Caminando las calles de su pueblo San Carlos, en Antioquia, Fabián Olaya, un hombre enamorado de la vida y de su localidad, recuerda el momento en que se sintió morir al pisar una mina antipersona.“Cuando pisé la bomba un hombre que me acompañaba salió corriendo a buscar ayuda. Yo entonces muy herido me arrastré como pude hasta una quebrada a tomar agua, de repente me dio mucha sed. A los diez minutos llegaron miembros del ejército a socorrerme”, narra Fabián Olaya.Este mal sabor ocurrió el 23 de julio del 2008. Aquel día, San Carlos registró la última víctima de una mina antipersona. A Fabián la explosión le cercenó su pierna izquierda, pero no sus ganas de luchar.Sus palabras así lo confirman: “Yo hago lo que sea, lo que me toque hacer lo hago, a mí no me estorba nada. Si me toca jugar, correr, nadar, brincar o caminar por horas, lo hago”.‘El Loco’, como es conocido, tiene como único objetivo sacar a su familia adelante.Martha Giraldo, esposa de Fabián, manifiesta que “él ha sabido afrontar la situación, es un verraco, echa’o pa’ lante, él siente que tiene el pie; hace lo que le toque”.Como Fabián y su familia, otros 170 afectados por las minas antipersonales en este municipio enfrentan el día a día de un nuevo San Carlos, una soleada localidad que fue declarada como el primer municipio libre de minas en Colombia.