“Es muy común que se necesite palanca”, eso es lo primero que piensan muchos jóvenes en Colombia cuando se les pregunta por qué en este país unos consiguen mejores empleos que otros.
“El empleo básicamente no se basa en las capacidades que uno tenga, sino en la palanca”, asegura Carlos Ramírez, joven empleado.
Algunos señalan que se presentan a una convocatoria, pero saben que no los van a llamar “porque ya tienen a alguien”.
Incluso, también se observa a profesionales jóvenes que se han visto obligados a emplearse en actividades para las que no estudiaron.
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“Trabajo en un call center, no como ingeniero, pero es una oportunidad laboral y hay que aceptarla”, señala, por ejemplo, Manuel Carrillo, quien es ingeniero ambiental.
En el Sena hay más de 19.000 vacantes, pero algunas de ellas ofrecen salarios para profesionales que no justifican el esfuerzo económico realizado en una carrera universitaria. Varios de los pagos no superan el salario mínimo.
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Ignacio Gaitán, presidente de Innpulsa, la agencia de emprendimiento e innovación del Estado, dice que allí han asesorado a más de 120.000 emprendedores y financiado a más de 60.000, pero también les manda un mensaje a los jóvenes que desconfían a la hora de conseguir empleo.
“Nosotros tenemos un seguimiento de lo que hacemos en Innpulsa y si algo en Colombia reciben bien es el tema del emprendimiento”, dice Gaitán, al señalar que, además, tienen “a 500 excombatientes apoyando en temas de comercialización y 50 proyectos colectivos”.
María José Cárdenas, joven empleada, manifiesta que muchas veces se ven convocatorias con requisitos tan específicos que generan sospechas y llevan a pensar que seguramente ya tienen puestos asignados.
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Pese a programas como Innpulsa, la desconfianza sigue presente entre muchas personas, sobre todo jóvenes, en un país donde, en materia de empleo, la ley que parece imponerse es la del rebusque.
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