Ordenó tocineta, huevos, papas, café y jugo de naranja y al terminar, junto al dinero, escribió una nota donde pidió repartirlo entre todos los empleados.
"Los que lavan los platos y los cocineros nunca esperan recibir propinas", comentó Delia Meek, que ha trabajado en un restaurante de Arizona durante 20 años y jamás había tenido un cliente como el de la mesa 20.
El hombre, al que la mujer describió como callado, pagó con tarjeta y salió del lugar desapercibido. Lo que no pasó desapercibido fue la propina que dejó.
En el recibo escribió: "Feliz Navidad, por favor divídanse la propina".
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Y así lo hicieron. Cada uno de los trabajadores recibió 200 dólares y Delia, que atendió al buen samaritano, 400.