en cautiverio. Algunos de ellos alcanzaron a durar 14 años sufriendo en las selvas de Colombia. ¡Qué infamia! A ellos les digo: ¡bienvenidos de vuelta a la vida! Y les cuento que con la selección Colombia no fuimos a tres mundiales, que nos mantenemos dando vueltas en un círculo vicioso con el heredero de ‘El Pibe’ Valderrama, y que el ‘Bolillo’ se mantiene vigente… con algunos problemitas de faldas, pero vigente. La buena noticia es que, a partir de ahora, ustedes podrán disfrutar de uno de los mejores delanteros del mundo. Y lo mejor, es colombiano. El ‘Tigre’, aquel animal con el que seguramente ustedes tuvieron pesadillas y que nunca desearon encontrarse frente a frente en la manigua, de ahora en adelante será uno de sus máximos orgullos. ¡Devolvamos la película! Por allá por 1999 inició su carrera, en el Fair Play de Chía, un tal Radamel Falcao García, el jugador más joven en debutar en el fútbol profesional colombiano (Primera B) con tan sólo trece años. Si se dan cuenta, las fechas casi coinciden con el tiempo que ustedes duraron encerrados por estos delincuentes. Señores: Carlos, César, José, Luis Alfonso, Luis Alfredo, Luis Arturo, Robinson, Wilson y los Jorges; la historia del ‘depredador de las áreas’ también cuenta que se dio a conocer con la camiseta de la Selección Colombia en un torneo Suramericano Sub-20 realizado en el “Eje Cafetero” en 2005, cuando algunos de ustedes ya completaban siete años de secuestro, y que, por cierto, ganamos. A parte de la euforia desmedida tras el título, como es costumbre, dijimos en Colombia que teníamos al futuro mejor delantero del planeta. Con 11 goles de gran factura y batiendo récords, Hugo Rodallega no solo se convirtió en la gran revelación, sino que se catalogó a sí mismo como “mejor que Lionel Messi”, el que hoy es considerado mejor futbolista del mundo. Pero como sabemos, todo “gran” futbolista tiene una sombra detrás; el que está esperando el puesto, el que lucha por destronarlo de su lugar. Y Rodallega también tenía al acecho a su ‘Tigre’. Un ‘felino’ que con paciencia, temple, coraje, corazón y amor por su profesión, siete años después ha borrado no solo a Rodallega, sino a todo aquel que le ha querido competir por su puesto de delantero en los diferentes clubes del mundo y en la ‘tricolor’. Se cansó Radamel de “romperla”, como dirían los argentinos, en el River Plate de ese país. 45 goles en 113 partidos fueron suficientes para irse a jugar a Portugal. Si les pareció escandaloso este registro, pues maravíllense, en el Porto marcó 72 goles en 87 encuentros y todavía lo siguen extrañando. ¿Por qué? Pues porque la historia no termina acá. Aunque la plata no es nada en esta vida, y ustedes hoy más que nadie lo saben, 40 millones de euros tuvo que pagar el Atlético de Madrid para tener a nuestro ‘Tigre’ colombiano. Sí, en ese club donde algún día fue figura un jugador que ustedes conocen más que yo, Adolfo ‘El Tren’ Valencia. Y la historia del 9 de la selección Colombia en España no es muy diferente a lo que ha pasado durante toda su carrera, más aun si se tiene que lidiar con la difícil prensa madrileña. Hubo pitos que sonaron como música en el Vicente Calderón, insultos y críticas por doquier. Pero Falcao se encargó de silenciar a la afición rojiblanca, la cual se terminó por entregar al talento del colombiano. Un promedio de 0.71 goles por partido fue más que suficiente para ello. ¿Qué le falta al ‘Tigre’? No le falta nada. Uno de los problemas del fútbol nacional, y lo reconozco como periodista, es la presión desmedida que a veces ejercemos. Me imagino la euforia con la que llegarán estos días para ustedes, la emoción de abrazar a sus seres más queridos, de volver a probar un buen plato de comida, de volverse a sentir vivos. Fueron años conviviendo con animales, en el sentido literal y no literal de la palabra. Cansados deberán estar de sentir el peligro de ellos cerca a sus corazones. Pero si les gusta el fútbol, si aman su patria, como sé que lo hacen, reciban este como el mejor regalo que les da este 2012 y esta nueva vida. Hay otro animal, otro ‘Tigre’ que anda rondando y que les dará mil y un alegrías. ¡Qué viva el fútbol! y ¡Que vivan ustedes y su libertad! PD. Hay un jeque árabe que manda en el Manchester City de Inglaterra que quiere botar la casa por la ventana por Falcao y ofrecería 50 millones de euros por tenerlo. Qué tipo mas tacaño ese… Por: Jaime Andrés Barbosa (Twitter: @anbar_88)
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Luis Fernando Montoya es el autor de diez puntos que no están ni cerca de adaptar las llamadas barras bravas, grupos estos que reúnen asesinos y delincuentes ante la mirada complaciente de la sociedad. Con asombro casi pasa inadvertida la amenaza de muerte proferida por un canalla apodado “Ratón” a un periodista en Ibagué. El comunicador "free lance" supo con una foto denunciar al barrabrava. Por lo demás, seguimos dormidos ante un entorno escalofriante: contamos heridos en Manizales, peleas entre barras, aficionados apuñaleados y un sinfín de anormalidades. La tan promocionada Ley del Deporte es relativamente nueva y ya parece guardada en los archivos. Nada pasa. “Ningún club deportivo podrá financiar o patrocinar a barras o cualquier tipo de organización de hinchas reunidos con el fin de apoyar el espectáculo deportivo”, dice uno de sus apartes. Son letras que no se aplican. Como tampoco las multas y los castigos establecidos. Así estamos, tal vez como siempre. O peor que siempre. Por eso es que el siguiente decálogo de Luis Fernando Montoya, una víctima más de la violencia irascible de nuestro país, suena bonito, aunque lejos de hacerse realidad. Para desgracia de todos, sépase bien. *El decálogo del buen hincha 1. Alegría 2. Respeto 3. Comunicación 4. Símbolos (camiseta) 5. Cultura 6. Compromiso 7. Lealtad 8. Espíritu deportivo 9. Tolerancia 10. Lenguaje *El texto es de Luis Fernando Montoya y fue presentado en el Museo Nacional de Bogotá, en la exposición “Un país hecho de fútbol”. En Twitter: @javieraborda
