Poco a poco el planeta pierde sus tierras por la deforestación, la minería ilegal, los monocultivos y la ganadería extensiva, entre otros males.
“Hemos sido muy irresponsables como humanidad en acabar y arrasar con la mayoría de los recursos”, dice el campesino Alejandro del Real.
Es por eso que nació el proyecto de adaptación al cambio climático en alta montaña, una preocupación de entidades gubernamentales y oenegés como Conservación Internacional, que trabajan con campesinos que habitan municipios como Guatavita, Guasca y Sesquilé, en Cundinamarca.
Patricia Bejarano, su coordinadora, señala que “para podernos adaptar es muy importante volver a cosas básicas que hemos olvidado, como la necesidad de trabajar en red”.
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Los invernaderos son clave en este proceso, pues con ellos “garantizamos que tengamos comida, no importa el tiempo que esté haciendo”, dice Gilma Rodríguez, que trabaja en uno de ellos.
“A través de esa reconversión puedan utilizar sus terrenos para garantizar su autoabastecimiento (…) a través de huertas orgánicas que les provean una base de alimentación importante”, recalca Bejarano.
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Los campesinos que hacen parte de este proyecto cultivan de forma limpia, libre de químicos, con prácticas sostenibles que también se llevan a cabo a kilómetros de distancia.
Cosechas de Soberanía es un programa desarrollado en los departamentos del Cauca y Putumayo donde se promueve la agricultura limpia y la conservación.
Su vocero Diego González resalta que “la gente está tomando un poco más de conciencia de que la producción va ligada a la conservación y han empezado a pedir este tipo de material para la protección de nacederos, rondas hídricas, acueductos”.
Son proyectos que se han fortalecido en el campo y que ni el propio coronavirus ha logrado deteriorar.
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Patricia Bejarano agrega que “los campesinos que están en este proceso de adaptación están fortaleciendo este proceso porque es lo que ha permitido que ellos cuenten con el suministro alimentario más constantemente desde sus propios hogares sin depender de las externalidades”.
Unos lo hacen desde las zonas de alta montaña, otros desde la selva amazónica, pero en lo que todos coindicen es en que hay que adaptarse al cambio climático, cuidando los suelos para aliviar el uso excesivo al que han estado sometidos para producir alimentos.