
En un mundo donde trabajar con Elon Musk es sinónimo de éxito, Sebastián Torres, un caleño sin formación en astrofísica, logró lo impensable: liderar uno de los proyectos más ambiciosos de SpaceX. Pero su historia no es solo de logros técnicos, sino de una transformación personal que lo llevó de los cohetes a optar por una vida tranquila en las montañas del Eje Cafetero colombiano. Los Informantes conoció la historia de su renuncia, la respuesta inesperada que recibió y cómo cambió radicalmente su vida.
Sebastián Torres nació en Cali, en una familia de clase media. Su padre es biólogo marino y su madre se dedicó al hogar. Desde pequeño, el tenis fue su pasión. Compartió cancha con figuras como Juan Sebastián Cabal y Robert Farah, quienes años después harían historia en Wimbledon. Gracias a su talento, obtuvo una beca para estudiar Ingeniería Industrial en Estados Unidos.
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Su carrera profesional comenzó en la industria farmacéutica, donde escaló rápidamente. A los cinco años ya era un ejecutivo con un salario envidiable, pero también con una carga de estrés que lo llevó al límite, hasta que un día esa olla presión explotó. Llegaron las citas al psiquiatra, las pastillas, el insomnio y los pensamientos suicidas.
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El precio del éxito laboral: el burnout
“Me llevaron un psicólogo, pues tengo ataques de ansiedad, me pasa esto, me siento así, no puedo dormir bien… entonces, mira, cuando sientas ansiedad, tómate esta pastilla y cuando te quieras dormir, tómate esta otra y cuando te sientas triste, tómate esta cada 3 horas”, recordó Sebastián. “Entonces, de repente tenía tres o cuatro pastillas que ya me estaba tomando, pero a los dos o tres días de tomármelas empecé a tener pensamientos suicidas”.
Fue entonces cuando decidió hacer una pausa. Dejó su carrera corporativa y se dedicó a dictar clases de tenis para niños. En medio de ese respiro, recibió una llamada que cambiaría su vida: una oferta para trabajar en SpaceX.
Así llegó un colombiano a trabajar en SpaceX
“Cuando yo llegué era una empresa super chica, había creo que eran 900 empleados. Cuando yo me fui era más de 10.000, no sé ahora cuántos serán”, relató. En ese entonces, SpaceX era una startup con una misión ambiciosa: llevar al ser humano a Marte. Su fundador, Elon Musk, era ya una figura muy conocida.
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“Él es superinteligente, pues es un genio y en especial el que más sabe de cohetes hoy en día es él y que a mí me sorprendió mucho porque era es la como la parte técnica, él es el que siempre resuelve lo más complejo”, recordó Sebastián. “Ese man estaba ahí todo el tiempo. Si tú ibas un domingo, te lo encontrabas. Si tú ibas a las 5 de la mañana, a veces te lo encontrabas”.
Musk, el jefe que dormía en su Tesla
“Digamos, a mí algo que me cautivaba mucho de Elon en el principio es que él no dormía tanto, él sea se montaba en su carro que era un Tesla y tenía self-driving, se montaba y se quedaba profundo. Uno llegaba y de repente el carro parqueado en frente del edificio y con un guardaespaldas y él decía 'está el jefe durmiendo’”, añadió.
La relación entre ambos nunca fue más allá de lo laboral. “Él está super obsesionado con lo que está haciendo y esa obsesión se transpira y todo el mundo la siente”.
Con el tiempo, Sebastián fue nombrado líder del proyecto Raptor, uno de los motores más poderosos jamás diseñados. Según sus palabras, algo así como un director de orquesta que afinaba el trabajo entre diferentes partes para que todo fuera eficiente.
Estuvo presente en momentos históricos, como el lanzamiento del Falcon Heavy que puso en órbita un Tesla rojo, o los primeros aterrizajes exitosos de cohetes reutilizables.
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La pandemia no detuvo a SpaceX. Para ese momento eran más productivos que nunca, pero el estrés laboral empezó a crecer. El trabajo no se detenía ni en Navidad y el miedo al burnout volvió. Después de siete años, tomó la decisión más difícil: renunciar.
La respuesta inesperada a su renuncia
“Yo presento mi renuncia, me llaman y me dicen, 'gracias por tu aviso de 30 días, pero por tu contrato nosotros tenemos la capacidad de decirte que tu último día es hoy”, recordó.
Así, de un momento a otro, terminó su etapa en una de las empresas más revolucionarias del mundo. Por cláusulas de confidencialidad en su contrato, evita hablar de más detalles de la empresa y el estilo controversial de liderazgo allí, pero su salida marcó el inicio de una nueva vida.
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Han pasado tres años desde ese día. Sebastián vive ahora al lado de un río, cerca de un parque nacional. Medita cada mañana y ha encontrado un nuevo propósito: ayudar a otros. Tiene varios proyectos en la zona cafetera, enfocados en bienestar, sostenibilidad y comunidad. Su vida es más simple, pero más plena.
Hoy, Elon Musk es el hombre más rico del planeta. SpaceX ha sido valorada en más de 400.000 millones de dólares y sigue batiendo récords, como la primera caminata espacial de astronautas no profesionales. El motor Raptor, que Sebastián ayudó a liderar, ha sido optimizado y probado en múltiples misiones.
Ahora el futuro de Sebastián está lejos de Marte. Su prioridad es este planeta y, en especial, en Colombia.