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Yo estaba en la tribuna occidental del Campín viendo un sufrido Santa Fe vs. Bucaramanga con uno de mis mejores amigos, hincha leopardo, quien sufría de más con la lamentable actuación en punta del jovencito Mauricio Chalar. De pronto, un personaje de camiseta amarilla sentado a nuestro lado se paró y le gritó con el alma al técnico visitante: "¡Sacá al negro Reyes! ¿O es que lo viste mear?". Yo reí, y no me las voy a venir a dar de nada negándolo: fue un insulto, me pareció increíblemente burdo, y solté una carcajada enorme. Sí, yo soy un ejemplo más de una cultura históricamente racista en la que el menosprecio por el otro es tan común como el día a día, cosa que se ve con los dos insultos básicos de la nación: negro hijueputa e indio marica. Intercambie la segunda palabra si quiere, es más, deje sólo la raíz (indio y negro) y tendrá las dos palabras más ofensivas de la sociedad colombiana, la misma que desde 1991 es supuestamente pluriétnica y multicultural, pero en donde hay afrodescendientes integrantes de movimientos nazis, bisnietos de chibchas que creen que nacieron en Estocolmo y señoras de las altas sociedades regionales cuyos apellidos con sabor a extranjero las hace sentirse matronas esclavistas coloniales. "No, yo no soy racista", es la frase común cuando uno le señala a alguien que un comentario como "huele a negro" o "esta indiamenta" es racismo puro. Esas son las mismas personas que se escandalizan si su hijo o hija llega a la casa con un novio o novia de lo que Rubén Blades categorizó maravillosamente como "color extraño" cuando criticó a la racista sociedad latinoamericana. Porque ojo, no es un problema nuestro no más, en el continente del mestizaje, en la tierra donde blancos europeos, indígenas americanos, negros africanos, árabes, japoneses, hebreos y más se han mezclado desde hace cinco siglos, somos increíblemente racistas. Se ve todos los fines de semana en los estadios, no sólo con el chiste de mal gusto con el que comencé este relato, sino con los señalamientos a los jugadores negros a quienes suele acompañar el ya mencionado "negro hijueputa" cuando cometen un error o humillan al equipo de los amores del que profiere el insulto. Lo absurdo (bueno, lo más absurdo, pues de por sí el racismo en Colombia es algo totalmente estúpido) es que la gran mayoría de futbolistas colombianos son negros o tienen raíces negras, desde el legendario Caimán Sánchez hasta el emblemático Pibe Valderrama, pasando por leyendas como Jaime Morón, Maravilla Gamboa, Willington Ortiz, Arnoldo Iguarán, Freddy Rincón, Bernardo Redín, Pedro Zape, Faustino Asprilla, Harold Lozano, Francisco Maturana, Tren Valencia, Pipa de Ávila... en fin, la lista de negros a los que les debemos tanta gloria y tanta felicidad es eterna, y crece si cada uno de nosotros hace la cuenta de los afrodescendientes que le han dado triunfos a su respectivo equipo. Los hinchas del Deportivo Pasto, por ejemplo, no deberían olvidar que el equipo que logró el ascenso en 1998 tenía a César Zape en el arco, que Oscar Echeverry y Herly Alcázar anotaron goles fundamentales, que el capitán era Julio Romaña cuyo compañero en defensa era John Viáfara, y que este grupo fue muy bien dirigido por Félix Valverde Quiñones. Tampoco deberían olvidar, digo yo, que el momento más feliz se los dio un equipo que en el 2006 dio la vuelta olímpica con una nómina en la que precisamente no había muchos eslovenos, pues Carlos Barahona, Ariel Sevillano, Walden Vargas, René Rosero, Harnol Palacios, Javier Arizala, Alex del Castillo y Deyler Sacramento no son precisamente modelos para un comercial de superioridad aria. Pero no, en Pasto algunos lo olvidaron y el "negro hijueputa" volvió a aparecer el fin de semana anterior frente a Equidad, por lo que la Dimayor sancionó al equipo de manera ejemplarizante e histórica, pues por primera vez Colombia ingresa a un mandato Fifa, la lucha contra el racismo y la discriminación, que es norma del ente rector del fútbol mundial desde el 2002 y que ha causado todo tipo de castigos, sanciones y polémicas, principalmente en Europa. Ya era hora que el fútbol colombiano hiciera valer una norma internacional y que de paso se uniera al principio constitucional de profesar el multiculturalismo y lo pluriétnico. Por eso aplaudo la medida, aplaudo el castigo, pero tengo serias dudas sobre el futuro de estas reglas básicas de convivencia. Porque claro, una vez más la Dimayor muestra que no hay nada más fácil que castigar al Pasto (yo no me olvido cómo institucionalmente se metió sutilmente la mano para que el club descendiera en el 2009), y si bien los actos irresponsables de algunos hinchas le representan al equipo un castigo de más de $11 millones y una sanción de orden social, es ridículo pensar que el Libertad de Nariño fue el único estadio en el que se escucharon insultos racistas el fin de semana anterior. No voy lejos, la tribuna oriental del Campín repite cada vez que Millonarios es local un desagradable coro de orangutanes para humillar a los jugadores de color de sus rivales, y frente a Itagüí no fue la excepción. Casos similares se encuentran en todos, absolutamente todos los estadios del