Hace más de 30 años, una escena macabra estremeció a los habitantes de Barranquilla. En el interior de una universidad en la capital del departamento del Atlántico fueron hallados los cuerpos sin vida de 50 habitantes de calle. Todos fueron brutalmente golpeados y asesinados. Sus órganos eran vendidos en un espeluznante negocio para las clases de Medicina. Los Informantes reveló los detalles detrás de esta tragedia.>>>Papá Jaime, el héroe que ha rescatado a más de 80 mil niños de las alcantarillas de Bogotá“Los tipos mataban a los habitantes de calle con disparos, porque luego los vecinos testificaron que con frecuencia oían disparos, pero la muerte inicial era con un golpe con un palo. Era un mercado de la muerte”, reveló Humberto Mendieta, periodista barranquillero.Este hecho sigue estando presente en la memoria de los barranquilleros, quienes, con dolor, intentan asimilar que un acto tan atroz sucedió dentro de una universidad, donde fueron encontrados cadáveres y restos humanos.>>>Colombiano se llama igual que narco peruano y ha sido encarcelado tres veces por errorOcurrió en pleno Carnaval de BarranquillaEl día de los hechos, en una mañana de carnaval, Omar Hernández, un habitante de calle, testificó ante una estación de Policía que logró sobrevivir a tal masacre. Su relato era tan contundente, que las autoridades no duraron en acudir a las instalaciones para revisar lo que estaba ocurriendo.“Se trató de la muerte de personas que estaban en unas condiciones precarias de la sociedad...Empiezan a hacer un conteo de cadáveres y todos habitaban en las calles, por algunas características y porque, además, sus compañeros o amigos de oficio los reconocieron”, mencionó el periodista.>>>Las dos familias colombianas que quedaron rotas tras masacre del 7 de octubre en IsraelEn ese entonces, Medicina Legal y las autoridades identificaron a cada una de las víctimas, pese a que algunas estaban en avanzado estado de descomposición e irreconocibles. Por ello, realizaron la reconstrucción de sus rostros, para que fueran reconocidos y reclamados por sus familiares.“Se habían inventado un negocio macabro que era asesinar a estas personas que tenían algún desarraigo. Era como una población que no echaba de menos a alguien...Lo que se sabe es que los mataban con el objetivo de vender sus cuerpos ahí mismo...Los estudiantes no sabían de la procedencia y probablemente los profesores tampoco”, afirmó Mendieta.>>>El sueño hippie que terminó por el conflicto: historia de comunidad Atlantis en Colombia¿Quiénes fueron los responsables?De acuerdo con la investigación, la responsabilidad de los hechos recayó en los guardias de seguridad de la universidad, algunos de los cuales confesaron su participación. En el proceso quedó demostrado que ni estudiantes ni maestros, ni directivas tuvieron que ver con este delito.Miguel Bolívar Acuña, abogado penalista, fue el defensor de Eugenio Castro Ariza, quien era gerente administrativo de la universidad y fue señalado por haber firmado los cheques que habrían pagado por los cadáveres. “Logramos demostrar que los cheques que se giraban eran para problemas de la universidad. Él -Miguel Bolívar- giraba los cheques a la Facultad de Medicina...A los habitantes de calle les decían que les iban a pagar para que entraran a recoger la basura”, contó el penalista.La Fiscalía determinó que los celadores de la universidad sí fueron responsables de los hechos. Algunos de ellos fueron condenados, mientras que otros fueron absueltos. Pese a las condenas, muchas de las víctimas no fueron reclamadas por sus familiares.Reviva la historia de Los Informantes aquí:
Una noche de tragos y celebración casi acaba con la carrera del actor André Bautista. En el 2015, el colombiano festejaba que estaba triunfando en Hollywood. Se había ganado un Premio Emmy como mejor productor de una serie y soñaba con los Premios Óscar, pero terminó agrediendo a su mejor amigo, que era también su asistente y coprotagonista en una película en la que actuaron juntos. Su vida se convirtió en una pesadilla. Los Informantes habló con él en el 2023, cuando salió de la cárcel.“Yo me acuerdo de que yo levanté la cabeza y lo vi a él sangrando, ahí empecé yo a llorar, él empezó a decir ‘ayuda’. Yo, obviamente, primero no le quería causar ningún daño, éramos amigos, una pelea que se salió completamente de contexto”, aseguró Bautista.Para el momento de la entrevista, André Bautista acababa de salir de la cárcel tras cumplir una condena de prisión en los Estados Unidos por intentar matar a su mejor amigo, Clayton Haymes.>>> Clara Estrada transformó su enfermedad en una oportunidad sanadora: “Soy más que el dolor”¿Quién es el actor André Bautista?Nació en Bucaramanga, estudió derecho, pero se dio cuenta que lo suyo eran las artes y la actuación. “Mi pasión por la actuación empezó cuando yo tenía 20 años”, recordó.Participó en novelas y series nacionales con papeles secundarios, pero ese papel que lo hiciera figurar nunca llegó, así que decidió irse del país. Se estableció en Los Ángeles.Estudió y trabajó hasta que se hizo residente en los Estados Unidos. Se dedicó a arrendar cuartos en una casa grande a estudiantes de cine y televisión que, como él, estaban tras ese sueño. De su experiencia como arrendador y todos los problemas que vivió escribió un guion que después fue película y más adelante una tragedia de la vida real.“Terminó siendo un drama, pero un drama que no era el apropiado”, señaló sobre la cinta se llamó ‘El Landlord’, una historia de ficción de un arrendador que mataba uno a uno a los inquilinos que no pagaban la renta.