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  • Gol Caracol

    Son muchas las supersticiones o cábalas que han manejado jugadores y técnicos de fútbol durante sus carreras profesionales para, según ellos, obtener buenos resultados. Algunas les han cuajado, por lo menos por un tiempo; otras, no tanto. Por ejemplo, cómo olvidar la cábala del brasileño Ronaldo, máximo goleador en la historia de los mundiales (15 tantos), que durante el calentamiento previo a los partidos no remataba al arco, disque para no gastar los goles. O la de Iván ‘El Bam Bam’ Zamorano, quien una vez se lesionó la muñeca de la mano derecha y debió recurrir a un vendaje para poder actuar con su equipo. Con el trapo en su extremidad, el artillero chileno anotó tres goles en un mismo partido, por lo que decidió no volvérselo a quitar. Y qué decir del famoso beso que le daba Laurent Blanc en la calva al arquero de la selección francesa Fabián Barthez antes de cada partido del Mundial de Francia 1998. Al final, el equipo anfitrión se quedó con el título del certamen. En Colombia también algunos equipos y jugadores han hecho gala de sus excéntricas creencias. Por ejemplo, Anthony de Ávila jugó muchos años al servicio del América de Cali con las uñas pintadas de rojo. Además, tapaba con un esparadrapo el escudo de su equipo, que tenía dibujado un diablo. Aunque ‘El Pitufo’ escribió su nombre como el jugador más veterano (45 años) en actuar en el fútbol colombiano, también posee el anti récord de perder cinco finales de Copa Libertadores (cuatro con América y una con Barcelona de Ecuador). En Barranquilla, los aficionados del Junior se emocionaban cada vez que veían aparecer sobre el estadio Metropolitano una lechuza que, según ellos, aseguraba la victoria del equipo ‘tiburón’. Sin embargo, la alegría, aunque no los triunfos, duraría hasta que llegó un defensa panameño del Pereira, de cuyo nombre no quiero acordarme, y la pateó provocándole la muerte. Pero si de cabalística se trata, los argentinos son los reyes de estas ‘artes’ y el técnico Carlos Salvador Bilardo su padre. El estratega durante el Mundial de México 1986, tras su primer triunfo ante Corea del Sur (3-1), recurrió a una misma vestimenta, repitió restaurantes y en general todas las rutinas antes de los juegos. Incluso, llegó a prohibirles comer a sus jugadores carne de pollo porque esta traía mala suerte. El ‘narizón’ se salió con la suya y, ante todos los pronósticos, le dio el segundo título mundial a Argentina. Pero ahí no terminarían las supersticiones de los miembros del seleccionado 'albiceleste', que adoptaron nuevas creencias de “buena suerte” para el siguiente mundial, el de Italia 1990. La que más se recuerda es la del arquero Sergio Coycochea, al que le dieron ganas de orinar justo antes de iniciar la definición por penaltis en la semifinal ante el representativo anfitrión. Ante la imposibilidad de ir al baño, el guardameta le pidió a sus compañeros que lo taparan haciendo un círculo mientras él se arrodillaba a calmar su nerviosismo. Goycochea, aquella noche del 3 de julio, les detuvo dos penaltis a los italianos y le dio la clasificación a Argentina a su segunda final consecutiva. Para la Copa América de 1993, 'Goyco' volvió a orinar en pleno campo y su equipo se quedó con el título. Volviendo a Bilardo, este no tardó en encontrar algunos émulos de sus ‘mañas’. Reinaldo ‘Mostaza’ Merlo, aquel que entrenara en algún momento a Nacional de Medellín, usaba siempre la misma camisa y cruzaba sus dedos ante los ataques de los equipos rivales cuando dirigía al Racing de Avellaneda, club al que sacó campeón de Argentina en 2001. Mario Vanemerak tampoco se quedó atrás y vistió idéntico mientras conducía a Millonarios en la Copa Sudamericana de 2007. La superstición le funcionó al equipo azul y a su técnico hasta semifinales. El martes anterior, en el estadio El Campín de Bogotá, Santa Fe derrotaba 4-0 a Botafogo de Brasil y se clasificaba a los cuartos de final de la Sudamericana. De repente, un perro saltó a la cancha (Ver acá el video) y por unos minutos deleitó con su astucia a los aficionados ‘cardenales’. La histórica fecha para Santa Fe, que al final se impuso 4-1, se recordará no solo por eliminar a uno de los equipos grandes del continente, sino por la aparición del juguetón canino; primero en violar la norma de no ingresar al terreno de juego desde que el fútbol se disputa sin mallas de protección en varios de los estadios colombianos. Pero, ¿se imaginan lo que hubiera pasado si el técnico de Santa Fe, Wilson Gutiérrez, fuera argentino? Ya habría adoptado el perro y exigido que en adelante este estuviera en todos los partidos del equipo bogotano; mejor aún, si pudiera ingresar siempre hasta el mismísimo gramado. Incluso, el león, la mascota del club, hubiera sido desplazado por un animal menos feroz pero que contó con la suerte de aparecer en el momento preciso. Al morir, el perro sería disecado y puesto en un altar hasta que los resultados dejaran de acompañar al técnico, quien de seguro buscaría una nueva cábala. Menos mal Gutiérrez es bien colombiano y, al parecer, no muy supersticioso; por lo que el perro de El Campín que entró, jugó un rato y se largó cuando quiso, no dejará de ser más que la simple anécdota de una noche de delirio santafereño. Por: Juan Carlos Calderón Medina Ahora en Twitter: @calderon_medina

