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"El Real Madrid me da asco, nunca me veréis con una camiseta blanca": Hristo Stoichkov, ex jugador culé. “Decir que el clásico es un duelo Cristiano-Messi es una tontería”: Cristiano Ronaldo. “Ni me importan ni me hieren las palabras de Mourinho”: Puyol. “Jugando en el Madrid no hay que temer a nadie”: Marcelo. "Mourinho sabe que saldremos al ataque": Guardiola. "Al Madrid ya le metimos seis"; jugadores de Barcelona no identificados en ‘Confidencial’ de Don Balón. “Lo que realmente importa es ganar el partido, no el resultado”: Iker Casillas. "Soy una persona 'non grata' para el 'barcelonismo'. La recepción será negativa. Pero voy allá para jugar un partido de fútbol y nada más": Mourinho. "Messi te gana un partido en 30 segundos": Riquelme. "Mou y el Madrid son la conjunción perfecta": Florentino Pérez, presidente del Real.
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Aún cuando está en el declive de su carrera y la parranda lo llama, Ronaldinho sigue sonriendo en la cancha. Disfruta el juego, casi que lo baila. El brasileño extraña, sin embargo, un mejor estado físico. Los días de gloria total, aquellos que vivió con el Barcelona, pasaron hace un lustro. Se perdió el Mundial de Sudáfrica porque Dunga no lo quiso en un nivel inferior. Así de claras han sido para él las cosas en los últimos años. Si no juega bien, no sirve, se desecha. Así es el negocio. Su pasado no lo pone hoy indefectiblemente en la titular. Es ahí cuando uno se pregunta si al brasileño se le acabó la motivación, aun cuando su rostro muestre alegría. Acaba de tener una nueva oportunidad en la selección y de alguna manera la desperdició. Mano Menezes lo convocó para el pasado amistoso contra Argentina y no obtuvo mayor respuesta. Ronaldinho no fue el mismo. No puede. Brasil perdió 0-1. Eso no es lo peor. Luego de ese cotejo, se conocieron unas fotos en las que al mediocampista del AC Milan se le ve de juerga, a las dos de la madrugada, en Italia. Eso no está bien, le dijo el entrenador del equipo, Massimiliano Allegri. Fue igual que cuando un papá regaña a su hijo: “esas no son horas”. No, no señor. Ese mismo regaño lo había escuchado en Barcelona. Y no aprende. Ronaldinho tiene 30 años. No es viejo, aunque sí cuenta gran recorrido. La prensa en Italia lo califica hoy en día de “borracho”, como si no tuviera remedio. Ha estado en la suplencia, acentuada, claro, con la llegada de Zlatan Ibrahimovic y Robinho. Eso no es simple. El banco frío que solía visitar sólo al final de los partidos, luego de los aplausos en el campo, ahora lo calienta al inicio. No es la primera vez que Ronaldinho está mal o se va de fiesta. En Barcelona también se tomó algunas cañas y también jugó mal. Pero la generalidad lo recuerda con otros libretos. Con otros titulares de prensa. A pesar de todo, Ronaldinho se ríe. Algunos disimulan sus frenillos, pero él le ha mostrado al mundo sus dientes en recreo. “Dinho” no tiene temor, ni como persona ni como jugador. “Es alegre y lo transmite”, dice Xavi, al igual que muchos otros que lo han conocido. Treinta mil personas vieron su presentación oficial en Barcelona; otros treinta mil lo hicieron en Italia. Pero en Milán están incómodos con su actuar. Ronaldinho “Era muy travieso de niño y todavía sigue siéndolo”, asegura una de sus tías. Tiene razón ella en todo sentido. Parece que su sobrino no ha crecido y está feliz con sólo seguir en la cancha. Uno de sus admiradores no lo ve así. Extraña verlo en la grandeza. En twitter: @javieraborda