>>> Caso Luz Mery Tristán: Fiscalía pedirá máxima condena para su expareja, Andrés RicciUna noche de malos tragos que acabó con el sueño de HollywoodAndré Bautista y su mejor amigo Clayton eran los protagonistas de la cinta, lejos de saber que esas escenas se iban a volver realidad por una pelea en medio de la euforia y los tragos de una noche.Luego de una celebración por una audición de André, empezaron a tomar más de la cuenta. Él ya se había ganado un Premio Emmy como productor de una telenovela y soñaba con un Óscar y fue ese comentario, decir que no se quería ganar uno sino cinco galardones de la Academia, el que desencadenó la pelea.“Clayton se fue y trajo el Emmy... él lo tiró a la mesa y el Emmy casi se cae, ahí es cuando yo me empiezo a poner molesto”, recordó Bautista sobre cómo inició la agresión.Asustado y pensando que había matado a su mejor amigo, André subió a su carro y escapó sin rumbo hasta llegar a México. Dos días después Clayton ya había salido del hospital. Con la firme intención de demostrar su inocencia, Bautista regresó a los Estados Unidos, se entregó al FBI y comenzó su juicio que resultó ser otra historia de drama.Fue condenado a 13 años de prisión por intento de asesinato en segundo grado, pero pagó seis años y medio por buena conducta. El 3 de marzo de 2022, finalmente quedó en libertad. En la cárcel escribió varios guiones para cine y televisión.Reviva la historia completa de Los Informantes aquí:
El extinto hospital San Salvador, en Chiquinquirá, Boyacá, fue el epicentro de dos de dos sucesos increíbles, pero dolorosos: el envenenamiento colectivo que acabó con la vida de casi 100 niños que consumieron pan contaminado con un herbicida una mañana de noviembre de 1967. Dos décadas más tarde, este mismo hospital fue el escenario de otro hecho sorprendente: el intercambio involuntario de bebés que marcó la vida de dos familias para siempre.>>> Niño colombiano fue enviado a EE. UU. para un tratamiento, pero no regresóEnvenenamiento de casi 100 niños en ChiquinquiráEn noviembre de 1967 ocurrió un triste episodio que pocos recuerdan: la peor tragedia por intoxicación en Colombia. Se estima que 500 personas resultaron envenenadas al consumir pan en Chiquinquirá, Boyacá. Cerca de 86 niños y varios adultos, fallecieron. Los Informantes rememoró esta historia en el 2021.Esa mañana todo era caos en el municipio y nadie entendía qué estaba pasando. Decenas de niños caían al suelo y manifestaban tener un dolor insoportable, mientras sus padres, sin entender lo que pasaba, corrían con ellos al hospital San Salvador.>>> Soldado colombiano rescató a un niño de guerra en Corea y lo trajo en secreto al paísAl principio se creía que el agua estaba contaminada, pero las autoridades investigaron y descubrieron que todos los envenenados habían comprado pan en la panadería Nutibara.Asimismo, se determinó que en la panadería prepararon el pan que todos consumieron con bulto de harina que, sin saberlo, estaba impregnado de Folidol, un herbicida potente usado para evitar que las plagas acaben con los cultivos de papa.El bulto se contaminó cuando fue transportado en un camión desde Bogotá a Chiquinquirá, junto al poderoso herbicida con el que solo basta una tapita diluida en agua para fumigar extensiones completas.Reviva la historia completa de Los Informantes aquí:Doloroso intercambio de bebés al nacerEn un país acostumbrado a los sucesos increíbles, otro hecho asombroso ocurrió en el mismo hospital San Salvador, de Chiquinquirá, pero 24 años después: un error cambió para siempre la vida de dos familias. En 1991, Sonia Cortés dio a luz a su hija en dicha clínica, fruto de la relación que sostenía con el taxista José Ignacio Hernández, pero con el pasar de los años no solo se deterioró la relación entre ambos, sino que él tenía dudas sobre su paternidad, ya que no notaba un parecido físico con su hija. En 2015, Séptimo Día conoció esta historia.Tras una demanda por inasistencia alimentaria que Sonia radicó, un juez ordenó que los tres se realizaran una prueba de ADN. Los resultados arrojaron que ni Sonia ni José Ignacio eran los padres de Yuli Nathaly.La única explicación que encontró era que en el hospital donde dio a luz intercambió a la bebé al nacer, pero el centro médico había sido liquidado, lo que complicaba todo.Sonia Cortés encontró que otras madres también tuvieron a sus bebés ese día en el mismo centro médico. Con técnicas poco convencionales, por fin localizó a su hija biológica.La justicia declaró que en el hospital San Salvador se cometió un error y se acordó una reparación para las víctimas, que la Gobernación de Boyacá debió asumir.En el 2003, esta institución cerró sus puertas y fue liquidado. Era uno de los hospitales más importantes del departamento.Reviva el capítulo completo de Séptimo Día acá:
La periodista Clara Estrada tuvo la capacidad de transformar el dolor y un severo cáncer en una oportunidad para fortalecer su amor propio. Esta situación de salud la llevó a encontrar un propósito diferente: vio en su enfermedad una razón para crecer, vivir cada instante a plenitud y, de paso, inspirar a otros. En 2022, Los Informantes conoció su inspiradora historia de vida.>>>Freddy Marimón, el surfista que nació sin piernas y se convirtió en campeón mundial“Me duele estar sentada, parada, acostada, caminar. Hoy vivo con dolor, pero si yo dejo que el dolor me gobierne, yo sería la mujer más amargada del mundo. Toca entender que una parte de mi cuerpo está con mucho dolor, pero no me puede gobernar”, comentó Clara Estrada, quien enfrentó dos diagnósticos graves en poco tiempo.El primero de ellos fue un cáncer en la pelvis y, posteriormente, lupus, una enfermedad autoinmunitaria que afecta la piel, el cerebro, los pulmones, el corazón y otros órganos vitales. Pese a todo, ha enfrentado sus problemas de salud con valentía y la mejor disposición, ya que aprender a vivir con un dolor intenso no es nada fácil.