  • Gol Caracol

    Sabemos que muchos están pensando en la vuelta olímpica de la Copa Postobón y que esa palabra campeón, tan esquiva en décadas, se quiere gritar con el corazón. Desde la barrera, sin embargo, siento que lo que le hicieron a la afición azul es digno de un sonoro reproche. Ver a Millonarios en El Campín no tiene nada de malo y tampoco buscar dinero en tiempos aciagos. Pero obligar al hincha a comprar un “combo” para poder estar en la final ante Chicó es abusivo. En primer lugar, es abusivo porque el hincha azul generalmente ha respondido a la deficiencia deportiva y administrativa del equipo de los últimos años yendo a las tribunas. Y también abusivo porque igualaron la competencia y los precios de las boletas de dos partidos como si fueran de la misma importancia. Para poder ir a occidental baja en la final de la Copa Colombia (me gustan más los nombres no patrocinados en los torneos) un aficionado tuvo que cancelar 100.000 pesos (sin contar lo que algunos pagaron a intermediarios); 50.000 para la boleta del partido ante Pereira y otros 50.000 para la ya mencionada final. El encuentro frente a Pereira fue pésimo, de bajísimo nivel, no recompensó ni la mitad de esos 50.000 pesos. Millonarios intentó ganar sin esforzarse y lo peor es que casi lo consigue. Bonner Mosquera, que estaba en las tribunas y un día después corrió su partido de despedida, vio la contienda serio, casi absorto. Varios hinchas increparon a los jugadores de casa, que en sábado pensaban en jueves. Uno de ellos dijo, con asidero sobre ambos conjuntos: “son más malos que Caín”. Pasada esa mediocridad, se viene la final, la posibilidad de una nueva conquista y Millonarios y su gente tienen absoluto derecho de hacer la fiesta que quieran con el trofeo, si es que no se equivocan en el objetivo de rematar a Chicó. Muchos critican de antemano a Millonarios por la alegría del posible título y recuerdan, además, la exagerada celebración de Carmelo Valencia en la victoria de la Copa Cafam de 2009. Ahora este torneo es oficial, es diferente. Vale para ir a la Sudamericana. Para los que demandan cosas en contra de la escuadra bogotana y su afición, hay que responder que Chicó y Millonarios fueron mejores que todos en la Copa Colombia. Los demás fueron más perdedores por no llegar ni siquiera a la final. A pesar de estos triunfos de voz en un certamen de poco brillo, el hincha de Millonarios no debe conformarse con tan poco. Puede celebrar a su antojo, gozar, aunque a la vez sería ideal para su suerte que pasara rápido la euforia de un hipotético título. El corazón del aficionado de Millonarios es grande para emocionarse fácilmente esta vez, merece la alegría, pero la cabeza tendría que decirle que el camino termina mucho más arriba, que falta construir un equipo de mejores jugadores y que, sea cual sea el resultado de la final contra Chicó, mejores resultados. Porque se puede ser campeón de la Copa Postobón y tener miedo del descenso. Eso es un completo desatino. El mejor “combo” que deben ofrecer los directivos de Millonarios a sus hinchas es la estrella 14 e ilusionarlos con una figuración en la Copa Libertadores. Lo demás sirve para sonreír un rato, pero no para morirse de la risa. Para seguirme en Twitter: @javieraborda