país, en donde las muestras discriminatorias no sólo pasan por el color de la piel sino por el origen mismo del equipo. ¿O ahora me van a venir a decir que nunca han escuchado el "comeburras" para señalar a los costeños, "sicarios" para hablar de los antioqueños, que el término "rolos" o "cachacos" suele ir acompañado de un "malparidos" o que a los pastusos los tratan de "brutos" incluso desde las columnas de opinión de los diarios de otras regiones? Este es un país racista, estúpida y absurdamente racista, y para salir de eso hay que tomar medidas fuertes como la de la Dimayor con el Pasto. Pero como lo dije en Twitter, quiero ver a Ramón Jesurún y a la entidad que preside castigar también a un equipo grande cuando sus hinchas insulten a los jugadores, algo que es tan común y tan ofensivo que en últimas hace parte del deterioro mismo de nuestro fútbol. Este mismo fin de semana el reto es que las hinchadas se comporten yque los árbitros tengan los cojones para denunciar esa infaltable lluvia de "negro hijueputa" que caen cada fecha desde las tribunas, a veces incluso en contra de ellos. Si se presentan y no hay castigo, lo que le acaban de hacer al Pasto será otra muestra más de supuesta autoridad frente al humilde equipo de Nariño... y eso, señores de la Dimayor, también es discriminación. PD. A propósito de discriminación, qué irónico es que en el seno de la Federación Colombiana de Fútbol ahora se empiece a luchar contra el racismo, cuando el vicepresidente Alvaro González Alzate sigue en su cargo a pesar de sus notorias muestras de homofobia y machismo. Es curioso: le hacen caso a la Fifa en su lucha contra el odio racial, pero se pasan por la galleta el mandato Fifa por la igualdad de género... Discutámoslo en Twitter: http://twitter.com/PinoCalad
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Debe de ser muy iluso quien crea en estos tiempos de consumismo extremo que un jugador cambia de equipo solo por amor. Tal vez haya alguna excepción, pero aquí lo que importa es la plata, incluso más que los goles. Tal premisa -sujeta a crítica de los románticos- salió a relucir hace poco en boca de Johnnier Montaño, por si acaso, una más de las tantas promesas perdidas del fútbol colombiano. El jugador, hastiado de la crisis económica de Alianza Lima, detalló la pobreza de su exequipo y sentenció tranquilo, como debe ser, lo que siente: “Desafortunadamente, uno juega por la plata, ¿no?”. Valoro la sinceridad de Montaño. No es poca cosa. No muchos tienen esa gallardía de expresar la verdad sin pensar en los prejuicios ajenos y propios. Es preferible su franqueza a ver más jugadores que besan una camiseta con amor y poco después besan otras con más intensidad y sin mayor explicación. No hay ningún problema en jugar por dinero, vale decirlo. El sueño del futbolista colombiano es ir al exterior y ganar mejor y eso hace parte de la superación. Pasa en todos los lugares en los que se paga menos por el talento. Johnnier Montaño hace lo de cualquier empleado, tal vez como usted: trabaja y cobra. Lo grave es que actuar con más compromiso y sentido de pertenencia se está convirtiendo en una utopía para los futbolistas. Pedirles más sinceridad justifica este llamado de atención. Los jugadores dicen hasta la saciedad que los partidos son difíciles, que apoyan al técnico, todos juran que dan lo mejor de sí en la cancha, donde a cada rato fingen dolor y faltas… todo al final es una repetición de lugares comunes. A mí me gustaría ver a alguien capaz de desafiar la rutina, sin temor a la censura. “Yo no divido a los hombres en modestos y arrogantes, sino en los que dicen la verdad y los que mienten”, comentó alguna vez Mohammad Alí. Así debería ser. En estos tiempos casi nadie trabaja gratis, sin dinero no se juega bien. Que no nos engañen con falsas lealtades. “Da igual el color de la camiseta que se defienda, lo importante es la persona", acertó a decir Iker Casillas en apoyo a Eric Abidal, hombre necesitado de un trasplante de hígado. Esa sí es una verdad irrebatible. Lo demás es charlatanería. Y es que si se piensa con detenimiento, hasta Seinfeld tenía razón cuando bromeó en un stand up comedy que los hinchas le hacen fuerza a la ropa de un equipo, porque los jugadores se van siempre al que mejor les paga. Las excepciones son solo eso, excepciones. En Twitter: @javieraborda
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El primer recuerdo que tengo de un partido de fútbol colombiano por TV es del 6 de noviembre de 1985. Estaba sentado con mi abuelo esperando que transmitieran cómo ardía el Palacio de Justicia, cuando de pronto, de la nada, sin que avisaran, empezó Millonarios vs. Unión Magdalena y así, a punta de fútbol para todos, el gobierno trató de evitar que el país viera la catástrofe democrática que ocurría en la Plaza de Bolívar. Ahora un senador, Luis Fernando Duque, acaba de presentar un proyecto de ley llamado así, 'Fútbol para todos', para democratizar el fútbol, para que el gobierno transmita en la señal abierta y pública los partidos de fútbol. El documento que radicó en la Secretaría del Senado de la República se encuentra en este enlace y, de veras, le recomiendo que se lo lea porque es una maravillosa muestra más del uso político y económico que se hace del fútbol en este país, ese que el gobierno Betancourt y la entonces ministra Noemí Sanín nos mostraron en 1985 y que ha tenido más episodios que Padres e Hijos: desde Andrés Pastrana levantando la Copa América en 2001 hasta Alvaro Uribe pidiendo el Mundial de 2014 para Colombia, incluyendo, por supuesto, ese vínculo casi sobrenatural que hace que Águila