>>>Carlos Sarria y su lucha contra el trastorno obsesivo-compulsivo: “Un demonio adentro”“Yo procuro ver el vaso medio lleno al medio vacío, pero es verdad, porque con esta enfermedad yo dije ‘o esto me hunde, me acaba, me destroza y me muero, porque la actitud no lo alivia a uno’...Pero yo confío en la experiencia médica. Aprendí a que me ayuden, pero también a ayudarme”, mencionó."Aprendí a que, como esto es lo que hay y como yo no voy a echarme a morir porque ‘ay, hace unos años me dio un cáncer, acabó conmigo, me dejó con mitad de cadera, entonces ya no puedo hacer nada’, no. Yo digo: vino un cáncer, me agarró un gran pedazo, pero no acabó conmigo, porque yo no soy la cadera, yo tengo que seguir, pero gozándome esto”, es su reflexión.Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el dolor crónico es y debe tratarse como una enfermedad. “Un día dije ‘llevo dos años, todas las noches de mi vida, tomando un medicamento’ y, con tanta noticia sobre la adición a estos medicamentos, dije ‘mañana no me la tomo’”, contó a Los Informantes.>>>'Poderosas’ revoluciona la educación sexual en Barú para enfrentar el embarazo adolescenteClara Estrada es madre y una destacada profesional. Estudió Periodismo en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín y ha participado en varios proyectos periodísticos. Siempre transmite optimismo, a pesar de padecer un dolor que parece haberse convertido en una segunda piel.“Empieza el dolor y digo ‘esto está tremendo’, pero yo soy más que el dolor, o sea, está en una parte de mi cuerpo, pero el resto de mi cuerpo, mi alma y mi cabeza están bien. Hago consciente el resto de mi cuerpo que no me está doliendo”, afirmó.>>>Milagros, la bebé que nació en un andén de Cúcuta y terminó viviendo bajo un puenteConvirtió el dolorSu capacidad para enfrentar la adversidad con una actitud positiva la ha convertido en una fuente de inspiración para sí misma y, por qué no, para muchos que padecen enfermedades similares.Aunque ya no hay rastros del cáncer que le afectó la cadera, los médicos le diagnosticaron lupus. Sin embargo, ella ha tenido la disciplina y la inteligencia emocional para convertir la enfermedad en energía sanadora.>>>Luis Ospina, el director que convirtió su batalla contra el cáncer en arte cinematográficoSegún la Asociación Colombiana para el Estudio del Dolor en América Latina, alrededor de 190 millones de personas viven con dolor crónico, un dolor que perdura más de tres meses y que, desde entonces, deja de ser un síntoma para convertirse en una enfermedad.Además de los medicamentos y la ayuda psicológica, Clara Estrada tiene claro que la actitud positiva es su mejor remedio para cualquier enfermedad. “Cuando uno empieza a pegarse de lo que le falta, de lo que ya no está, se martiriza. Y que jartera vivir uno toda su vida pensando ‘Ay, es que el dolor me mata’”, concluyó.La periodista ha escrito dos libros basados en su experiencia y en el poder sanador que ha encontrado a través de sus dolencias. Ha hecho las paces consigo misma, y aunque el dolor es inevitable, su sufrimiento es opcional. Por ello, ha escogido vivir plenamente y con optimismo.Reviva la historia de Los Informantes aquí:
En los primeros años del siglo XX, la Amazonía colombiana fue testigo de una de las tragedias más atroces de nuestra historia: el genocidio del caucho. José Eustasio Rivera, autor de 'La Vorágine', se aventuró en este infierno para documentar la brutal explotación y exterminio de los pueblos indígenas. Cien años después, Los Informantes regresa a La Chorrera, epicentro de esta barbarie, para relatar cómo la fiebre del caucho devastó vidas y culturas en la región.El genocidio, es la categoría más abominable del crimen en el mundo entero, es el exterminio sistemático de un grupo humano y eso nada menos fue lo que ocurrió en la Amazonía colombiana entre 1900 y 1930, tal como lo señala, el ministro de Cultura Juan David Correa: “El número es tan grandilocuente, tan tremendo, que lo que resulta extraño es que como país no hayamos entendido ese genocidio, ese etnocidio, aquí desaparecieron pueblos indígenas, se acabaron”.>>> Cien años de La Vorágine: ¿cómo viven las comunidades de La Chorrera en la actualidad?En el Amazonas profundo se vivió la fiebre del oro blanco, la extracción el desaforada del caucho natural para atender la demanda de la naciente industria automotriz en Estados Unidos e Inglaterra. Los carros empezaron a producir en serie y sus llantas se hacían con goma extraída del árbol de caucho. Así surgieron las caucherías en Putumayo, Caquetá y la Amazonia donde abundaba el llamado árbol que llora y con ellos vino el genocidio indígena.El lugar más emblemático que rememora esa barbarie es La Chorrera, a donde fueron Los Informantes juntos con el ministro de Cultura Juan David Correa, donde viven los pueblos indígenas Uitoto, Ocaina, Bora y Muinane o al menos las familias sobrevivientes de dichos clanes."Muchas de estas comunidades asistieron al fin del mundo, vieron desaparecer todo lo que conocían, muchos fueron desplazados al Perú, llevados a la fuerza, separados de sus propias familias, incineraron cuerpos, fueron sometidos, enterrados de una manera brutal como lo que hemos visto en Auschwitz o como lo que vimos también en las masacres paramilitares de los años 90 en el Norte de Santander”: señala Correa.Una casona, ahora llamada Casa del Conocimiento y transformada en una escuela que está por caerse fue el campamento central donde funcionó la Casa Arana, la empresa peruana que esclavizó a múltiples comunidades indígenas hasta casi exterminarlas, pero no fue la única responsable de la barbarie.