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Basta de metas cortas. De ir al torneo a aprender y practicar para las Eliminatorias. No más con ese discurso mediocre. Colombia debe tener un objetivo claro en el certamen. Es muy difícil ganar el título, es más, parece utópico, pero las aspiraciones deben ser altas. Eso no es contraproducente. Lo sería creerse campeones o subestimarse. Pensar que no se pueden lograr cosas grandes. El sorteo fue favorable. Bolivia es el peor equipo del certamen y Japón, si bien es selección mundialista (perdió con Paraguay por penaltis en octavos de final en Sudáfrica), es un equipo al que se le puede vencer. Al menos empatar. Con Argentina sí parece una batalla perdida, más si juega de local. Cuatro o cinco puntos pueden ser, empero, suficientes para ir a segunda ronda. Luego, que pase lo que sea. Hernán Darío Gómez debe presentar un buen equipo en el torneo. No puede quedar eliminado en primera ronda. Tampoco jugar desastrosamente. Para entonces habrá tenido mucho tiempo para entrenar y saber lo que quiere y con quiénes lo quiere. Sabremos si tenemos gente para volver al Mundial. Hace tres años, en la Copa América de Venezuela, Jorge Luis Pinto se clavó un puñal con un papelón. En el debut, fue goleado 5-0 ante Paraguay y después cayó 4-2 con Argentina. Con todo perdido, derrotó en el último partido 1-0 a Estados Unidos. En esa selección estaban Iván Ramiro Córdoba, Mario Yepes, Amaranto Perea, John Viáfara, Macnelly Torres y Hugo Rodallega. Fichas que aún están vigentes, increíblemente en algunos casos. No sabemos en realidad el potencial de la actual selección Colombia. Desconocemos si el once titular presentará a veteranos como Farid Mondragón o si jóvenes como Giovanni Moreno estarán a plenitud. Lo que está claro es que el equipo puede dar mucho más de lo que ha mostrado en los amistosos. Se viene una prueba de verdad y ojalá que la lucha con Paraguay, Chile y Uruguay se iguale. Ahora estamos nivelados con Ecuador, Venezuela y Perú.
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La discusión sobre el deportista del año en Colombia parece acabada. Está finiquitada, sin opción de mayor debate. No es poca cosa. Rentería emergió como un héroe. Cerca del retiro, estuvo lesionado media temporada y terminó siendo el MVP de la Serie Mundial. Todos hablan de él. De su actuación. Familiares, amigos y aparecidos se unen a la fiesta. Lo proclaman como el mejor. Se destaca su historia, sus logros, el título con los Marlins en 1997, aquel inolvidable hit de oro y, obviamente, su reciente jonrón. Los estadígrafos subrayan al tanto todo lo que pueden. Como que el humilde barranquillero se unió a Yogi Berra, Joe Dimagio y Lou Gehrig, de los Yankees, como los únicos que han hecho el batazo del triunfo final en dos ‘clásicos de otoño’. Rentería es puro talento. Ídolo. Figura. Casi, casi, superhombre. Fue él y no Barry Bonds, el emblema de los Gigantes de San Francisco, el que llevó al equipo a las estrellas. Gracias a la insistencia de su hermano Édinson, el ‘niño’ Édgar cambió el fútbol por el béisbol. Botó la bola de trapo y cogió en su lugar un bate. Fue la apuesta indicada, para su fortuna y la de Colombia, que se siente muy orgullosa de su hijo triunfador. Ya lo felicitó el presidente Juan Manuel Santos, se “adelantó” el carnaval de Barranquilla y hay fiesta en las calles. Todo es un bonito relajo. Rentería, que ha participado cinco veces del Juego de las Estrellas, ha exprimido al máximo sus capacidades. Por eso, amasa una fortuna de, aproximadamente, 120 millones de dólares. Por eso, desde 2006, recibe 10 millones por temporada. Eso no se le paga a cualquiera. Mejor: eso no lo vale cualquiera. ¿Es Rentería indefectiblemente el deportista del año en Colombia? Seguramente, sí. Su conquista es más valiosa que el triunfo del ciclista Nairo Quintana en el Tour de l´Avenir (a él también lo felicitó el presidente Santos, porque ahí sí aparecen los mandatarios para apoyar el deporte) y más importante que la medalla de oro del tenista Juan Sebastián Gómez en los Olímpicos de la Juventud. Ganar el anillo de campeón en la Serie Mundial y ser considerado el Jugador Más Valioso tiene connotaciones superiores, aunque lo otro no es menor. La parafernalia pasará, está claro. Colombia acostumbra olvidar a sus mejores hombres. Las distinciones pueden ser pasajeras y muy injustas. Sin embargo, Rentería recibirá este año lo que merece. Su nombre está reteñido en el libro de los mejores deportistas colombianos de toda la historia. Ahí ya están Juan Pablo Montoya, la ‘Chechi’ Baena, ‘Cochise’ Rodríguez, Carlos Valderrama, Faustino Asprilla, 'Lucho' Herrera, 'Pambelé' y Camilo Villegas.
