
Sebastián Torres trabajaba en una oficina donde los cohetes eran parte del paisaje. En SpaceX, la empresa de Elon Musk que ha transformado la carrera espacial moderna, Sebastián ayudó a construir el sueño más ambicioso de su jefe: llevar a la humanidad a Marte. Pero ese mismo sueño, al que dedicó su juventud, casi le cuesta la vida.
Caleño, ingeniero industrial y apasionado por el tenis desde niño, Sebastián nunca imaginó que terminaría dirigiendo uno de los proyectos más exigentes de la era moderna: el motor Raptor, uno de los más poderosos jamás construidos. Su llegada a SpaceX no fue casualidad, pero sí fue un giro inesperado.
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Antes de eso, había trabajado en la industria farmacéutica en EE. UU., después de graduarse en la prestigiosa universidad Cal Poly, a la que llegó becado por su talento con la raqueta. “Crecí en Cali, hasta los 17 años, mi familia no era abundante económicamente y tuve que elegir: o tenis o universidad. Me fui becado por el tenis a Estados Unidos, y allá desarrollé mi carrera como ingeniero”, recordó.
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Durante cinco años ascendió como ejecutivo en la industria farmacéutica, hasta que el estrés laboral le quebró el cuerpo y el alma. “Tuve un ‘breakdown’ total. Sudaba frío, ataques de pánico, entré en una depresión seria. Me llevaron al psicólogo y me dijo: ‘cuando sientas ansiedad tómate estas pastillas, cuando quieras dormir tómate esta otra y cuando te sientas triste tómate estas cada tres horas’. Entonces de repente tenía 3 o 4 pastillas, pero a los dos o tres días empecé a tener pensamientos suicidas, todo lo que hacía yo pensaba cómo me podía suicidar”.
Fue entonces cuando lo llamó SpaceX. “Estaban buscando a alguien con mi perfil. Cuando llegué, éramos solo 900 personas. Cuando me fui, eran más de 10 mil”.
¿Cómo es trabajar con Elon Musk?
El trabajo era vertiginoso. Su primer rol fue coordinar con proveedores en distintos puntos del país, afinando detalles técnicos y logísticos. Dos meses después, conoció personalmente a Elon Musk, a quien describe como un hombre obsesivo, hiperlúcido y hermético. “Elon es un genio, el que más sabe de cohetes en la empresa. Cuando nadie tenía una solución, vas donde él. Siempre tenía una respuesta o te mostraba algo que no habías visto”.

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Pero también era un jefe impredecible. “A mí lo que me interesaba de Elon al principio es que él no dormía tanto, él se montaba en su carro en un Tesla, tenía el 'self driving', estaba experimentando con eso, se montaba ahí y se quedaba profundo. Uno llegaba, veía el carro parqueado frente al edificio con un guardaespaldas y el guardaespaldas decía: 'shh, está el jefe durmiendo'”.
Trabajar para Musk implicaba aceptar una cultura de presión constante. “Él estaba ahí todos los días. Si ibas un domingo a las 5 a.m., te lo encontrabas. Ese era su bebé" y agregó que el polémico empresario generaba frustración entre sus empleados. "La gente se frustra mucho con él porque él tiene una mano muy dura, él usa mucho el miedo como liderazgo, él a veces echa a la gente en frente de todo el mundo”.
Aunque no era astrofísico ni ingeniero aeroespacial, Sebastián trabajaba entre cohetes, plataformas de lanzamiento y prototipos interplanetarios. Estuvo presente cuando SpaceX logró por primera vez aterrizar un cohete tras una misión y también en el famoso lanzamiento del Tesla Roadster que hoy flota en el espacio con un maniquí a bordo. Fue parte del equipo que empujó los límites de lo posible, hasta que su salud le dijo basta.
La renuncia y el cambio radical de vida
Las jornadas de 14 o 16 horas eran la norma y el descanso era un lujo. Las fiestas, apenas un rumor porque para ellos en Navidad o Año Nuevo el ritmo no bajaba. Y Sebastián, con su experiencia anterior, tenía miedo de volver a caer al 'burn out'. Luego de siete años, Sebastián presentó su renuncia. “Me dijeron: gracias por tu aviso de 30 días, pero por tu contrato decidimos que te vayas hoy mismo”.
Han pasado tres años desde que dejó SpaceX. Hoy vive en una finca en las montañas de Pereira, cerca de un parque nacional y al borde de un río. Medita cada mañana. Camina. Ya no tiene que revisar correos a las 3 a. m., ni calcular riesgos de lanzamiento. “Extraño la intensidad, irónicamente", confesó, pero sabe que no regresaría a esa vida.
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Musk, su antiguo jefe, es hoy el hombre más rico del mundo. SpaceX vale más de 400 mil millones de dólares y sigue marcando hitos en la historia espacial. Pero Sebastián eligió otra órbita, una donde el oxígeno no escasea, el tiempo fluye sin ansiedad y la mente ya no se desborda.