Desterrados por la mafia recuerdan cómo en este lugar fueron asesinados cientos de campesinos en Meta y Caquetá, tras órdenes de Pablo Escobar.
Hace 35 años Pablo Escobar Gaviria, Gonzalo Rodríguez Gacha y los hermanos Ochoa Vásquez construyeron en las llanuras infinitas de los Llanos Orientales el laboratorio de cocaína más grande del continente.
Carlos Rodríguez, propietario de la hacienda Manchuria, recuerda cómo llegó la mafia a los Llanos del Yarí.
“Porque en los Llanos del Yarí para esa época ya teníamos unas pistas legalizadas por la Aeronáutica Civil que permitía el aterrizaje de alta capacidad”, comenta Rodríguez.
Los primeros años de los 80s fueron una guerra por la tierra colonizada.
Carlos es un campesino que nació y creció en estas sabanas de la Serranía de la Macarena, cerca de donde se levantó el emporio de Tranquilandia.
“Resulta que muy rapidito por ahí hacia el 80 llegó Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha y se instalan Gacha en el Méjico y Escobar en El Recreo”, recuerda.
Los departamentos de Guaviare, Caquetá y Meta compartían los laboratorios de Escobar, Gacha y los hermanos Ochoa. El Recreo y Méjico eran dos haciendas que tenían pistas clandestinas las cuales hacían parte de ese complejo de laboratorios en los Llanos del Yarí, allí mismo donde construyeron pistas aéreas que pasaron de embarcar ganado a cocaína para los Estados Unidos.
“Hasta dos veces, tres veces, llegaban ahí a El Recreo, a Tranquilandia a sacar la coca que cristalizaban ahí”, dice Faryd Perdomo, quien fue desterrado por la mafia.
Perdomo es un campesino que huyó de Tranquilandia cuando Escobar puso el primer muerto y empezó a controlar el territorio.
“La mafia vino y más que todo se adueñó de comprar tierras y fue cuando trajeron los paramilitares para que los cuidaran ahí en El Recreo, en Tranquilandia, en Méjico”, recuerda Faryd.
Así se fue construyendo el gran emporio del Cartel de Medellín, el cual se levantó a costa de la muerte de muchos campesinos, quienes se resistieron al destierro impuesto por los narcotraficantes.
“La gente iba por la panelita ahí a El Recreo y no volvía”, señala el campesino.
Para finales del año 1983 mientras se cocinaban 50 mil kilos de cocaína al mes en los Llanos del Yarí, Pablo Escobar era expulsado por la Cámara de Representantes por la revelación de Guillermo Cano, director del diario El Espectador, sobre sus actividades.
Escobar ya tenía antecedentes por narcotráfico tras una captura en Itagüí por transportar cocaína a finales de los 70s. El otro antecedente se cocinaba en los Llanos Orientales, en los laboratorios de Tranquilandia que pronto serían descubiertos por la Policía Antinarcóticos y la DEA.
“Ahí fue cuando se corrió el velo y se vio la dimensión del narcotráfico en Colombia”, manifiesta el general Luis Ernesto Gilibert Vargas, exdirector de la Policía.
A principios de 1984 cuando Pablo Escobar y sus amigos ya huían de la justicia, el general Gilibert Vargas fue el encargado de coordinar la operación para llegar a los Llanos del Yarí.
Luis Ernesto Gilibert era el segundo después del inmolado Jaime Ramírez Gómez, comandante antinarcóticos
, que se convirtió en el verdugo de los narcotraficantes.
“Se comentaba que había un sitio que siempre estaba nublado y que era un gran aeropuerto donde se procesaba la cocaína, pero nadie sabía exactamente donde estaba”, apunta el general.
A las 5:00 a.m. del 7 de marzo de 1984, cuarenta policías de antinarcóticos partieron desde Bogotá hacia San José del Guaviare, donde embarcaron más hombres para llegar a la sabana del Yarí.
“Encontramos un grupo de hombres vestidos de caqui con una pañoleta roja que nos hizo frente, pero como éramos suficientes, ellos emprendieron la huida y se lanzaron por el lado del río y otros por el lado de la selva”, cuenta Gilibert.
Las autoridades colombianas y de Estados Unidos no solo encontraron toneladas de cocaína, sino también aeronaves de Escobar y Gacha y un helicóptero insignificante para el momento, pero que años después pondría en cuestión a varios políticos del país.
“Había otras aeronaves que su identidad estaba camuflada en empresas que eso también se da mucho y mire entonces usted qué empresa, cuál es y cuáles son los socios, ese fue el trabajo que hizo el juez de Puerto Rico”, indica el general.
El helicóptero de matrícula colombiana HK-2704X, que estaba parqueado en una de las pistas de Tranquilandia, era propiedad de una de las empresas del ganadero Alberto Uribe Sierra, asesinado por las FARC ocho meses antes de este operativo. Uribe Sierra era el padre del ya reconocido político antioqueño Álvaro Uribe Vélez, quien negó desde entonces cualquier vínculo de su familia con los narcos, hasta puso avisos de prensa diciendo que la aeronave fue vendida un año antes del operativo.
“En el momento que yo encontré el helicóptero y las aeronaves se entregaron y el helicóptero, si no estoy mal, pertenecía a una empresa donde la familia Ochoa tenía injerencias. En ningún momento puedo decir que dentro de la operación que desarrollé hubiera aparecido alguno de la familia Uribe”, manifiesta Gilibert.
Según los archivos de la Policía Antinarcóticos se encontraron: 7 aeronaves, 10 lanchas, 3 vehículos, cuatro tractores, seis pistas de aterrizaje, 21 armas largas, 7 radios de comunicación y 34 plantas eléctricas; también 13.8 toneladas de cocaína, avaluadas en 1.200 millones de dólares.
Tras el descubrimiento y destrucción de Tranquilandia, Escobar y sus amigos también asesinaron al ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, al director del diario El Espectador, Guillermo Cano, quienes derrumbaron el emporio del Cartel de Medellín en los Llanos del Yarí e iniciaron la guerra contra el narcotráfico en Colombia.