
Durante más de cinco décadas, el caso de DB Cooper ha generado teorías, investigaciones fallidas y una fascinación permanente. El 24 de noviembre de 1971, un hombre abordó un vuelo comercial, ejecutó uno de los secuestros aéreos más calculados de la historia y desapareció sin dejar evidencia concreta. Hasta hoy, el FBI no ha podido identificarlo ni confirmar si sobrevivió al salto final.
A través de la nueva sección ‘Sin Rastro’ de Manuel Teodoro, que podrá verse en las plataformas digitales, se conoció la historia de este personaje. Conocido como DB Cooper, utilizó una identidad falsa, adquirió su tiquete con dinero en efectivo y eligió con precisión el modelo del avión que abordaría. Según su propio relato, no actuó por odio, ni por razones políticas o ideológicas. “Esto no era sobre violencia”, afirmó. “Esto era un juego de nervios y yo estaba dispuesto a jugar”.
En su testimonio narrado con inteligencia artificial, Cooper cuenta su historia en primera persona, relatando cada paso, desde la compra del boleto hasta el momento exacto en que saltó del avión con $200.000 dólares y un paracaídas. Un plan trazado sin margen para errores, que aún hoy sigue sin explicación definitiva.

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La historia del secuestro aéreo que aún desafía a las autoridades
“Todo el mundo conoce mi nombre, pero nadie conoce mi rostro”, así inicia la narración de DB Cooper. El vuelo 305 de Northwest Orient Airlines fue elegido por su ruta: atravesaba zonas boscosas, ideales para una fuga sin rastros. El Boeing 727 tenía una característica única: una escotilla trasera que podía abrirse en pleno vuelo.
“Compré el tiquete con efectivo. Portland a Seattle. Sin escalas, sin preguntas.” Llevaba un traje negro, una corbata de clip y un maletín que contenía cables, cilindros y una batería. No era una bomba real, pero debía parecerlo. “No quería lastimar a nadie. Solo necesitaba que creyeran que era capaz de hacerlo.”
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Durante el vuelo, entregó una nota a la azafata Florence Schaffner: “Tengo una bomba. Siéntese aquí y escuche mis instrucciones”. Le pidió transmitir su demanda a los pilotos: $200.000 dólares en billetes no consecutivos, cuatro paracaídas y un tanque de oxígeno. También exigió que las luces se apagaran y las cortinas permanecieran cerradas al aterrizar. El objetivo era evitar observadores y facilitar el intercambio.
Un intercambio sin violencia y una fuga sin precedentes
El avión aterrizó en Seattle, donde Cooper liberó a los pasajeros a cambio del dinero y los paracaídas. “Vi a cada uno bajar del avión. No quería hacer daño, nunca fue sobre eso.” Tras recibir lo exigido, ordenó despegar nuevamente rumbo a Ciudad de México, con velocidad reducida, tren de aterrizaje abajo y altitud baja, condiciones que permitían un salto seguro.
Durante el segundo vuelo, Cooper revisó sus equipos. “El dinero estaba seguro, los paracaídas en posición. No había espacio para errores.” Cuando el avión sobrevolaba la zona acordada, se levantó, abrió la puerta trasera y saltó. “Con un último vistazo hacia el interior del avión, me lancé. Fue un salto hacia lo desconocido.”
Desde ese momento, no se supo más de él. No hubo rastros claros. No se encontraron restos humanos ni equipos. El FBI investigó durante 45 años sin llegar a una conclusión definitiva. En 2016 cerró formalmente el caso.
¿Por qué lo hizo DB Cooper?
Según su propia narración, el acto no fue impulsado por el dinero en sí. “No era solo sobre el dinero, era sobre lo que ese dinero significaba: una nueva vida, libertad.” Con una voz pausada, sin emociones, Cooper detalla cada movimiento con precisión. “Cada detalle lo había planeado. Cada paso lo había ensayado.”
A pesar del operativo posterior, nunca fue capturado. Su rostro sigue siendo un misterio. El dinero jamás fue rastreado por completo. En 1980, un niño encontró $5.800 dólares enterrados cerca del río Columbia, con números de serie que coincidían con los billetes entregados a Cooper. Fue la única pista confirmada.

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Un caso que sigue generando preguntas
El caso de DB Cooper es el único secuestro aéreo sin resolver en la historia de Estados Unidos. Las autoridades recibieron más de mil pistas, examinaron sospechosos, cruzaron huellas, revisaron ADN, pero no hallaron pruebas concluyentes.
La voz del propio Cooper, recreada mediante inteligencia artificial, plantea una reflexión. “Una firma falsa en un boleto barato. Una identidad inventada. Eso fue todo lo que necesité para convertirme en leyenda.”
Mientras no aparezcan pruebas nuevas, su historia permanecerá como uno de los enigmas más sólidos de la historia criminal. Cooper no dejó un manifiesto ni una despedida. Solo saltó al vacío, llevando consigo el secreto de su identidad, su destino y su propósito final.
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DANNA SOFÍA SUÁREZ G
PERIODISTA DE NOTICIAS CARACOL
DSSUAREZ@CARACOLTV.COM.CO