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Hace 32 años, la noticia de la muerte del capo y líder del Cartel de Medellín Pablo Escobar Gaviria y las imágenes de su cuerpo tendido sobre un tejado en un barrio de Medellín le dieron la vuelta al mundo. Aquel día de diciembre de 1993 marcó el final de un criminal que instaló el sicariato y el terrorismo para intimidar al país. Sin embargo, la sombra de su maldad y la fascinación por su mente perversa perduran.
Para entender la dimensión del daño que causó, es fundamental escuchar a quienes estuvieron cerca de su entorno. Gustavo Salazar Pineda, un abogado penalista que se especializó en defender a miembros del clan mafioso y a otros criminales, fue bautizado como el abogado de la mafia. En Los Informantes reveló detalles del perfil del capo, definido no solo como un asesino, sino como un tipo dotado de una inteligencia que puso al servicio del mal.
Salazar Pineda no tiene dudas al definir la esencia de Pablo Escobar, para el abogado, el capo era "un psicópata creador, un inteligente, un artista de la maldad, eso era Pablo Escobar", dijo.
“El entorno de Pablo Escobar era el de los bandidos, una jerarquía de la mafia, su entorno era él emperador, los súbditos, el bufón, los cortesanos”, señaló.
La maldad de Escobar, según Salazar Pineda, radicaba en su capacidad para operar sin límites, una característica alimentada por una siniestra indiferencia ante el peligro. El capo no conocía la sensación de temor, pero era experto en provocarla.
El abogado describe a Escobar como un hombre que "no sabía qué era el miedo", pero que, en contraste, sí lo inspiraba.
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Escobar se sentía tan poderoso imponiendo sus propias reglas, sus propios impuestos y sus propias sentencias de muerte.
"Pablo era el típico mafioso como un Estado imponiendo impuestos, el impuesto de la guerra y al que no lo mataba", dijo.
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Esta filosofía de 'el impuesto de la guerra' lo llevó a cometer atrocidades que rebasaron cualquier justificación criminal. La violencia contra las autoridades, que incluyó la matanza de policías, jueces, magistrados y periodistas: "Respecto de los policías fue una brutalidad".
Pero el acto que, incluso para Salazar Pineda, demostró la falta total de límites fue la bomba colocada en el avión de Avianca. El abogado es enfático al señalar la dimensión de este crimen, calificándolo de irracional: "Lo del avión de Avianca no tiene presentación. Es que la estupidez humana a veces no tiene límites", dijo.
Pablo Escobar no tuvo límites, mandó a matar a Luis Carlos Galán, puso la bomba en El Espectador, mató a Rodrigo Lara, reclutó niños para convertirlos en justicieros callejeros y más.
El abogado también se refirió a Galán y un intento previo de asesinarlo en Medellín: “el día 4 de julio del 89 falló un atentado en la Universidad de Medellín contra Galán”, señalando que ese atentado lo ordenó Escobar. “Pablo que era un hombre que cuando planeaba algo no fallaba, llamó, El Mexicano le dijo qué necesita, necesito que usted con sus hombres me ejecute la muerte, en ese sentido sí tiene participación, pero no fue el ejecutor material”, afirmó.
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La revista Forbes lo incluyó en su lista de los más ricos del mundo, con un flujo de caja en 1987 de 3 mil millones de dólares, dueño de la Hacienda Nápoles que llenó de animales, que fueron parte de ese legado del narcotráfico.
Ante la pregunta de si Pablo falleció pobre señaló: “Pablo murió diezmado económicamente, Forbes decía en esa época que tenía una fortuna, la lapidó en la guerra”, afirmó.
Daniel Escobar, sobrino nieto del capo, también reveló en Los Informantes cómo el apellido más temido de Colombia se convirtió en una condena familiar. “Intentaron estar en siete, ocho países y de todos los sacaban”, relató sobre el exilio constante que vivieron sus padres. Nació en España porque no había lugar donde pudieran quedarse sin ser expulsados. “Hay señalamientos, hay persecución, el estigma sigue”, afirmó, dejando claro que la sombra de Pablo Escobar no se ha borrado ni 33 años después de su muerte.
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Su infancia estuvo marcada por una contradicción: “De tener lo mejor del mundo y sentirme en una jaula de oro, estaba en lo mejor, pero no podía hacer nada”. Daniel asegura que siempre supo quién era su tío abuelo: “Siempre supe que era Pablo Escobar y que toda la familia lo respetábamos”, aunque insiste en que nunca conoció detalles de sus actividades criminales. Esa riqueza, dice, creó una burbuja social en Medellín que blindaba a los descendientes del Cartel.
El testimonio más impactante llegó al hablar de la educación: “Abren un colegio para los hijos de los mafiosos de Medellín y para los nietos”, reveló. Allí, la seguridad era extrema: “Afuera de los salones teníamos los guardaespaldas de nosotros esperándonos, cuidándonos, armados”. En ese mundo, lo que para otros sería extravagante era rutina: “Para mí era normal que ‘ve, yo me fui para tal lado con mi papá en mi avión. Para mis amigos era normal que tu papá tuviera 100, 200 caballos, tres, cuatro fincas como mínimo”, señaló.
Estos testimonios confirman que, más allá de su muerte, el apellido Escobar sigue siendo sinónimo de poder, violencia y estigma.