En los primeros años del siglo XX, la Amazonía colombiana fue testigo de una de las tragedias más atroces de nuestra historia: el genocidio del caucho. José Eustasio Rivera, autor de 'La Vorágine', se aventuró en este infierno para documentar la brutal explotación y exterminio de los pueblos indígenas. Cien años después, Los Informantes regresa a La Chorrera, epicentro de esta barbarie, para relatar cómo la fiebre del caucho devastó vidas y culturas en la región.El genocidio, es la categoría más abominable del crimen en el mundo entero, es el exterminio sistemático de un grupo humano y eso nada menos fue lo que ocurrió en la Amazonía colombiana entre 1900 y 1930, tal como lo señala, el ministro de Cultura Juan David Correa: “El número es tan grandilocuente, tan tremendo, que lo que resulta extraño es que como país no hayamos entendido ese genocidio, ese etnocidio, aquí desaparecieron pueblos indígenas, se acabaron”.>>> Cien años de La Vorágine: ¿cómo viven las comunidades de La Chorrera en la actualidad?En el Amazonas profundo se vivió la fiebre del oro blanco, la extracción el desaforada del caucho natural para atender la demanda de la naciente industria automotriz en Estados Unidos e Inglaterra. Los carros empezaron a producir en serie y sus llantas se hacían con goma extraída del árbol de caucho. Así surgieron las caucherías en Putumayo, Caquetá y la Amazonia donde abundaba el llamado árbol que llora y con ellos vino el genocidio indígena.El lugar más emblemático que rememora esa barbarie es La Chorrera, a donde fueron Los Informantes juntos con el ministro de Cultura Juan David Correa, donde viven los pueblos indígenas Uitoto, Ocaina, Bora y Muinane o al menos las familias sobrevivientes de dichos clanes."Muchas de estas comunidades asistieron al fin del mundo, vieron desaparecer todo lo que conocían, muchos fueron desplazados al Perú, llevados a la fuerza, separados de sus propias familias, incineraron cuerpos, fueron sometidos, enterrados de una manera brutal como lo que hemos visto en Auschwitz o como lo que vimos también en las masacres paramilitares de los años 90 en el Norte de Santander”: señala Correa.Una casona, ahora llamada Casa del Conocimiento y transformada en una escuela que está por caerse fue el campamento central donde funcionó la Casa Arana, la empresa peruana que esclavizó a múltiples comunidades indígenas hasta casi exterminarlas, pero no fue la única responsable de la barbarie.>>> La Vorágine: las dos caras de Julio César Arana, el hombre que sembró de muerte el Amazonas"El Holocausto ocurrió, no porque los Arana fueran malvados, los primeros caucheros tenebrosos fueron colombianos, de hecho, Arana cuando recorre vendiendo sombreros en esa zona lo que se da cuenta es que aquí hay un tipo, Larrañaga, que tiene sometidos a los indígenas y los tiene produciendo caucho apunta el látigo y de fusil y dice ahí hay un gran negocio. Arana se alía con la Larrañaga”: afirma el historiador Juan Carlos Flórez.Miles de indígenas mal contados, 50.000, fueron sometidos, sus hijos y mujeres eran secuestrados y se les ejecutaba si los hombres no cumplían con entregas diarias de caucho.Los patronos de las caucherías les prohibieron a los nativos hablar en sus lenguas, los endeudaron de por vida, les impusieron trabajo forzado y los masacraban para aleccionar a los que iban quedando.“Lo vergonzoso es que nosotros los colombianos ignoremos eso, que en los textos escolares en Colombia eso no aparezca como tal. Lo vergonzoso es que, en La Chorrera, que fue el Auschwitz en el Amazonas no exista un memorial equiparable al que muchos colombianos visitan cuando viajan a Europa”, enfatizó el historiador Flórez.>>> El segundo libro más importante de la literatura colombiana cumple 100 añosLos procedimientos para aniquilar a los indígenas fueron tan variados como bárbaros: los ahogaban, los quemaban vivos, los molían a golpes, los desmembraban o simplemente los hacían morir de hambre.Por si fuera poco, el genocidio, hubo un estado de indiferencia general, pero hubo una voz que se levantó: el escritor José Eustasio Rivera, autor de ‘La Vorágine’. Además de ser ministro, Juan David Correa es un lector implacable, por ello, es una de las personas que mejor conoce este libro fascinante y obra cumbre de Rivera.‘La Vorágine’ mezcla la ficción con la barbarie documentada y por estos días se está cumpliendo 100 años. Un siglo de la aparición de esta novela incómoda y hasta antes de Gabriel García Márquez, la que mandaba la parada en materia literaria. José Eustasio Rivera se internó en lo profundo de la Amazonía, conoció la barbarie de las caucherías de primera mano y no guardó silencio.Este libro denunció y grabó en el acervo cultural la esclavitud, el exterminio de los indígenas en la Amazonía colombiana, quizá la peor atrocidad de la historia nacional y la menos conocida.
