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La tranquilidad de las zonas rurales de Risaralda se vio quebrantada por una serie de crímenes que parecían no tener explicación. Las víctimas, en su mayoría adultos mayores de 80 años, eran atacadas con una sevicia aterradora en la soledad de sus fincas. Detrás de esta ola de violencia se encontraba Juan Carlos Villa Cardona, un hombre que, bajo la fachada de un desamparado sordomudo, se ganaba la confianza de sus víctimas para luego acabar con sus vidas. Esta escalofriante historia, que fue revelada en detalle por el programa Séptimo Día, muestra el perfil de uno de los criminales más despiadados de los últimos años en Colombia.
El modus operandi de Villa Cardona era tan simple como efectivo. Llegaba a viviendas aisladas en veredas como La Paloma, en Santa Rosa de Cabal, portando un letrero en el que aseguraba ser sordomudo y solicitaba ayuda económica para su madre. Su apariencia inofensiva —un hombre de baja estatura, tez blanca y contextura atlética— no levantaba sospechas inmediatas. Sin embargo, una vez dentro de las propiedades, su actitud cambiaba drásticamente.
Expertos consultados recientemente por el canal Más Allá del Silencio Podcast, como el psicólogo forense Belisario Valbuena, señalan que el uso del engaño era su firma principal. El sujeto utilizaba un papel escrito para generar una empatía cognitiva y emocional con los ancianos, lo que le permitía inspeccionar la vivienda y detectar objetos de valor o dinero en efectivo.
Séptimo Día conoció detalles de uno de los crímenes: el triple homicidio de Mélida González, Bernardo Giraldo y Ana Isabel Giraldo. Las víctimas fueron halladas con múltiples heridas de arma cortopunzante y el subintendente Jairo Martínez relató que los cuerpos presentaban lesiones "en las zonas del cuello, en los brazos y en las piernas”.
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En las entrevistas concedidas desde la cárcel, Villa Cardona ha dejado al descubierto una personalidad carente de cualquier remordimiento. "Yo no siento remordimiento por el ser humano, para mí el humano es como una gallina", afirmó el asesino en conversación con Más Allá del Silencio Podcast. Desde el primer momento que se conoció su testimonio fue evidente la frialdad con la que ejecutaba sus crímenes: "ver sangre me tranquiliza, pero a la vez me da como una paz... me da como una paz como cuando usted se bebe un vaso de agua y usted tiene mucha sed", le dijo en 2024 a Séptimo Día.
Los analistas lo definen como un sujeto altamente centrado en la realidad, astuto y un buen lector de su entorno. El doctor Valbuena explica que no es alguien que haya perdido el contacto con la realidad, sino un sujeto perverso y antisocial.
La raíz de su comportamiento, según el propio Villa y el análisis de la neuropsicóloga Jessica Riaño, reside en una infancia traumática. A los siete años fue dejado por sus padres bajo el cuidado de sus abuelos en Marsella, Risaralda. Este abandono sembró un odio profundo hacia sus progenitores que luego proyectó en sus víctimas. "Yo odio las personas de edad, yo las odio... el daño mío es muy diferente, yo mantengo odio con la humanidad", confesó en Séptimo Día.
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Su historial delictivo comenzó temprano, según él, a los 11 años cometió su primer ataque grave contra otro menor. En su relato agrega que mientras sus padres "vivían su romance", él se sentía como un objeto desechado. "Me estaban pegando los muchachos... un tío me dijo 'no pues tenga este cortauñas... hágase valer el apellido'... fui lo encontré y me lo llevé... le pegué como 35 [puñaladas], pero no lo maté".
Uno de los aspectos más perturbadores de Juan Carlos Villa Cardona es su intento de justificar sus actos a través de una distorsionada fe religiosa. Asegura que antes y después de cada crimen se arrodillaba ante Dios. Incluso llegó a afirmar que sus víctimas "merecían" morir por pecados pasados o que su muerte era un descanso necesario.
Los expertos señalan que estas son distorsiones cognitivas que el asesino utiliza para validar su brutalidad y verse a sí mismo como un ejecutor de la voluntad divina.
El fin de su carrera criminal llegó no por una pista forense infalible, sino por la que él llama una traición de su propio círculo familiar. Sus hermanos, motivados por una recompensa de 30 millones de pesos ofrecida por las autoridades, facilitaron su ubicación. "José Mauricio Villa Cardona... ese perro vio eso [la recompensa] se emocionó... dio el número por 15 millones de pesos sabiendo que cargamos el mismo apellido", aseguró Villa.
Actualmente, Villa Cardona cumple una condena de más de 45 años de prisión en una cárcel de máxima seguridad. Su odio ahora se centra en sus hermanos, a quienes jura destruir si alguna vez recupera la libertad o si coinciden en prisión. "Haber confiado en mis hermanos... es lo peor que me pasó... juro que los destruyo... los maldigo", sentenció.
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El análisis final de los expertos en Más Allá del Silencio Podcast es claro: Villa es un perfecto engañador y un sujeto alexitímico, incapaz de entender las emociones ajenas o las propias.
*Este texto fue realizado con colaboración de un asistente de IA y editado por un periodista que utilizó las fuentes idóneas y verificó en su totalidad los datos. Cuenta con información y reportería propia de Séptimo Día.