  • Gol Caracol

    "Intervención", dijo Jairo Clopatofsky cuando lo nombraron como director de Coldeportes, e inmediatamente los popes del fútbol colombiano amenazaron con echar la Fifa encima. Sin embargo, la vena política de Luis Bedoya y el populismo de Juan Manuel Santos (que no olvidemos, en su primera declaración como candidato presidencial propuso el Mundial Colombia 2026) lograron una especie de pacto en el que el fútbol se comprometía a cumplirle a sus trabajadores so pena de castigos por parte del ente rector del deporte en Colombia. Sin embargo, hasta le fecha, eso se quedó en palabras. Tal como el pacto de Santos con los taitas de la Sierra, esto no se cumplió. Este acuerdo, firmado y publicado el pasado 5 de mayo, día en el que el siempre bien hablado Ramón Jesurún dijo que la Dimayor iba a castigar a los clubes que no respondieran por sus obligaciones, que el fútbol colombiano iba a mejorar administrativamente y que nunca, nunca, nunca iba a volver a verse que un equipo entrara en paro para que no se repitiera la escena miserable del 9 de abril, cuando Quindío salió a jugar frente a Millonarios con una nómina juvenil ya que sus jugadores decidieron no actuar por las deudas del club. Ese día Hernando Angel, dueño del cuadro cafetero, se pasó por la faja su responsabilidad como jefe, los compromisos comerciales de la Dimayor con el patrocinador Postobón, los derechos laborales de sus empleados (futbolistas) y puso en El Campín una nómina prácticamente amateur que, por supuesto, se comió un 5-0 de un equipo profesional y experimentado. Lo peor es que si no es por el escándalo que armamos muchos en los medios y casi todos los hinchas, Clopatofsky no dice nada. Pero bueno, esa vergüenza para el Quindío, sus aficionados y para el fútbol colombiano en general sirvió al menos para que Jesurún saliera a decir que eso no iba a volver a pasar. Frente a las cámaras y los micrófonos el elocuente dirigente (me sale en verso y todo) dijo que la Dimayor se comprometía a establecer un “reglamento interno o medidas de autorregulación que aseguren que los clubes que no estén al día con sus obligaciones laborales y de seguridad social con sus trabajadores del presente campeonato no puedan participar en los certámenes que organiza”. Y claro, el gobierno (encabezado por el vicepresidente Angelino Garzón, supuesto garante de este acuerdo), se comió el cuento de que los dirigentes del fútbol colombiano se iban a autorregular... A la hora en que escribo esto, 3:30 de la tarde del jueves 20 de octubre de 2011, en la capital de Norte de Santander dan como un hecho que Cúcuta Deportivo va a recibir este viernes a Santa Fe con una nómina juvenil ya que sus jugadores entraron en paro. Así lo anunció descaradamente su vicepresidente Alvaro Torrado, pasándose por la faja las promesas de la Dimayor, la "supervisión" del gobierno, el respeto que merece la hinchada, el respeto que merece un patrocinador que, como Postobón, pagó una cifra exagerada por este torneo de pobres y, por sobre todas las cosas, los derechos de los jugadores a los que no les pagan hace casi tres meses. Póngase en ese lugar. Imagínese que a usted no le pagan hace cinco quincenas, y que no sólo es el primer atraso sino que a lo largo de los dos últimos años la constante es que este mes le pagan lo de hace cuatro y vuelve a ver plata en tres más... yo, la verdad, ya habría tomado medidas de hecho, habría demandado a todo el mundo, habría armado un escándalo mediático y es muy posible que hasta hubiese cerrado la Avenida Cero con una huelga nudista, pero claro, el único pacto que los dirigentes respetan es el de protegerse entre ellos y vetar a los jugadores que hablan duro, así que los humildes futbolistas del Cúcuta no hicieron nada durante mucho tiempo. Pero este lunes explotaron, pararon, dijeron que no juegan hasta que les paguen y Ramón Jesurún, en vez de castigar con severidad al club por su pésima administración y de hacer cumplir lo que pactó con el gobierno y con la sociedad en general (porque yo soy de los que cree que una promesa pública es un pacto con la comunidad a la que se le cuenta), vuelve a mostrar que lo último que le interesa a los dirigentes del fútbol colombiano es el fútbol, que a ellos lo que les interesa es el negocio. No seas vagabundo Ramón: ¿cómo vas a llamar al presidente de Santa Fe a pedirle personalmente que le aplace el partido al Cúcuta para que puedan pasar de agache unos dirigentes descarados que no le han dado buen manejo al club rojinegro? Porque sí señores: Jesurún, no Alvaro Torrado, no: el propio presidente de la Dimayor, hizo gestión para que el rojazo le aplazara el juego a los motilones en una actitud absolutamente alcahueta. Afortunadamente Santa Fe no es bobo y, así como al rojazo no le han ayudado de a mucho en su doble compromiso de Liga y Copa Sudamericana, dijo que no: ese problema no es del león, que sí le paga a sus empleados. Ese problema es del Cúcuta y de la Dimayor. Yo insisto en parafrasear a Alfredo Relaño: "del fútbol me gusta todo menos los que lo manejan". Especialmente porque ellos, los dirigentes, los dueños del espectáculo, saben que manejan algo que para el resto de seres humanos no es un negocio sino una pasión. A ti no te importa que a tu equipo lo vista X o Y marca, tu lo que quieres es tener la camiseta que te hace sentir orgulloso, la que te trae los mejores recuerdos, la que viste hincharse de gloria tantas veces, y vas a pagar por ella, por eso, por tu pasión. Por el negocio de esos señores de corbata a los que les interesa que se transmita por televisión Cúcuta vs. Santa Fe y no que a los protagonistas de la fiesta los humillen sin pagarles por su trabajo o que a los que le dan vida a su negocio los irrespeten ofreciéndoles un partido con amateurs. No seas vagabundo Jesurún... y a todas estas, ¿el gobierno no tiene nada qué decir? O será que como en el pacto con los indígenas de la Sierra cree que después de un tiempo eso ya no importa... Sígame en Twitter: http://twitter.com/PinoCalad

