Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
La pornografía es entendida por diferentes autores como un material audiovisual con contenido sexual que busca entretener y producir placer en el espectador, al punto que hoy en día se ha convertido en una constante en la vida de muchos jóvenes, especialmente hombres. Su acceso tan masivo ha despertado el interés de la comunidad científica por las posibles implicaciones que tiene sobre la sexualidad y la salud mental.
(Síganos en Google Discover y conéctese con las noticias más importantes de Colombia y el mundo)
De acuerdo con un estudio de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), uno de cada cuatro varones adolescentes consume contenido pornográfico, y cerca del 20% lo hace antes de cumplir los diez años. Estas cifras reflejan la magnitud del fenómeno y el crecimiento sostenido de la industria. Según datos de Forbes, plataformas como Pornhub registran un promedio de 130 millones de visitantes diarios de distintas partes del mundo y de niveles socioeconómicos diferentes.
Sin embargo, detrás de estas cifras se esconden ciertas consecuencias psicológicas y sexuales que comienzan a evidenciarse cada vez más en las consultas clínicas. Investigaciones recientes han vinculado el consumo problemático de pornografía con disfunciones sexuales como la eyaculación precoz y la disfunción eréctil, además de un deterioro en la satisfacción íntima.
El psicólogo Laurent Marchal Bertrand, docente de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz y maestro en Ciencias de la Familia y la Sexualidad por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, recientemente ha dedicado parte de su trabajo a estudiar este fenómeno. Según explica, en la institución “estamos analizando datos de una investigación sobre el consumo problemático de pornografía y su relación con el funcionamiento sexual, y los primeros resultados apuntan justamente hacia tres tendencias: un aumento significativo de eyaculación precoz, disminución de la satisfacción sexual y reportes de dificultades con el deseo y algunas alteraciones en la erección”. Estos hallazgos, asegura el especialista, “se alinean con lo que vemos en la práctica clínica y con patrones internacionales”.
De acuerdo con el experto, las consecuencias de un uso excesivo de pornografía no solo son físicas, pues psicológicamente tiene implicaciones profundas, “aumenta la ansiedad sexual, reduce la capacidad de estar presente durante el encuentro íntimo y genera estándares corporales y de desempeño imposibles de alcanzar”. Esto, añade, "lleva a muchos jóvenes a compararse con cuerpos irreales y a sentir que nunca son 'suficientes'".
Publicidad
Además, advierte que el acceso a material sexual explicito para satisfacerse, puede funcionar como un mecanismo de escape ante emociones difíciles como la soledad o el estrés. “A nivel emocional observamos mucha vergüenza, miedo al fracaso y desconexión del propio cuerpo. La pornografía excesiva no solo moldea la sexualidad, sino también la relación que el joven desarrolla consigo mismo”, enfatiza.
Sin embargo, surge la duda de por qué el cerebro humano prefiere estimularse con imágenes en frente de una pantalla al sexo real. El especialista explica que el cerebro tiende a preferir la estimulación rápida y predecible que ofrece la pornografía, ya que “proporciona dopamina inmediata, variedad infinita y cero vulnerabilidades”. En contraste, el sexo real implica negociación, conexión emocional y exposición personal, factores que pueden generar ansiedad en quienes carecen de experiencia o confianza.
Publicidad
La consecuencia de continuar con este patrón es la distorsión de las expectativas sexuales. “La pornografía —sobre todo la de consumo rápido— distorsiona profundamente lo que un joven espera del sexo: cuerpos perfectos, erecciones interminables, orgasmos sincronizados y ausencia de comunicación”, comenta Marchal. Esto lleva a muchos hombres a “actuar” en lugar de disfrutar, creando una sexualidad basada en el rendimiento más que en la conexión.
Otra de las consecuencias directas es el impacto en la variedad de comportamientos sexuales y la educación inicial de los jóvenes. "Cuando la pornografía se convierte en el principal referente educativo, muchos jóvenes ignoran el concepto de consentimiento o lo trivializan, lo cual contribuye a prácticas violentas o irrespetuosas", dice el experto. Esto a su vez se convierte en un problema grave durante la etapa formativa de un joven sobre su sexualidad.
Aunque para muchos una solución para el problema podría ser la abstinencia, para el experto esta solución no siempre es recomendable. “La prohibición tajante suele aumentar la ansiedad, la culpa y, paradójicamente, el consumo. Lo primero es entender para qué está usando el porno: si es para regular emociones, evitar intimidad o simplemente por hábito automático”, explica.
Desde una perspectiva similar, la psicóloga y sexóloga clínica Elizabeth Montaño, quien actualmente cursa una maestría en Sexología y Terapia de Pareja en el Instituto de la Pareja de Murcia, España, sostiene que la estrategia terapéutica debe adaptarse a cada persona. “La decisión de suspender o reducir progresivamente el consumo depende de la fase del proceso terapéutico y de los recursos de autorregulación del paciente”, afirma.
Para Montaño, el primer paso es el autoconocimiento: “Ayudar al paciente a tomar conciencia del hábito, conocerlo a profundidad e identificar cómo se manifiesta en su vida cotidiana”. En casos donde hay alta reactividad emocional o poco control de impulsos, se recomienda un abordaje paso a paso que fortalezca la regulación emocional y las habilidades de afrontamiento.
Publicidad
En su práctica clínica, Montaño señala que cerca del 80 % de sus pacientes son hombres menores de 35 años, y una parte importante consulta por dificultades para controlar el consumo de pornografía. “Muchos describen sentir que este comportamiento se les va de las manos, que no pueden detenerlo, aunque lo intenten, o que les genera agobio y malestar por la forma en que ha comenzado a interferir en distintas áreas de su vida”, comenta.
Finalmente, Montaño subraya la importancia de una educación sexual integral y del diálogo en pareja. “La responsabilidad del placer y del bienestar sexual es compartida. Una comunicación abierta y empática fortalece la intimidad y evita la presión por cumplir expectativas ajenas”, asegura.
Ambos expertos coinciden en que el consumo excesivo de pornografía no debe ser tratado desde el castigo o la culpa, sino desde la comprensión de sus funciones psicológicas. La clave, señalan, está en aprender a reconectarse con el cuerpo, con el deseo genuino y con una sexualidad más humana y consciente.
Publicidad
HEIDY ALEJANDRA CARREÑO BELTRÁN
NOTICIAS CARACOL