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Qué curioso es que en Argentina se hable tan bien de Giovanni Moreno y que en Colombia se le critique con tanta dureza. Son los países de los extremos. Uno al sur, otro al norte. Uno viviendo de su historia futbolística, otro creyendo que ya la hizo. Moreno es hasta ahora un jugador llamativo. Sólo eso. Mide 190 centímetros y está jorobado. No hace goles de cabeza. Corre inclinado hacia adelante, algo desbarajustado, y a veces parece que se fuera a caer cuando toma impulso o cuando está en plena carrera. Carece del sentido de trabajo en equipo y le sobra en ocasiones el egoísmo. Cuando está en sus días sí es diferente. Su zurda es capaz de realizar grandes remates, de eludir rivales con facilidad. Es ahí cuando deslumbra, se ve como un crack y marca golazos. Pero no es siempre. La prensa argentina alaba en exceso. Pasa así a cada rato. Se inventan novelas donde no las hay y se hacen fanáticos de su mentira. Aman su fútbol, sí, aunque a ratos ciegamente. En Colombia no es que estemos inmunes a las bacterias. Criticamos con facilismo, destruimos y subvaloramos lo que tenemos. Moreno, pretendido supuestamente por Sevilla y el Espanyol (en unos días será un equipo de más alcurnia), “Fue la figura excluyente en el empate 1-1 ante River Plate”. “Moreno volvió a hacer bailar a Racing con una actuación descollante”. “Gio regala talento siempre. Es una joya que llegó como tal y que, de a poco, luego de algunos partidos, recuperó el brillo que más ilumina". “Hasta en un lateral, Giovanni Moreno hizo algo distinto. Hasta en esa acción previa destiló lirismo”. Hay decenas de párrafos más que ensalzan al volante antioqueño. “Nadie ni nada lo amedrenta, lleva el toque en la sangre, el romanticismo en el espíritu. La alegría es su sello”. “El equipo indefectiblemente depende de su genialidad en la elaboración”. “Zurdo, extranjero, habilidoso, excelente ejecutor de tiros libres, creativo y portador de la camiseta 10 de la Academia”. “(…) Mostró el carnet reluciente como portador de un talento que escasea”. “Gio es fútbol”. “Lujoso, lírico, celestial”. “Gio siempre enciende la luz”. “El colombiano levanta emociones y aplausos”. “Un flaquito del que se espera magia”. “¿(…) Realmente se puede contra un jugador que juega a un toque, a dos, capaz de definir dentro del área como si fuese un goleador o dejar mano a mano a Claudio Bieler mientras mira hacia otro lado?”. Sí se puede. Lo han hecho los rivales de Colombia en los recientes amistosos y la propia intermitencia del jugador. Aquí lo importante es dejarse de elogios, reconocer que Moreno tiene mucho talento y que a sus 24 años aún no es nadie de la élite. Que sepa que la apología no es buena guía: es pésima asesora. Moreno lleva apenas tres meses en Avellaneda y ya lo han comparado con ídolos del club, como el uruguayo Rubén Paz. Si se lo cree, no podría perder únicamente un partido; podría frenar un camino ascendente luego de pasar por Envigado y Nacional. Después de Racing, él debe llegar a Europa. Pero todo a su debido tiempo. Algún día, Moreno también tendrá que tomarse confianza en la selección y jugar al 100% de su capacidad. Si es tan buen jugador, lo tiene que demostrar. Mientras tanto, no está mal que siga luciendo su manilla con los colores de Colombia y con la inscripción “Brasil 2014”. Lo necesitamos enfocado en esa meta, así como “el fútbol argentino agradece y aplaude (su juego) entre tanta mediocridad”. En Twitter: @javieraborda
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[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=7Jgkm2pdWgY[/youtube] Sencillamente espectacular. Le dicen el LCD humano y son en realidad impresionantes coreografías. Pueden resultar mucho más emocionantes la explosión de humo colorido y el lanzamiento de papel picado a la salida de los equipos, al menos para mí, pero esto no está nada mal. Mucho mejor que lamentar grescas, cuchillos y apuñalados en los estadios. En Colombia, triste y aburridoramente, acabamos de sufrir otra vez la violencia originada en bandidos que visten camisetas de fútbol, ahora de Nacional y Millonarios (ver video). Qué pena. En Twitter: @javieraborda