  • Gol Caracol

    Colombia ganó 1-2 en Bolivia y hoy todo es fiesta. Volvimos a pasar, como es costumbre, del infierno al cielo. Parece que los términos medios nunca existirán en nuestro país. Definitivamente, o somos los mejores, o los peores. En este momento, somos los mejores del mundo… para muchos. James Rodríguez y Falcao García, sobre los que en un pasado no muy lejano recayeron todo tipo de reproches tras no brillar como se esperaba en el Mundial Sub-20 o por fallar un penalti ante Perú en la Copa América, respectivamente, ahora son héroes nacionales. Incluso antes del juego en Bolivia, Leonel Álvarez tenía sobre su cabeza varias incógnitas: ¿Le quedaría grande la selección? ¿Sería capaz de darle por primera vez en su historia un triunfo a la tricolor en La Paz? El antioqueño ganó y le cerró la boca a más de uno que estaba esperando su primer desliz para caerle con toda. Ya nadie habla de Pep Guardiola ni de José Mourinho, tampoco de Marcelo Bielsa, ahora el técnico de moda es Álvarez. Pero, ¿se imaginan qué hubiera pasado si Colombia no hubiese metido ese gol milagroso y refrescante del minuto 93 a través del ‘Tigre’ Falcao García? Hoy muchos estarían crucificando a Álvarez por no haber podido cerrar un partido que se tenía ganado hasta el minuto 84. Se estaría hablando de la falta de jerarquía de la tricolor. Una vez más se habría entrado en la polémica de por qué el técnico escogió a Teófilo y no a Falcao como inicialista, así Gutiérrez se hubiera jugado un partidazo. Se le habría echado también la culpa al cuerpo técnico, al médico y a los mismos dirigentes de la Federación Colombiana de Fútbol por haber entrenado en Bogotá y no viajar con antelación a La Paz. Incluso, los supersticiosos señalarían a la capital de la República como la culpable. “Bogotá le trae mala suerte a la selección”, la exclamación de más de uno. Pero peor aún, ¿qué hubiera pasado si Colombia no hubiera alcanzado ni siquiera el puntico, sino que Bolivia, en ese último aire que sacó entre los minutos 84 y 90, cuando arrinconó a Colombia, hubiese anotado? Recordemos que los del altiplano estuvieron a punto de lograrlo, de no haber sido por la buena actuación del arquero David Ospina y la mala puntería de sus delanteros. La derrota habría borrado la buena planeación de Álvarez, nadie se acordaría de las múltiples opciones creadas, ni de la personalidad demostrada por el juvenil Rodríguez, entre muchas otras cosas positivas que tuvo Colombia durante el partido. Hoy más de uno estaría exigiendo la salida del técnico, la de los dirigentes y jugadores y pidiendo que se le diera la oportunidad a los Sub-20 para que empezaran a foguearse para el Mundial de Rusia 2018. Pero no fue así. Colombia ganó y, para muchos, quedó muy cerca de volver al Mundial. Los pajaritos cantaron más bonito que nunca, los niños fueron felices al colegio, los padres caminaron con la cabeza levantada, ¿y todo por qué? Porque “tenemos la mejor selección del mundo”. Señoras y señores, mantengamos la calma. Aun hay ‘mucha tela por cortar’ para hacer realidad el sueño mundialista. Aunque es verdad que las cosas empezaron bien y esperamos que así continúen, también es cierto que faltan varias cosas por corregir. Claro que hay que celebrar, claro que hay que soñar, claro que hay que ilusionarse, pero ojo, con mesura. No somos el mejor equipo del mundo, así como tampoco lo fuimos antes del Mundial de Estados Unidos 1994, certamen en el que nos bajaron muy rápidamente de la nube. Tampoco seremos los peores cuando nos toque perder. Que la emoción de un resultado no nos lleve a triunfalismos o derrotismos mal enfundados. Se vienen en el mes de noviembre (11 y 15) los partidos en Barranquilla ante Venezuela y Argentina. Mantengámonos unidos y arropemos al equipo nacional. Sigamos forjando, paso a paso, y con los pies bien puestos sobre la tierra, el camino hacia Brasil 2014. Por: Juan Carlos Calderón Medina

