Su muerte desató una revuelta popular que destruyó e incendió buena parte del centro de Bogotá. Informe especial.
La imagen del asesino de Gaitán, a rastras por la calle, desnudo, muerto ya, encarna la hecatombe del 9 de abril de 1948. Juan Roa Sierra, linchado por un remolino de gentes enardecidas que incendiaron Bogotá, silenció para siempre la voz del caudillo liberal.
Era esa voz beligerante y rotunda que se crecía en plaza pública mientras soltaba verdades que provocaban agrieras en los dueños del poder.
Por eso su muerte lo cambió todo en Colombia: hasta el clima.
Las imágenes del Bogotazo, custodiadas con celo por la Fundación Patrimonio Fílmico, todavía producen escozor.
Ahí se oyen todavía los zumbidos de las balas que amontonaron los cadáveres mientras el caos era la regla, edificios en llamas, saqueos y destrucción. Un tanque del Ejército recorriendo las calles para imponer el orden. La sangre corriendo en medio de la muerte extendida: una devastación a destiempo que fue registrada paso a paso por una cámara de cine.
Sobrevivieron los que se escondieron de la turba enfurecida.
“Es muy impresionante ver cómo la ciudad, en buena parte del centro histórico de la ciudad queda casi que destruido. Uno no tiene la dimensión de lo que pasó en Bogotá hasta que no ve las imágenes”.
Lo dice Alexandra Falla, directora de Patrimonio Fílmico, quien emprendió hace años la cruzada por recuperar la memoria de esta Colombia fracturada. Las imágenes de este especial periodístico acaban de llegarle de México, donde estaban siendo digitalizadas.
Gracias a las joyas fílmicas del Bogotazo, desentrañadas de los archivos del pasado, todavía es posible, 70 años después, aterrarse por lo que ocurrió.
El crimen del siglo, se dijo entonces. El Bogotazo instaló a Colombia en una espiral de violencias de la que no termina de sacudirse.
“Tendría del orden de 500, 600 mil muertos en estos 50 años, es una brutalidad, o sea, yo no entiendo realmente la mentalidad de los que se oponen al proceso de paz cuando lo que tenemos es una sangría de unas dimensiones pantagruélicas”, son las cuentas crudas del profesor Gutiérrez Sanín.
La génesis de tanta muerte que vendría después fue el crimen de Gaitán. Setenta años pasaron ya, pero una cosa jamás cambió: el peregrinaje de espontáneos que siguen recordando al caudillo que se fue.
Updated: abril 09, 2018 08:55 p. m.