Ninfa Azucena González es la fiscal del caso que halló lo que nadie había visto en 20 años de investigación. “Este tipo dijo la verdad en 1992 y está diciendo la verdad...". Bajo esa convicción, la experimentada fiscal inició una búsqueda titánica del hombre que para ella era el depositario de los más oscuros secretos del plan criminal contra Luis Carlos Galán. Su búsqueda, que inició en el 2013 con una huella dactilar hallada en un polvoriento expediente, de los muchos que para la época le abrieron al narcotraficante Pablo Escobar, le tomó un año y medio. "Encontramos un proceso relacionado con los hechos de Pablo Escobar, y empezamos a hojearlo. Era un proceso ya lleno de ácaros, las hojas no se podían tocar porque se podían destruir", recuerda González. Y añade, "estaba en un estado lamentable. La logramos reparar, colocándole cinta, cogiéndola con cuidado porque estaba roto, poco legible. Nos tocó casi que usar lupa para mirar y constatar lo que decía en la declaración, y efectivamente esta fue la pieza clave para reactivar la investigación". Una vez ubicado el hombre, que resultó ser Jairo Lozada Ramos, integrante de Los Pepes y escolta de los hermanos Galeano, socios criminales de Escobar, le dio a la Fiscalía la hoja de ruta para desempolvar el caso por el crimen de Galán. Su principal confesión fue la alianza entre el narcotráfico, la política y la Policía para exterminar al jefe del nuevo liberalismo. "Él decía que había una nómina y dentro de la declaración incluso señala cuánto ganaba un capitán, cuánto ganaba un mayor. De acuerdo al grado, le iban dando diferentes sumas", explica la fiscal. Dio nombres de policías que recibían sueldo de la organización Gacha. De la existencia de esa nómina paralela nacieron las dudas frente a las fallas del esquema de seguridad asignado a Galán el 18 de agosto de 1989. Las inconsistencias en versiones de uniformados como el comandante de la Policía en Soacha, el mayor Luis Felipe Montilla, sugerían, según la fiscal, que todo había sido planeado. "Si miramos, la Policía, si fue que la hubo, en la parte de atrás de donde estaba el doctor Luis Carlos Galán. Es decir, quedó todo despejado, absolutamente la plaza despejada, que fue por donde entraron los sicarios y tuvieron toda la capacidad logística para poderle disparar cuando él levanta los brazos", señala la fiscal González. La investigadora revela incluso un hecho que prueba aún más que fue un crimen en el que participaron agentes del Estado. Jacobo Torregrosa, el jefe de escoltas, es protagonista. Le tomó seis meses estudiar el proceso que durante 20 años no arrojó resultados. Entre sus hallazgos estuvo la desviación del crimen, una estrategia usada en esa época para despistar, no solo en crímenes como el de Galán, sino en crímenes como el de Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo. Ninfa Azucena González, detalla que los delincuentes "buscaban personas que tuvieran antecedentes penales, que fueran muchachos condenados por homicidio, que tuvieran antecedentes penales para que fuera más creíble que efectivamente estos muchachos o estas personas habían estado involucradas en este homicidio". Hace seis años, cuando el expediente llegó a sus manos, solo existía la condena en contra del exministro Alberto Santofimio Botero y Jhon Jairo Velásquez ‘Popeye’, que a su juicio no eran suficientes. Las pruebas que recogió recorriendo el país las esconden unos amarillentos expedientes que reflejan el paso de los años, y que explican por qué asesinaron a Luis Carlos Galán. El hombre de la huella que le reveló a la justicia los secretos más profundos del plan contra Galán, y que se convirtió en testigo protegido de la Fiscalía, desapareció hace dos años sin dejar rastro luego de advertirle a los investigadores que sentía miedo.