  • Gol Caracol

    Escenario: estación Héroes, a eso de las 6:00 p.m., con, fácilmente, 500 personas detrás suyo para abordar un bus que de todas formas ya viene lleno. Empujones, calor, sudor, y algo de alivio cuando al fin logra treparse a un articulado. En ese momento inicia una nueva batalla, campal, si se quiere. Cuide sus bolsillos de posibles asaltos, evite rozar en demasía a sus compañeros de tormento, escoja un lugar adecuado para no desnucarse con una frenada en seco y échese la bendición para que no lo coja un trancón. El tiempo hará lo suyo. El viaje parecerá de cuatro años entre tanto traumatismo. Lo claro es que no puede dormirse. El que cabecee, pierde su parada y debe prolongar el suplicio para llegar a su destino. Por tanto, la satisfacción es más que merecida cuando usted finalmente se zafa de la presión y entiende que está cercano a lo que más quiso en su largo periplo. ¿Ya entendió cómo será esta ronda Eliminatoria rumbo a Brasil 2014? Así y más compleja. El nivel parejísimo que se vio en la Copa América se confirmó en las primeras dos fechas. Por ahí, Bolivia y una muy disminuida Paraguay se bajan de ese Transmilenio repleto de candidatos. De resto, meta de una vez en su baraja al revitalizado Perú de Segio Markarian, que en las primeras de cambio ya dio muestra de lo que puede llegar a hacer con sus ‘cuatro fantásticos’. También a la selección Ecuador de Reynaldo Rueda, que pretende reconstruir su feudo en una fortaleza, y a la ultraofensiva Chile de Claudio Borghi. Venezuela luchará de tú a tú con todos. Ya revirtió su historia de derrotas ante Argentina y su técnico César Farías, soberbio y todo, imprimió convicción a sus jugadores. Ni qué decir de Uruguay, el campeón de América que en dos jornadas ya se trepó a la punta gracias a la ‘media inglesa’ y su nómina de lujo. El camino para Argentina, mientras, inició lleno de contrastes. Goleó a Chile y sucumbió con Venezuela en otra dura cachetada a su historia. ¿Y Colombia? Bien, si nos apegamos a los resultados. Descansó en la primera fecha, triunfó en Bolivia después de 27 años y sumó de tres puntos de entrada, como hace mucho tiempo no sucedía. Por si fuera poco, es conducida rumbo a su sueño de regresar a un Mundial por un hombre que no divide y debutó de forma oficial con celebración. Es Leonel Álvarez, quien ya metió primera en este largo recorrido a Brasil 2014. Por: Ronny Suárez | Sígame en Twitter: @ronnycol86

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    Hay muchas lágrimas en la memoria. Las de Maradona, por ejemplo, lamentando la derrota en la final del Mundial de Italia. Las de Ronaldo, por sus dolorosas lesiones. Está el llanto salido de las entrañas de Samuel Kuffour en aquella increíble derrota de Bayern Munich ante Manchester por el título de la Champions… La lista podría ser interminable. Cada quien se acuerda de sus penas, propias o ajenas, y a mí me llega también mientras escribo esto el llanto de John Terry en la eliminación de Inglaterra en Alemania 2006 y, rápidamente, el de varios paraguayos tras el gol de oro sufrido en Francia ’98. A los colombianos nos pasa lo mismo. No somos más fuertes. Lo primero, que finalmente es una salvedad, es toda la tristeza que se derramó con la muerte de Andrés Escobar. Mucho después recuerdo a Jorge Luis Pinto sollozando en rueda de prensa cuando lo nombraron DT de la selección. Luego, el mismo Pinto hablando entrecortado, ofendido, en una entrevista radial en la que contaba su pelea con Carlos Antonio Vélez, ya cuando estaba por fuera del equipo nacional. Lo cierto es que si de lágrimas hablamos en Colombia un buen lugar lo tiene Eduardo Lara y, ahora, pasará al recuerdo la expresión natural de Luis Amaranto Perea tras el histórico triunfo de Colombia sobre Bolivia en La Paz, en el primer juego rumbo al Mundial de Brasil 2014. Aquel jugador que después de vender helados en las afueras del estadio Atanasio Girardot logró llegar al Independiente Medellín, pasar a Boca Juniors y fichar para el Atlético de Madrid, demostró que cualquier triunfo es excepcional si se logra con el corazón. El defensor, convertido en capitán esta vez por la lesión de Yepes, no pudo culminar una entrevista tan pronto terminó el partido. Estaba emocionado, bajó la cabeza y tuvo que hacer un alto para tomar el oxígeno que falta en Bolivia. Lloró en un gesto de grandeza y no de debilidad. Fue un momento sublime para una selección que acumula varios fracasos consecutivos y que muchas veces carece de sentimiento. Las lágrimas de Perea simbolizan un buen comienzo para Colombia, significan entrega total por la camiseta, además de ambición por la victoria. Lo demás podría ser hasta anecdótico. Colombia le ganó al peor equipo de los nueve en disputa, desperdició muchísimas opciones de anotar e, increíblemente, pudo perder un partido que debió golear. Aun así, el triunfo vale un aplauso sonoro, merecido. Fue en La Paz, lo que agiganta el mérito. El triunfo ilusiona de nuevo al hincha y le regresa la esperanza. Fue un paso nada más, valorado porque se dio con confianza en el técnico, con respuesta de los jugadores y apoyo del público. Tal vez si las cosas siguen así volvemos la Eliminatoria una “Clasificatoria”. Y ahí sí lloramos todos, ya con una felicidad completa. Por ahora, sonriamos de gratitud con las lágrimas de Amaranto. En Twitter: @javieraborda