>>> La Vorágine: las dos caras de Julio César Arana, el hombre que sembró de muerte el Amazonas"El Holocausto ocurrió, no porque los Arana fueran malvados, los primeros caucheros tenebrosos fueron colombianos, de hecho, Arana cuando recorre vendiendo sombreros en esa zona lo que se da cuenta es que aquí hay un tipo, Larrañaga, que tiene sometidos a los indígenas y los tiene produciendo caucho apunta el látigo y de fusil y dice ahí hay un gran negocio. Arana se alía con la Larrañaga”: afirma el historiador Juan Carlos Flórez.Miles de indígenas mal contados, 50.000, fueron sometidos, sus hijos y mujeres eran secuestrados y se les ejecutaba si los hombres no cumplían con entregas diarias de caucho.Los patronos de las caucherías les prohibieron a los nativos hablar en sus lenguas, los endeudaron de por vida, les impusieron trabajo forzado y los masacraban para aleccionar a los que iban quedando.“Lo vergonzoso es que nosotros los colombianos ignoremos eso, que en los textos escolares en Colombia eso no aparezca como tal. Lo vergonzoso es que, en La Chorrera, que fue el Auschwitz en el Amazonas no exista un memorial equiparable al que muchos colombianos visitan cuando viajan a Europa”, enfatizó el historiador Flórez.>>> El segundo libro más importante de la literatura colombiana cumple 100 añosLos procedimientos para aniquilar a los indígenas fueron tan variados como bárbaros: los ahogaban, los quemaban vivos, los molían a golpes, los desmembraban o simplemente los hacían morir de hambre.Por si fuera poco, el genocidio, hubo un estado de indiferencia general, pero hubo una voz que se levantó: el escritor José Eustasio Rivera, autor de ‘La Vorágine’. Además de ser ministro, Juan David Correa es un lector implacable, por ello, es una de las personas que mejor conoce este libro fascinante y obra cumbre de Rivera.‘La Vorágine’ mezcla la ficción con la barbarie documentada y por estos días se está cumpliendo 100 años. Un siglo de la aparición de esta novela incómoda y hasta antes de Gabriel García Márquez, la que mandaba la parada en materia literaria. José Eustasio Rivera se internó en lo profundo de la Amazonía, conoció la barbarie de las caucherías de primera mano y no guardó silencio.Este libro denunció y grabó en el acervo cultural la esclavitud, el exterminio de los indígenas en la Amazonía colombiana, quizá la peor atrocidad de la historia nacional y la menos conocida.
En la Casa Museo La Vorágine en Orocué, Casanare, José Eustasio Rivera vive en la inmortalidad de su clásico universal. Allí tuvo oficina para atender como abogado un conflicto de tierras por un hato ganadero de gran extensión.>>> La vorágine de José Eustasio Rivera cumple 100 años: el clásico literario que denunció una masacreTeodoro Jacinto Amézquita le abrió las puertas de su casa y, antes de morir, transmitió todo lo que sabía del escritor a su hija Isabel. De generación en generación, la historia de Rivera en Orocué llegó a Carmen Julia Mejía Amézquita, la heredera de la historia y hoy directora de la Casa Museo.Rivera vivió 18 meses en el puerto, que en ese entonces era un escenario fluvial de gran movimiento comercial. Carmen Julia cuenta cómo llegaban vinos, sedas y encajes de Europa, y salían pieles, plumas y aceites naturales de Orocué.En las paredes de la casa cuelgan las fotografías de algunos personajes de la novela La Vorágine, unos con su nombre verdadero y otros con nombres alterados. El indio Venancio aparece tal cual es. La turca Zoraida Ayram de la novela es Nasira Sabah en la realidad.>>> La Vorágine: así fue el sufrimiento y la masacre de los indígenas en la ruta del cauchoEl malecón de Orocué es pura Vorágine. Allí está el árbol donde Rivera se sentaba a escribir versos, a orillas del río Meta. Al final, un monumento a su nombre mira hacia el río. Es el poeta viendo las toninas al amanecer y las garzas tomando vuelo.Orocué es la cuna de La Vorágine, la obra de la selva que se convirtió en clásico universal de la literatura colombiana.>>> La Vorágine: las dos caras de Julio César Arana, el hombre que sembró de muerte el Amazonas
Mientras que en Perú, Julio César Arana era el gran empresario del caucho, en Colombia era la personificación del diablo. En la última entrega del especial a La Vorágine, a 100 años de su publicación, se muestran las dos caras de un hombre siniestro para nuestro país, pero considerado por muchos en el país vecino como alguien capaz de levantar una ciudad hecha a imagen y semejanza de las europeas.La vorágine de José Eustasio Rivera cumple 100 años: el clásico literario que denunció una masacreEn el Amazonas colombiano, Julio César Arana era jefe absoluto de un ejército de demonios a los que llamaba sus capataces del caucho. En el Amazonas peruano era un respetable empresario que se codeaba con los poderosos. Dios y diablo bajo la mirada de Fausto Buinaje, un huitoto maestro y coordinador académico de la Casa del Conocimiento.“Un dios allá porque él tenía todo el poder, él era senador allá, y acá el diablo porque todos los capataces que tenía pues mataban, y entonces lo consideran como el diablo, el que el que tenía el poder de matar”.En Iquitos, varios creen que la historia ha sido injusta con Arana; lo piensa Simón Aquino, un habitante de la ciudad peruana que afirma que “son rumores porque tenían que ir a trabajar a la selva, puede ser que le picaba la víbora, a lo mejor faltaban los medicamentos, uno moría, entonces pensaban que él los mataba, pero no era así”.Martín Reátegui, a quien llaman guaquero de bibliotecas en esa región, reconoce la masacre de las caucherías pero la enmarca en un contexto mucho más amplio: antes de los peruanos otros masacraban indígenas.