sea mi Selección. El proyecto de Duque dice ser para declarar "de interés público la transmisión del Torneo del Fútbol Profesional Colombiano, con el objeto de que todos los canales de televisión en Colombia tengan la posibilidad de transmitir los partidos de su interés", pero después de leerlo no pude evitar sonreir maliciosamente. Más allá de las buenas intenciones que hay detrás de declarar el Fútbol Profesional Colombiano un "evento de interés para la comunidad", las cuales aplaudo pues creo que eso es este deporte, el senador Duque muestra un tremendo desconocimiento de la realidad de la organización del balompié. No me refiero solamente al artículo 8 del proyecto de ley, en el cual confunde Liga, Torneo y Copa Postobón (no lo culpo, pero cito: "Declárese alcanzado por lo dispuesto en la presente ley exclusivamente y con carácter taxativo los torneos deportivos correspondientes a la Liga Postobón (Torneo Grupos de la categoría A y B) Copa Postobón (Torneo Grupos de la categoría A), Torneo de la B (Para ascenso a la categoría A o descenso a la categoría B)"), me refiero específicamente al funcionamiento sui generis del fútbol. La excusa general del proyecto de ley es combatir el monopolio, pero la Dimayor puede demostrar, muerta de la risa, además, que no hay tal con sus derechos de TV: se los vendió a RCN, a DirecTV, a Supercable, a algunos operadores de TV comunitaria y, si Telmex, Telefónica, Une, Superview, Perubólica o TV Pirata Interdepartamental quieren transmitir, pues tienen que pagar. Que el precio que pone el rector del Fútbol Profesional Colombiano es ridículo es otra cosa: venden gato por liebre y por eso es que los cableoperadores no se quieren meter en eso; porque entre 2006 y 2011 pagaron US$3.4 millones por año y ahora, con el cambio de esquema del negocio que plantea la entidad dirigida por Ramón Jesurún, quieren que esas mismas empresas les paguen US$60 millones al año. Y aunque estoy de acuerdo con el senador Duque en que el fútbol es de interés general y, como muchos otros me parece el colmo que mi cableoperador no se meta la mano al dril para pagar los derechos de TV, lo cierto es que no valen eso que piden. ¿O me van a decir que este fútbol de equipos aún investigados por sus vínculos con narcotraficantes y paramilitares, este campeonato de clubes quebrados, futbolistas tratados como esclavos y tribunas casi siempre a medio llenar, este torneo cuyos mejores conjuntos naufragan en el continente vale casi US$300 millones en cinco años? No seamos pendejos... Ahora, en la propuesta de Duque se plantea claramente una intervención estatal en la Dimayor: el proyecto de ley 'Fútbol para todos' lo que busca es modificar la contratación que maneja una entidad absolutamente privada y ahí no sólo hay un grave error legal, sino que hay una muestra clara de no saber con quién se está tratando. Porque si bien el deporte de la pelota es algo de lo que todos disfrutamos, parece que el Honorable Senador ponente no sabe que el fútbol no es suyo, ni de los hinchas, ni de la nación; el fútbol es de la Fifa, de los dirigentes, y ellos pueden hacer con él lo que quieran, como vender los derechos de TV a quien más les pague (por eso Caracol da los partidos de la Selección y no RCN, por ejemplo) o incluso hacerle favores al gobierno de turno, como programar una fecha y autorizar la transmisión de uno de sus partidos mientras el Palacio de Justicia arde en llamas. La extraña programación de los partidos por TV Ahora bien, me tomé el trabajo de ver qué fútbol es el que nos están ofreciendo en pantalla y noto unas tendencias de las que se pueden sacar conclusiones: - A Equidad lo tienen borrado: en cada fecha RCN transmite un partido y la Dimayor produce para las empresas que le pagaron siete otros juegos, con lo que siempre hay un encuentro que nos quedamos sin ver. Hasta la fecha han sido: Equidad vs. Itagüí, Chicó vs. Equidad, Envigado vs. Quindío, Pasto vs. Envigado, Equidad vs. Cúcuta, Pasto vs. Santa Fe y Equidad vs. Quindío. Mejor dicho, en siete fechas a Equidad sólo le hemos visto tres partidos, y así seguiremos pues este fin de semana el que se quedó sin pantalla es Pasto vs. Equidad, duelo con el segundo equipo al que menos le transmiten. Por supuesto, en términos de principios de TV es incluso comprensible que dejen de dar los juegos de un equipo chico y con pocos hinchas (lo que representa un rating bajo), pero es absolutamente injusto. Esto me genera dudas: ¿por qué a otro nuevo sin muchos hinchas como Itagüí sólo han dejado de darle precisamente el partido en que visitó a Equidad? Debe ser, digo yo, porque las comunitarias a las que les vendieron derechos son antioqueñas... ¿Hay problemas para la transmisión desde Techo? No, porque por ejemplo Equidad vs. Millonarios sí tuvo pantalla... y acá está la segunda conclusión. - ¿Pantalla azul?: todos los que trabajamos en esto sabemos que los equipos más vendedores del país, tanto por cantidad de hinchas como por animadversión de los rivales, son Millonarios, Nacional, América y Junior. Por eso no es raro que las portadas tengan sus fotos, que ocupen los homes en los portales y que, por supuesto, sean los que se roban más minutos en pantalla. Pero lo que está pasando con el equipo de Bogotá es sospechoso: en siete fechas le han dado cinco partidos por RCN, el único juego que todos los que no tienen DirecTV, Supercable o una comunitaria antioqueña pueden ver. Claro, es un equipo grande, taquillero y popular que cumple la ley no escrita de exceso de amor y exceso de odio que sube rating, pero es un abuso con los hinchas del resto de equipos. Por supuesto, es