El papa Francisco demostró, una vez más, ser un pontífice cercano, “taquillero” y carismático. Durante su visita a México, miles y miles de fieles y curiosos salieron a las calles a saludarlo y lo acompañaron en sus actos públicos, incluidas multitudinarias misas.
Uno de los momentos más sublimes de su periplo fue una misa en Ciudad Juárez, tras rezar frente al río Bravo a los pies de una cruz levantada en el sitio que separa a México y Estados Unidos. Allí habló de la crisis de la migración.
“Esta tragedia humana que representa la migración forzada (...) se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias, sostuvo y agregó: “"Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres".
"La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian esperanza", concluyó el líder católico.
En otro hecho destacable, Francisco pidió perdón a las comunidades indígenas en Chiapas. “Sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos. Qué bien nos haría a todos aprender a decir: ¡Perdón! El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita", recalcó.
Antes de llegar a México, el sumo pontífice hizo una escala en Cuba, donde se reunió con el presidente Raúl Castro y marcó otro hecho histórico al encontrarse con Kirill, patriarca de Moscú y de Rusia.
Updated: diciembre 26, 2016 10:16 a. m.