La Policía no sale de su asombro ante la manera con la que 31 empleados estatales se la ingeniaron para engañar a sus superiores.
El crimen quedó en evidencia cuando las autoridades detuvieron a una enfermera que cargaba cinco huellas de silicona con la huella de sus compañeros del servicio de salud de Sao Paulo.
Lo que hacían era usar las huellas falsas para que quedaran registradas más horas de trabajo y así recibir sueldos más altos.