inevitable pensar en la conexión RCN, empresa del Grupo Postobón, y Pepsi, principal patrocinador del equipo azul, pero nada se puede demostrar al respecto. Sobre todo porque el equipo de la organización, Nacional, sólo ha tenido un partido por el canal... precisamente frente a Millos. - ¿Quién programa en la B?: cuando se anunció que este año se iba a transmitir todos los lunes un partido de la B a las 8 de la noche, muchos dijimos que iba a ser la excusa perfecta para mantener al América en TV. No nos equivocamos: en siete fechas América ha estado cuatro veces en pantalla, cinco si sumamos el América vs. Petrolera de la próxima jornada, y si bien se entiende que el rojo, así como Millonarios, Nacional y Junior, son equipos que jalan en audiencia, lo sorprendente es la programación de los partidos que no tienen al diablo como protagonista. Este lunes dieron Barranquilla vs. Bogotá: el último contra un equipo de mitad de tabla, dos semanas antes habían dado Depor vs. Academia, un duelo de dos equipos irregulares y el otro duelo que se vio por TV y que no tuvo al América fue Pereira vs. Expreso Rojo. Si se ve la tendencia, no sólo se trata del rating del América, sino de la utilización de equipos que juegan en ciudades con estadios que cuentan con iluminación: el Pascual Guerrero ha tenido cuatro juegos, y los otros se los reparten el Ramírez Villegas, Techo y el Metro de Barranquilla. Sólo por esto podemos olvidarnos de ver juegos como locales de dos de los mejores equipos de la temporada, Sucre y Uniatónoma, y les aseguro que nunca van a dar un juego del líder Rionegro, por más que su estadio sí esté iluminado, ya que la potencia de la luz no funciona para TV. Por supuesto, será esperar que a Bucaramanga, Tuluá y Unión Magdalena les transmitan algún partido, así como a los bogotanos Academia y Bogotá que, como Fortaleza, pueden actuar de noche en Techo o en Compensar, pero mientras demos como un hecho que el monopolio del América en la televisación de la B va a seguir. Es que esta política de la Dimayor de fútbol para todos (que irónicamente se llama como el proyecto de ley que quiere tumbarla), nunca explica que ese "todos" se escribe bajo la sombra del signo "pesos"... Discutámoslo en Twitter: http://twitter.com/PinoCalad
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Cuando el mundo se rinde a los pies de un enano, yo extraño las épocas del fútbol difícil, apretado, impredecible. Lo admito, soy tan fenómeno como el mejor futbolista del mundo. Antes de explicarlo, voy a reconocer que como Lionel Andrés Messi Cuccittini no hay otro en el balompié actual. Ni cercano, ni Cristiano. El genio argentino de la camiseta 10 respalda sus tres Balones de Oro de la FIFA día a día, fecha a fecha, gol tras gol. Calla tantas bocas -incluida la mía- que se le pone ya por encima de Pelé y Maradona, los dos mediáticos que dominan la historia universal. Es claro, Lionel Messi es el mejor del mundo y le ayuda que juega en el mejor equipo del mundo, en el que un tal Xavi y un fulano de apellido Iniesta le acompañan. Le hacen figura, mejor. El ‘romperecords’ profesional es aparte buena persona, hay que admitirlo. Por eso este escrito no es para dar palo, ni para desmembrar a un muchacho de 24 años que le da espectáculo al mundo con un balón. No. Es motivado por el gusto, por la melancolía, si acaso. Es una reminiscencia a tiempos en los que Messi no se robaba portadas, en los que el deporte más bonito que puede jugar un ser humano iba más allá de un solo nombre. De cuando un partido de Liga de Campeones era una auténtica confrontación y no una masacre en vivo. Por eso no me gusta ni Lionel Messi ni Barcelona, porque han hecho de cualquier rivalidad un plato fácil de comer. Antropófagos auténticos que digieren a grandes y chicos con una habilidad pocas veces vista, hasta en el momento actual, cuando la efervescencia de su juego se ha pasmado. ‘El Enano’ no tiene la culpa, ni más faltaba. Él hace lo que sabe, lo que le gusta. Su don. Tampoco el Barcelona, en el mejor instante de sus 112 años de vida. Menos los rivales, impávidos ante el banquete. Lo sé, soy lo que muchos llamarían ‘viejito chocho’. Seguramente evito disfrutar una escuadra y un futbolista que marcarán el deporte. Pero para mi, precisamente, el juego es lucha, es fricción, es emoción. Es plasmar en una cancha la vida misma. Bien pueden recordarme a mi mamá. Se llama Claudia, por si acaso. Sí les aclaro que ella no es culpable de mis exigencias. Quiero un fútbol más justo, más estrecho, menos predecible, menos Messi. Por: Ronny Suárez Hablemos en Twitter: @ronnysuarezgol
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El 7 de marzo, aunque no se celebre oficialmente, Atlético Nacional cumple años. En esta fecha de 1947 fue fundado en la capital de Antioquia bajo el nombre de Club Atlético Municipal de Medellín, y poco más de un mes después, el 30 de abril, se firmó la escritura pública de la naciente sociedad que, bajo una política de "puros criollos", totalmente revolucionaria para una época en que parecía obligatorio tener jugadores del Río de la Plata, cambió su nombre al de Atlético Nacional en 1950. Este post es un homenaje a uno de los clubes más importantes en la historia del país, a uno de los indudablemente grandes de nuestro fútbol, al equipo que más amarguras me ha causado como seguidor de Millos y, en últimas, al club del que era hincha mi abuelo, un paisa que lo vio en todos sus momentos, que siempre consideró a Zubeldía el técnico más grande que pasó por Colombia y que, afortunadamente, lo pudo ver campeón de la Libertadores. Porque lo pudo ver. Ese 31 de