La estructura se levanta a unos 100 metros sobre el cañón del río Guáitara en Ipiales, en el sur de Colombia, Recibe más de 800 mil visitantes cada año.
El Santuario Nuestra Señora del Rosario de las Lajas está muy cerca de la frontera entre Colombia y Ecuador. Es para muchos el templo católico más lindo e imponente del mundo.
Es un lugar lleno de misticismo, mágico, que impacta a sus visitantes.
Con más de 100 metros de altura se levanta en el cañón del río Guáitara. Cada año al menos 800 mil turistas lo visitan con el propósito de conocer el milagro de más de dos siglos.
Publicidad
Jaime Ayala, un turista bumangués, cuenta el motivo de su visita: “Es muy hermoso, nunca había visto una cosa así, hace años que tenía ganas de venir y hasta hoy tuve la oportunidad".
Si bien la arquitectura y su historia sorprenden, para muchos la experiencia va más allá.
Publicidad
“Es un paraíso para todo el mundo, es un templo muy hermoso que nos da una paz, o sea, no solamente la vista la que nos genera algo tan maravilloso sino el estar, venir con nuestras oraciones, nuestros deseos, estar aquí es algo muy bonito", describe Ángela Bastidas, una turista antioqueña.
La historia narra que en 1754 apareció en esta piedra la virgen de Las Lajas, lo cual generó que después de cuatro templos podamos tener lo que hoy es el Santuario.
La guía de turismo de Las Lajas Nancy Guzmán explica la importancia del templo: “Encierra toda la arquitectura, también la historia cómo fue construida, la virgen y ahora lo que está iluminada".
Para los ipialeños, el Santuario de Las Lajas es un orgullo digno de mostrar y no solo por la infraestructura, pues infinidad de mitos y leyendas cubren este templo, el cual tomó más de 33 años en su construcción.
Publicidad
"El periódico inglés The Telegraph lo declaró uno de los más bellos santuarios del mundo en el 2015, fue muy grata esa noticia, realmente nunca nos lo habíamos esperado como trabajadores del santuario", dice Luis Felipe Bravo, trabajador del templo.
El Santuario representa para muchos la prueba de que la fe mueve montañas y por ello se constituye en un destino obligado en la Semana Mayor.
Publicidad