Ellos son los ganaderos herederos de quienes regalaron la Plaza de Santamaría en Bogotá para comenzar la tradición taurina en la capital de tiempos inmemorables.
Y en el cartel tres toreros que no se intimidan ante la reputación de los toros de don Fermín, Paco Perlaza, Andrés de Los Ríos y Juan del Álamo, una promesa de España.
Paco, seguro, convencido y con ganas, rompió a su primer enemigo en una tanda de naturales que estremecieron la plaza. Fueron tres tandas más que le aseguraban las orejas hasta que tomó el estoque y falló. En su segundo, igual suerte, y alcanzó a escuchar los avisos. Saludo desde el tercio y silencio.
De Andrés de los Ríos poco pudimos ver, aunque en el callejón algunos aficionados ya evidenciaron su disgusto con el manizalita al que nada le salió en sus dos toros.
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Pero del que sí valió fue el salmantino Juan Del Álamo, quien vestido de blanco y oro derrochó poder, valentía y conocimiento. Sabía qué hacerle al toro en el momento adecuado.
Con la capa fue exquisito, una tanda de verónicas que levantaron la ovación. Un quite de chicuelinas evidenció que allí había toro y torero.
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Lo magistral vino con la muleta. Acarició a Bambuquero, un toro de 446 kilos que a pesar de las dificultades le enseñó a embestir con templanza, que no es otra cosa que el arte de evitar que el animal toque con sus pitones la pañosa.
Lo toreó con clase por derechazos profundos y largo, pero lo maravilloso vino con las manoletinas que antecedieron al espadazo que le valió las dos orejas y la puerta grande.
En su segundo, el de Mondoñedo se entregó ante la figura que más que torearlo corrió en todos los terrenos para sacarle uno dos o tres pases.
Recibió una oreja que debieron ser dos por el estocadón.
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Puerta Grande en Manizales.
El jueves en el ruedo estarán los de Vistahermosa para Manuel Libardo, Fandiño y Pablo Hermoso de Mendoza. Sin duda habrá lleno.
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