Se han contagiado al entrar a hospitales y dar la extremaunción a moribundos. Tras una vida dedicada a la Iglesia, son enterrados sin ningún tipo de ceremonia.
Italia, uno de los países con más fieles católicos, apela al poder divino para frenar esta pesadilla. Pero el coronavirus no perdona ni a los ancianos sacerdotes. Una docena de ellos están entre los muertos de Bérgamo, cinco en Parma, dos en Milán, uno en Cremona, uno en Brescia, sin contar a los que están en terapia intensiva.
“Ninguno de nosotros pensó que estaríamos en la situación de esas ciudades en China, que veíamos por televisión”, explicó Nunzio Rosi, sacerdote de Zorlesco.
Así narraba a finales de febrero ese sacerdote la crítica situación en el norte de Italia.
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“Celebramos misa a puerta cerrada. Solo mi asistente y yo. La iglesia está cerrada, nadie puede venir”, explicó el sacerdote.
Y estaba lejos de saber que también a ellos empezaría a costarles la vida. El obispo de Parma, Enrico Solmi, describió el dolor que siente al ver cómo enferman los sacerdotes, que días antes cruzaron la puerta de las salas de triage en los hospitales, para brindar palabras de aliento y el ultimo sacramento a los enfermos de gravedad.
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Ante esta oleada de muertes, la radio católica está pidiendo a los religiosos evitar entregar el sacramento de la extremaunción.
“Hoy tuve la oportunidad de darle la bendición en el cementerio a una anciana que murió por otra causa, no coronavirus. Tuvo que ser muy rápido, nunca me había pasado en mi vida”, explicó el sacerdote Rosi.
Luego de entregar toda su vida a la religión, en las diócesis ven con profundo dolor que el entierro de los sacerdotes fallecidos se realiza sin ningún rito cristiano fúnebre como ocurre con todos los muertos que está dejando la pandemia en ese país.
Impresionado por la muerte solitaria, el papa Francisco manifestó al obispo de Bresci su apoyo a los enfermos y pidió a los obispos y sacerdotes no dejar solos a los fieles, frente al coronavirus.
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