Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Durante cuatro décadas, la atención de científicos, medios de comunicación y autoridades ambientales en Colombia se ha centrado casi exclusivamente en los hipopótamos de la Hacienda Nápoles. Sin embargo, en las sombras de los bosques y potreros de Doradal, Antioquia, una nueva herencia biológica de Pablo Escobar ha comenzado a emerger con fuerza: los venados Chital (Axis axis). Esta especie, originaria de Asia, fue traída ilegalmente al país por el extinto capo del narcotráfico Pablo Escobar y ha logrado pasar desapercibida mientras se reproduce silenciosamente en el Magdalena Medio.
Hoy, la presencia de estos animales ya no es un secreto de los lugareños. La preocupación radica en que, tras su apariencia inofensiva y su parecido con el famoso "Bambi" de Disney, se esconde una amenaza invasora que podría alterar irreversiblemente los ecosistemas locales, desplazando a la fauna nativa y afectando la economía ganadera de la región.
Willington Herrera, un joven vaquero de 21 años que trabaja en las fincas de Doradal, ha sido uno de los testigos directos del incremento en los avistamientos de estos animales. Según relata, los venados tienen un comportamiento sumamente alerta.
Lo que inicialmente fueron reportes aislados de campesinos se ha transformado en la observación de manadas considerables. Herrera asegura haber visto grupos numerosos desplazándose por los terrenos donde labora. Además de su número, su agilidad física impresiona a quienes los encuentran, pues poseen una capacidad de salto que supera los obstáculos comunes de las fincas ganaderas. Al ser consultado sobre qué tan alto saltan, el vaquero afirma: “de 2 a 3 metros más... ese animal salta mucho”.
El jefe de la oficina de gestión de la biodiversidad de Cornare, David Echeverry, explica que estos ejemplares que andan en manada no pertenecen a ninguna de las cinco especies de venados nativos que existen en Colombia. Se trata del venado Chital, una especie asiática introducida en diversas partes del mundo para fines de cacería deportiva.
Echeverry señala que los registros indican que estos animales “ingresaron a ser parte de la colección de animales que había en lo que era la hacienda Nápoles hace ya casi 40 años”. A diferencia de los hipopótamos, que son fáciles de rastrear por su tamaño y comportamiento agresivo, los chitales son “muy difíciles de ver” y tienen un comportamiento “muy sensitivo, digamos muy ariscos”.
Físicamente, el Chital se distingue por ser más grande que el venado nativo Mazama y por conservar manchas blancas en su lomo incluso en la edad adulta. Echeverry detalla sus características: “es un venado muy similar al venado que nosotros tenemos en Colombia, pero es un poco más grande, unos cuernos mucho mayores, los machos ya en estado adulto presenta unas coloraciones en la parte del lomo, como unos puntos blancos, es muy parecido al que conocemos como el Bambi de las películas”.
La principal preocupación de las autoridades ambientales radica en la naturaleza invasora de la especie. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), las especies invasoras son la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el mundo y generan costos anuales que superan los 423.000 millones de dólares. En el caso específico de los venados de Pablo Escobar, aunque no representan un peligro directo de ataque para los humanos como sí ocurre con los hipopótamos, su impacto ecológico es profundo.
Publicidad
La introducción del Chital en otros ecosistemas, como en Hawái o Texas, ha servido como advertencia para Colombia. En Texas, por ejemplo, ya han desplazado al venado nativo de cola blanca. En el contexto del Magdalena Medio, David Echeverry advierte sobre las especies que podrían verse afectadas: “puede estar desplazando la anta, puede estar desplazando el chigüiro”. Esto ocurre porque compiten por los mismos recursos alimenticios y espacio territorial.
Los productores locales también han empezado a notar efectos negativos en sus tierras. Se ha reportado que estos animales alteran los ciclos de regeneración del pasto, un insumo vital para la ganadería de la zona. Según testimonios recogidos en la región: “el venado puede dañar la rotación del pasto, porque no deja retoñar el pasto”.
Publicidad
La adaptabilidad de esta especie es otro factor de alarma. Los chitales han encontrado en el trópico colombiano un ambiente ideal para multiplicarse. Echeverry explica en Los Informantes su dinámica de expansión: “en la medida que el grupo va estando tan grande que los recursos empiezan a no estar en la misma disponibilidad para todos, un pequeño grupo se va y se asienta en otro territorio”. Además, se estima que tienen una tasa de natalidad de al menos una cría al año, ritmo que podría ser incluso mayor en condiciones tropicales.
A diferencia de los hipopótamos, que son percibidos como peligrosos, los venados gozan de una percepción positiva entre los habitantes de Doradal debido a su estética. Sin embargo, esta visión de los lugareños contrasta con la realidad biológica de una especie que carece de depredadores naturales suficientes para controlar su población, más allá de la presencia esporádica del jaguar en la zona.
Cornare ha comenzado a explorar métodos de control, basándose en la experiencia adquirida con los hipopótamos. Una de las opciones es la esterilización química a distancia mediante rifles que disparan dardos con medicamentos. No obstante, este método presenta obstáculos técnicos significativos. David Echeverry menciona que “es muy difícil marcar a los animales después de haberlos esterilizado de manera química puede ocurrir entonces que se esterilice por error varias veces al mismo ejemplar”.
Además, el manejo directo de estos venados conlleva un riesgo mortal para el animal debido al estrés extremo. Este fenómeno, conocido como miopatía por captura, puede desencadenar fallas cardíacas fulminantes.
A pesar de que han pasado casi 40 años desde su introducción, el estudio de los venados Chital en Colombia es prácticamente nulo. “No lo hemos estudiado nada, básicamente un reporte de presencia, pero digamos lo que estamos haciendo ahorita es aproximarnos un poco más a conocer cómo se está comportando esta especie porque no sabemos nada”, confiesa el experto de Cornare.
Publicidad
Actualmente, las autoridades están implementando ejercicios de ciencia participativa, solicitando a la comunidad que reporte avistamientos y datos sobre el movimiento de las manadas para entender mejor la magnitud de la invasión.
Se estima que en Colombia existen más de 1.900 especies exóticas, muchas de ellas potencialmente invasoras, y el país tiene la meta de articular un plan de control para el año 2030.
Publicidad
La historia de los "narcovenados" es un recordatorio de que los ecosistemas son equilibrios frágiles. Aunque hoy son vistos como un atractivo turístico en hoteles de lujo, su expansión descontrolada representa un desafío que Colombia debe enfrentar antes de que, al igual que los hipopótamos, su manejo se convierta en una tarea de proporciones monumentales.
*Este texto fue realizado con colaboración de un asistente de IA y editado por un periodista que utilizó las fuentes idóneas y verificó en su totalidad los datos. Cuenta con información y reportería propia de Los Informantes.