  • Gol Caracol

    Resulta que Leonel Alvarez decidió que en su primer partido oficial como seleccionador de Colombia anunció que su único delantero titular será Teófilo Gutiérrez, y el cielo se le cayó encima: que es un cobarde pues a Bolivia hay que llenarlo, que hay chanchullo con el representante de Teo, que cómo va a ser tan bruto al ignorar a Falcao... yo, la verdad, estoy preocupado. Y no porque Leonel ponga a uno o a otro, sino porque no hemos empezado la eliminatoria y otra vez ese triunfalismo tropical colombiano se siente en el ambiente. Creo que somos así por las montañas. Es decir, estar geográficamente entre montañas te hacer sentir encerrado en tu terruño y creer que no hay nada más allá (si se mira bien es una explicación el por qué del regionalismo exagerado de antioqueños, santandereanos o nariñenses, mientras que la gente de las costas y los llanos es mucho más abierta... en fin, es una teoría), pero también tiene que ver el provincianismo de un país que durante 100 años estuvo cerrado política, económica y culturalemente al mundo y construyendo un discurso nacionalista para tratar de entender esa confusa sumatoria de regiones que tiene. Acá creemos que el español de Colombia es el mejor hablado del planeta, que las colombianas son las mujeres más lindas del mundo, que el Himno Nacional está de segundo en un inexistente ranking internacional de himnos nacionales, que como Colombia "no hay nada" en todos los aspectos, y por eso cuando un colombiano triunfa todos nos pegamos a su éxito como moscas a la miel (y a otras cosas): desde Gabriel García Márquez al que, sin haberle leído un cuento en la vida, muchos consideran el mejor escritor de todos los tiempos, hasta Juanes, el epítome del rock para el colombiano promedio (ay dios...), pasando por Shakira, "símbolo" de nuestras mujeres y "orgullo" de la nación, aunque claro, nadie comentó la columna del crítico de conciertos de El País de Madrid en la que decía que un concierto de la barranquillera es como una película porno con ropa (no mucha) y peor música... En deportes el fenómeno es aún peor y el mejor ejemplo es Juan Pablo Montoya. Su ascendente carrera en la CART y luego en la F1 convirtió a todo habitante de Colombia en un experto en automovilismo. Términos antes deconocidos como "pits", "boxes" o "chicana" entraron al lenguaje común de los colombianos de bien y, sin necesidad de que el presidente de la República lo firmara, declaramos enemigo nacional a Michael Schumacher, el "némesis" de nuestro JP... a Montoya dejó de irle tan bien, se fue para la Nascar y nadie volvió a transocharse para ver la carrera de Kuala Lumpur, por un lado, y por el otro nadie sabe cuándo hay carreras de la Nascar. Es más, la mayoría de las cientos de pistas de karts que se abrieron cuando Montoya estaba en la elite hoy son otra cosa. Por esa extraña necesidad de éxito nacional el país futbolístico fue hincha del Parma de Faustino Asprilla (¿todavía hay colomboparmesanos por ahí?), del Boca Juniors de Bermúdez, Serna y Córdoba, le hacía fuerza al Aston Villa de Ángel, al Porto de Falcao García, James Rodríguez y Freddy Guarín, y hoy tiene puesta la camiseta del Atlético de Madrid gracias a la llegada del 9 samario por 40 millones de euros. Así somos: buscamos la gloria que no nos ha dado la nación en nuestros compatriotas exitosos y, como los hay, y en una cifra importante, menospreciamos lo que creemos que es "menor" o no tan "grande" como los nuestro. La discusión sobre la titularidad de Teófilo Gutiérrez y la ausencia de Falcao García muestra eso: un desprecio enorme por Bolivia que lamentablemente me recuerda el menosprecio por Perú en la pasada Copa América. Pensar en que en La Paz es obligatorio salir a arrollar al rival, en que los vamos a golear o en que es un acto de cobardía jugar con un solo delantero es creer que el fútbol es como en la Play Station y que todos los equipos tienen que jugar como el Barcelona: ojalá, pero no, eso no pasa... ¡no seamos tan tropicales! El primer punto, aunque se menosprecie y se crea que el haber entrenado en Bogotá era la solución, es la altura. Como bien lo señala un muy buen artículo del Especial sobre la Eliminatoria a Brasil 2014 de Golcaracol.com y Elespectador.com, jugar en La Paz sí es especial: los 3.650 metros sobre el nivel del mar del Hernando Siles influyen sobre el organismo no preparado (y ahí estuvo muy bien la estrategia de entrenar en los 2.600 de Bogotá y viajar el lunes en la tarde a Bolivia: menos impacto, más oxígeno en la sangre). Pero no se trata sólo de lo que le pasa a tu cuerpo, las condiciones de juego cambian, la pelota es mucho más rápida y traicionera, y Bolivia sabe aprovechar todo eso cuando le dan la papaya para hacerlo (¿se acuerda del 6-1 sobre Argentina?). ¿Cómo contrarrestar ese plus del rival? Lo primero es el trabajo físico que, como se dijo, se hizo bien. Lo segundo está en lo táctico: defenderse en La Paz es un suicidio y todos en el continente lo saben; si juegas atrás los bolivianos te van a pelotear y van a explotar la media distancia con esa pelota endiablada. Y acá es donde uno debe aclarar que Leonel no va a parar, para nada, un equipo defensivo. Jugar con un solo delantero (en este caso Teófilo) no es defenderse cuando en el campo vas a poner punteros (Dorlan y James) y vas a tener dos volantes que lleguen de atrás (Guarín y Aguilar). El 4-1-4-1 tiene esa ventaja táctica como lo demostró la España de Luis Aragonés en la Eurocopa 2008: puede convertirse en un 4-3-3 para atacar y en un 4-5-1 para defender, pero por supuesto todo depende del trabajo y de los jugadores. Y acá siento mi posición: creo que hay una nómina importante de la que espero compromiso y un técnico joven y ambicioso del que espero inteligencia. Me parece que el pleanteamiento es inteligente: no se va a defender, pero no va a salir a atacar como loco regalándose: es un esquema para controlar el juego y quitarle la pelota al rival para así buscar ganar el juego. Pero volvamos al por qué Teófilo sí y Falcao no. Si se va a jugar con extremos lo más lógico es tener un 9 de área temible y, si bien Teo también lo es, el potencial de García en el juego aéreo y sus movimientos en el área son notables, algo supremamente valioso frente a una defensa que mostró debilidades en Montevideo frente a Uruguay. Pero jugar con el 9 del Atlético de Madrid (que ojo, a mi me parece un delanterazo y eso lo quiero dejar bien claro), implica jugar por arriba, tirar pelotazos, apostarle al choque... y eso en La Paz es peligroso, implica desgaste no sólo para el jugador sino para todo el equipo. En cambio, Teófilo es un tipo de delantero con mucho más dominio de la pelota, que perfectamente se puede retrasar para generar espacios y habilitar el despliegue de Dorlan y James por los costados, y que gracias a eso cumple mejor las funciones de pivote para la llegada de sus compañeros de atrás (Guarín, Zúñiga, Armero). Falcao es un tremendo 9, pero Teófilo es un jugador más completo, que te ofrece más alternativas de juego, y eso, en un partido en el que las condiciones son tan peculiares como en La Paz, es más valioso para el DT que la presencia de un 9 que fuera del área no puede darte más allá de su sacrificio (otra de las características para aplaudir de Falcao). Claro, un hincha no entiende esto. Un hincha ve en las noticias que Falcao hace muchos goles en la súper mediática Liga española y exige que el 9 tiene que ser titular, cree que es lo mismo ese club (o el Porto) que la Selección, no entiende cómo es que García no hace de a tres partidos cuando se viste de amarillo, y lo comprendo. Pero no hay que dejarse llevar por ese patrioterismo. Este martes comienza un camino largo y duro para llegar a Brasil 2014, y las oportunidades de clasificar no pueden ser mejores: hay cuatro cupos y un repechaje para nueve equipos, el Mundial es muy probable, pero si la Selección se descuida y, sobre todo, si los hinchas nos ponemos a creer que tiene que jugar como el Barcelona y que le va a ganar a todo el mundo así como así, otra vez nos vamos a quedar por fuera. No nos comamos el cuento cuando ni siquiera hemos jugador el primer partido. Veamos cómo le va a Leonel y a la Selección en su debut, veamos si la justificación táctica de la presencia de Teófilo tiene sentido en el campo (para mi en el papel lo tiene), analicemos cómo conduce el juego y qué variantes realiza frente a una Bolivia que necesita ganarnos sí o sí para salvar el año, y luego sí opinemos. Esa colombianada de ser triunfalistas antes de competir siempre nos ha salido caro y lo único que termina dejando es desinterés y decepción... sólo hay que preguntarle a los otrora hinchas de Juan Pablo Montoya. Sígame en Twitter: http://Twitter.com/PinoCalad