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No somos capaces de reconocer la mediocridad o la ineficacia. Es el caso de Junior y de muchos otros equipos, jugadores y técnicos que esconden sus fallas en las ajenas. Diego Umaña a cada rato se queja. Habla, crítica, reclama, acusa y denuncia. Denuesta de los árbitros, cree que hay una persecución en su contra y en la de Junior. Se enfurece, grita, manotea, discute. Quiere hoy que todo cambie. Se pone camisetas alusivas al juego limpio en los entrenamientos y luego pelea, ofende, insulta, provoca. La selección Colombia juega mal. No hace goles. No dispara al arco. No convence. No se entiende. Pero se explica diferente. Es un proceso, dicen. Pero es un proceso en el cual ganar no es importante, por lo que parece. Es un proceso que da el aval a la insuficiencia. Si las cosas van mal para un técnico extranjero es porque no conoce el “ambiente local”. Si un futbolista sale del país, antes de jugar bien, se tiene que adaptar. Si es un equipo que juega de visitante y pierde, la altura o el calor se hacen determinantes. Si le hacen un gol, es desconcentración, error espontáneo o falla arbitral. Si llega plata de narcos a los equipos, la responsabilidad es anterior o ajena. Si hay relaciones de paramilitares en la Federación Colombiana, es una casualidad. No debería ser tan difícil reconocer el acierto contrario. Aceptar los errores que cometemos. Atenerse a los hechos. Asentir faltas, imperfecciones y anomalías. Y, sobre todo, decir la verdad sin conveniencias. En ese caso, hay que aclarar que Junior está mal en el torneo porque sólo ha ganado tres juegos en catorce partidos y eso no es culpa exclusiva de los árbitros. También, que el fútbol de la selección Colombia es penoso. Si no cambia, no iremos al Mundial. Y que si no se ven las cosas como realmente son, difícilmente se podrá hacer un buen diagnóstico para mejorar. En Twitter: @javieraborda
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Los hinchas del Liverpool nunca caminan solos y esta vez, unidos, han ayudado a conseguir el cometido. Después de presionar a los directivos del equipo, no con cuchillos y botellas rotas como solían hacer, embriagados, ven ahora con mucha satisfacción la venta de la institución. La verdad es que estaban hastiados de los dueños. En 2007, los estadounidenses George Gillet y Tom Hicks compraron el Liverpool por 252 millones de euros y en tres años pasaron a deber 272 millones al Royal Bank of Scotland. Lo peor es que después de ganar la ‘Champions’ en la temporada 2004/05 y ser finalistas en 2006/07, deportivamente el Liverpool no logró mayor cosa en los últimos años y ahora está cerca del descenso en la Liga Premier. El inconformismo tenía su asidero y los hinchas se juntaron para protestar. En un extraordinario ejemplo, no decidieron romper botellas o armar grescas en los ‘pubs’, sino acosar a los directivos mediáticamente y ahuyentar a los bancos y financistas que pudieran salvar a Gillet y Hicks. Miles de aficionados se movilizaron entonces bajo la asociación 'Spirit of Shankly', con el fin de echar a los dueños del club. Así sucedió. Hicks sufrió en carne propia todos los obstáculos posibles para su trabajo. Estaba sentado en el Deutsche Bank de Manhattan a las 3:40 de la tarde cuando Wilson, un asesor financiero, lo reconoció y supuso que estaba allí para pedir dinero prestado. Wilson lo fotografió tan pronto como pudo con su Blackberry, le envió luego las imágenes a su esposa y ella las publicó rápidamente en Twitter a manera de aviso. Mientras tanto, en Liverpool, a más de 10 mil kilómetros de distancia, el taxista Alan Kayll, que encabeza el movimiento anti-Hicks, vio las fotos y escribió de ipso facto una carta a los ejecutivos de J.P Morgan y el Deutsche Bank para que no le refinanciaran la deuda al directivo. "Están frente a una vigorosa