Comunidades aguas abajo viven los estragos del impacto ambiental generado por la emergencia en el proyecto energético.
Las playas en medio del caudal se niegan a desaparecer y el fuerte verano agudiza el panorama.
“Vivíamos era del río y ahora con esa sequedad que hay, pues ya no hay pa donde buscar, estamos es aquí quietos, como quien dice, ese río ya lo secaron: no hay pescado, ni pa uno rebuscarse el oro ni nada”, denuncia el pescador Carlos Taborda.
Luego de la enorme sequía, ahora solo se observa una pequeña corriente que empieza a atravesar levemente toda la playa que se formó con aproximadamente un kilómetro de longitud, lo que dificulta labores de pesca y minería.
William Montoya, afectado por la sequía, dice que “el poco pescaito que hay es muy pequeño y para el bahareque no sirve”.
Actividades como el bahareque, la pesca y el transporte fluvial hacen parte de las fuentes para mover la economía en las poblaciones ribereñas, que hoy atraviesan por un difícil momento.
“Ni por el río vamos, ya nos estamos rebuscando por las montañas, cada quien busca su lado pues aquí yo, como tengo mi cultivo de plátano, de eso me logro sostener, ya uno no consigue la liga, el pescado”, cuenta Libardo Roqueme, habitante de Puerto Antioquia, un corregimiento de Tarazá, en Antioquia.
Las coloridas viviendas del sitio contrastan con la difícil situación económica de sus pobladores.
“¡Jum! Vea. Seco, para como estaba, y como era un río súper grande y que todo mundo y muchas familias nos manteníamos de ahí, ya no hay nada, no quedo nada de lo que era el río primero”, afirma Yulieth Agudelo, también habitante de Puerto Antioquia.
La situación se repite en poblaciones como Cáceres, Caucasia, y municipios de La Mojana.
Updated: marzo 06, 2019 08:07 a. m.