“Ya en esa época, cuando están trabajando la quina, varios puestos ya se da todo un proceso perverso de muertes, y explotación y crímenes contra los pueblos. En el documento de Rocha están descritas las masacres que se hacen con niños y etcétera, con los puestos dirigidos por Colombia, por colombianos, entonces había ahí un perverso sistema. En ese sistema es que aparece Arana, se mete al tema, comienza a negociar, comienza a comprar terrenos y se instala en un sistema que estaba instalado”, sostuvo.El papel de Roger Casement, el cónsul británico que destapó con sus denuncias los crímenes cometidos por la casa Arana y cuyo libro azul descansa en el barco museo de Ayapua sobre el río Amazonas, genera controversia.Sus escritos y La Vorágine quedaron como improntas de un holocausto.Y es que Arana es el hombre detrás de La Vorágine, el que provoca la desgracia de sus protagonistas sin untarse de su sangre.El epílogo de la realidad no podía ser más doloroso: más de 50.000 indígenas asesinados. Y el epílogo de la ficción en La Vorágine no podía ser más real: “Es el hombre civilizado el paladín de la destrucción”.La Vorágine: así fue el sufrimiento y la masacre de los indígenas en la ruta del caucho
En la mitad de la selva peruana, a orillas del río más caudaloso de la tierra, el viejo mundo instaló un pequeño reflejo suyo. Con azulejos traídos de Europa se levantó la ciudad de Iquitos, el pueblo que es un vestigio de lo que fue la fiebre del caucho, misma que fue inmortalizada por José Eustasio Rivera en La vorágine, obra que cumple 100 años.La Vorágine: así fue el sufrimiento y la masacre de los indígenas en la ruta del cauchoIquitos cuenta con 84 casas que son declaradas como patrimonio de Perú. Estas viviendas narran en silencio la forma en la que se levantó una ciudad que tuvo locomotora y que vio la luz antes de que a Lima, capital de ese país, la iluminara el primer bombillo.Los excéntricos millonarios empresarios de esa época levantaron sus mansiones sobre botellas de perfumes y de cerveza, pues, en aquel momento, en Iquitos no existía piedra o concreto para hacer los cimientos de las edificaciones.Sobre esos cimientos de vidrio tallado se convirtieron mansiones como la casa Morey, el hotel Palace, la casa Cohen, la casa Irapay y decenas de edificios que hoy son majestuosos palacetes que se han convertido en diferentes espacios.En aquel momento, de Iquitos salían barcos cargados con bolas de goma y llegaban naves repletas desde Europa. Levantar una casa y comprar barcos eran los fetiches del cauchero, sus formas de demostrar poder y dinero.Los 100 años de La vorágine: recorriendo la casa Arana, el epicentro de la masacre de las caucherías
En La vorágine de José Eustasio Rivera, que cumple 100 años, quedó registrado cómo se vivió la denominada fiebre del caucho, entre los años 1880 y 1912. En la tercera entrega de Sangre Blanca se reconstruyó la ruta del caucho hasta Europa y Estados Unidos, donde requerían este material para construir bicicletas y carros.Le puede interesar: Los 100 años de La vorágine: recorriendo la casa Arana, el epicentro de la masacre de las caucheríasLa Chorrera, en el Amazonas, es considerado como un sitio de bendición y maldición, pues la geografía le dio al lugar la belleza y la riqueza, pero al mismo tiempo puso sobre su magia los ojos hambrientos del peruano Julio César Arana, el más grande empresario del caucho en el Amazonas.La profesora Aurora Mendoza guarda con especial cuidado la copia de un mapa de 1906 ordenado a un cartógrafo por Julio César Arana y sus hermanos para no perder el control de todo el territorio que habían anexado a sus planes comerciales.Vea el informe completo en el video que encuentra al inicio del artículo.Lea, además: La vorágine de José Eustasio Rivera cumple 100 años: el clásico literario que denunció una masacre
La vorágine, la novela de José Eustasio Rivera, está cumpliendo 100 años. Este libro se convirtió en un clásico de la lectura universal. Por esto, Noticias Caracol celebra la literatura colombiana con una serie de especiales denominados Sangre Blanca.La vorágine de José Eustasio Rivera cumple 100 años: el clásico literario que denunció una masacreEn esta entrega se hizo un recorrido a una enorme mansión que se convirtió en colegio y que es testigo mudo de la masacre de las caucherías. Aquí se cuenta una historia que dejó cerca de 50.000 muertos.Cuatro tribus, hijas de la agresión de los empresarios del caucho hace 100 años, comparten hoy los mismos espacios. Son las calles angostas de La Chorrera, un pueblo enclavado en Amazonas, a dos horas por aire desde San José del Guaviare.Es la selva con sus boas, sus brumas y sus fantasmas. El río Igara Paraná, que suena a abismos y cataratas, es su patrimonio de agua. Este afluente es cruzado por estudiantes que llegan a la Casa del Conocimiento, el colegio que hace un siglo era la casa Arana, antiguo territorio del crimen.Los nombres de los patrones del caucho y de La Chorrera sufriente circulan por las páginas de La vorágine, el clásico de la literatura latinoamericana, escrito por José Eustasio Rivera. Iquitos, la ciudad que empresarios del caucho levantaron sobre sangre de indígenas“El señor Arana ha formado una compañía que es dueña de los cauchales de La Chorrera y El Encanto. Hay que trabajar, hay que ser sumisos, hay que obedecer. Los que sobrevivieron a la catástrofe perdieron el derecho de lamentarse y comentar, so riesgo de que por siempre los silenciaran”, dice un aparte del manuscrito de Rivera.Pero llegó el momento de levantar las tapas para jamás olvidar, así lo dice Edwin Teteye, rector del colegio Casa del Conocimiento: “Lo que culturalmente se llaman canastos tapados. Esos recuerdos, muy tristes, se taparon, se enterraron, no se quisieron recordar. Sin embargo, en los últimos años hemos trabajado en el sentido de que la historia también se debe recordar. Los grupos étnicos quedaron minimizados después del genocidio y ya en este sitio funcionó también el orfanatorio a cargo de los misioneros. Allí se formaron los nuevos individuos bajo la orientación católica”.Hoy la casa Arana, hecha de las rocas de La Chorrera y la espalda de los indígenas, es la memoria en pie de su tragedia. Este lugar fue declarado patrimonio cultural y está lleno del espíritu de los abuelos y bisabuelos que fueron asesinados por los capataces del caucho.Julio César Arana, el barón del caucho que amasó fortuna sobre sangre indígena
