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El 7 de octubre de 2023, la música se detuvo de golpe en el desierto del Néguev, al sur de Israel. Lo que horas antes era el Festival Nova, una celebración de trance y vida, se convirtió en un escenario de pesadilla. Cientos de jóvenes, adultos y niños fueron perseguidos, secuestrados y asesinados en una de las masacres más brutales de la historia reciente de Medio Oriente.
Entre los asistentes estaba Alejandra, una joven que, tras sobrevivir al ataque del grupo terrorista Hamás, hoy carga con recuerdos imborrables y una misión: ser la voz de sus amigas caídas. “Las personas que viajaban con miedo en el vehículo, gracias a Dios, están hoy vivas, pero mi mejor amiga no, mis mejores amigas fueron asesinadas, perdí a mis dos mejores amigas, a muchos amigos, muchísimos, pero regresamos la mitad a casa", recordó.
El horror comenzó a las 5:45 de la mañana. El cielo se iluminó con destellos que, al principio, todos creyeron eran fuegos artificiales de la fiesta. "Yo ya empecé a ver movimientos en el cielo, pero realmente pensé que se trataba de fuegos pirotécnicos o algo de la fiesta," relató Alejandra con la voz quebrada. "Pero a eso de las 6:30, la música se apagó. Empezaron a hacer el protocolo de sacar a la gente, de avisarle a la gente, y entendí que algo estaba pasando".
El pánico se desató cuando las ráfagas de armas de fuego rompieron la tranquilidad del amanecer. El desierto, antes un refugio de baile y euforia, se transformó en un aterrador campo de caza. "Literal, las balas no caían al lado," recuerda. "Escuchábamos constantemente el sonido. Nunca en mi vida había escuchado eso... el sonido de una bala bastante cerca."
En medio del caos, Alejandra y una amiga tomaron una decisión desesperada para no separarse. "En algún momento yo recuerdo que le digo a ella: 'Abrazos, porque si acá le entra una bala a una, le entra a las dos. Yo no me quiero quedar acá sola'", confiesa. "Decidimos abrazarnos y amarrarnos, quedarnos juntas. En ese momento, llamé al padre de mi hijo y él me ratificó que había terroristas, que la situación estaba muy difícil".
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Las horas siguientes fueron una condena. Disparos, bombas, gritos pidiendo auxilio. El infierno se manifestaba en súplicas de mujeres pidiendo que no las mataran, y los ruidos de la tortura y la violencia se extendían por el desierto. "Mientras todo esto pasa, claramente escuchábamos gritos de chicas, gente pidiendo que no la mataran, chicas que las estaban violando," aseguró con dolor. "Se los juro, no podíamos hacer nada."
La huida fue un descenso a un nivel de violencia que Alejandra jamás imaginó. Lo que vio mientras intentaban escapar superaba cualquier ficción. "Cuando yo empiezo a correr, es la primera vez que veo lo que escuché por ocho horas", describió. "Había personas colgadas en árboles, desmembradas, niñas abiertas completamente de cabeza hasta abajo, niñas sin senos. Todo tipo de torturas que se imaginen".
El trayecto fue una escena de cuerpos y vehículos destrozados. "Manos aquí, cabezas allá, piernas aquí... Les puedo decir que casi no vi cuerpos con ropa", afirmó. "Hasta el día de hoy, estoy en un intento de entender qué vi, hay cosas que no me salen".
El golpe más cruel llegó al saber la verdad de sus mejores amigas, dos jóvenes a quienes consideraba hermanas. "Mi mejor amiga si llegó a la fiesta, pero mi otra amiga con la que me encontré se fue a buscarla. A ellas las asesinaron," relató en su testimonio. Una de ellas fue asesinada dentro de un kit y la otra, "la quemaron viva."
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Aunque la esperanza se mantuvo viva durante dos semanas —pensando que su amiga más inteligente podría estar escondida— la pérdida se confirmó con el reconocimiento de los cuerpos. Ahora, Alejandra, que no es judía y asegura que el ataque no distinguió nacionalidad ni religión ("Yo soy cristiana"), tiene un juramento.
"Yo estoy viva, quiero dar una voz por mis amigas que ya no están," declaró. "Una voz por mis amigas que fueron violadas, porque eso no tiene nombre... Yo quiero que el mundo sepa que la violación se utilizó como un arma de guerra el 7 de octubre, no solamente contra mujeres, sino contra niños, mujeres, hombres y todo lo que había."
El ataque al Festival Nova se ha inscrito como uno de los capítulos más oscuros de la violencia contemporánea. Alejandra insiste en que no fue un ataque exclusivo contra la comunidad judía, sino un "genocidio" donde participaron todo tipo de personas. La sobreviviente asegura que el 7 de octubre, la violencia no solo la ejercieron miembros de Hamás. "Había todo tipo de personas: un niño de 13, 14, abuelos con bastones que no podían ni siquiera caminar, pero entraron con bastón y con armas," afirmó. "Tengo amigas que han dado testimonio donde fueron baleadas por niños de 14 años, porque fueron todos."
Dos años después, los ecos de la violencia aún resuenan. Las risas se transformaron en gritos, y la música, en silencio absoluto. Alejandra carga con heridas que no cierran, pero su testimonio se erige como un recordatorio del costo humano de la guerra y la brutalidad sin límites que se vivió aquel amanecer en el desierto.
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