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En febrero de 2006, la selva del Amazonas se convirtió en el escenario de un suceso que, durante casi dos décadas, permaneció bajo la sombra de la duda y la impunidad. Jairo Alonso Villamil Castellanos, un médico bogotano de 24 años que cumplía su año rural en el corregimiento de Mirití–Paraná, perdió la vida en lo que inicialmente se reportó como un accidente fluvial. Sin embargo, diecinueve años después de los hechos, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia ha dado un giro definitivo al caso, revocando una absolución previa y condenando a uno de los implicados por el delito de homicidio agravado.
Jairo Villamil se había graduado como médico cirujano en 2005 con el sueño de ayudar a las comunidades más apartadas de Colombia. Su madre, Leonor Castellanos, relató el anhelo de su hijo a Séptimo Día en el 2018: “Yo mandé a mi hijo para el Amazonas es para que se enriqueciera de las comunidades y la tierra amazónica me lo devolvió sin vida”. El joven se había ganado el respeto de los indígenas yucunas en Mirití-Paraná, donde convivió durante nueve meses antes del fatal desenlace.
La historia que llegó a oídos de los padres de Jairo el 18 de febrero de 2006 indicaba que el médico había sufrido un accidente mientras trasladaba a un paciente herido hacia el centro de salud de La Pedrera. Según los testimonios iniciales recogidos, el médico supuestamente se había golpeado la cabeza con la rama de un árbol mientras la lancha navegaba por el río Mirití en horas de la noche.
Daniel Yucuná, auxiliar de enfermería y compañero de Jairo, quien inicialmente sostuvo la versión del accidente, describió la cercanía que tenía con el médico: “Lo queríamos mucho iba y hacía tareas de mi hija jugaba con mi hija”. No obstante, las sospechas de Leonor Castellanos surgieron tras revisar las pertenencias de su hijo enviadas desde la selva. Un detalle en particular llamó su atención: el sombrero que Jairo llevaba la noche del supuesto impacto no presentaba rastros de sangre, barro o daño estructural compatible con un golpe mortal contra un tronco.
Leonor cuestionó la versión oficial con firmeza en Séptimo Día: “y yo le decía como que un gorro se debe estrellar contra un tronco y el gorro está virgen como se lo mandé”. Además, la madre notó que el rostro de su hijo no presentaba las laceraciones que normalmente causarían las ramas pequeñas de un árbol en un accidente de ese tipo. Estas inconsistencias fueron el punto de partida para una lucha judicial que enfrentó la incredulidad de la Fiscalía local en Leticia, la cual insistía en la tesis del accidente debido a la peligrosidad de los ríos amazónicos.
La investigación judicial, que fue retomada y analizada exhaustivamente por la Corte Suprema de Justicia tras años de dilaciones, reveló que lo sucedido en el río Mirití no fue un accidente, sino un ataque planeado para robar al médico. Durante el recorrido fluvial, los ocupantes de la embarcación recogieron a un hombre que pidió ayuda fingiendo sufrir de cálculos renales. En un momento de distracción, el médico fue atacado por la espalda.
La Corte determinó que el médico fue golpeado con un objeto metálico: el atril utilizado para sostener el suero del paciente que estaba siendo trasladado. Este elemento, fundamental en la escena del crimen, había sido excluido de los relatos iniciales y permaneció en el olvido de los expedientes durante años. Además, se comprobó la desaparición de la mayor parte de los $500.000 pesos que Villamil llevaba consigo al momento de iniciar el viaje.
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Al evaluar el caso, la Sala de Casación Penal encontró graves errores en la valoración de las pruebas por parte del Tribunal Superior de Cundinamarca y Amazonas, que en 2024 había absuelto a los implicados. La Corte señaló que el tribunal anterior desarticuló pruebas abundantes de la Fiscalía, ignorando reglas de la lógica y la ciencia. En su fallo, el alto tribunal enfatizó: “Por fortuna, la verdad subsiste aún en medio de un cúmulo de falsedades. Después de varios años, los protagonistas de los hechos empezaron a relatar lo que verdaderamente había sucedido”.
La resolución de la Corte Suprema de Justicia no solo revocó la absolución, sino que ordenó la captura inmediata del condenado, la cual ya se hizo efectiva. El fallo reconoció que la decisión tomó demasiado tiempo debido a la lentitud investigativa y las limitaciones del sistema judicial colombiano, pero subrayó la importancia de dar una respuesta a los familiares de la víctima.
El tribunal resaltó la tenacidad de Leonor y Pedro Vicente Villamil, quienes durante 19 años no cesaron en su búsqueda de respuestas, incluso cuando se les sugirió investigar a través de métodos no convencionales debido a la falta de avances oficiales. La sentencia de la Corte busca ser una “voz de aliento a sus padres Leonor y Pedro Vicente, quienes nunca renunciaron a sus derechos a conocer la verdad y a que se imparta justicia”.
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Con esta condena, se cierra un capítulo de incertidumbre que comenzó en las profundas selvas del Amazonas en 2006. El caso de Jairo Villamil, que comenzó como un "secreto en el Amazonas" guardado por la comunidad y oculto bajo la apariencia de un siniestro fluvial, finaliza con una determinación judicial que establece la responsabilidad penal por homicidio agravado.
*Este texto fue realizado con colaboración de un asistente de IA y editado por un periodista que utilizó las fuentes idóneas y verificó en su totalidad los datos. Cuenta con información y reportería propia de Séptimo Día.