
El 2 de septiembre de 2021, la vida de Sonia Rocío Díaz Barrera fue brutalmente arrebatada dentro de su vivienda en Yopal, Casanare. Tenía 30 años, era madre cabeza de hogar y su pequeña hija de tres años fue testigo del horror. La escena del crimen, descrita por su madre como “una casa del terror”, marcó el inicio de una investigación que tardó años en esclarecerse, pero que terminó revelando una historia de violencia, manipulación y traición. Séptimo Día investigó.
Sonia era una mujer alegre, conocida por su dedicación al trabajo y su amor incondicional por su hija, Lucía. Vendía artesanías en el terminal de transporte de Yopal y, según su familia, su vida giraba en torno a su pequeña. “Mi hermana era del trabajo a la casa y de la casa al trabajo”, recordó su hermano Jhon Díaz.
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Criada en una familia humilde, Sonia había aprendido desde pequeña el valor del esfuerzo. Su madre, Luzmila Barrera, luchó por sacar adelante a sus hijos, y Sonia siguió ese ejemplo. Uno de sus mayores anhelos era ver crecer a Lucía y celebrar con ella sus 15 años. Ese sueño quedó truncado para siempre.
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La escena del crimen: sin señales de robo
El cuerpo de Sonia fue hallado sobre la cama, con entre 15 y 20 heridas causadas por un arma cortopunzante. No había señales de robo: sus pertenencias estaban intactas, salvo por su celular, que no fue encontrado. “Se observaba bastantes heridas sobre su cuerpo… No se pudo hallar el elemento con el que le causaron las heridas”, explicó el perito Edwin Fernando Suárez.
Las autoridades descartaron rápidamente un robo y comenzaron a indagar otras hipótesis. Una pista clave apareció en la escena: unas huellas de zapatos. Pero no había cámaras de seguridad en la zona ni testigos que hubieran escuchado gritos o ruidos sospechosos.
Sospechas sobre su expareja
La investigación se centró en el círculo cercano de Sonia. Entre las personas clave estaba Diego Andrés Suárez Daza, su expareja y padre de Lucía. Aunque al principio su relación parecía estable, con el tiempo se volvió conflictiva. “Él empezó con infidelidades, malos tratos y la relación se volvió tóxica”, relató Diana Niño, amiga de Sonia.
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La relación terminó en malos términos. Sonia denunció a Diego ante la Fiscalía y se estableció una medida que le prohibía acercarse a ella. Días antes del crimen, él le había enviado mensajes ofensivos. Por eso, cuando ocurrió el asesinato, la familia de Sonia lo señaló como principal sospechoso.
Ese mismo día, Diego se presentó voluntariamente en la estación de Policía de Tauramena, asegurando que era inocente. Las autoridades inspeccionaron su vivienda y verificaron su calzado, que no coincidía con las huellas encontradas en la escena. Tampoco hallaron ropa con manchas de sangre. Además, los registros telefónicos ubicaban su celular en Tauramena el día del crimen.

Una nueva pista: el celular desaparecido
La investigación parecía estancada hasta enero de 2022, cuando se produjo un hallazgo clave: el celular de Sonia, desaparecido desde el día del crimen, fue rastreado hasta un almacén de celulares. Allí, los propietarios identificaron al joven que lo había dejado: Miguel Ángel, un cerrajero de 19 años que vivía en el mismo barrio que Sonia.
Miguel Ángel afirmó que el celular se le había dañado en una obra. Pero su versión no convenció a los investigadores. Poco después, un testigo aseguró haber visto a Diego en Yopal la noche anterior al crimen, contradiciendo su declaración inicial.
La confesión que lo cambió todo
Presionado por las pruebas, Miguel Ángel confesó que la madrugada del crimen se encontró con Diego, quien le pidió ayuda para abrir la chapa de una vivienda. “Él me dijo que necesitaba recuperar algo que le habían robado… Me llevó con mentiras, yo solo iba a abrir una puerta”, relató a Séptimo Día.
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Según su testimonio, tras abrir la puerta, escuchó un grito: “Ayuda, un ladrón”. Luego, silencio. Minutos después, Diego salió con un celular en la mano y le pidió que se deshiciera de él. A cambio, le pagó $500.000 pesos.
Captura y condena del feminicida
El 19 de marzo de 2024, Diego Andrés Suárez fue capturado en Chía, Cundinamarca, y trasladado a Yopal. Durante las audiencias, no aceptó los cargos. Sin embargo, las pruebas en su contra eran contundentes.
El 10 de julio de 2025, el Juzgado Segundo Penal del Circuito de Yopal lo condenó a 45 años y 8 meses de prisión por el feminicidio de Sonia Díaz Barrera. Miguel Ángel, por su parte, continúa enfrentando un proceso judicial, aunque ha pedido perdón por lo ocurrido.
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Para la familia de Sonia, la tragedia pudo haberse evitado. Las medidas de protección no fueron suficientes para frenar la violencia de su expareja. “Yo hubiera dado mi vida por ella, eso es muy duro”, dijo su madre, Luzmila, con la voz quebrada.
El caso de Sonia es uno más en la larga lista de feminicidios en Colombia, donde muchas mujeres son asesinadas por sus exparejas a pesar de haber denunciado amenazas o agresiones.
Lucía, la hija de Sonia, presenció el asesinato de su madre. Hoy, su familia lucha por darle una vida digna y protegerla del trauma que vivió.