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El 13 de noviembre de 1985, Colombia se despertó con una noticia demoledora: el volcán Nevado del Ruiz había entrado en erupción, sepultando a cerca de 25.000 personas y borrando del mapa al municipio de Armero. Cuatro décadas después, la sombra de aquella catástrofe sigue impulsando una labor científica crucial en el país, transformando la forma en que la nación aborda el riesgo geológico.
La vulcanóloga Marta Calvache Velasco, una de las científicas más destacadas del planeta, vivió de cerca los días previos al desastre que hoy se recuerda como la peor tragedia natural en la historia de Colombia. Su vida, dedicada a evitar que eventos como el de Armero se repitan, es el testimonio de la lección más grande que dejó la avalancha: la necesidad imperiosa de escuchar a la ciencia.
Un día antes de la erupción, el 12 de noviembre de 1985, Marta Calvache y un grupo de científicos visitaron el cráter del volcán Nevado del Ruiz. Ella recuerda que trabajaban intensamente en el mapa de amenaza. Habían pronosticado el potencial destructivo de una erupción y las consecuencias que desataría.
La advertencia era clara: “se explicaba en Armero ‘mire, el volcán Nevado del Ruiz tiene un cráter que es el Arenas, el río que pasa por aquí viene de ese cráter”. El mapa de amenaza, elaborado aproximadamente un mes antes de la avalancha, especificaba que Armero tenía un 100% de posibilidades de ser afectada por un flujo de lodo si el volcán hacía erupción. Sin embargo, la tragedia se materializó.
A pesar de que el suceso fue una erupción "pequeña", el flujo de lodo que bajó por el río Azufrado acabó con miles de vidas.
La tragedia de Armero marcó un antes y un después para Colombia. Tras el horror, se creó el primer observatorio vulcanológico del país en Manizales. Armero es importante no solo para la vulcanología colombiana, sino también porque a partir de esta tragedia se inició todo lo que hoy se conoce como el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo.
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Para muchos de estos científicos, la prevención es una misión personal marcada por la pérdida. Gloria Patricia Cortés, quien por años ha estudiado el comportamiento del Nevado del Ruiz, se dedicó a esta labor tras perder a su mejor amiga el 13 de noviembre de 1985 en la avalancha. Ella subraya que “el mensaje y la lección del Ruiz para Colombia y para el mundo es que, a pesar de estar lejos de los volcanes, de no tener visibilidad hacia ellos, los ríos son como ese cordón umbilical entre cráter Arenas y las poblaciones que se han asentado buscando la riqueza del agua y que están cerca y creciendo cerca de ríos que vienen desde zonas volcánicas”.
Ella misma explicó en Los Informantes hace unos años las medidas de monitoreo que se deben tener en las zonas de lo volcanes: “medir las emisiones de gases, la temperatura de las aguas, las características de las aguas termales, medir condiciones de cambios en la superficie del volcán y hacer las observaciones de actividad superficial”.
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Marta Calvache no solo ha dedicado su vida a estudiar el Ruiz. Su carrera está marcada por su supervivencia a la erupción del volcán Galeras el 14 de enero de 1993, donde un grupo de científicos internacionales que visitaban Pasto fue sorprendido por la explosión. La columna de humo alcanzó los 4 kilómetros y rocas al rojo vivo caían por doquier. Ella se aventuró al cráter para salvar a sus compañeros heridos, mientras otros huían.
Seis científicos y tres turistas murieron ese día. Ella fue la primera en auxiliar a Stanley Williams, un renombrado vulcanólogo que tenía el cráneo fracturado y una pierna rota. Williams, a quien literalmente le salvó la vida, se convertiría más tarde en su maestro de doctorado en la Universidad de Arizona. Cuando se le pregunta si el riesgo valía la pena, su respuesta es categórica: “sí, creo que el trabajo que se hacía era muy válido y muy importante”.
Para Calvache, estudiar los volcanes es crucial, pues son el motor de la creación y la manifestación de la dinámica interna de la Tierra. En entrevista con Los Informantes en 2023, ella comparaba a Colombia, desde el punto de vista geológico, con un adolescente: “nosotros estamos viviendo en un país que tiene la energía, desde el punto de vista geológico, de un adolescente, es joven, es muy joven, tiene pocos millones de años y todavía está creciendo, o sea, la manifestación de sismos, de erupciones volcánicas, de que tengamos montañas altas es esa manifestación de un continente que está creciendo, tiene la energía de un adolescente”.
Por más de 20 años, la doctora Calvache dirigió el área de geoamenazas en Colombia. En su labor, advirtió sobre el peligro de volcanes mucho más explosivos que el Ruiz o el Galeras, como el Machín, cerca de Ibagué. La última erupción del Machín fue hace unos 800 años, pero lo que podría generar no tiene precedentes, “nos imaginamos las consecuencias".
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La historia de Armero, y el trabajo de los científicos que hoy vigilan incansablemente los volcanes, es la base para construir un futuro mejor. Aunque sigue siendo imposible predecir una erupción, sí es posible evitar que la historia de hace 40 años se repita.