Durante siete horas unidades de la Sijín y la Sipol caminaron entre la maleza con el objetivo de constatar las informaciones entregadas por habitantes de Ubalá, en Cundinamarca, que indicaban de que en ese municipio existía un gigantesco laboratorio de cocaína.
La Policía de Cundinamarca llegó hasta la vereda Primavera, a cuatro horas de Bogotá, donde confirmaron que la información era verídica.
En el lugar se encontraron insumos para la producción de más de 600 kilos de cocaína.
“Esos laboratorios no son utilizados para sacar cocaína de exportación, es para una cocaína de consumo interno, sobre todo para la capital de la república”, explica Néstor Rosanía, experto en seguridad.
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Según los investigadores, la ubicación del laboratorio facilitaba que los delincuentes sacaran la droga hacia Boyacá, Cundinamarca y Bogotá.
“Bogotá no es solo un gran centro de consumo sino un gran centro de bodegaje. En Bogotá lo que tenemos son grandes bodegas donde se reparte la droga a municipios cercanos como sabana centro, sabana sur, occidente y que también llega a departamentos y ciudades intermedias, cercanas a Bogotá, desde donde se hace una nueva distribución”, señala el experto.
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La duda ahora es, ¿quiénes son los dueños de esas cocinas?
“Históricamente las guerrillas no son las dueñas, realmente lo que ellos cobran es el gramaje, que es el impuesto por cada kilo de cocaína que se produce en los laboratorios de droga. Es más rentable cobrar el gramaje que tener toda la infraestructura y cadena logística de un laboratorio de droga”, agrega.
Las autoridades tratan de establecer el paradero de los dueños de los insumos, los cambuches y dormitorios para 20 personas que estaban a cargo de la producción de las más de 600 toneladas que producía al mes este gigantesco laboratorio.
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