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¡Los Nuevos Canticuentos están de celebración! Fueron galardonados con el Latin Grammy 2025 en la categoría Mejor Álbum de Música Infantil, confirmando el éxito de un ambicioso proyecto musical. Este premio celebra el trabajo del músico Gustavo Gordillo, bajista de la icónica banda Poligamia, quien se propuso regrabar y modernizar el disco original, el cual es considerado el álbum infantil más vendido en toda la historia de Colombia. ¿Cuál fue la odisea que emprendió Gordillo para localizar y convencer a Marlore, la autora chilena de 91 años, y darle un sonido contemporáneo a las icónicas canciones que marcaron la niñez de casi cuatro generaciones de colombianos? Los Informantes conoció la insólita historia de cómo regresaron temas entrañables como ‘La iguana tomaba café’, ‘La bruja loca’ y ‘El pájaro carpintero’.
Es una gran sorpresa para muchos descubrir que la mujer detrás de las canciones infantiles más conocidas para miles de colombianos es una chilena que hoy tiene 91 años. Ella es Marlore Anwandter, la autora del disco que, según las fuentes, es el más vendido en toda la historia de Colombia, incluso por encima de figuras como Carlos Vives. La magia de Canticuentos reside en que casi todo lo que escribió fue pura imaginación.
Marlore no sabía el tremendo efecto que su trabajo había causado en nuestro país. Ella dejó su trabajo musical en Colombia y se fue sin ser consciente de su poder. Años después, cuando se le preguntó cuándo se enteró del efecto que tenían los Canticuentos en Colombia, Marlore reconoció que fue muchos años después.
Esta conexión profunda con la música comenzó temprano en la vida de la compositora, pues su madre era concertista de piano. Marlore solía meterse debajo del piano cuando su madre recibía lecciones y allí escuchaba la música. Aunque estudió periodismo, al casarse decidió dedicarse a la música y abrió una pequeña escuelita para iniciación musical infantil. Así empezó a inventar canciones para enseñar solfeo, lectura musical y ritmo, usando el cuento como el elemento principal. Estas canciones se convertirían en los ‘Minimonos Musicales’.
La autora y su esposo decidieron abandonar Chile debido al difícil momento que atravesaba Chile en plena dictadura de Pinochet, buscando un futuro mejor. Una oportunidad laboral para su esposo los llevó temporalmente a Bogotá, Colombia. Este breve periodo estuvo marcado por la tragedia.
“Al dueño de la compañía colombiana le raptaron su niñita. Fue bastante trágico. Entonces solamente vivimos un año en Bogotá, con dolor de nuestros corazones y nos trasladaron a Estados Unidos”, recordó la artista.
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A pesar de la corta estadía, Colombia cautivó a Marlore. Su vida en Bogotá pasó volando, pero allí compuso más de 30 canciones. Ella viajó muy poco ya que su esposo viajaba constantemente y los niños estaban en el colegio. Por ello, lo que no conoció personalmente, lo imaginó.
La primera canción que escribió en Colombia fue El burrito de Bogotá. Esta surgió como un regalo de Navidad para sus vecinos, a quienes les convidaron a pasar la Nochebuena y a quienes no tenían qué llevarles. Otras composiciones nacidas de su fantasía colombiana incluyeron un pingüino feliz, un ratón japonés, un perezoso con ruana y, quizás el más famoso, una iguana que tomaba café.
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Marlore confesó que no conocía las iguanas y nunca las había visto en Chile. Ella la vio por primera vez en Colombia. La fantasía infantil de Marlore no tenía límites. Cuando se le preguntó de dónde sacó la idea de que la serpiente de tierra caliente quería comprarse zapatos, ella explicó: "bueno, porque pobrecita siempre hay delirios de grandeza en cada uno de nosotros". Y añadió: "Todos queremos lo que no tenemos ¿no".
Tras su breve paso por Colombia, Marlore regresó a Missouri, Estados Unidos. Allí, en la cocina de su casa, grabó las canciones compuestas y envió la cinta a un contacto en Medellín. La grabación se hizo con niños, utilizando una grabadora vieja y colgando el micrófono de la luz de la cocina.
Codiscos dijo que sí en 1975. Marlore y sus hijos, acompañados de la familia Rico, sus vecinos, viajaron a Medellín para grabar el disco. El proceso fue arduo y profesional, ya que se grababa en un solo corte.