En la Casa Museo La Vorágine en Orocué, Casanare, José Eustasio Rivera vive en la inmortalidad de su clásico universal. Allí tuvo oficina para atender como abogado un conflicto de tierras por un hato ganadero de gran extensión.>>> La vorágine de José Eustasio Rivera cumple 100 años: el clásico literario que denunció una masacreTeodoro Jacinto Amézquita le abrió las puertas de su casa y, antes de morir, transmitió todo lo que sabía del escritor a su hija Isabel. De generación en generación, la historia de Rivera en Orocué llegó a Carmen Julia Mejía Amézquita, la heredera de la historia y hoy directora de la Casa Museo.Rivera vivió 18 meses en el puerto, que en ese entonces era un escenario fluvial de gran movimiento comercial. Carmen Julia cuenta cómo llegaban vinos, sedas y encajes de Europa, y salían pieles, plumas y aceites naturales de Orocué.En las paredes de la casa cuelgan las fotografías de algunos personajes de la novela La Vorágine, unos con su nombre verdadero y otros con nombres alterados. El indio Venancio aparece tal cual es. La turca Zoraida Ayram de la novela es Nasira Sabah en la realidad.>>> La Vorágine: así fue el sufrimiento y la masacre de los indígenas en la ruta del cauchoEl malecón de Orocué es pura Vorágine. Allí está el árbol donde Rivera se sentaba a escribir versos, a orillas del río Meta. Al final, un monumento a su nombre mira hacia el río. Es el poeta viendo las toninas al amanecer y las garzas tomando vuelo.Orocué es la cuna de La Vorágine, la obra de la selva que se convirtió en clásico universal de la literatura colombiana.>>> La Vorágine: las dos caras de Julio César Arana, el hombre que sembró de muerte el Amazonas
Mientras que en Perú, Julio César Arana era el gran empresario del caucho, en Colombia era la personificación del diablo. En la última entrega del especial a La Vorágine, a 100 años de su publicación, se muestran las dos caras de un hombre siniestro para nuestro país, pero considerado por muchos en el país vecino como alguien capaz de levantar una ciudad hecha a imagen y semejanza de las europeas.La vorágine de José Eustasio Rivera cumple 100 años: el clásico literario que denunció una masacreEn el Amazonas colombiano, Julio César Arana era jefe absoluto de un ejército de demonios a los que llamaba sus capataces del caucho. En el Amazonas peruano era un respetable empresario que se codeaba con los poderosos. Dios y diablo bajo la mirada de Fausto Buinaje, un huitoto maestro y coordinador académico de la Casa del Conocimiento.“Un dios allá porque él tenía todo el poder, él era senador allá, y acá el diablo porque todos los capataces que tenía pues mataban, y entonces lo consideran como el diablo, el que el que tenía el poder de matar”.En Iquitos, varios creen que la historia ha sido injusta con Arana; lo piensa Simón Aquino, un habitante de la ciudad peruana que afirma que “son rumores porque tenían que ir a trabajar a la selva, puede ser que le picaba la víbora, a lo mejor faltaban los medicamentos, uno moría, entonces pensaban que él los mataba, pero no era así”.Martín Reátegui, a quien llaman guaquero de bibliotecas en esa región, reconoce la masacre de las caucherías pero la enmarca en un contexto mucho más amplio: antes de los peruanos otros masacraban indígenas.“Ya en esa época, cuando están trabajando la quina, varios puestos ya se da todo un proceso perverso de muertes, y explotación y crímenes contra los pueblos. En el documento de Rocha están descritas las masacres que se hacen con niños y etcétera, con los puestos dirigidos por Colombia, por colombianos, entonces había ahí un perverso sistema. En ese sistema es que aparece Arana, se mete al tema, comienza a negociar, comienza a comprar terrenos y se instala en un sistema que estaba instalado”, sostuvo.El papel de Roger Casement, el cónsul británico que destapó con sus denuncias los crímenes cometidos por la casa Arana y cuyo libro azul descansa en el barco museo de Ayapua sobre el río Amazonas, genera controversia.Sus escritos y La Vorágine quedaron como improntas de un holocausto.Y es que Arana es el hombre detrás de La Vorágine, el que provoca la desgracia de sus protagonistas sin untarse de su sangre.El epílogo de la realidad no podía ser más doloroso: más de 50.000 indígenas asesinados. Y el epílogo de la ficción en La Vorágine no podía ser más real: “Es el hombre civilizado el paladín de la destrucción”.La Vorágine: así fue el sufrimiento y la masacre de los indígenas en la ruta del caucho
