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En pleno centro de Bogotá, en la intersección de la calle 19 con la avenida Caracas, es inevitable darse cuenta del Cudecom, un edificio que hoy parece condenado al olvido. Su fachada, marcada por el paso del tiempo y el abandono, no revela a simple vista que allí ocurrió una de las mayores proezas de la ingeniería colombiana. Sin embargo, detrás de esos muros se esconde una historia que habla de audacia, memoria y de una ciudad que, durante décadas, ha sido capaz de asombrarse a sí misma.
El edificio de Cudecom fue construido hace aproximadamente 70 años por Gabriel Serrano. Con sus ocho pisos de altura y más de 4.000 toneladas de peso, se convirtió rápidamente en uno de los inmuebles más altos de su época y en un referente del corazón financiero de Bogotá. En aquellos años, la ciudad crecía hacia arriba y hacia los lados, y este edificio simbolizaba progreso, modernidad y confianza en la ingeniería nacional. Nadie imaginaba entonces que, años después, esta estructura no solo sería habitada y utilizada, sino literalmente movida.
La historia dio un giro inesperado cuando la administración distrital tomó la decisión de ampliar la calle 19. Para lograrlo, se compraron varios predios, pero uno de ellos planteó un desafío monumental, el edificio Cudecom estaba justo en el camino. Derribarlo fue una opción, pero al ver el buen estado del edificio, en lugar de desaparecerlo, se optó por algo que parecía imposible, trasladarlo completo, sin quitar un solo ladrillo.
Lo que ocurrió después quedó grabado en la memoria de la ciudad. Hace 51 años, Bogotá fue testigo de un hecho que paralizó el tráfico, reunió multitudes y captó la atención de la televisión durante más de diez horas continuas un 6 de octubre de 1974. Vecinos, curiosos y transeúntes se reunieron para observar cómo, lentamente, el edificio comenzaba a desplazarse.
El traslado consistió en mover la estructura 29 metros a lo largo del corredor de la calle 19. Para lograrlo, los ingenieros de los años 70 recurrieron a una combinación de rieles, rodillos de acero y gatos hidráulicos. Más de 400 personas participaron en la operación, dirigida por el arquitecto Antonio Pérez. El edificio avanzó a un ritmo aproximado de 20 centímetros por minuto. En términos de magnitud, se trató de desplazar una masa equivalente a entre 100 y 120 tractomulas cargadas, una tarea que entonces fue comparada con mover una montaña.
La hazaña no pasó desapercibida fuera del país. El traslado de la estructura fue registrado en el libro Guinness de los récords como un logro mundial de la ingeniería. Durante años, fue un símbolo de que Colombia estaba a la vanguardia en soluciones técnicas y de que, con ingenio y planificación, lo aparentemente imposible podía hacerse realidad. Solo en 2004, una obra en China superó este récord.
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Tras el histórico movimiento, el edificio continuó su vida útil, durante años albergó oficinas y fue sede del Instituto de Seguro Social. Por sus pasillos transitaron miles de personas, se realizaron trámites, atenciones médicas y gestiones administrativas que hicieron parte de la cotidianidad del país. Hoy, entrar al edificio es como caminar por una historia detenida en el tiempo, de acuerdo con el más reciente informe de la periodista de Noticias Caracol, Mayra Tenorio, se observan pasillos largos, escaleras que conectan distintas épocas, mobiliario de los años 70 y paredes que conservan marcas de las entidades que allí funcionaron.
En su interior aún reposan documentos, huellas de atenciones médicas, liquidaciones y rastros de empresas que cerraron sus puertas. No son solo oficinas vacías; son fragmentos de todas las historias de las personas que habitaron estos lugares y que ahora que quedaron en el olvido. Cada rincón guarda señales de lo que allí se vivió, de una época en la que el edificio era uno de los más importantes del país.
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Actualmente, el inmueble se debate entre el abandono y la memoria, de acuerdo con Diego Parra, director del Patrimonio Cultural de Bogotá: "Hay diferentes proyectos que se estan avanzando desde el Distrit, pero también desde la Nación para generar el reúso de edificaciones. Lo más importante en estos momentos es poder restaurar el edificio para darle una nueva vida".
Por lo pronto la edifcación sigue siendo patrimonio, sigue siendo historia, la que alguna vez se robó todas las miradas al lograr lo imposible; hoy espera, inmóvil, volver a ser protagonista. No solo por lo que fue, sino por todo lo que aún puede llegar a ser.
HEIDY ALEJANDRA CARREÑO BELTRAN
CON INFORMACIÓN DE NOTICIAS CARACOL