y bien informada masa de hinchas del Liverpool en todo el mundo", decía un aparte de la misiva que Kayll publicó en Internet junto con las direcciones electrónicas de los principales ejecutivos de Deutsche y J.P. Morgan, según relató The Wall Street Journal. Sólo pasaron unos minutos y ya un alto ejecutivo de J.P. Morgan había recibido decenas de correos de hinchas del Liverpool quejándose. La bola de nieve fue creciendo y en Manhattan un hincha de 18 años llamado Adam Eljarrah subió a un rascacielos frente al Deutsche Bank, en Park Avenue, con un cartel que decía que Hicks y su socio "no son bienvenidos EN NINGUNA PARTE". La cacería digital a los mencionados directivos, con otros airados correos electrónicos, llamadas telefónicas y ‘tweets’, llegó finalmente al puerto deseado. George Gillet y Tom Hicks ya no son dueños del Liverpool. El equipo acaba de ser vendido (aunque la operación aún está pendiente de la aprobación de la Premier League) a la compañía New England Sports Ventures (NESV), propietaria también de los Medias Rojas de Boston. Un hincha del Liverpool nunca caminará sólo (así dice el himno del equipo). Parece muy cierto. Comprar el Liverpool no significa ser su dueño. ¿'Spirit of Shankly'? El nombre de la asociación alude a Bill Shankly, el entrenador con más partidos dirigidos en el Liverpool (783). Un hombre que fue capaz de ascender al equipo cuando estaba en segunda y autor, entre otras cosas, de la siguiente frase: "La ciudad de Liverpool tiene dos grandes equipos: el Liverpool, y los reservas del Liverpool", en clara ofensa al Everton. Miles de personas se unieron a la asociación y se tomaron fotos desde distintos rincones del planeta apoyando la causa. La imagen que acompaña este texto se tomó en las Torres Petronas de Kuala Lumpur. Toda la galería: AQUÍ En Twitter: @javieraborda
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La última vez que Colombia jugó un partido de una Copa del Mundo, el 26 de junio de 1998, Mondragón evitó una goleada ante Inglaterra. El equipo dirigido por Hernán Darío Gómez perdió 2-0 y quedó eliminado en primera ronda. Una pena. Tras el pitazo final de ese partido, dos escenas quedaron para la posteridad. La primera, el intercambio de camisetas entre el crack Carlos Valderrama y el metrosexual Beckham. Y la segunda, el consuelo del portero inglés David Seaman a un Mondragón que lloraba como un niño en la cancha del estadio Felix Bollaert de Lens (ver video al final). Mondragón hoy tiene 39 años, tapa hace tres temporadas en el Colonia de Alemania y acaba de ser convocado increíblemente por el ‘Bolillo’ Gómez para integrar la nómina que preparará los amistosos contra Ecuador y Estados Unidos, el 8 y 12 de octubre. Puede sustentarse que la convocatoria del experimentado arquero servirá para que aconseje y guíe a sus colegas David Ospina y Bréiner Castillo -lo cual no está mal-, pero en realidad lo que demuestra es que la posición en la selección carece de alguien de su talante. Mondragón, un gran profesional, titular en el Mundial del ´98 sobre otros ‘monstruos’ del arco como Óscar Córdoba y Miguel Calero, reconoció que ya no pensaba volver a la selección. Era lo lógico, su último partido con el equipo fue hace cinco años, en la derrota 2-3 ante Panamá. Pero muchas cosas raras tiene nuestro fútbol y Mondragón fue llamado otra vez. “No les podía decir que no a Hernán (Gómez) y Pacho (Maturana)”, apuntó. Él no tiene la culpa de ser convocado después de tanto tiempo. Quiere a la selección y por eso regresa. Le creo cuando lo dice, a diferencia de tantos otros que expresan lo mismo y no lo demuestran en los partidos. Es difícil encontrar nuevamente porteros tan altamente calificados como Mondragón. En el camino de renovación, infortunadamente, se han ido quedando prospectos (Héctor Fabio Landázuri, Luis Martínez, Libis Arenas, etc.) y se ve así a Ospina, bicampeón con Nacional en 2007 con apenas 18 años y ahora en el Niza de Francia, como el guardameta del futuro. “Tiene el plus del roce