mayo de 1989 don Gustavo Calad, a pesar de vivir hacía muchos años en Bogotá, no fue al Campín a alentar al equipo al que le hacía fuerza desde que llegó a Medellín a buscar fortuna proveniente del pueblo de Bolívar, en el corazón de Antioquia. Pegado como siempre a su radio, eternamente sintonizado en AM, este hincha sesentón se acomodó para sufrir frente al televisor y vio cómo esa curiosa transmisión de Jorge Barón Televisión culminaba con Higuita vestido de héroe, Leonel de redentor y una fiesta nacional desatada cuando el generador de caracteres de la programadora escribió "Colombia Campeón" mientras el equipo verde celebraba el que fue durante muchos años el mayor triunfo del fútbol colombiano. Para llegar a ese punto en el que Gustavo celebraba solo mientras en el resto del país, y especialmente en su natal Antioquia, la fiesta era colectiva, mi abuelo había tenido que ver mucho de Nacional. Lo primero fue el fracaso de su política de puros criollos, porque sí, la idea de 1947 era romántica, pero los futbolistas colombianos aún no tenían con qué hacerle frente al talento importado y Nacional, que en el primer torneo finalizó en una digna sexta posición, empezó a padecer El Dorado desde 1949 cuando fue séptimo. En 1950 fue penúltimo mientras el país se rendía a los pies del Millonarios de Pedernera y compañía (que irónicamente no fue campeón ese año, honor que le correspondió al Deportes Caldas). En el 51 ocupó el puesto 15 entre 18, en el 52 fue 13 de 15 y en 1953, último año de esa era maravillosa en la que todo nuestro fútbol fue importado, ocupó un honroso séptimo lugar gracias al brillo de Humberto 'Turrón' Alvarez, el primer crack colombiano que, por supuesto, era la figura de un equipo de sólo jugadores nativos. Pero se acabó El Dorado, Millonarios perdió a sus principales estrellas y el eje del fútbol pasó de la capital, en donde Santa Fe tenía otro señor equipazo con varias luminarias internacionales, a Antioquia y el Eje Cafetero, en donde Nacional, Medellín y el naciente Quindío se robaban el show. En 1954, cuando el equipo del 'Turrón' tomó el mando del fútbol nacional, mi abuelo era un correcaminos que negociaba en todas partes. Así conoció a mi abuela en Barrancabermeja, pero tal vez gracias a esta presencia itinerante por diferentes ciudades fue que construyó su propia mitología sobre el fútbol. Para uno que tiene Internet, Twitter, televisión con enemil canales y un teléfono celular que nunca deja de informar es difícil entender cómo la gente podía estar pendiente de su equipo antes, pero por eso la radio, con personajes como Carlos Arturo Rueda, el Patico Ríos y demás, fue fundamental para edificar leyendas. Ese año Nacional fue campeón rompiendo su ideal de "puros criollos", pues contaba con Atilio Miotti, Zazzini y Gianastasio, y en 1955 fue el subcampeón del mítico Medellín del 'Charro' Moreno, pero la crisis económica post-Dorado minó al equipo, que entró en barrena deportiva y financiera, y esto llevó a la curiosa figura del Independiente Nacional, equipo que jugó el torneo del 58 reuniendo a las grandes figuras de los dos clubes (en quiebra) bajo la ficha de los verdolagas y con un esquema de "natillera": la taquilla de cada partido se repartía entre los futbolistas. Paisas, a fin de cuentas... Mi abuelo se vino para Bogotá dejando en Medellín a un equipo que no ganaba nunca (sólo fue subcampeón en el 65), y en la capital no sólo crió a sus hijos junto a doña Leo, sino que siguió pendiente de su verde en ese perpetuo transistor que me acompañó en la niñez. En él escuchó los subtítulo del 71 y el 74 y se emocionó con el campeonato del 73 pero, sobre todo, en ese aparato negro y hoy destartalado que aún mantiene mi abuela (a pesar de que le regalé una grabadora más bien humilde en Navidad, cuando descubrí que todas las grabadores de hoy en día son una lobería con más luces que una flota), don Gustavo supo de la llegada de Oswaldo Juan Zubeldía para 1976. Ese año, con la mayoría de sus hijos ya en la universidad, el señor Calad volvió a festejar un título verde y el comienzo de una leyenda. Porque la llegada de Zubeldía no sólo ratificó la dinámica de los 70 en la que el verde de Antioquia volvía a figurar y a aspirar a un lugar de grande que hasta entonces no tenía, sino que cambió para siempre el fútbol colombiano. Con Zubeldía en Nacional otros equipos le apostaron a la escuela del poderoso Estudiantes de La Plata de finales de los 60: Cali trajo a Bilardo, Junior a Verón, Millos a Rubén Solé y Solari (que también dirigió en Barranquilla) y hasta Santa Fe le respondió a la tendencia con su escuela de yugoslavos: táctica vs. táctica. Mi abuelo vio por última vez campeón a Nacional en 1981, en esa campaña en la que el equipo de Zubeldía se impuso al sorprendente Tolima y a un América que ya amenazaba con ser la potencia de esos años. Luego, en ese mismo televisor Sony Trinitron que tenía 13 canales y que le había regalado mi tío, el señor Calad se enteró por las noticias que el primer extraditado por narcotráfico en la historia de Colombia era Hernán Botero Moreno, el presidente del club en el despertar de los 70, en los últimos tres títulos y el responsable de traer al ya difunto Zubeldía. Botero, quien como dirigente ya había hecho historia, pasó desafortunadamente a la posteridad pues su imagen encadenado mientras la DEA se lo llevaba a Estados Unidos se convirtió en el logo de esa terrorífica unión de narcotraficantes que asoló al país a punta de bombas y atentados en los 80 bajo el nombre de Los Extraditables. Sobreviviente de La Violencia de los 50 y desde entonces apático de cualquier