Tomar leche de burra, tradición milenaria en varias partes del mundo
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Es un trabajo algo inusual, pero ciertamente antiguo.
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Se dice que Cleopatra se bañaba en esa leche para embellecer su piel.
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El papa Francisco recordó recientemente que la bebía de niño en Argentina, lo que llevó a una empresa productora italiana a obsequiarle dos burras recientemente.
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Durante más de un cuarto de siglo, Ricardo Alegría y su hermano Marco han paseado burras por las calles de Santiago de Chile, ordeñándolas y vendiendo la leche a transeúntes.
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Los hermanos Alegría cobran el equivalente de unos 2 dólares por cada vasito de leche y unos 20 dólares por un medio litro, que, según dicen, es lo máximo que una burra puede producir en un día.
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Ricardo Alegría dice que la leche cura los problemas estomacales de los bebés.
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Un grupo de científicos en la Universidad de Camerino en Italia sostiene que, para los bebés alérgicos a la leche de vaca, la de burra puede ser un buen sustituto. Pero incluso muchos adultos la toman.
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Carlos Aravena, de 54 años, dice que ha criado burros en las afueras de Santiago y ha vendido su leche desde que tiene uso de memoria. Su padre hacía lo mismo.