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    Cuando todos empezamos a creer que un empate es un triunfo caemos en la pena de la mediocridad. La inferioridad no es solo el resultado porque cualquiera pierde, gana y empata. Se da por no confiar antes en la victoria. El rival es Bolivia, no solo el aire de La Paz. Si no se quiere entender que Colombia tiene a su favor un mejor precedente y jugadores más capacitados tendremos que resignarnos a no creer en nosotros mismos. Ese precisamente ha sido el resumen de nuestra historia, hacernos incapaces antes de tiempo y subestimar al contrario cuando nos creemos más. Lo primero está pasando para el juego inicial de las Eliminatorias. Sumar un punto ante Bolivia satisface los propósitos de muchos. Por fortuna, se perciben opiniones en contra del conformismo, voces que dicen que hay que salir a la cancha a vencer, sin timbrarle a la soberbia. No lo dude, derrotar a los bolivianos no es una hazaña irrepetible. Nadie es invencible y mucho menos un equipo que, según la FIFA, es hoy el 81 del planeta. Colombia, que tampoco es una panacea, está mucho más arriba (casilla 32) y debería hacer todo lo posible por ganar y no por empatar. La diferencia es notable. Marcelo Martins no es Falcao. Con Gustavo Quinteros al mando, Bolivia acumula seis derrotas y cinco empates. Dicha selección no gana hace catorce partidos, desde octubre de 2009, cuando venció 2-1 a Brasil, y casi no hace goles. Colombia, es cierto, sufre en sus visitas a Bolivia, se le va a veces el oxígeno y tampoco es una máquina goleadora. Asintió por demás el cambio de técnico a mitad de este camino y no recuerda triunfos recientes en Eliminatorias ante su enemigo deportivo de turno. No a domicilio. Para el Mundial de 1998 empató 2-2, para el posterior igualó 1-1, luego fue vapuleada 4-0 y para Sudáfrica 2010 se fue con un 0-0. Si no vamos al Mundial hace tanto tiempo (1998 ya es siglo pasado) es porque no ganamos. Tremendo cliché y obviedad es nuestro karma. Cuánto diéramos todos por comenzar ahora con una victoria ante el rival más débil de las Eliminatorias. En la altura no nos podemos hacer pequeños. Ojalá que en La Paz no empiece nuestra guerra interna. En Twitter: @javieraborda