Colombia celebra este 2024 los cien años de La vorágine, uno de los tres grandes clásicos colombianos de la literatura universal. José Eustasio Rivera se hizo inmortal con el relato de la tragedia que vivieron miles de indígenas en el Amazonas por cuenta de la fiebre del caucho.Recorrido por la Casa Arana, testigo mudo de la masacre de las caucherías “En el tiempo que los abuelos no tuvieron ese conocimiento de cómo defenderse, entonces fueron inocentemente acribillados, acabados, entonces somos los poquitos que existimos ahorita acá en Colombia”, le relató a Noticias Caracol Bartolomé Ápama, indígena okaina.Es uno de los cuatro hablantes de esa lengua que aún quedan vivos. “Éramos 15.000, según la información de los abuelos que hemos tenido, y ahorita somos 127”, dijo.Esta era la ruta del caucho, que ocasionó el suplicio a miles de indígenas (Tercera entrega)Su voz, como la de muchos herederos del holocausto, suena a fragmento de la novela de Rivera.La vorágine fue publicada hace 100 años, luego de que José Eustasio Rivera la tejiera en las aguas del Amazonas por donde circulaba el caucho untado de la sangre indígena. La novela se convirtió en la gran denuncia de las masacres de las caucherías y Noticias Caracol, en el especial Sangre Blanca, rinde tributo recuperando las voces de los nietos de las víctimas.
Aunque hace 5 años el entonces presidente Juan Manuel Santos encabezó un acto con esta comunidad, hoy día piden acciones concretas ante el abandono del Estado. Manuel Zafiama es autoridad tradicional del pueblo uitoto, un sabio que tiene mucho que aportarle al “mundo blanco” si fuera escuchado. “En Bogotá ya hay derrumbes. Para eso estamos nosotros, para cuidar eso”, explica. Entre sus peticiones está que les garanticen su plan de vida, el cual implica mantener sus tradiciones y recuperar plenamente la cultura. Además, hay otras necesidades básicas con las que no cuentan, como la electricidad. Para tener energía, deben utilizar plantas eléctricas, que la mayoría de ocasiones solo les proveen electricidad durante cuatro horas al día. Los muinane, uno de los pueblos más golpeados por las caucherías, viven en permanente situación de pobreza, sin salud, sin educación y muchas veces sin alimento. “El Gobierno no nos ha apoyado en nada porque dice que somos muy poquitos”, lamenta Chela Umire, gobernadora de la etnia. Hoy los pueblos, víctimas de la explotación del caucho, no quieren guardar más silencio sobre sus miles de muertos y buscan salvarse del olvido para salvarnos a todos con su sabiduría. Aquí puede ver el especial Sangre Blanca. https://noticias.caracoltv.com/sangre-blanca-la-voragine
En la selva amazónica colombiana es considerado un “diablo” por los indígenas. En Iquitos, lo ven como un gran empresario que puso la ciudad en el ojo de Europa. Vea los otros informes de Sangre Blanca Viaje al pasado: recuento de la masacre de las caucherías que inspiró La vorágine (Primera entrega) Recorrido por la Casa Arana, testigo mudo de la masacre de las caucherías (Segunda entrega) Esta era la ruta del caucho, que ocasionó el suplicio a miles de indígenas (Tercera entrega) Iquitos, la ciudad que empresarios del caucho levantaron sobre sangre de indígenas (Cuarta entrega)
Allí, en medio de la selva peruana, aborígenes colombianos padecían la esclavitud mientras otros amasaban fortunas. En la cuarta parte del especial Sangre Blanca, Noticias Caracol viajó hasta Iquitos, una ciudad símbolo del lucro a costa del exterminio. Desde este lugar, que es la otra cara del holocausto, salían barcos repletos de goma hacia Europa. Una realidad que no escapó al libro La vorágine de José Eustasio Rivera. “Arana vive en Iquitos y su dinero está en todas partes”, dice el texto sobre el hombre al que los indígenas llamaban demonio: Julio César Arana, el varón del caucho. Vea los otros informes de Sangre Blanca Viaje al pasado: recuento de la masacre de las caucherías que inspiró La vorágine (Primera entrega) Recorrido por la Casa Arana, testigo mudo de la masacre de las caucherías (Segunda entrega) Esta era la ruta del caucho, que ocasionó el suplicio a miles de indígenas (Tercera entrega)
Uno de los grandes ganadores con la COP16 en Cali es el sector de alojamiento, que por estos días tiene una ocupación hotelera del 99%, lo que le dejará a la ciudad ingresos significativos.>>> También puede leer: Ranas venenosas, una de las mayores especies víctimas de biopiratería en Colombia“Cali tiene 30.000 camas, si le incluimos los moteles que ahí no están, más Airbnb, que también hay un acuerdo con el alcalde donde también se están utilizando, o sea, vamos a superar esas camas. Y ya en la rama económica estamos esperando 14,3 millones de dólares para el sector de alojamiento”, manifestó Óscar Guzmán, presidente ejecutivo de Cotelco Valle del Cauca.Desde hace siete meses los hoteles venían preparándose para este gran evento.