internacional”, argumentó el propio Mondragón. ¿A qué juega ‘Bolillo’ Gómez? Mondragón tal vez tape en uno de los amistosos, pero no debería entrar en una real competencia por la titular en la Copa América y las Eliminatorias. Eso no sería pensar en el futuro. Gómez ha pedido paciencia porque está armando el equipo con la meta clara de clasificar a Brasil 2014. Hay que preguntarse si en ese proceso no es mejor integrar a nuevos arqueros (jóvenes) y no a los que ya están muy cerca del retiro. Eso a pesar de que Mondragón todavía tiene fuerzas para volar de palo a palo. En twitter: @javieraborda [youtube]http://www.youtube.com/watch?v=ygZ4fPHmQPQ&feature=related[/youtube]]
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Los más pesimistas y optimistas ya se están imaginando a los azules en la segunda división del fútbol colombiano. Un hecho que a priori se ve como negativo, podría, sin embargo, traer sus beneficios. Uno de ellos sería que la Primera B tendría mayor cobertura por parte de los medios de comunicación. Ese torneo de por sí empobrecido se aprovecharía de la ocasión para vender otro clásico capitalino, el de Millonarios contra Academia. Los videos de los derbis ante Santa Fe serían desde entonces sólo recuerdos de museo. Y tendrían su valor, incluso mayor del que cuentan ahora. Con Millonarios se subiría de inmediato el nivel de la segunda división, incluso el de la Copa Colombia. Si al equipo de primera llegaron arqueros como Juan Obelar o delanteros tipo Hernán Boyero –sólo por nombrar las últimas perlas que han aparecido en el equipo-, en la B no habría pena al contratar otras figuras de Honduras o Bolivia. Los directivos irían más allá y traerían estrellas de Puerto Rico, Surinam o cualquier otro país fértil en grandes jugadores y con torneos altamente competitivos. La caída de Millonarios abriría de igual forma una puerta inmensa para Santa Fe y La Equidad, los cuales sumarían más y más hinchas a su favor, contando, claro, con un Millonarios menos visible para las nuevas generaciones. El Campín se llenaría entonces en cada fecha con 40 mil camisetas rojas santafereñas y el estadio de Techo no daría abasto para recibir a tantos jóvenes enamorados de La Equidad y su proyecto futbolístico. De paso, Millonarios podría construir de una vez un estadio propio (o adueñarse del Olaya) para no seguir compartiendo casa con su acérrimo rival. ¿Y qué decir de los ‘Comandos azules’? Pues conocerían otras ciudades de Colombia. Se culturizarían un poquito más yendo en bus a Sincelejo o, por ejemplo, Buenaventura. Ellos le darían mucha vida a la B. Alegrarían con sus cánticos otros escenarios deportivos del país y reforzarían ante la opinión pública su amor incondicional a Millonarios. Así el equipo no haya ganado nada en décadas y viviera en la segunda categoría, ellos seguirían a su lado, inmodificables. Por demás, los hinchas de ‘Millos’, aquellos que nacieron en las más recónditas entrañas capitalinas, le echarían la culpa del descenso a los paisas. Dirían que no fueron los presidentes Juan Carlos López, Guillermo Santos, Santiago Rendón, Jorge Franco, José María León -¡ni siquiera Luis Augusto García!- quienes ayudaron con sus decisiones al lastre de Millonarios. No, no señor. Fue José Roberto Arango, quien como buen antioqueño se rebuscó la plata (24 mil millones de pesos), pero la terminó embarrando al traer a su compadre Javier Álvarez a las divisiones menores, para hacerle cajón al capacitado Richard Páez. El equipo –justificarían- acabó ahí, con esa rosca y esa división. Esto final es importante. El descenso también sería saludable para cientos de oyentes que están cansados de escuchar a los dinosaurios del periodismo deportivo hablando siempre mal del equipo. Los periodistas ya no se explayarían en diatribas porque Millonarios, créase, empezaría en la B el camino de otros grandes conjuntos del mundo que han descendido y han sabido resucitar. ¡Millonarios estaría al nivel de la Juventus, Chelsea y hasta del Manchester United! Twiter: @javieraborda