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Cuando un astronauta abandona la Tierra, su cuerpo entra en un proceso de adaptación extremo. En cuestión de días puede crecer hasta doce centímetros, perder más de un litro de sangre y experimentar alteraciones en la vista debido al desplazamiento de fluidos hacia la cabeza. Lo que parece ciencia ficción es una experiencia cotidiana para quienes pasan meses orbitando el planeta.
Pablo Fernández, astronauta de la Agencia Espacial Europea (ESA), explicó en Noticias Caracol que “cuando quitas la gravedad, tu cuerpo piensa que tiene demasiados líquidos y empieza a deshacerse de sangre. Aumenta la presión intracraneal y hasta los ojos se deforman”. Por eso, los astronautas deben usar gafas especiales y mantener controles médicos constantes para evitar daños mayores.
La microgravedad provoca una pérdida rápida de masa muscular y densidad ósea. En una misión de seis meses, el cuerpo puede reducir hasta un 25% su fuerza física. Para evitarlo, los astronautas deben ejercitarse dos horas diarias con máquinas que simulan el esfuerzo que harían bajo gravedad terrestre.
Fernández explica que el ejercicio diario es la única manera de contrarrestar estos efectos: “Todos los días debemos entrenar para minimizar la pérdida de masa muscular y ósea”. Además, la columna vertebral se estira al no estar comprimida, lo que les hace ganar temporalmente entre siete y doce centímetros de estatura.
Fuera de la Tierra, incluso el sentido del gusto se altera. Los astronautas pierden apetito y la comida les sabe menos intensa durante los primeros días. “Usamos mucho tabasco y comida picante”, contó Fernández. La razón está en la redistribución de fluidos en la cabeza, que afecta el olfato.
El pan también está prohibido. Las migas flotan y pueden dañar los sistemas de ventilación de la estación espacial. Por eso, las tortillas se han convertido en una alternativa práctica y segura para reemplazarlo en las comidas diarias.
La Tierra actúa como una barrera natural contra la radiación cósmica, pero fuera de la atmósfera esa protección desaparece. Los astronautas están expuestos a un aumento del riesgo de cáncer de hasta un 3% durante su carrera, una cifra baja frente al 40% asociado al tabaquismo, pero significativa en un entorno sin protección natural.
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Las agencias espaciales investigan nuevos materiales y sistemas de protección que permitan reducir la exposición en misiones más largas, especialmente las planeadas para la Luna y Marte. Los trajes espaciales actuales solo ofrecen protección temporal, por lo que será necesario construir refugios permanentes en futuras bases.
Convertirse en astronauta requiere años de preparación. Fernández lleva tres años entrenando y espera volar antes de 2030. Para llegar a ese punto, debió superar pruebas físicas, psicológicas y académicas durante más de 18 meses. “Viajar al espacio no es solo ciencia, es descubrir hasta dónde puede adaptarse el cuerpo humano”, afirmó.
Hasta ahora, el cuerpo humano ha resistido 430 días continuos en microgravedad. Sin embargo, los científicos estiman que serían necesarios unos 950 días para lograr una adaptación completa al entorno marciano. Cada misión amplía el conocimiento sobre los límites del cuerpo y su capacidad para sobrevivir lejos de la Tierra.
La exploración espacial no solo prueba nuevas tecnologías; también demuestra que el cuerpo humano, con disciplina y entrenamiento, puede reprogramarse para soportar condiciones que parecían imposibles. Vivir sin gravedad revela que la frontera más desafiante no está en el espacio, sino dentro del propio cuerpo.
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DANNA SOFÍA SUÁREZ GALEANO
NOTICIAS CARACOL
DSSUAREZ@CARACOLTV.COM.CO