“Hemos organizado con diferentes hoteles para que cumplan todas las normativas; también hemos organizado una atención al cliente óptima, que haya un nivel de bilingüismo para por lo menos atender lo principal que necesitan nuestros huéspedes”, aseguró Jenny Pineda, gerente de Home Life Experience.Moteles se adecuaron en Cali como hotelesTambién los moteles de la ciudad se adecuaron para hospedar a miles de visitantes.De acuerdo con Diana Echeverry, administrador del Motel Deseos, "hemos estado preparando nuestras habitaciones, creando tarifas especiales para que sean 24 horas, para que incluyan desayuno. Y todo lo que normalmente nos caracteriza como motel, sino que podamos prestar con altos estándares la lencería y la comodidad para los extranjeros que nos están visitando".Y hasta hay oportunidades para personas con disponibilidad de acoger visitantes en sus casas. "Ubicando algunas delegaciones y me pareció una buena manera de colaborar con la COP16. Tiene más de cinco habitaciones, tiene cinco baños, es una casa muy grande y yo vivo acá solo", sostuvo un habitante de Cali.El precio promedio de una noche en Cali es de 103 dólares, unos 440.000 pesos colombianos, aunque el 10% de las habitaciones disponibles cuestan el doble.>>> También puede leer: COP16: Artista colombo-sueco representará las raíces indígenas en concierto en Cali
Los recursos genéticos son el ADN de nuestra tierra, la información que tienen las semillas, cultivos, plantas, animales y todas las especies del territorio colombiano. >>> También le puede interesar: Ranas venenosas, una de las mayores especies víctimas de biopiratería en ColombiaLa gran discusión en la COP16 sobre este tema de los recursos genéticos radica en quién posee esta información que ahora está en bases de datos y cómo las grandes empresas farmacéuticas, cosméticas, textiles y de otros sectores han accedido a ella sin pagar ni reconocer la soberanía del país de origen.Yolanda Terán, representante del pueblo Kichwa, de Ecuador, manifestó: “Los pueblos indígenas, comunidades locales, mujeres y jóvenes somos los custodios de la madre naturaleza. No le hemos puesto un valor en números, pero tiene un valor que no es calculable, y si es que lo existe, ¿a dónde van esos fondos?, o ¿qué tipo de fondo se va a crear?, ¿un fondo global, un fondo multilateral?, y ¿dónde va a funcionar ese fondo?, ¿cómo se va a hacer ese reparto de beneficios?El llamado de comunidades indígenas, ambientalistas, investigadores y científicos de datos es a proteger este invaluable patrimonio genético. ¿Qué dijo la ministra de Ambiente de Colombia, Susana Muhamad, sobre los recursos genéticos en el país?La presidenta de la COP16, la ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Susana Muhamad, aseguró que Colombia tiene la mira puesta en la protección de los datos.“Se está trabajando en un gran proyecto en la Nube Nacional de Datos para que, precisamente, empecemos a tener soberanía sobre los datos, porque los datos de nuestro país se nos fugan, otros los usan y nosotros ni siquiera nos estamos dando cuenta, y más cuando hablamos de recursos genéticos”, aseguró la ministra Muhamad.Pese a que Colombia no hace parte del acuerdo más importante en esta materia, el Protocolo de Nagoya, la ministra Muhamad aseguró que el país tiene mucho que aportar a la discusión mundial en esta cumbre de biodiversidad.>>> También puede leer: Agroindustria de la caña en el Valle creará corredor biodiverso de 6.500 hectáreas
El paro campesino continúa en cinco departamentos del país. Varias vías, entre ellas, la que conduce de Medellín a Manizales siguen bloqueadas.>>> También puede leer: ¿Por qué protestan los campesinos y mineros en Santander, Norte de Santander y Boyacá?Paro campesino en SantanderEn Santander, no avanza la mesa de diálogos con el Gobierno nacional para que líderes del paro campesino abran paso en las carreteras nacionales que se encuentran bloqueadas por las manifestaciones.Persisten los cierres en la conexión Bucaramanga - San Gil y Bucaramanga - Cúcuta con gigantescos trancones. Al encuentro programado para la tarde de este martes, no asistió la viceministra de Ordenamiento Ambiental del Territorio, Lilia Tatiana Roa, como lo esperaban los voceros.Paro campesino en PaipaContinúa cerrada la vía nacional en Paipa, Boyacá, donde cerca de 250 campesinos protestan por la delimitación de los páramos y las fronteras agrícolas. En la zona está habilitado el corredor humanitario para el paso de ambulancias y personas que requieran atención médica.Paro campesino en CúcutaDos días cumplieron los bloqueos de la vía que conecta a Cúcuta con Bucaramanga. Más de 2.000 campesinos están ubicados en el peaje Los Acacios, en la entrada del municipio de Chitagá. Hay viajeros atrapados en vehículos y el comercio totalmente paralizado.Paro campesino en MedellínCuatro puntos de Antioquia se vieron afectados por los cierres. En el municipio de Santo Domingo, en el sector Porcecito; en la vía Puerto de Berríos – Cisneros, en San Roque, en el sector EDS Texaco, en el municipio de Valdivia y en el sector Primax, municipio de Caucasia. Este último fue el más significativo de la jornada, donde protestaron más de 400 personas por varias horas.Razones de las protestas de los campesinos La protesta fue convocada por la Federación de Campesinos Parameros del Nororiente Colombiano, que está en contra de la delimitación de los páramos, la frontera agrícola, las zonas de reserva temporales y la Ley de Páramos, que -a su entender- afectará la producción agropecuaria y la economía no solo de estas poblaciones sino también de todo el país.Los habitantes de los páramos de Almorzadero y Santurbán, en Santander y Norte de Santander, así como la Sierra Nevada del Cocuy, en Boyacá, usaron camiones, palos, piedras y llantas para bloquear las carreteras, en lo que aseguran es un paro pacífico, pero que ha provocado enormes trancones. "Somos muchas las familias afectadas, las que vivimos en zona de páramo; aproximadamente unas 10.000 familias que hasta el momento no hemos sido visibilizadas. Para una parte del país, los páramos son frailejones, ecosistema, y se les ha olvidado que ahí hay familias que sobrevivimos gracias a esta tierra y es nuestra fuente de economía”, dijo a la agencia de noticias EFE Ana Milena Bohórquez, habitante del páramo de Almorzadero.>>> También puede leer: Paro de taxistas en Colombia este jueves: puntos de concentración