lucha política, mi abuelo encontró en ese segundo dorado del fútbol de los 80, que curiosamente también fue acompañado por un boom del ciclismo nacional, la vía de escape a esa realidad nacional para la que no estaba preparado. A él no le importaba qué narcotraficante era dueño de qué club y prefería evitar la discusión cada vez que en las noticias publicaban algo oscuro y macabro sobre su amada Medellín. Mi abuelo era feliz escuchando fútbol y ciclismo todo el día en el cada vez más ronco transistor negro, y su gran día de dicha llegó cuando vio a su Nacional, el equipo que había aprendido a defender en una tierra llena de hinchas azules y cardenales, el mismo que por esos días crecía en afición gracias a sus resultados, obtener el título de la Libertadores después de una dramática tanda de penales frente a Olimpia. Casi ocho meses después, el 21 de enero de 1990, Gustavo Calad Restrepo murió. Le faltaban tres días para cumplir 66 años, aceptaba de buena gana que yo fuera hincha de Millonarios ("usted es bogotano mijo, la tierra llama", me dijo una vez), le gustaba sentarse a leer conmigo y preguntarme las capitales y los equipos del mundo y, aunque sus últimas palabras fueron un nada poético "creo que me muero" que me soltó sin más esa fría mañana antes de que un derrame cerebral se lo llevara, nadie le pudo quitar la dicha de haber visto a su equipo campeón de América. Sí, mi abuelo era hincha del verde. Por eso, por él, hoy le envío a todos los de su raza una felicitación sincera. Mi cuenta de Twitter es @PinoCalad
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Gol Caracol
El Mejor Club del Siglo XX para la FIFA cumplió 110 años de vida bebiendo el licor de su historia, envuelto en la figura de su técnico y no en la grandeza que representa la institución. La celebración debió servir más para marcar un punto de inflexión que para soplar velitas. Así tendría que ser porque hace rato el Madrid no deslumbra en Europa y, para su desgracia, el ejemplo a seguir se lo restriega en la cara su archirrival Barcelona. El rumbo Real se ha perdido a costa del dinero. Equivocadamente, el equipo de la capital española, con la venia del mecenas Florentino Pérez, antepuso en el último tiempo su esencia a la figura de una persona que no le ha significado mayores réditos y que, en cambio, le ha traído vergüenzas por conductas antideportivas, quejas de niño llorón e impotencia ante el juego de su eterno antagonista. José Mourinho ha desafiado al propio madridismo y, creyéndose omnipotente, lo ha hecho quedar mal ante el mundo. Lo único que ha identificado plenamente al entrenador con el equipo que le paga es su egocentrismo. Nueve Copas de Europa, tres Intercontinentales, dos Copas UEFA, una Supercopa de Europa, 31 Ligas (que serán 32 esta temporada), 18 Copas del Rey, ocho Supercopas de España y una Copa de la Liga increíblemente han quedado al margen ante la necesidad imperiosa de volver a ganar algo importante en el Viejo Continente. Real Madrid hoy está impaciente y hasta inconforme, más allá de los récords numéricos del actual equipo de Mourinho. Ganar la Liga española es un mérito, pero también un consuelo. El madridismo pasó su cumpleaños 110 mortificado por las iniciativas futbolísticas que emprendió el Barcelona y que le han representado suceso. Gestas que, vale decir, sí marcaron su lugar en el pedestal de la historia del fútbol. Gestas que debe volver a disfrutar el Madrid. "La ideología de este club siempre será ganar, ganar y volver a ganar", asegura Alfredo Di Stéfano. Habría que preguntarse a costa de qué lo quiere hacer el cuadro merengue, si es que quiere continuar en el error de buscar logros de la mano de la traición de los principios. A un cambio tiene que apuntar la Casa Blanca; a no elevar los contratos, a respetar el mercado y a sembrar frutos desde la raíz. De lo contrario, las contrataciones seguirán yendo y viniendo, como la marea. La prueba más clara es que Mourinho también se irá y querrá hacerlo con Cristiano Ronaldo. En el Madrid no se ve la generalidad del amor por la camiseta (sin olvidar referentes como Iker Casillas, desde luego) sino estrellas deseosas de más dinero. La empresa está en un momento clave de su existencia y tiene con qué cambiar el camino. Puede hacer lo que le plazca. En 2011, el Madrid fue por sexto año consecutivo el club más rico del mundo, su capital se estima actualmente en 951 millones de euros y sus ingresos aproximados por temporada superan los 400 millones. “Innovación, calidad, deportividad, éxito… Estas son algunas de las palabras que sirven para definir la historia del Real Madrid desde su nacimiento el 6 de marzo de 1902”, escribió Antonio Leal en un texto publicado en la web oficial del club. Cumplir a cabalidad con esas palabras debe ser precisamente el objetivo mayor del Madrid. Este cumpleaños, en conclusión, debería enmarcar un alto, una reflexión, pero difícilmente sucederá. Mientras tanto, seguiremos siendo odiosos con el Real Madrid quienes creemos que no todo se puede comprar. El equipo merengue no sabe dulce en sus 110 años de historia. Hablaremos de Barcelona como ejemplo a seguir, hasta que dure su era y nazca otra leyenda. En Twitter: @javieraborda
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Gol Caracol
