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Ubicada a dos días de viaje en barco desde Buenaventura, Malpelo es una pequeña isla rocosa en medio de la inmensidad del océano Pacífico. A pesar de que su superficie visible se extiende solo 360 metros, y la isla mide 1.6 kilómetros de largo por 700 metros de ancho, su importancia ecológica contrasta con su pequeña extensión. Malpelo es mucho más que una roca; es la frontera más remota que tiene Colombia en el Pacífico, y un punto de concentración de gran biodiversidad marina.
El 31 de octubre de 1995, esta maravilla natural recibió una protección crucial: el Gobierno de Colombia la declaró oficialmente Santuario de Fauna y Flora Malpelo mediante la Resolución 1292 del Ministerio del Medio Ambiente. Esta medida inicial reservó y delimitó el área para proteger un ecosistema marino único, caracterizado por sus tiburones martillo, aves marinas y corales profundos.
La resolución de 1995 no solo estableció la protección del área, sino que garantizó su conservación a largo plazo, declarando el santuario como un bien inalienable, imprescriptible e inembargable. Desde entonces, Malpelo se ha consolidado como un referente internacional de biodiversidad marina. Aunque la declaratoria inicial cubría apenas 35 hectáreas, su belleza cautivó al mundo. Gracias al trabajo conjunto de la Fundación Malpelo y Parques Nacionales, en 2017 el área protegida se expandió.
Malpelo es mundialmente famosa. De hecho, el 90% de sus visitantes son extranjeros que viajan miles de kilómetros solo para sumergirse en sus aguas. ¿La razón? La verdadera riqueza de esta isla está debajo del agua.
El santuario cuenta con 27 lugares específicos para bucear. “Vi una señora que buceaba por todo el mundo y vi cómo a esa señora se le salían las lágrimas, lloraba de la emoción, decía este es el mejor buceo que he tenido en mi vida”, recordó en Los Informantes Jaiber Rojas, operario del Santuario de Fauna y Flora de Malpelo.
Este ecosistema alberga más de 400 variedades de peces, 17 tipos de coral, y un sinnúmero de especies.
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Paula Rojas, jefe del Santuario confirmó esto: “Malpelo es famoso por sus grandes escuelas de tiburones martillo y sus cardúmenes gigantes de atunes, de pargos. Es un lugar maravilloso”.
Las inmersiones revelan corales de todos los colores y peces de distintas formas y tamaños.
El buceo en Malpelo exige preparación y respeto por la complejidad del Pacífico. Los Informantes acompañaron el equipo de buceo de la Armada, junto con guías expertos como Jaiber Rojas, planearon inmersiones en arrecifes como La Nevera y La Pared del Náufrago. En esta zona, los buzos deben llevar instrumentos de localización, boyas, cuchillo y computador.
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Jaiber Rojas, un antiguo pescador de atuneros que se enamoró de Malpelo y ahora es uno de sus principales guardianes, reveló cómo el santuario le cambió la vida. Su experiencia es un testimonio del poder transformador de la fauna marina de la isla. Siendo nativo de la costa pacífica, él creció con la idea de que los tiburones eran peligrosos: “lo que yo aprendí y me dijeron toda la vida es que si yo me metía el agua el tiburón me iba a dar un mordisco, me iba a comer y aquí aprendí que eso no es así”.
En Malpelo, se dan encuentros con criaturas tan poderosas como el tiburón. Jaiber describe la emoción de la inmersión: “hoy me da una gran emoción cada inmersión que yo hago de ver como tú eres parte de esa naturaleza. Por ejemplo, cuando ves un tiburón tan poderoso y la sensación de ser un ser tan indefenso en su mundo”, relató.
Además de los tiburones martillo, la sorpresa puede llegar en medio de cavernas que parecen ruinas adornadas por peces de colores, con la aparición de un tiburón ballena o el tiburón monstruo que suele vivir a más de 100 metros de profundidad, ocasionalmente sube a la superficie para dejarse ver. Es en este entorno donde los buzos, como los de la Armada, disfrutan de Malpelo como si fueran niños asombrados con todo lo que ven.
Aunque el buceo con tiburones sea el principal atractivo, la isla, es un ecosistema completo. Malpelo posee especies endémicas que no se encuentran en ningún otro lugar, incluyendo el cangrejo de Malpelo, especies de reptiles como la lagartija de Malpelo, y el lagarto punteado.
“La presencia de esta isla genera condiciones oceanográficas y ambientales únicas en las corrientes, que favorece una gran biodiversidad”, señaló Paola Rojas.
Toda esta riqueza, aunque bien conservada, corre peligro. A pesar de ser un santuario protegido, hay embarcaciones que se adentran en sus aguas para realizar pesca ilegal. La pesca indiscriminada fue documentada por Sandra Bessudo, directora de la Fundación Malpelo, quien ha trabajado durante más de 30 años para mantener el santuario como un sitio sagrado.
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El problema de la pesca ilegal es grave y delicado. Aunque supuestamente no es una pesca dirigida a tiburones, estos animales también caen en las redes. Jaiber Rojas recuerda haber visto prácticas atroces en su época de pescador, como el aleteo de tiburón: “sí me tocó ver aleteo de tiburón que tenían dos bultos de aleta y tenían muy pocos cuerpos en el buque”. Desde el lado de la conservación, él califica de terrible la práctica de cortar las aletas a un ser vivo y arrojarlo al mar.
Los grupos que llegan a pescar ilegalmente están muy organizados y su actividad amenaza con extinguir lotes o complejos enteros de peces. La Armada colombiana se mantiene activa en la defensa de este territorio.
Llegar a Malpelo es una travesía compleja que solo se puede hacer en barco. El viaje desde Buenaventura abarca 304 millas náuticas, unos 490 kilómetros, y puede durar hasta 36 horas sin parar. No obstante, es el mar el que finalmente decide la duración.
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Una vez que se divisa la isla, las maniobras de desembarco son arriesgadas, ya que las condiciones del Pacífico suelen ser adversas.