En la noche de este martes se llevó a cabo una velatón en Bogotá como homenaje al niño de 9 años Juan Felipe Camargo Correa, quien murió el pasado 15 de octubre tras ser arrollado por un vehículo cuando salía de su colegio en compañía de su papá y de su abuela, que también resultó gravemente herida.>>> También le puede interesar: Mujer en camioneta atropelló y le quitó la vida a niño que salía de colegio en Bogotá: quedó libreEl acto organizado por la familia y amigos del menor se realizó al frente del colegio en el que él estudiaba. Compañeros y profesores se unieron al homenaje para pedir justicia y exhibieron pancartas con los siguientes mensajes: “Nos arrebató a nuestro niño, justicia para Juan Felipe”, “exigimos justicia para nuestro ángel” y “Dios te tiene en su santa gloria”.¿Cómo fue el accidente en el que perdió la vida el niño Juan Felipe Camargo?El capitán del Ejército Juan Sebastián Camargo, padre del niño Juan Felipe, habló con Noticias Caracol ahora y contó cómo sucedió el accidente en el que perdió la vida su hijo.“Exactamente, a las 3:00 p.m. del día 15 de octubre, me dispuse a recoger a mi hijo en el colegio José Joaquín Casas. Era un día normal y, al momento de cruzar la calle, pues (había) una fila de vehículos que estaba estacionada. Yo me hago al frente del vehículo para asegurarme que no haya peligro, que el resto de los vehículos ya hayan pasado, y él (su hijo) estaba al frente del vehículo que estaba estacionado hace más de 20 minutos, una camioneta último modelo de color blanco”, empezó relatando Camargo.Posteriormente, cuenta el padre de Juan Felipe, “al momento de cruzar la calle, pues obviamente yo estoy un poco más adelante del vehículo para asegurarme que ya no venga nada y, de un momento a otro, de golpe y de manera inesperada y abrupta, el vehículo arranca, arrollando a mi hijo y a su abuela. El vehículo les pasa prácticamente por encima y, de la velocidad que iba, impacta siete vehículos más”.Tras el siniestro vial, el niño fue “trasladado al hospital Simón Bolívar, pero desafortunadamente pierde la vida minutos después”, finalizó el capitán Camargo.>>> También puede leer: Papá de niño que murió atropellado por lujosa camioneta en Bogotá envía mensaje a conductora
Colombia es el segundo país más biodiverso del mundo, un privilegio que, a su vez, nos hace blanco de flagelos como el tráfico y la biopiratería, prácticas ilegales que pone en riesgo a los distintos ecosistemas del territorio. Especies como las ranas son algunas de las más amenazadas.>>> Puede interesarle: Animales víctimas de tráfico fueron liberados en la Reserva Natural Yurumí¿Qué es la biopiratería?Manuel Rodríguez Becerra, exministro de Ambiente, explica a la audiencia de Noticias Caracol que la biopiratería es, en términos simples, tomar sin autorización los recursos genéticos o plantas vivas de un país para hacer una innovación sobre ellos.Becerra, quien es presidente del Foro Nacional Ambiental, dice que Colombia está en total desventaja en esta materia, puesto que Colombia debería beneficiarse económicamente de las patentes generadas a partir de los recursos genéticos nacionales."En ese campo hemos fracasado absolutamente. Las grandes biofarmacéuticas u otras compañías que hagan uso de los recursos genéticos de Colombia, que incluye tanto aquellas especies que son endógenas como otras que no, tienen que pagar necesariamente unos beneficios", destacó el experto.Principales víctimas del tráfico ilegalEn Colombia hay un listado de animales víctimas del tráfico ilegal con distintos fines, incluido el del uso de los alcaloides de su piel para la industria farmacéutica y química del mundo. Entre ellos, una de las mayores afectadas son las ranas venenosas. El biólogo Pablo Palacios comentó que las ranas venenosas tienen grandes presiones por ser animales muy exóticos. "Enfrentan grandes amenazas, particularmente la deforestación de sus hábitats, las enfermedades emergentes, pero hay una particular también, que por su belleza las vuelve muy deseadas y es el tráfico ilegal buscando potenciales analgésicos", explicó.De acuerdo con el experto en biodiversidad, a partir de estas ranas venenosas se han logrado aislar compuestos químicos que son sintetizados y convertidos en medicamentos."Nosotros aquí en Colombia tenemos a Oophaga lehmanni, una especie que es endémica del de la zona del Anchicayá, en el Valle del Cauca, y es una especie que ha sido ampliamente traficada", aseveró Palacios, quien se pregunta a dónde han ido a parar los individuos que han sido sacados ilegalmente de su hábitat.Comunidades comprometidas con la biodiversidadMauricio Flórez, director de la Reserva Natural Río Ñambí, ubicada en el piedemonte costero en Nariño, habló sobre el trabajo que han tenido que hacer con la comunidad para proteger especies como la rana diablito."Empezaron comprándolas a 2.000 pesos y empezamos un trabajo muy importante con la comunidad para que ellos no la vendan. Logramos que la comunidad conserve este sitio", acotó Flórez.Pero el trabajo de concientización debe ir un paso más allá, pues para detener la biopiratería se requiere compromiso de todas las naciones del mundo. Este es un tema que está dentro de la agenda de la COP16, la cumbre de biodiversidad más grande del planeta, la cual se está llevando a cabo en Cali.>>> Puede interesarle: Manglar, cuna de vida marina que está bajo amenaza: emprendimiento isleño busca salvarlo