La noticia, por supuesto, es que el Director Técnico y de Desarrollo de la Federación Colombiana de Fútbol renuncia para asumir la dirección técnica del Deportivo Cali. La pregunta es: ¿alguien de verdad sabe cuál es el trabajo del personaje que ostenta ese cargo? Porque Julio Comesaña reemplazó a Francisco Maturana en un puesto que muchos llaman equivocádamente 'Manager' y, hasta la fecha, nadie explica en qué consiste. Es más, creo que ni en Colfútbol saben de qué se trata... Vamos a partir de un hecho: los dirigentes de la Federación nombraron a Maturana y luego a Comesaña no por una convicción en su cargo, sino porque la Fifa se los exigió. Desde el 2009 la máxima autoridad del fútbol en el planeta le apostó a un plan para mejorar las condiciones de todas las federaciones y así poder hacer más competitivo el deporte y darle un plus el espectáculo. El nombre es Programa de Asistencia Financiera (FAP, por su sigla en inglés) y consiste en que anualmente la FIFA le da una buena cantidad de plata a cada federación para que le apueste al desarrollo. Ahora, la palabra "desarrollo" en términos FIFA quiere decir cubrir las "necesidades del juego" (fútbol juvenil y desarrollo del fútbol base; competiciones y campeonatos masculinos (p. ej. competiciones nacionales e internacionales); desarrollo del fútbol femenino; desarrollo técnico (p. ej. programas educativos); arbitraje; medicina deportiva (p. ej. prevención); futsal / fútbol playa) y cubrir las "necesidades funcionales" (planificación y administración; gestión de eventos (p. ej. organización de competiciones internacionales); mercadotecnia y comunicaciones; infraestructura (p. ej. centros de formación); otros (p. ej. fútbol de clubes, liquidación de cuentas de la FIFA, honorarios por auditorías)). Más allá de que uno se pueda preguntar qué es lo que hace Colfútbol con la plata que supuestamente está destinada para mejorar el arbitraje (y pensar en Alvarito González ahí metido es lo primero que se me pasa por la cabeza) y para la capacitación de entrenadores y demás, según el reglamento de este programa, "Las asociaciones miembro de la FIFA tienen derecho a recibir los fondos del FAP siempre y cuando contraten a un director técnico y de desarrollo que se encargue de los programas juveniles y de desarrollo", y esto, en plata blanca, significa que en el 2010 la cuenta de la Federación recibió US$550.000 por obra y gracia de este programa, el cual dejó en el 2011 un bono por nación de US$300.000. Por supuesto, la FIFA plantea unas auditorias y le exije a las federaciones que le demuestren qué se está haciendo con ese cojonal de dinero (de ahí que llevaran al pobre José Pékerman a una obra que supuestamente va a ser la sede de las selecciones Colombia, le pusieran un casco y le tomaran una foto), pero en últimas el FAP -y no soy el primero que lo dice- es la forma en la que Sepp Blatter se ha asegurado los votos de todos los dirigentes nacionales para perpetuarse en la cabeza de la organización multinacional más grande del planeta. Ahora que ya sabemos por qué existe un Director Técnico y de Desarrollo en la Federación Colombiana de Fútbol (por plata), es que se empieza a entender por qué el cargo no ha tenido mayor trascendencia. Maturana poco hizo. Teniendo todo el prestigio internacional y la experiencia para lograr muchas cosas, apenas figuró al lado de Bolillo en las giras (por España o en la Copa América) y dejó a su suerte a las selecciones menores y femeninas. Tanto así, que hace más o menos un año, cuando el entonces técnico de la Sub-20 Eduardo Lara entró en crisis y la Federación decidió mantenerlo en su cargo porque no había a quién más nombrar, el que terminó respaldando a Lara en su camino hacia el Mundial Juvenil fue Gómez y no Maturana que, apenas cayó Bolillo por el escándalo de agresión, fue el primero en abandonar el barco rumbo a Arabia Saudí en donde firmó un jugoso contrato. Ahí apareció Comesaña y un error más en la gestión del actual comité ejecutivo de la Federación: tuvo al uruguayo como candidato a la dirección técnica de la Selección pero nombró a Leonel Alvarez y, como se había quedado sin Director Técnico y de Desarrollo, y por tanto sin el desembolso de la FIFA, terminó imponiéndole al debutante seleccionador a Julio quien, de paso, le podía servir para reemplazar a Maturana. Comesaña llegó a la Federación como asistente de Leonel y al mismo tiempo como Director Técnico y de Desarrollo: era a la vez subalterno del técnico, pero su jefe... este error táctico de parte de los dirigentes, que no podemos olvidar con el nombramiento del Pékerman y el buen sabor que dejó el más reciente amistoso contra México, fue en buena parte el responsable de los tropiezos que tuvo Alvarez como cabeza de la Selección y el primer paso para su salida. Ahora hablemos de lo que hizo Comesaña que, aparte de ese embrollo de asistente/asesor, parte y juez del trabajo del cuerpo técnico de Leonel, estuvo solucionando una crisis al interior de la selección femenina Sub-20 y fue definitivo para la llegada de Piscis Restrepo a la Sub-20 y el ascenso de Harold Rivera de la Sub-15 a la Sub-17, pero que nunca llegó a sentirse cómodo en su cargo de Director Técnico y de Desarrollo porque, en últimas, nunca le dejaron claro qué era lo que tenía que hacer. Por eso, porque se cansó de que lo ningunearan en la Federación (esta es la hora en que no ha hablado con Pékerman, según contó en una entrevista radial), de que tomaran decisiones sin consultarle cuando para eso lo nombraron, de tener una oficina a la cual le dieron permiso de no ir (¿?) y, sobre todo, gracias a que en el Cali le ofrecieron trabajo, Comesaña se va. Vamos a ver quién es su reemplazo, cuál es su perfil y qué lo va a poner a hacer la Federación. Así sabremos si lo del Director Técnico y de Desarrollo va en serio o es sólo una figura para asegurarse una buena platica de la FIFA... Si quiere que lo discutamos, estoy en Twitter: http://twitter.com/PinoCalad