Su trabajo en la elaboración de instrumentos de percusión folclórica ha tenido gran reconocimiento, el mismo que ha ganado poniéndole el alma a ese arte.
A unos 30 minutos de Barranquilla, en el kilómetro 33 de la vía a Tubará, se encuentra el taller San Martín, un emprendimiento familiar de más de 50 años.
Su trabajo en la elaboración de instrumentos folclóricos es reconocido en la región y ha trascendido a nivel nacional e internacional. Aquí nos encontramos con don Marcos y César, quienes nos cuentan de su oficio.
Un buen café prende los motores en casa de los Martínez Vargas para iniciar la jornada.
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Allí, tres hermanos, Marcos, Félix, Miguel, y su cuñado, César Escalante, mantienen viva una tradición familiar en la elaboración de instrumentos propios de los ritmos folclóricos del Caribe: la tambora, tambor alegre, el tambor llamador y maracas. Entre otros instrumentos y artículos.
"Desde niño, mi papá trabajaba la parte de carpintería y él se pegó a un tío que hacía tambores a su estilo. Ahí aprendió a hacer tambores también”, dice Marcos Martínez.
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Dicho arte heredado, ha trascendido de una manera para ellos inimaginable y ha tenido transformaciones propias del ingenio y las exigencias de calidad de Marcos y su equipo de artesanos.
"Instrumentos tallados y una cantidad de detalles que le hacemos a los tambores y sobretodo, especialmente, el buen sonido”, señal.
El buen trabajo de los artesanos del taller San Martín es destacado en la región.
“Para mí, los instrumentos que hace Marcos son los instrumentos mejores elaborados en el Caribe”, asegura Lisandro Polo Rodríguez, gestor cultural y folclorista.
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"Si Marcos Martínez no existiera en este mundo de la música tradicional, sería muy difícil tener estos tambores tan increíbles como los que él hace. De hecho, él dice que deja el alma en cada tambor", afirma, por su parte, el artista Jenn del Tambó.
Este es un reconocimiento que ellos agradecen con modestia, pues, dice Marcos, lo importante es que todos “queden contentos con el trabajo".
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"Dicen que son los mejores tambores, no sé, ellos dicen, nosotros no decimos nada", anota César Escalante.
La manera cómo viven y sienten su oficio hace una gran diferencia. "Como también tocamos, nos encanta más el trabajo”, agrega César.
Ahora, trabajan en sacar adelante la producción de varios pedidos, una misión que, más allá de lo económico, representa un valioso aporte para el folclor nacional.