Por la república exyugoslava cruza la nueva ruta que siguen con el deseo de llegar a Alemania o Suecia, en su mayoría.
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Estrechas sendas polvorientas entre campos de maíz separan a Serbia y Croacia, cerca del paso fronterizo de Sid/Tovarnik.
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En grupos, callados y cansados, pero algunos con sonrisas de esperanza, los refugiados de Oriente Medio esperan poder acercarse por aquí un poco más hacia una nueva vida mejor en Europa occidental.
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La mayoría son hombres jóvenes, pero también hay mujeres, niños, gente de todas las edades, incluso algún anciano, hombres que andan con muletas tras sufrir heridas en las guerras en sus países.
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Por Croacia pasa ahora la nueva ruta que siguen con el deseo de llegar a Alemania o Suecia, en su mayoría.
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Más de 21.000 refugiados de Oriente Medio han entrado desde Serbia en Croacia en apenas tres días.
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Sid, del lado serbio, y Tovarnik del lado croata. Es la zona más "caliente" del momento en la llamada "ruta de los Balcanes".
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A pesar de que la frontera está oficialmente cerrada, los policías croatas no detienen a los refugiados cuando pasan por imaginaria línea verde entre Serbia y Croacia.
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De hecho, los dirigen hacia a Tovarnik, a pocos kilómetros de ahí, desde donde son llevados de forma organizada a centros de acogida o directamente a la frontera con Hungría.
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La ruta, que va desde Turquía, a través de Grecia, Macedonia y Serbia, se ha desviado después de que Hungría cerrara con una robusta valla alambrada y leyes draconianas contra los inmigrantes su frontera sur con Serbia.
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Por allí, pasaron en lo que va de año más de 150.000 refugiados, todos con el objetivo de llegar a Austria y luego Alemania.
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"Soy de Siria. Me gustaría ir a Alemania para completar ahí mis estudios de ingeniero de comunicaciones", cuenta a Efe Faht en una de esas sendas escondidas entre campos de maíz por las que pasan de Serbia a Croacia en la vasta llanura de Sre
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"Quiero estabilidad en mi vida. No puedo vivir en Siria, la situación no es nada buena allí. Mi familia se ha quedado, pero yo quiero traerlos a Alemania", asegura el joven de 24 años.
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"Ahora tengo que pasar por Croacia, Eslovenia y Austria, antes de llegar a Alemania. Aún me espera un largo viaje", reconoce
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Cuenta que está "muy, muy cansado", pues no ha dormido en tres días. Tiene prisa, quiere seguir cuanto antes su camino.
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"Mis ojos son como de una película de dibujos animados de Tom y Jerry", dice con una sonrisa.
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Sus amigos que viajan juntos también están agotados, pero abrigan la esperanza de que un día, pronto, vivirán mejor.
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Otro refugiado sirio, Mohammed, salió del Líbano junto a su hija, de diez años.
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Pasó la misma ruta que los demás, primero en barco, y luego como pudo. Vivió un momento horrible al inicio del camino cuando perdió a su hija, a la que encontró por fin en una isla griega.
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"No sé adónde iré ahora, ya veré. Me gusta Suecia, tengo amigos en Suecia", asegura.
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Faht y Mohammed son pocos entre los refugiados que quieren hablar con la prensa. Los demás muestran con la mano que no quieren hablar, piden que no se les filmen las caras y siguen a ritmo apresurado.
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Los refugiados entran en Serbia por la frontera sur, cerca de la localidad de Presevo, donde son registrados.
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De ahí, pasan en autobuses en su mayoría, y quienes pueden en taxis, 560 kilómetros hasta llegar a Sid, localidad del noroeste serbio cerca de la frontera con Croacia.
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Los autobuses los dejan a unos tres kilómetros de Sid, más cerca de la frontera. De allí, tienen que ir a pie un kilómetro y medio por las sendas locales para pasar la frontera por vías alternativas.
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No van por el puesto oficial, que se encuentra a menos de un kilómetro de distancia.
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A lo largo de las sendas, voluntarios de organizaciones humanitarias les ayudan proporcionándoles agua y comida enlatada, algo a lo que también se suma la población local.
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Uno de esos voluntario, Zoran Cecic, que en las guerras de hace dos décadas en la antigua Yugoslavia también fue refugiado, ha comprado hoy 500 panecillos para repartir entre los refugiados.
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Además, ha logrado recaudar entre sus amigos unos 500 euros para comprar agua y todo lo que sea necesario para ayudar a la gente que llega sin parar.
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"Yo sé lo que es ser refugiado, y por eso quiero hacer algo, ayudar", asegura Zoran, mientras le entrega una botella de agua a una familia siria.