  • Gol Caracol

    Llevamos tres Eliminatorias perdidas en línea diciendo que hay poco tiempo para trabajar, que la falta de gol es el tatuaje de nuestra historia, que la sede no funciona y que perdemos puntos de forma inverosímil, increíbles. La nueva ilusión de volver al Mundial se presenta otra vez con palabras repetidas, aunque ciertas. “Es importantísimo empezar con el pie derecho”, dijo Leonel Álvarez en la rueda de prensa en la que dio a conocer los jugadores para enfrentar a Bolivia. Sin llamar a la soberbia y sin desconocer la falta de oxígeno en La Paz, ganarle a Bolivia es una necesidad y una obligación. Es el equipo más débil de los nueve que estarán en competencia. Lo demás son disculpas y fracasos. Que el calendario no nos favorece, que la prensa no apoya, que una desconcentración destruyó partidos… Todos esos son recuerdos ingratos. En las Eliminatorias al Mundial 2002, Colombia hizo los mismos puntos que Uruguay (27) y se quedó por fuera del repechaje. Marcó 20 goles y recibió 15. Uruguay hizo 19 y recibió 13. Un mísero gol acabó con todo. Para Alemania 2006, Colombia fue otra vez sexta, también mediocre, y fue eliminada con 24 puntos, uno menos que Uruguay. La última presentación tampoco fue decorosa. En las pasadas Eliminatorias, a Sudáfrica, la selección fue séptima con 23 puntos, los mismos que sumó Ecuador y uno menos que Uruguay. Marcó apenas 14 goles en 18 partidos. Cada quien tiene su derecho a justificarse. Pero en realidad Colombia ha merecido su lugar en la eliminación en más de una década. Y eso con todos a bordo, con el “Chiqui” García, Francisco Maturana, Reynaldo Rueda, Jorge Luis Pinto y Eduardo Lara. “El compromiso es de todos”. "En Barranquilla tenemos que hacer prevalecer nuestra condición de local, ser muy fuertes y hacer respetar nuestra plaza". “Vamos a trabajar durante el tiempo que podemos, que es muy corto”. “Nosotros también nos equivocamos”. “A uno le gustaría que todos los jugadores estuvieran en competencia”. “Esto es de resultados”. “Queremos ver nuestra casa llena”. Todas esas frases las pronunció Leonel y al final no dicen mucho. Puras obviedades. Esto tiene que empezar bien, cierto. Pero si vamos a hablar de lugares comunes que sea el de las victorias. “Esperamos estar a la altura de este gran compromiso con el país”. Lo esperamos todos, Leonel. El técnico debe, además, motivar al equipo y al hincha. Bolivia es la primera prueba, el 11 de octubre. Después, Venezuela y Argentina, el 11 y 15 de noviembre. ¿Será mucho pedir siete puntos en los primeros tres partidos? ¿Será que sin Brasil y con cuatro cupos y ‘medio’ disponibles sí volvemos al Mundial? Más fácil no se puede. Al menos hasta que Colombia organice el campeonato. Y para eso falta mucho, mucho tiempo. En Twitter: @javieraborda

  • Gol Caracol

    Esta mañana me subí a un taxi y en radio Wilder Medina exponía su defensa, argumentaba que él había cambiado, que una sanción de un año cuando ya tiene 30 abriles encima era prácticamente retirarlo, dijo otra vez esa sentencia memorable que hace menos de un mes soltó en una entrevista a Golcaracol.com ("Lo único que quiero meter ahora son goles"), y señaló que lo estaban persiguiendo por sus problemas con la marihuana en el pasado.

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