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Murió Carolo, un burro avaluado en 500 millones de pesos

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El burro Carolo, denominado el gran reproductor de la nueva generación mular, del criadero La Suiza Mejía de Titiribí (Antioquia), no era un animal cualquiera.
Durante los 25 años que tuvo de vida estuvo lejos de ser sometido a las labores a las que se obliga a un ejemplar de su especie: no transportó pimpinas de agua, no cargó niños ni soportó sobre su lomo el peso de campesinos que van a trabajar o borrachos buscan llegar a su hogar.
En una jaula de 16 metros cuadrados –un espacio tres veces mayor al de una habitación de una vivienda de interés social- vivió una vida de rey.
“Fue construida exclusivamente para él. Esta se conectaba con un potrero donde podía asolearse y desestrezarse cuando lo quisiera”, asegura Juanita Mejía, una de sus dueñas.
Carolo llegó a ese lugar cuando tenía 6 meses de nacido, recuerda Jorge Mario Mejía, propietario de La Suiza Mejía, y quien lo quería como si fuera su tercer hijo.
“Era un pollino, se lo quitamos a la mamá de unos 85 centímetros de alzada hace 25 años, y llegó a medir 130”, dice don Jorge, a quien conocen popularmente como ‘el Negro Mejía’.
Para que alcanzara esa talla y una condición física ejemplar, el burro fue sometido a un cuidado especial: porciones de dos kilos de cuido (concentrado) diario y raciones vigiladas de pasto de corte, vitaminas, rutinas diarias de ejercicio, agua constante, sal y visitas de su veterinario tres o cuatro veces por semana.
La idea era “mejorar su calidad de vida y la de su descendencia”, explica Juanita. Por eso, no podían faltarle “buena proteína, grano, alfalfa chilena y forraje para equinos”, añade Alejandro García Moreno, médico veterinario adscrito a la Federación Nacional de Asociaciones Equinas (Fedequinas) que estuvo al tanto de la salud del animal durante 13 años.
Tal era la protección que recibía el burro Carolo, que para su entretenimiento y relajación, se dispuso una corte de cubanitos (gallos pequeños) para que lo acompañaran.
“Estos animales son comúnmente utilizados para relajar los burros y los caballos”, asegura Juanita.
Eso no solo permitió que Carolo fuera jefe de raza de mulas, una de las máximas distinciones para ese tipo de animales, durante siete años consecutivos.
“Hice unas pruebas con yeguas del criadero, me gané unos cien saltos (crías), de ahí que al arrendar estos animales, se veía que daban unos movimientos espectaculares. Por eso, el burro se fue ganando fama a nivel internacional y se despachó semen a México y Estados Unidos”, cuenta don Jorge.
También, narra don Jorge, mostraron su interés en Carolo criaderos de Panamá, Costa Rica, y el más grande de Brasil (donde hay un corte de unas 800 mulas de raza), y la calidad de su líquido reproductor se reflejó pronto en el fenotipo y  los bríos de sus crías, lo que lo llevó a regar herederos en todo el continente.
Una vez lograda la fama, cada pajilla de Carolo, que se empezó a vender en 300 mil pesos colombianos (unos 98 dólares actuales), alcanzó los 500 mil pesos (164 dólares al cambio de hoy).
“La fama se la ganó él mismo por las crías y los campeones que dejó, con características similares al papa (papá)”, dice don Jorge, mientras recuerda a las mulas La Reina, Diamante y La Toscana y al burro Carino, todos herederos de Carolo.
Sin embargo, no son esos animales los elegidos para seguir el camino de Carolo, que fue avaluado en 500 millones de pesos ante los compradores que se vieron sorprendidos por su casta, y de quien don Jorge mantiene tres hijos y cuida 3 mil pajillas que esperan ser compradas por ganaderos interesados en mejorar la raza mular.
En La Suiza Mejía, donde el 14 de marzo murió el gran ejemplar mular, está siendo criado Carolo II.
Y de él esperan que tenga una vida sana y el mismo éxito que tuvieron su abuelo Cosaco y su papá Carolo, pero no él mismo final.
“Los burros y las mulas mueren por las manos; la falange tiende a desacomodarse en su avanzada edad”, relata el doctor García Moreno, al contar cómo falleció el famoso burro de los 500 millones de pesos (165 mil dólares).
“Esa dolencia le llegó y fue lo único que le molestó. Se le fue la juventud y de un momento a otro empezó a deteriorarse, en el último mes y medio no se le pudo coletar (sacar semen)”, recuerda el médico veterinario.
Precisamente, fue él la única persona capaz de sepultar en una tumba al gran Carolo, pues ni don Jorge ni sus cuatro hermanos, ni Juanita ni Santiago ni Adriana (sus dos hijos y su esposa), ni mucho menos Albeiro (el capataz de La Suiza Mejía) tuvieron las fuerzas para despedir al que califica como “el reproductor más importante de Colombia en los últimos años”.
“Es que burros hay muchos, pero como Carolo ninguno”, sentencia el médico García Moreno.

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