
En el extremo norte del planeta, una ciudad europea impone una curiosa ley entre sus habitantes: está prohibido morir. Ubicado en Noruega, específicamente en el archipiélago de Svalbard, al norte del Círculo Polar Ártico, este es un pequeño asentamiento conocido como Longyearbyen, la ciudad más septentrional del mundo, donde el Sol no se oculta durante varios meses del verano y el invierno es más bien prolongado.
Según lo explicado por el Huffington Post, este lugar decidió hace muchos años rechazar la muerte dentro de sus fronteras. En Longyearbyen no se permiten entierros ni hay un cementerio activo, pues en caso de que una persona se encuentre en estado terminal o padezca de una enfermedad grave, deberá ser evacuada al territorio continental noruego. Esta ciudad tiene apenas unos 2.300 habitantes y queda a más de 1.300 kilómetros del Polo Norte.
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Y si alguien fallece de forma repentina, como consecuencia de un accidente o causas naturales, su cuerpo es trasladado a otra ciudad para recibir sepultura o ser cremado.
La historia de esta prohibición en Longyearbyen
En Longyearbyen no permiten a la gente morir por una insólita razón: las condiciones del suelo. Este lugar está construido sobre permafrost, una capa de terreno que permanece congelada de forma permanente e impide que los cuerpos enterrados allí se descompongan naturalmente. Con el paso del tiempo, habitantes descubrieron que los cadáveres se conservaban casi intactos, lo que representaba en su momento un gran riesgo sanitario.
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En 1918, durante la pandemia de gripe española, algunas víctimas fueron sepultadas en el cementerio local. Décadas más tarde, investigadores que realizaron estudios sobre esos restos encontraron rastros del virus todavía presentes, lo que generó preocupación entre las autoridades, quienes decidieron cerrar el camposanto de forma definitiva. Fue así como, en 1950, se formalizó una normativa que impide los entierros en esta localidad. Aunque no existe una ley penal que castigue la muerte como tal, la obligación de abandonar el lugar antes de morir se convirtió en una política de salud pública.

¿Qué pasa si alguien se muere en esta ciudad?
Los residentes que enfrentan enfermedades terminales son trasladados a hospitales del continente para recibir atención y evitar fallecer en Longyearbyen. Cuando la muerte ocurre de manera repentina, los procedimientos funerarios se gestionan fuera del archipiélago y el cuerpo es llevado a Noruega continental para su disposición final. En la práctica, esto significa que Longyearbyen no tiene funerarias ni se realizan ceremonias fúnebres en la localidad.
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La política de mantener a Longyearbyen libre de eventos biológicos como la muerte también se extiende, en cierta medida, a los nacimientos. Aunque no existe una prohibición legal explícita, las mujeres embarazadas deben viajar a la Noruega continental semanas antes de su fecha probable de parto. En la isla no hay hospitales con maternidades ni infraestructura adecuada para emergencias obstétricas. De este modo, la comunidad también evita que se produzcan nacimientos en un entorno que no puede garantizar condiciones seguras para la madre y el bebé.
¿Se puede vivir allí?
La población en Longyearbyen ronda los 2.300 habitantes y está compuesta por noruegos y residentes internacionales. La economía se basa principalmente en el turismo, la minería y la investigación científica. También hay escuelas, supermercados, cafeterías y acceso limitado a servicios de salud primaria.
En términos legales nadie puede impedir la muerte como un hecho natural, la norma de Longyearbyen es más bien un conjunto de medidas logísticas, médicas y sociales para evitar que los cuerpos permanezcan en el territorio y no se descompongan. Por lo que esta práctica realmente no es penalizada económicamente.
Además, hay otras restricciones curiosas: por ejemplo, está prohibido tener gatos domésticos, para proteger a las especies de aves locales que anidan en la región. Sin embargo, quienes deseen quedarse por tiempo indefinido deben tener en cuenta las reglas no escritas de la isla: no hay cementerios activos, no se permite tener gatos (para proteger la fauna local) y tampoco se puede residir en situación de dependencia absoluta, ya que el sistema no está diseñado para cuidar a personas con enfermedades graves o necesidades médicas complejas.
¿Vale la pena visitarlo?
Muchos turistas se sienten atraídos por Longyearbyen precisamente por estas particularidades dentro de su cultura. No es un destino masivo, pero ofrece experiencias que no se encuentran en otros lugares del mundo: avistamiento de auroras boreales, safaris árticos, recorridos por glaciares y museos que narran la historia de la exploración polar. Pero el visitante debe tener en cuenta algunas condiciones como el frío extremo, pues las temperaturas oscilan entre los -20 °C y los -40 °C durante el invierno.
Para llegar se necesita un vuelo desde Oslo o Tromsø y la ropa térmica es obligatoria, al igual que la planificación logística, especialmente en invierno.
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VALENTINA GÓMEZ GÓMEZ
NOTICIAS CARACOL
vgomezgo@caracoltv.com.co