En la mitad de la selva peruana, a orillas del río más caudaloso de la tierra, el viejo mundo instaló un pequeño reflejo suyo. Con azulejos traídos de Europa se levantó la ciudad de Iquitos, el pueblo que es un vestigio de lo que fue la fiebre del caucho, misma que fue inmortalizada por José Eustasio Rivera en La vorágine, obra que cumple 100 años.La Vorágine: así fue el sufrimiento y la masacre de los indígenas en la ruta del cauchoIquitos cuenta con 84 casas que son declaradas como patrimonio de Perú. Estas viviendas narran en silencio la forma en la que se levantó una ciudad que tuvo locomotora y que vio la luz antes de que a Lima, capital de ese país, la iluminara el primer bombillo.Los excéntricos millonarios empresarios de esa época levantaron sus mansiones sobre botellas de perfumes y de cerveza, pues, en aquel momento, en Iquitos no existía piedra o concreto para hacer los cimientos de las edificaciones.Sobre esos cimientos de vidrio tallado se convirtieron mansiones como la casa Morey, el hotel Palace, la casa Cohen, la casa Irapay y decenas de edificios que hoy son majestuosos palacetes que se han convertido en diferentes espacios.En aquel momento, de Iquitos salían barcos cargados con bolas de goma y llegaban naves repletas desde Europa. Levantar una casa y comprar barcos eran los fetiches del cauchero, sus formas de demostrar poder y dinero.Los 100 años de La vorágine: recorriendo la casa Arana, el epicentro de la masacre de las caucherías
En La vorágine de José Eustasio Rivera, que cumple 100 años, quedó registrado cómo se vivió la denominada fiebre del caucho, entre los años 1880 y 1912. En la tercera entrega de Sangre Blanca se reconstruyó la ruta del caucho hasta Europa y Estados Unidos, donde requerían este material para construir bicicletas y carros.Le puede interesar: Los 100 años de La vorágine: recorriendo la casa Arana, el epicentro de la masacre de las caucheríasLa Chorrera, en el Amazonas, es considerado como un sitio de bendición y maldición, pues la geografía le dio al lugar la belleza y la riqueza, pero al mismo tiempo puso sobre su magia los ojos hambrientos del peruano Julio César Arana, el más grande empresario del caucho en el Amazonas.La profesora Aurora Mendoza guarda con especial cuidado la copia de un mapa de 1906 ordenado a un cartógrafo por Julio César Arana y sus hermanos para no perder el control de todo el territorio que habían anexado a sus planes comerciales.Vea el informe completo en el video que encuentra al inicio del artículo.Lea, además: La vorágine de José Eustasio Rivera cumple 100 años: el clásico literario que denunció una masacre
La vorágine, la novela de José Eustasio Rivera, está cumpliendo 100 años. Este libro se convirtió en un clásico de la lectura universal. Por esto, Noticias Caracol celebra la literatura colombiana con una serie de especiales denominados Sangre Blanca.La vorágine de José Eustasio Rivera cumple 100 años: el clásico literario que denunció una masacreEn esta entrega se hizo un recorrido a una enorme mansión que se convirtió en colegio y que es testigo mudo de la masacre de las caucherías. Aquí se cuenta una historia que dejó cerca de 50.000 muertos.Cuatro tribus, hijas de la agresión de los empresarios del caucho hace 100 años, comparten hoy los mismos espacios. Son las calles angostas de La Chorrera, un pueblo enclavado en Amazonas, a dos horas por aire desde San José del Guaviare.Es la selva con sus boas, sus brumas y sus fantasmas. El río Igara Paraná, que suena a abismos y cataratas, es su patrimonio de agua. Este afluente es cruzado por estudiantes que llegan a la Casa del Conocimiento, el colegio que hace un siglo era la casa Arana, antiguo territorio del crimen.Los nombres de los patrones del caucho y de La Chorrera sufriente circulan por las páginas de La vorágine, el clásico de la literatura latinoamericana, escrito por José Eustasio Rivera. Iquitos, la ciudad que empresarios del caucho levantaron sobre sangre de indígenas“El señor Arana ha formado una compañía que es dueña de los cauchales de La Chorrera y El Encanto. Hay que trabajar, hay que ser sumisos, hay que obedecer. Los que sobrevivieron a la catástrofe perdieron el derecho de lamentarse y comentar, so riesgo de que por siempre los silenciaran”, dice un aparte del manuscrito de Rivera.Pero llegó el momento de levantar las tapas para jamás olvidar, así lo dice Edwin Teteye, rector del colegio Casa del Conocimiento: “Lo que culturalmente se llaman canastos tapados. Esos recuerdos, muy tristes, se taparon, se enterraron, no se quisieron recordar. Sin embargo, en los últimos años hemos trabajado en el sentido de que la historia también se debe recordar. Los grupos étnicos quedaron minimizados después del genocidio y ya en este sitio funcionó también el orfanatorio a cargo de los misioneros. Allí se formaron los nuevos individuos bajo la orientación católica”.Hoy la casa Arana, hecha de las rocas de La Chorrera y la espalda de los indígenas, es la memoria en pie de su tragedia. Este lugar fue declarado patrimonio cultural y está lleno del espíritu de los abuelos y bisabuelos que fueron asesinados por los capataces del caucho.Julio César Arana, el barón del caucho que amasó fortuna sobre sangre indígena
