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El 7 de septiembre de 2012, Jackeline Velasco, de apenas 10 años, desapareció sin dejar rastro en el barrio Santander de Cali. Su madre, Floralba, sintió que algo andaba mal cuando no la encontró en casa al volver del trabajo. Lo que comenzó como una búsqueda por la zona, rápidamente se convirtió en una investigación policial que, en un principio, no tenía un rumbo claro. El Rastro conoció el caso en el 2018 y los relatos que conoció son estremecedores.
“Es tanto el instinto de madre que uno me dice que algo malo está pasando”, recordó la mamá de la niña.
La primera hipótesis que manejaron las autoridades fue que la niña se había escapado voluntariamente. Sin embargo, esta teoría no convencía a sus padres. La investigación dio un giro total cuando apareció un testigo clave: un empleado de una empresa de mensajería quien aseguró haberla visto subir a una camioneta gris de platón. La niña no fue forzada; subió al vehículo con normalidad, lo que indicaba que el conductor del vehículo era una persona cercana a ella.
“No se subió con violencia ni nada, normal, como si fuera alguien conocido”, relató el testigo. Este testimonio centró todas las sospechas en una persona del círculo cercano de la familia, era alguien en quien Jackeline confiaba.
Los investigadores no tardaron en identificar al propietario de un vehículo que coincidía con la descripción: un hombre llamado Óscar Eduardo Cadavid, quien resultó ser el esposo de una tía de la menor. Se trataba de una persona muy cercana, ya que la tía de Jackeline, Gloria, fue quien recibió a la familia cuando llegaron a Cali y le dio trabajo a Floralba en su restaurante. Por esta cercanía, a la niña se le había inculcado que debía llamarlo tío. Cuando fue interrogado, admitió haber estado con Jackeline ese día, una versión que inicialmente había negado en una llamada al padre de la niña.
“Nos dice que efectivamente él estuvo con la menor, habló con ella, que se trasladaron al barrio Santa Elena, recogieron unos bultos, los han traído hasta el restaurante y después él fue a provisionar de combustible su camioneta a una estación de servicio cercana y la dejó en la casa”, señalaron las autoridades.
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Para justificar sus movimientos durante el resto de la tarde, Cadavid aseguró que, tras dejar a la niña, se había reunido con un amigo en el centro comercial Río Cauca y que de allí se fueron al barrio Pizamos, donde pasaron la tarde. Los investigadores localizaron al amigo y, para su sorpresa, este corroboró la historia. El intendente Jorge Eliécer Lozano, a cargo del caso, explicó que “la versión en ese momento coincide de que pues estuvieron reunidos ese día”. Con esta confirmación, la coartada parecía sólida y Cadavid se mostraba muy tranquilo, muy sereno, hasta ese momento no había señales que lo incriminaran.
Sin embargo, los investigadores decidieron verificar la historia por su cuenta. Solicitaron los registros de llamadas de los celulares de Óscar Cadavid y su amigo para triangular su ubicación a través de las antenas de telefonía. Los resultados fueron contundentes.
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El análisis técnico reveló que, en las horas posteriores a la desaparición de Jackeline, los teléfonos de ambos hombres no estuvieron en el barrio Pizamos, como habían declarado. Por el contrario, las señales los ubicaban en las afueras de Cali, en una zona completamente distinta. Con esta prueba irrefutable, el intendente Lozano afirmó: “Con este reporte le demostramos a Óscar que acá lo que nos dijo es totalmente falso”. La mentira había quedado al descubierto, y la investigación se direccionó definitivamente hacia él.
Con esta nueva evidencia, los investigadores citaron nuevamente al amigo de Óscar, pero esta vez la entrevista fue bajo la gravedad del juramento. Al comprender que podría enfrentar consecuencias penales por encubrir a su amigo, él cambió totalmente su versión. Confesó que nunca estuvieron juntos en el barrio Pizamos y reveló la verdadera razón de la mentira: su amigo le había pedido ayuda para crear una coartada porque supuestamente había estado "en un motel con una amiguita que él tenía" y su esposa lo había estado llamando toda la tarde.
Pero el amigo reveló un detalle aún más inquietante. Relató que ese día Óscar lo recogió en su camioneta gris y le pidió que lo acompañara al lavadero. Notó que su amigo estaba afanado por lavar el carro. La excusa fue que había estado en la galería y el vehículo estaba sucio. Para los investigadores, este afán era altamente sospechoso. El amigo vio que el carro estaba muy empantanado por lo que se preguntó dónde había estado realmente Óscar.
Con todas estas pruebas, la Fiscalía ordenó la captura de Óscar Cadavid en febrero de 2013. A pesar de las contundentes evidencias y sus propias contradicciones, nunca aceptó los cargos y afirmó su inocencia.
En enero de 2017, fue condenado a 43 años de prisión por el delito de desaparición forzada. El cuerpo de Jackeline fue hallado 11 días después de su desaparición en un cañaduzal en Palmira, pero solo fue identificado casi dos años después. La causa de la muerte no pudo ser establecida debido al avanzado estado de descomposición. Para los investigadores, la hipótesis es que Óscar intentó abusar de ella y, al no conseguirlo, la asesinó. Su madre, Floralba, sostiene la misma idea: “Que la desapareció con el propósito de abusar de ella”.