"Una canción la grabamos 19 veces, otra 23 veces porque alguien se equivocaba", relató Marlore sobre la intensidad de la grabación.
El disco, con la icónica tapa roja que mostraba el trencito cañero y la bruja loca, fue todo un éxito. Pero después de grabar, Marlore regresó a su vida normal en Estados Unidos. Mientras Gustavo Gordillo y millones de niños en Colombia crecían cantando sus temas, ella seguía siendo desconocida.
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"Nadie me conocía, se conocía la música, pero a mí no", afirmó Marlore sobre su anonimato en aquel tiempo.
Gustavo Gordillo, bajista de la legendaria banda bogotana Poligamia, fue uno de esos niños que el disco marcó para siempre. Desde que tenía 4 años, su mamá le ponía el disco y él se imaginaba que los dibujos de la carátula eran los videos de las canciones.
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El momento decisivo para el regreso de Canticuentos ocurrió durante la pandemia, cuando Gustavo desempolvó el vinilo para sus propias hijas.
"Yo desempolvé ese disco y al igual que mi mamá hacía conmigo yo dije 'voy a ponerles el disco a ellas'", contó Gustavo.
Al ver la sorpresa de sus hijas, se preguntó: "Tres generaciones han pasado por este disco, casi cuatro ¿cómo sonaría este disco si hubiera sido producido hoy?". Este pensamiento desató un largo y complejo camino para regrabar y actualizar la obra.
Gustavo tuvo que enfrentar un panorama legal que no fue fácil, iniciando un recorrido por el mundo legal de los derechos de autor que no es ningún juego de niños. El músico tuvo que contactar a Codiscos, que solo tenía los derechos de la marca, y a otra empresa que poseía los derechos de la composición.
"Empecé a hablar con todos", relató Gustavo. Después de que los abogados le pintaran un panorama difícil, Gustavo finalmente contactó a personas que conocían a Marlore y obtuvo su correo electrónico.
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Cuando Marlore, que ya era abuela y tenía 85 años, fue contactada, respondió emocionada, considerándolo un sueño. Gustavo emprendió un largo viaje para conocerla.
"Yo tomé un avión hasta Kansas City, después de Kansas pasé a Missouri, alquilé un carro, me fui manejando 4 horas más hasta un sitio con carreteras destapadas, hasta que llegué a la casa de ella, divina me recibe como si fuera mi abuela", recordó Gustavo sobre el encuentro que se convirtió en una relación más familiar.
El proyecto de Gustavo era más que una simple regrabación; era un gran propósito en su vida. El músico quería evolucionar el sonido, incluyendo ritmos colombianos, a pesar de las críticas que le decían: ¿por qué le va a meter una cumbia a esto?
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Gustavo explicó su filosofía: "Yo creo que la música infantil está un poco mal ponderada, como es música infantil no hay que meterle mucho profesionalismo, creo que somos pocos los que nos interesa hacer productos infantiles de calidad".
Para llevar a cabo su visión de calidad, llamó a su compañero de Poligamia y productor, Juan Gabriel Turbay, y luego a grandes voces colombianas. La colaboración fue tan atractiva que la gente preguntaba: ¿Por qué no me han llamado para este Canticuentos?. El proyecto se convirtió en algo gigante.
Uno de los principales objetivos era que el disco sonara a Colombia, reflejando el sabor nacional desde el Amazonas hasta San Andrés, desde el Pacífico hasta Los Llanos. Además, buscaba ser un disco que pudiera congregar a la familia completa.
Finalmente, Marlore fue invitada a regresar a Colombia para dar el toque final al proyecto.
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"Ella nos enseñó las vocales, nos enseñó a leer, nos enseñó a bailar, nos enseñó a divertirnos con la música", concluyó Gustavo sobre el impacto de la autora. El Latin Grammy 2025 confirma este proyecto como un homenaje justo y necesario a una mujer que la mayoría de los colombianos lleva en el corazón, aunque nunca hayan sabido su nombre.
Este texto fue realizado con colaboración de un asistente de IA y editado por un periodista que utilizó las fuentes idóneas y verificó en su totalidad los datos. Cuenta con información y reportería propia de Los Informantes.