Colombia celebra este 2024 los cien años de La vorágine, uno de los tres grandes clásicos colombianos de la literatura universal. José Eustasio Rivera se hizo inmortal con el relato de la tragedia que vivieron miles de indígenas en el Amazonas por cuenta de la fiebre del caucho.Recorrido por la Casa Arana, testigo mudo de la masacre de las caucherías “En el tiempo que los abuelos no tuvieron ese conocimiento de cómo defenderse, entonces fueron inocentemente acribillados, acabados, entonces somos los poquitos que existimos ahorita acá en Colombia”, le relató a Noticias Caracol Bartolomé Ápama, indígena okaina.Es uno de los cuatro hablantes de esa lengua que aún quedan vivos. “Éramos 15.000, según la información de los abuelos que hemos tenido, y ahorita somos 127”, dijo.Esta era la ruta del caucho, que ocasionó el suplicio a miles de indígenas (Tercera entrega)Su voz, como la de muchos herederos del holocausto, suena a fragmento de la novela de Rivera.La vorágine fue publicada hace 100 años, luego de que José Eustasio Rivera la tejiera en las aguas del Amazonas por donde circulaba el caucho untado de la sangre indígena. La novela se convirtió en la gran denuncia de las masacres de las caucherías y Noticias Caracol, en el especial Sangre Blanca, rinde tributo recuperando las voces de los nietos de las víctimas.
Aunque hace 5 años el entonces presidente Juan Manuel Santos encabezó un acto con esta comunidad, hoy día piden acciones concretas ante el abandono del Estado. Manuel Zafiama es autoridad tradicional del pueblo uitoto, un sabio que tiene mucho que aportarle al “mundo blanco” si fuera escuchado. “En Bogotá ya hay derrumbes. Para eso estamos nosotros, para cuidar eso”, explica. Entre sus peticiones está que les garanticen su plan de vida, el cual implica mantener sus tradiciones y recuperar plenamente la cultura. Además, hay otras necesidades básicas con las que no cuentan, como la electricidad. Para tener energía, deben utilizar plantas eléctricas, que la mayoría de ocasiones solo les proveen electricidad durante cuatro horas al día. Los muinane, uno de los pueblos más golpeados por las caucherías, viven en permanente situación de pobreza, sin salud, sin educación y muchas veces sin alimento. “El Gobierno no nos ha apoyado en nada porque dice que somos muy poquitos”, lamenta Chela Umire, gobernadora de la etnia. Hoy los pueblos, víctimas de la explotación del caucho, no quieren guardar más silencio sobre sus miles de muertos y buscan salvarse del olvido para salvarnos a todos con su sabiduría. Aquí puede ver el especial Sangre Blanca. https://noticias.caracoltv.com/sangre-blanca-la-voragine
En la selva amazónica colombiana es considerado un “diablo” por los indígenas. En Iquitos, lo ven como un gran empresario que puso la ciudad en el ojo de Europa. Vea los otros informes de Sangre Blanca Viaje al pasado: recuento de la masacre de las caucherías que inspiró La vorágine (Primera entrega) Recorrido por la Casa Arana, testigo mudo de la masacre de las caucherías (Segunda entrega) Esta era la ruta del caucho, que ocasionó el suplicio a miles de indígenas (Tercera entrega) Iquitos, la ciudad que empresarios del caucho levantaron sobre sangre de indígenas (Cuarta entrega)
Allí, en medio de la selva peruana, aborígenes colombianos padecían la esclavitud mientras otros amasaban fortunas. En la cuarta parte del especial Sangre Blanca, Noticias Caracol viajó hasta Iquitos, una ciudad símbolo del lucro a costa del exterminio. Desde este lugar, que es la otra cara del holocausto, salían barcos repletos de goma hacia Europa. Una realidad que no escapó al libro La vorágine de José Eustasio Rivera. “Arana vive en Iquitos y su dinero está en todas partes”, dice el texto sobre el hombre al que los indígenas llamaban demonio: Julio César Arana, el varón del caucho. Vea los otros informes de Sangre Blanca Viaje al pasado: recuento de la masacre de las caucherías que inspiró La vorágine (Primera entrega) Recorrido por la Casa Arana, testigo mudo de la masacre de las caucherías (Segunda entrega) Esta era la ruta del caucho, que ocasionó el suplicio a miles de indígenas (Tercera entrega)