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Amable, pero reservado. Así recordarán a Benedicto XVI sus vecinos

Las callejuelas del Borgho Pío, muchas veces lo vieron pasar. Eran los años en que el cardenal Joseph Ratzinger vivía en un edificio a solo unos metros del apartamento papal.

Siempre amable pero reservado. Residentes y comerciantes como Maria Ricciuti, conocieron desde entonces su carácter singular.

El rostro de aquel cardenal alemán ahora está en las tiendas de souvenirs y pasa a la historia como el papa que no quiso más.
"El gran trabajo, las intimidades del Vaticano, el poder es demasiado para él, para su espíritu", Lo dice Manuela Macher, propietaria de la cantina tirolesa. A ese restaurante, que sus padres austriacos fundaron hace medio siglo, Ratzinger fue muchas veces.

Han pasado ya ocho años desde que Ratzinger se convirtió en papa. También desde que dejó de visitarlo. Desde entonces, su mesa, se convirtió en una especie de lugar de culto. Ahora esperan que tal vez lo tengan de nuevo como comensal.

"No sabemos cuando pero esperamos que venga", afirma con certeza.
Y quizá así sea, aunque ha prometido retirarse en oración en un convento. Quizá algún día llegue vestido de sotana blanca y zapatos marrones, el hombre que decidió bajarse de la barca de Pedro.

En medio de preparativos para la última audiencia general del papa cae la tarde en el Vaticano. El pontificado de Benedicto XVI ya tiene el sol a sus espaldas.

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